Sunshine

1 mes sin sexo. Su novia no estaba. No se asumía gay. No se asumía bisexual... ¿qué resultara de todo esto?

Su lengua recorría mi cuerpo, sus labios adornaban los suaves movimientos masculinos que rodeaban mis muslos. Sus manos.. no puedo describir lo que hacía con sus manos; puedo decir que aquella sensación era tan placentera, que  mis espasmos parecían venir de un ataque. Se acercó a mi pene… estaba durísimo lo hizo chocar con el suyo y me dio un beso largo, apasionado

Repentinamente desperté. Exaltado, transpirando, con una erección mayúscula. Estaba solo en mi habitación, durmiendo sobre las sábanas a causa del calor sofocante. Solo traía puesto unos boxers sueltos, por lo que ahí abajo parecía una carpa levantada. Me levanté de la cama, miré el reloj… eran las 4 de la madrugada. Fui a la cocina y me serví un vaso de agua fría. Me refresqué un poco y me volví a acostar. Traté de seguir durmiendo, quería tener ese sueño otra vez. Pero no podía. El calor y esa tamaña erección que no bajaba, sumado al pensamiento sobre aquel sueño erótico me mantenían despierto.

No era la primera vez que algo así me ocurría. La primera vez que soñé con otro hombre me asusté un poco. Pero desde eso, habían pasado cerca de 5 años. Hoy tenía 20, y aún no asumía mi bisexualidad. Tenía una novia, pero también tenía mis encuentros homosexuales esporádicamente. Pensé que lo único que me podía hacer dormir una vez más, era un buena paja. Busqué algún DVD porno que siempre hay por ahí en un departamento de soltero. Puse el primero que encontré. Comencé con una masturbación a ritmo lento, pero pronto pasé a machacármela rápidamente. Un poco de lubricante manchaba mi abundante vello pubico, mientras recorría salvajemente mi erecto falo con mi mano amparada en la sustancia acuosa. Eyaculé, y tres grandes chorros de semen se vaciaron sobre mi pecho, seguido de varios chorros pequeños. Los esparcí en mi pecho y lamí un poco mi mano. Sin darme cuenta me quedé dormido.

EL teléfono me despertó a la mañana siguiente. Era mi novia desde Australia. Hablamos alrededor de 30 minutos y me duché. El sueño que había tenido aún me asaltaba a ratos. Había sido tan real. Probablemente era la falta de sexo. Desde que mi novia se había ido de viaje, hacía un mes, no había tenido relaciones, ni con mujeres, ni con hombres. Así que, como estaba de vacaciones, decidí que esa noche saldría de cacería. Lo que me llevara a la cama primero. Ese era mi plan.

Durante el día no hice mucho. Vague en mi apartamento casi desnudo, el calor era insoportable, vi televisión, escuché música y leí un rato. Bajé a la piscina y ahí dormí a la sombra de un quitasol. Cuando atardeció, subí nuevamente a mi apartamento, y me di una ducha helada. El agua fría recorriendo mi cuerpo me hizo acordar del sueño de la noche anterior. Mi pene comenzó a crecer de inmediato. Creí justo darle un poco de acción, para no parecer muy necesitado en la noche. Fue una masturbación corta. En mis varios años de pajero había aprendido a controlar si quería eyacular rápido, después de un rato, o simplemente no eyacular. Supongo que el tiempo me dio esa habilidad, pues había comenzado en el arte del onanismo a los 11 años, con un minúsculo pene y sin nada de pelo.

Me arreglé y salí del apartamento con rumbo al barrio de los bares y la vida nocturna. Era un día jueves de verano, por lo que creí que habría gente. Efectivamente, había gente, pero nadie parecía andar en busca de “booty call”. Pasee por varios pubs y ni las muchachas ni los chicos querían sexo casual. En uno de los bares por los que pasé, me fijé en u grupo de chicos, de no más de 18 años cada uno, muy atractivos. Pero asumí que si andaban en grupo de solo hombres, querrían cazar chicas, y no chicos. Se veían muy pequeños, dudo que les fuera bien. Así salí de aquel lugar y fui a parar a un Mc Donald`s. Se venía el bajón, y necesitaba una hamburguesa. Pedí un combo, y mientras me lo comía, apareció uno de los chicos que estaba en el pub del frente. Pidió unas papas fritas y se sentó en la mesa del lado, solo. Lo miré y le pregunté si podía sentarme con el.

-         ¡Claro! Me dijo, es que me dio hambre y los amigos con los que estaba no me acompañaron – respondió el muchacho.

-         Me llamo Alec – dije mientras extendía mi mano.

-         Claudio – respondió.

-         Seguro tus amigos encontraron algunas chicas – dije como para empezar a conversar.

-         Así es – respondió – pero no creo que les vaya bien, ellas son mayores y ellos se notan niños de secundaria.

-         ¿y tu porqué no estas con ellos? – pregunté inocentemente,

-         A mi no me gustan las chicas. – respondió.

Mi corazón dio un salto, era mi oportunidad. Hice como si nada, y le pregunté su edad. Me dijo que tenía 18 años, pero no le creí. Sacó entonces su identificación, y comprobé que era mayor de edad. Reímos un rato y le dije que a mi me gustaban la chicas. Su cara hizo un gesto como de decepción disimulada. Fue inmediatamente cuando dije “también me gustan los chicos”. Nuevamente la sonrisa volvió a su cara. Lo invité a un trago, y nos fuimos a un bar solitario que conocía por ahí. Bebimos unas cervezas, conversamos. Me contó que había terminado la escuela y que estudiaría en la universidad. Yo le conté que era estudiante de medicina. No sé exactamente como terminé invitándolo a mi apartamento. El dijo que sí, y nos fuimos del lugar.

En mi hogar seguimos bebiendo. Le ofrecí un pito de marihuana. Me dijo que nunca había probado uno. Insistí en que lo intentara. Estuvimos un buen rato fumando y bebiendo, hasta que me acerqué a él. Lo contemplé unos segundos, era muy lindo. Su tes era blanca, tenía el pelo negro y unos ojos pardos preciosos; su mirada era un verdadero rayo de sol. Decidí apodarlo “Sunshine”. Sus facciones eran finas. Parecía mucho más niño de lo que su fecha de nacimiento decía. Lo besé tiernamente en los labios y me alejé para ver su reacción. Se sonrojó un poco y me dijo “gracias”.

-¿te gustó? – pregunté

  • ¿qué cosa? – preguntó Claudio de vuelta. - ¿el beso o el pito?

  • ambas – dije.

  • el pito me gustó – dijo haciéndo una pausa – y el beso me ha vuelto loco.

Nos acercamos nuevamente y esta vez nos besamos de verdad. Yo abrí mi boca en busca de su lengua; cuando nuestras lenguas se encontraron sentí un verdadero placer, que hacía tiempo que no sentía. Era como si estuviera dando mi primer beso. Continuamos en eso, y comencé a tocarlo. Metí mis manos por debajo de su camiseta y sentí su delgado cuerpo. De pronto el se alejó.

-         ¿qué pasa? – pregunté - ¿voy demasiado rápido?

-         Un poco – dijo con voz nerviosa – pero no es eso.

-         ¿qué es? – volí a preguntar.

-         Es que… - tartamudeó – soy virgen.

Sonreí, y me acerqué a darle sólo un abrazo. Le dije muy despacio al oído que no se preocupara, y que si quería no hacíamos nada. En verdad no quería que él me dijera que no. Pero no podía forzar a un niño virgen a que tuviese sexo. Me dijo que sí quería hacerlo. Pero que debía decírmelo. Entendí.

Lo besé de nuevo, y esta vez la mezcla de pasión y ternura fue la fórmula exacta. Le quité su camiseta, y esta vez pude apreciar su pecho lampiño, sus inexistentes pectorales, unos brazos delgados que sólo mostraban algo de edad debajo de sus axilas, donde un oscuro y abundante vello aparecía para decir “no soy completamente un niño”. Lo recosté en el sofá y comenzamos a besarnos de nuevo; también me quité la camiseta. Me alejé un poco, asumí que él también quería ver mi cuerpo. Me desvestí completamente, y su cara de sorpresa y asombro me excitó a mil, sobre todo cuando sus ojos se fijaron en mi pene grande, velludo, oscuro, con marcadas venas que parecían querer reventar. Se acercó a mí, se arrodilló y comenzó a lamerme. Su felación era increíble, le pregunté si no era la primera vez que lo hacía. Sacó mi pene erecto de su boca para explicar que a veces se lograba chupar su propio pico. Me reí, no creí que fuera posible. Se alejó un poco de mi, se quitó los vaqueros (que usaba mostrando la mitad de sus boxers), se quitó los boxers y saltó la segunda muestra de que no era un niño: un considerable pene, con una buena mata de pelos de base, que si bien no era muy grueso, era muy largo, probablemente más largo que el mío. Se acostó en el sillón, y luego de un par de intentos, se dobló de tal manera que logró introducir todo su pene a su boca. Un par de lamidas y se enderezó. Me explicó que era una posición muy incómoda. Me acerqué y le dije que hoy no tenía que hacerse su propio blowjob. Me metí todo su pene a la boca, y comprobé que era muy largo, por lo que tuve que dejar centímetros de su base fuera de mi cavidad bucal. Le pasé la lengua, succioné, y no tardó mucho en echarme sus primeros chorros de leche, que me tragué con gusto. Presioné en la base del pene, para que no eyaculara todo, y quedara excitación para más. Me acerqué a su cara y lo besé en la boca, mezclando algo más que salivas. El se dio cuenta de que estaba saboreando su propio semen.

Luego de eso, traje un condón, me lo puse, y apliqué un poco de lubricante en su hoyito. Me preguntó si iba a doler. Me puse e posición de penetrarlo, y dije que probablemente dolería al principio. Sin más rodeos, introduje la cabeza de mi pene en su ano. Exclamó un gritito de molestia, y comencé a hacer movimientos circulares, mientras acariciaba su cintura. El comenzó a masturbarse, lo que fue señal de que comenzaba a  disfrutar de mi pico dentro de sí, por lo que lo introduje completamente, otro gemido, esta vez el dolor mezclado con placer. Estabamos en una posición vertical, en el suelo. Sin dejar de entrar y salir de él, lo puse de rodillas y la postura cambió a un exquisito doggy style. Estuvimos un buen rato así, hasta que me indicó que comenzaba a dolerle. Saqué mi pene, me quité el condón, y eyaculé en su pecho.  Terminó chupándome nuevamente el pico, ahora de manera suave y relajante.

El encuentro lo terminamos abrazados en mi cama, desnudos, acariciándonos nuevamente. Quien sabe. Quizás ese era el primer encuentro… pero eso, es otra historia.

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