Sunflecks
La última comida juntos. En la que el plan sale mal, y aprende que hay cosas que no cambiarán nunca.
Él acudió de una forma nueva, habiendo dejado atrás a su parte más devota. Sólo como amigo, con el nuevo plan. Como siempre, al verse, les costó un poco encontrarse, sólo un poco. Le sorprendió lo fríos que estaban sus labios. Luego pensó que debería haber tratado de que recuperaran una temperatura más próxima a la suya, pera ya era un poco tarde.. Ella le dijo que podría estar poco, tenía que ir al cole, sólo lo había sabido ayer. Él se sorprendió al sentir que eso no era importante.
En el camino hacia el restaurante, se reencontraron uno al otro, poco a poco.. Una vez allí, ya sentados, él la fue mirando despacio. Estaba como siempre, quizá más relajada. Con los sellos protectores de su nueva vida –el reloj, la pulsera, el colgante-, como siempre últimamente.. Buscó un hilo de los de antes y lo encontró en la seda negra de su blusa. Y ya al pedir el vino se dio cuenta de que su mente empezaba a no funcionar bien, debía estar un poco confusa, ocupada en algo diferente. Poco a poco, fueron hablando tranquilamente, poniéndose al día, como viejos amigos.. Una conversación agradable, un poco seria quizá, cuidadosa, sin muchas bromas.. Miró sus ojos, hoy oscuros pensó, casi negros, muchas veces, y ella procuró que fueran amables, pero sólo eso. Él se acordó de lo que una vez, la primera que había escrito algo sobre un encuentro suyo, había llamado el “beso en los ojos” –en un ascensor de un parking, fue eso-, y pensó en cuánto lo echaba de menos.. En la ensalada empezó a sentirse orgullosos de ella, cuando le contaba cosas del trabajo. Tan encantadora como siempre, tocando su fibra sensible como siempre, llegándole al alma. ¿Cómo era posible que se sintiera tan próximo a ella? ¿Y qué sentiría ella esos minutos? Y ya con la pasta, sintió que a pesar de sus buenos propósitos ya se había enamorado por completo, que había vuelto a pasar.. Y se subió a la nube, como siempre, y ya no pudo disfrutar mucho del resto de la comida, centrado al cien por ciento en que ella estaba allí, y en que eso estaba bien, muy bien.. Le despertó el gusto fuerte del café, y entonces pensó que nunca se había tomado un café así con ella.. bueno, en su mente unos pocos, en Siena por ejemplo, pero no con ella..
Al salir para ir a coger un taxi, pensó, sonriendo a sus espaldas, que ella, su ella de siempre, iba un poco como escondida en la ropa que llevaba. El beso de despedida fue tan breve y tan cálido como siempre, todo transcurrió en una décima de segundo. Volvió paseando hacia la estación, por el mismo camino que la última vez, pensando en lo parecidos que podían ser un día frío de diciembre y uno cálido de mayo. Sonriendo por dentro y por fuera, casi feliz. Una vez más, ochenta minutos pasados en unos segundos. Y pensó, sonriendo, que mientras hubiera días como el 12 de enero, el 2 de marzo o aquel 27 de mayo, la vida merecía la pena vivirse.