Sumiso nato VI: Las azafatas entran en escena
Visitamos a mi tía y a Alba, mi dulce prima. También está mi primo Alex. Ellas se divierten a nuestra costa y finalmente echo a Alex del piso. Entonces vienen unas azafatas acompañadas de las psicólogas Laura y Celia, quienes me llevan al centro donde me lavarán el cerebro.
Espero a que alguien me abra y me libere de esta oscuridad y mis ataduras, pero en el fondo no sería buena elección; a estas alturas debe saber que que puede despellejarme como un gato con un ratón; en ese caso disfrutaría como una niña pequeña, despreocuapada que no piensa en las dificultades de la vida, sólo en su propia diversión.
Silvia me abre de nuevo, me mira con una sonrisa angelical, está maravillada con mi regalo.
Me desata las cuerdas.
- Vamos al salón, tenemos que hablar.
Me lleva a rastras al salón sin compasión y me oredena que me arrodille y agache la mirada.
Así que me llamas "tu Princesa", bien, pues a partir de ahora me llamarás así por norma.
Sí, mi Princesa.
Ahora ponte de rodillas, perro -ordena mi Princesa-. Y esta vez no reniegues.
Si, mi Princesa.
Parece que lo hace adrede, sólo para tener una excusa para torturarme.
- Hija, si quieres torturarle no necesitas un motivo para ello, puedes hacerlo sin darle explicaciones.
¡Qué crueles! Miro sólo por debajo de sus rodillas, a pesar de estar sentadas. Mientras ellas hablan yo estoy en silencio, no realizo ningún movimiento. Soy un objeto que sólo espera y reprime la necesidad de mover las articulaciónes. Tan sólo dejo que ellas me traten como quieran.
Ahora se pone a ver tranquilamente los culebrones de la televisón. Pero no enciende la tele, no tiene intención de verla.
Di que nosotras somos muy cariñosas contigo -ordena capricho mi... Princesa con tono burlón cada palabra que sale de su boca- y que quieres pasarte la vida siendo nuestro esclavo para correspondernos y que aceptas las medidas disciplinarias sin protestar.
Sí, mi...
Ah, una cosa -interrumpe la Señora de la casa-, además de lo que te ha dicho Sivlia tienes que añadir algo mas, algo que salga de ti; a ver qué se te ocurre.
Sí, mi Princesa -respondo estando aún de rodillas y con la mirada al suelo-, ustedes son muy cariñosas, mas de lo que merezco, de hecho comprendo que me llaman tontito en sentido cariñoso, por ello quiero pasarme el resto de mi miserable vida a sus pies obedeciendo sus órdenes, además como hombre que soy, esto es lo único a lo que puedo aspirar. Cualquier intento para progresar en la vida y tratar de emanciparme sería inutil. Entiendo que tienen más criterio que yo para decidir cual debe ser mi apariencia, aunque sea únicamente con prendas femeninas y maquillaje; o para aplicarme cualquier medida disciplinaria que refuerce mi entrega, sacrificio y sumisión tanto hacia ustedes como a sus invitadas y cualquier mujer del mundo. Entiendo también que podrán tomar cualquier decisión de estas sin necesidad de dar explicaciónes. En cualquier caso yo siempre estaré incondicionalmente de acuerdo con ustedes.
Me sorprendes, no sabía que después de todo nos tuvieras tanto aprecio y dijeras tantas cosas -dice Silvia.
Eso es porque lo digo de corazón, mi Princesa.
Tomo nota -añade doña Verónica Ibañez, mi soberbia Señora, mi Reina, mi propietaria-, a partir de ahora serás nuestro esclavo las 24 horas del día, día a día; sólo saldrás con ropa exclusivamennte de mujer y cuando te ordenemos; también te encerraremos periódicamente cuando no hagas falta y te torturaremos cuando nos apetezca disciplinarte.
Sí, Reina.
Y encima crees que te llamamos tontito con cariño.
¿Qué tienes que decir a eso? -pregunta "mi Princesa".
Yo... bueno, si me han mantenido durante este tiempo supongo que en realidad sí me tienen cariño.
Bueno, si tú lo dices... -responde Silvia-. Venga, tontito -esta última palabra la entona con un tono particularmente burlón-, levanta y haznos la cena, quiero que nos sirvas como sabes.
Y espero que te esfuerces en mejorar, una Princesa merece toda tu atención -advierte mi Señóra.
Les hago la cena, les sirvo como el criado que han hecho de mí y friego los platos.
Después de fregar vuelvo al salón ante la presencia de estas mujeres.
- Supongo que tienes sueño -comenta Silvia.
Ella me lleva a mi cuarto, enciende la luz y me indica que me acueste. Pero ésta no es mi cama, no sólo me han quitado las sábanas y el colchón, sino que también han puesto correas para inmovilizarme de arriba a abajo.
Vamos acuéstate, es hora de dormir la sieta.
No, por favor -suplico llorando.
¿Suplicas? -pregunta burlona- ¿A estas alturas aún suplicas? decías que aceptabas cualquierdecisión que tomáramos sobre ti. Quizás debería comprarte una perrera -comenta acariciándome la barbilla mientras sonríe.
Vamos, debes estar destrozado, te caes del sueño -añade empujando mi espalda para animarme a caminar a mi cama-, seguro que una siesta te sentará bien.
Finalmente me acuesto, y ella me ata las correas, dos en cada extremidad, una en la cintura, una en el pecho y una en el cuello, además hay una especie de almohadilla en el cabecero para inmovilizar la cabeza; por supuesto acompañada de una correa.
Se tumba sobre mí. Se pone melosa, me acaricia la cara, me da besos, me mira con morritos.
- Mi madre encargó que la trajeran excactamente en el mediodía, por eso Lorena te ha mandado a comprar. Seguro que pensabas que has salido mas o menos a esa hora por azar.
No digo nada, estoy asustado; el miedo no me deja hablar; ahora estoy totalmente indefenso, incapaz de moverme por nada del mundo.
- ¿No dices nada?
Pregunta jugando con mi cara haciéndome pellizcos.
No había pensado en eso.
Claro, tú nunca pienas -responde extendiendo su brazo.
En un segundo lo acerca a la cara, lleva un bozal con una bola. Pero esta bola está agugereada; de manera que si quiere haceme beber algo, yo no podría resistirme. Con esto sencillamente no puedo hablar.
Ella me da un beso en la cara, y otro, y otro... me da un lametazo como si fuera un helado y un rodillazo en los testículos, y otro, y otro, todos los golpes ha dido sin piedad; a diferencia de Lorena ella no se ha contenido.
- A ver si ahora no suplicas, cada vez que te ordenemos algo, da igual si te hablo con un tono meloso, risueño o puro grito; quiero que obedezcas de inmediato -advierte con un último rodillazo.
Finalmente apaga la luz y se va. Estoy totalmente inmóvil, no puedo mover ni la cara. Estoy solo, solo en la vida, en la habitación, en la casa, en la oscuridad, me he convertido en una marioneta de mi familia y por voluntad de ellas, también lo soy de todas la mujeres del mundo. Y Alba, siempre nos hemos llevado bien y sólo tiene 12 años. ¿También tendré que doblegarme ante ella y obedecer sus caprichos y órdenes?
Los genitales me duelen muchísimo, pero no puedo hacer nada para aliviarme el dolor y la agonía; y mucho menos superar la humillación, ni escapar de esta vida tan vejatoria, que mi imperativa y dominante madre me ha ido imponiendo poco a poco desde que nací; sin darme cuenta me han criado para ser una marioneta bajo el dominio de ellas, unas insufribles brujas despiadadas y diabólicas como nadie. Me he dado uenta de que nunca he tenido ni la voluntad de escapar; pero eso es porque hasta ahora no me sentía atrapado, no me sentía esclavo de ellas.
Pasa el tiempo, las horas me parecen días, los días meses. Día a día obedezco sus órdenes, sus caprichos, todo lo me digan.
Es viernes; casi ha pasado una semana desde que mi Señora habló con doña Celia y las cosas no han hecho mas que empezar.
Vamos a cenar en casa de mi tía Clara y mi prima Alba.
Esoty a cuatro patas como un perro en la puerta de su casa.
Abre una niña, pelo rubio, liso y largo, muy largo, hasta el abdomen, sus ojos son azul claro.
Alba. Como a todas, a ella le beso los pies. Qué vergüenza. ¿Cómo puedo humillarme de este modo delante de una niña ? ¿Y su hermano, qué pensará Alex? Él tiene un año menos que yo.
- ¡Qué gracioso! -exclama mientras me acaricia- ¡Ahora eres un perrito! ¡Ven al salón! ¡Mi madre y mi hermano están ahí!
No quiero ir, no quiero, no quiero...
Entro en el salón y veo a los dos.
- Venga, saluda a mi madre.
Obedezco a mi prima, me acerco a mi tía y beso sus pies.
Hola, tontito ¿Cómo estás? -pregunta ella cariñosa.
Muy bien señora Ibañez, me alegro mucho de verla.
Fugazmente miro a mi primo, está sentado en un sillón, me está mirando. No, a mí no, sigo caminandono, pero él sigue con la mirada fija en la nada. No me habla, como si estuviera drogado, o ciego y sordo a la vez. Yo tampoco le hablo, no sé cómo se supone que debo hablarle.
No le dirijas la palabra -prohibe mi tía-. Está castigado.
Venga tontito, sigue bésando mis pies -ordena mi prima.
Esta niña. Una cría y ya se cree que estoy a su total disposición, se cree que tiene el mundo a sus pies. Nunca la había visto así.
- Tontito -interviene mi tía-. Rómpele la nariz a mi hijo. Que sepa que aquí no le queremos.
No puedo creer lo que me dicen. Ahora me obliga a agredir a mi familia.
Miro a las personas una a una, Silvia, Alba, mi madre, mi tía... mi primo. Él me mira con pánico, seguramente porque le han tratado tan mal como a mí y sabe que a estas alturas puedo hacerlo.
- ¡Obedece! -ordena mi madre.
Yo camino rápidamente hacia él. No intenta levantarse ni trata de escapar.
- Como se escape te la cargas -ardierte mi prima.
Entonces obedezco la órden de la tía de Silvia, le he roto la nariz.
Vamos, rómpele la nariz -ordena mi madre.
Mi señora, ya se la he roto, está sangrando.
Eso no lo sabemos, a lo mejor es zumo de tomate -responde sarcásticamente.
Miro los ojos de mi primo, está destrozado.
Mi prima me acaricia por la espalda.
No quiero agredirle, y aunque sé que se han dado cuenta de que ya le he partido la nariz, quieren que siga; yo desearía parar; no, desearía no haber empezado, y ellas se divierten presionándome para que siga agrediendo a mi propio primo.
- Vamos -susurra tranquila-. ¿Hace falta que te lo repitan? -pregunta besándome en el cuello.
Una vez mas le golpeo en el tabique nasal. Él se lleva las manos a la nariz.
Vale, ahora golpéale cuatro veces mas en el nariz -ordena Silvia-. Una agresión por cada una de nosotras. Quiero que nos lo dediques expresamente.
Pero ya...
¡Obedece! Exlama mi Señora enojada.
Y así lo hago; otro puñetazo de lleno en la nariz.
- Por Alba -y otro puñetazo...
He perdido totalmente la consciencia. De algún modo he llegado al recibidor de la casa, tengo el corazón totalmente disparado.
- Muy bien, tontito, muy bien -felicita mi... la pequeña Alba Ibañez (aún pienso en ellas como si fueran mi familia) mientras me lleva de vuelta al salón-, pero has tardado un poco, hemos tenido que repetirte la órden.
Una vez ahí me enseña una grabación de la escena.
- Tontito. Rómpele la nariz a mi hijo. Que sepa que aquí no le queremos.
Miro a las personas una a una, Silvia, Alba, mi madre, mi tía...
- ¡Obedece!
Yo camino rápidamente hacia él. No intenta levantarse ni trata de escapar.
- Como se escape te la cargas.
Entonces obedezco la órden de su madre, le he roto la nariz.
- Vamos, te han dicho que le rompas la nariz.
- Mi señora, ya se la he roto, está sangrando.
- Eso no lo sabemos, a lo mejor es zumo de tomate -responde sarcásticamente.
Miro los ojos de Alex, está destrozado.
Mi prima me acaricia por la espalda. Me susurra al oído-
Una vez mas le golpeo en el tabique nasal. Él se lleva las manos a la nariz.
- Vale, ahora golpéale cuatro veces mas en el nariz. Una agresión por cada una de nosotras. Quiero que nos lo dediques expresamente.
- Pero ya...
- ¡Obedece!
Y así lo hago; otro puñetazo de lleno en la nariz.
- Por Alba -y otro puñetazo-, por mi Señora -y otro- y por mi Princesa.
Me aparto de él.
- He dicho cuatro -advierte mi madre-. Faltas tú.
- Sí, mi Señora.
Eso no lo recuerdo, ni si quiera me he percatado de que me he ensañado con él.
Sin dudarlo obedezco su orden. Yo ya no era consciente de nada, ni siquiera en este momento.
Mientras mancha el mueble donde estaba sentado, con una mano le estrangulo, y con la otra le doy puñetazos tanto en el estómago como en la cara. Él está llorando lamentándose por el golpe en el entrepierna, además está sangrando.
- Eso es, quiero que le agredas hasta que me guste el color de su cara -ordena Alba.
Acercan la cámara al rostro de mi primo para ver mejor cómo queda. Ni siquiera en este momento me había dado cuenta de que nos estaban gragando.
- Basta ya, pedazo de animal -me detiene mi Señora de un grito-. ¿Es que quieres matarle?
Le cojo del pelo, le tiro al suelo y me agacho para retorcerle violentamente el brazo hasta romperlo. Luego me levanto y le golpeo con la planta del pie sin que él pueda levantarse.
- ¡Que pares, pedazo de animal! -Alba me coge el pelo y rápidamente me detengo-. ¿Es que quieres matarle?
- Vale, hijo, puedes irte, ya no me haces falta.
No duda en arrastrase hacia el pasillo, supongo que se va de casa.
- Eres demasiado lento incluso para desaparecer.
Mientras se va mi familia se ríe como si fuera un espectáculo, se ríen a carcajadas.
- Vamos perro, échale literalmente a patadas.
Rápidamente voy corriendo hacial él, le empujo a patadas, exactamente como se me ha ordenado.
Dios mío de verdad que no recuerdo nada desde que han dicho que lo mejor era zumo de tomate.
¿De verdad estos son los valores de debe fomentar una familia?
Alex, el único chico que he conocido, el único amigo que me quedaba acaba de desaparecer para siempre de mi vida.
Tontito, hoy no hace falta que nos sirvas -anuncia mi tía.
Pero no creas que puedes descansar, quédate de rodillas mientras cenamos -ordena mi madre.
Una cosa -añade mi Princesa-, respecto a la revista, eso que dices de que soy tan femenina que todos los chicos caen a mis pies no es verdad, sólo caes tú, pero eso no es ningún mérito, tú sucumbes con cualquiera.
Eso es cierto -corrobora doña Verónica, mi madre-. Alba, juega con él y recuerdale que tú también puedes controlarle.
Mi prima se levanta se acerca a mí, me acaricia y me besa.
- En el fondo eres muy tierno -susurra-. Vamos, besa mi mano -ordena tendiéndome la mano izquierda.
Estoy sudando de miedo y de vergüenza, también estoy temblando y llorando.
Ella me coge la cara con las dos manos, me mira risueña.
Nunca me había fijado en lo divertido que era jugar jugar de esta forma.
Está tan nervioso que ni siquiera puede controlar las lágrimas -se burla su madre-. Vamos, cielo siéntate a cenar.
Ellas están frente a una mesa pequeña tomando un aperitivo.
¿Alba, quieres pintarle los labios a mi hijo? -pregunta mi madre ofreciéndole una barra de labios.
¡Sí! -responde ella entusiasmada.
Coje el maquillaje, viene hacia mí y me pinta los labios. Es de color granate. El olor es muy fuerte. Diría que es muy concentrado. Intento no inhalarlo, pero sólo de sentirlo en mis labios me resulta molesto.
Mi madre me mira orgullosa de mí, mi actitud, mi predisposición a obedecerlas para hacer la compra, limpiar la casa, servirles de taburete.
- ¿Crees que somos muy crueles contigo -pregunta sarcástica-, que mandamos mucho? Pués esto no ha hecho mas que empezar.
Mi madre y Silvia cuentan el modo de vida que tengo, ellas se ríen. Mientras tanto me pongo muy nervioso, sudo en todo el cuerpo, la cara, las manos... todo.
- Y pasarás la vida siguiéndonos como un perro faldero con la lengua fuera -interviene Silvia-, te olvidarás de los hombres, para que no te distraigas con nada que no sea obedecer y servir a una mujer, con un chasquido de nuestros dedos o un simple suspiro sabrás a la perfección qué orden debes cumplir.
No aguanto mas, me estoy mareando, el pulso se me dispara, la visión se nubla poco a poco.
Hasta te ruborizarás más de lo que te imaginas sólo con verme; incluso con ver a Alba. Da igual que sea 5 años menor que tú, sucumbirás instantáneamente con cualquier persona femenina.
Supongo que no sabes de qué hablamos, ¿verdad? -comenta una cogiéndome de la barbilla. Pero casi no siento su mano.
No, mi Señora.
Me tiembla el cuerpo, casi no me mantengo en esta postura.
- Que sepa de qué hablamos -añade.
Mi tía camina hacia el pasillo.
- Vamos, pasad -invita a gente que al parecer también está en esta casa.
Son dos mujeres. Ambas me miran sonriendo. Una lleva el pelo liso castaño hasta la mitad de la cintura. Lleva un vestido negro que le tapa su hombro izquierdo.
La otra lleva el pelo rizado y le llega a los hombros. Lleva un un vestido rojo con dibujos negros que no logro distinguir, unas medias granates y unos zapatos negros de tacón. Se ha pintado los labios de rojo.
No puede ser verdad, es Celia Navarro; la otra persona es Laura, su compañera de la consulta. ¿Qué pintan ellas aquí?
¿Te encuentras bien? -pregunta Laura burlona- Estás un poco pálido.
Un consejo -interviene su compañera- la próxima vez que te pinten los labios comprueba de qué está hecho, no parece que este te siente bien.
Las dos psicólogas miran a mi hermana.
¿Tu eres Silvia? -pregunta Celia acercándose a ella para darle dos besos-. Tu sumiso me ha hablado mucho de ti.
Hola, ¿qué tal? -saluda Laura.
Muy bien, por cierto, muchas gracias por esto.
Acabo de caerme, estoy tirado en el suelo, no puedo moverme, creo que me han drogado.
Laura hace una llamada. Y mientras me mira habla por teléfono.
- Bien chicas, el paquete está listo, cuando querais podeis recogerlo.
Y cuelga.
Celia se acerca a mí, se agacha y mientras me acaricia y sonríe me habla.
- Tranquilo, lo tenemos todo controlado, a partir de ahora no tienes que preocuparte de nada.
Mientras ella me acaricia, me fijo en sus uñas cuidadosamente pintadas de granate.
Te has comportado exactamente como queríamos -informa Laura-, eres muy previsible, y maleable, contigo da gusto.
Vero me ha contado que te fijas mucho en cómo se maquillan y cómo van vestidas; eres más atento, servicial y manipulable de lo que esperábamos, tenemos grandes planes para tí, cariño.
Ahora entran unas jóvenes. Puede que tengan 18 o 19 años, una lleva el pelo rubio y rizado y la otra moreno y liso, las dos lo llevan recogido. Hay otra un poco mayor; posiblemente tenga 23. Llevan una falda y medias negras, una blusa verde jade de manga larga y pañuelo también verde jade, y unos capatos de unos 4 cm de tacón. La mayor, además lleva una americana negra. Yo sigo tirado en el suelo.
Traen una... perrera, me van a sacar de aquí en una perrera.
Las señoritas saludan a mi familia y mas intercambio de besos entre ellas, sin preocuparles mi situación, claro.
Ahora las dos más jóvenes vienen hacia mí y me atan con una cuerda. Intento hablar, gritar o resistirme, pero no puedo, no me quedan fuerzas; no tienen problemas para atarme, yo me... es inutil resistirse.
Una me parte la cara.
- Escucha imbecil, si colaboras será más facil, pero si te resistes sufrirás las consecuencia, además ya sabes que no ganas nada; avisado estás.
Me meten sin problemas, ya que estoy inmovilizado. No sé a donde me llevan, siento que me desvanezco...
Me despierto en una especie de despacho, no parece la consulta de Celia. Hay un escritorio a mi derecha con dos sillas entre este mueble y yo, y otra silla al otro lado.
Noto que tengo una especie de cintas por todo el cuerpo, una en la zona femoral y otra en la tibial de cada pierna, una en el cuello y otra alrededor de la frente, además siento algo en la articulación del codo derecho, como si me hubieran clavado una aguja.
No me puedo mover, estoy sobre una plataforma o algo así y atado en una especie de columna, con las manos y pies atadas por detrás de la columna, pero no puedo verlo; además tengo una especie de cadena en el cuello y un bozal, creo que estoy a unos 40 cm de alto.
Oigo unos pasos; cada vez son más nítidos, se abre la puerta, y entran... Laura, es la otra compañera de Celia, mi madre y mi hermana. Mi familia se sienta dándome la espalda, y Laura delante de ellas.
- Vamos a ver, estos son los detalles que quereis que tengamos en cuenta-explica la psicóloga-. Si os parece bien lo hablamos una vez mas para comprobar que no falta ningún detalle y le haremos la programación correcta; además el último dato no sé si lo he entendio.
¿La programación? ¿Me tratan como si fuera un robot?
- Que se esmere en obedecer sin importar la edad de la persona que le ha dado una orden.
- Que se ruborice mas que cualquier subnormal al ver a una mujer orgullosa de serlo, una mujer hermosa.
Especialmente delante de las tres personas principalmente responsables de su tormento; Silvia, Vero y Celia. 3. Que se ruborice todavía mas sialguien se lo ordena,especialmente su familia y psicóloga,o sialguienle habla, sobre todo silesusurra al oído, leacaricia,le besa,le sonríe...y viceversa. 4. Que crea, lo que lese le ordene,quellore,sienta,sude, se rríay sufra y en la medida que leindiquen.Que exprese el pánico que sienta,con la mirada,llorando y sudando. 5. Que sienta frío, calor,dolor de estómago... lo que le ordenemos. 6. Que comprenda tódo lo que le hacen y sufra por ello. 7. Que reciba a sus propietariasde rodillascon el mismo entusiasmo que hace un perro y bese sus pies o calzado y reciba a las personas invitadas de igual modo. 8. Que le de vergüenza ver a su familia y que sienta el impulso de alejarse pero su subconciente le lleve a mostrarnos toda su sumisión y postrarse para besar tambiénlos pies o zapatos con devoción y pasión sin medida, y que las muestras de cariño o deprecio le estimulen para mantenere incrementar esa actitud. 9. Que centre toda su atención en la cara y el pelo de una chica para estudiarcada mínimo detallede su fisionomía y rasgos faciales, y admirarla cuando la tenga delante. 10. Que atesore sin medida la feminidad de las chicas y se quede maravillado al ver a sus propietarias.Que sienta un imperioso impulso de escuchar atentamente el sonido de los tacones y seguir idiotizado los zapatos que producen el sonido.
- Que se esfuerce a conciencia para realizar las tareas del hogar bajo la tutela y supervisión de Lorena (vuestra empleada del hogar) y que agradezca cualquier corrección que se le haga por parte de cualquier persona por muy dura que sea.
- Que se duerma en el momento que se lo ordenen, aunque esté de pie.
- Que sea más feliz si las chicas que le someten son más bellas y femeninas, así como más crueles y autoritarias.
Que cumpla órdenes imposibles.
¿De qué va esto?
Que cuando tenga las manos atadas por detrás y le ordenemos que se ponga a cuatro patas, obedezca sin protestar.
Bien, trabajar en eso será muy interesante. Eso es todo -finaliza Celia.
Otra cosa -se niega mi hermana-, también quiero que sufra, quiero que sienta un profundo odio y desprecio hacia las chicas en general especialmente hacia nosotras que somos las que le hemos condenado y llevamos toda la vida aprovechándonos de él.También quiero queasocie la feminidad y la belleza con la crueldad y la autoridad, que piense que si somos crueles, autoritarias y le mandamos, también somos femeninas y bellas.
¿Quieres que cuanto más desprecie y odie a alguien más bella la vea -precunta la psicóloga-, se maraville y se ruborice con ella, y viceversa, cuanto más hermosa sea la persona que tiene delante, más maravillado y más se ruborice más odio y desprecio le tenga?
Hija, quiero que sea nuestro esclavo -interviene mi madre-, pero es mi hijo y no hace falta que sufra.
¿Y qué mas da, si no va a ser más eficiente por ser feliz? -responde Silvia.
Está bien, haz que sufra tanto como sea posible -cede mi madre al capricho cruel de mi hermana.
Tendrá una gran lucha interior si tiene que centrar su mirada -observa la psicóloga sonriendo-, intenta huír y se ruboriza al veros y besar los pies; sobretodo si lo hace con odio.
Es lo que queremos -responde mi hermana-. También que tenga grabada en su corazón, la convicción de que tiene la obligación de obedecer. Pero que al mismo tiempo sienta náuseas cuando obedece.
Veo que le quereis mucho.
Sí, a nuestros pies -se ríe mi madre.
Bien, Silvia, dices que quieres que le tiñamos los ojos de color rosa intenso, fucsia, ¿no es así?
Sí, por favor.
Bien no te preocupes. -sonríe Celia mirándo a mi hermana-. Al usar un tinte tan intenso el resto del globo también se tiñe, quedará un tono más sueve de rosa.
Al momento me mira a mí.
¿Quieres decir algo, tontito? -pregunta Celia.
Tengo un bozal en la boca, evidentemente así no puedo hablar y se ríen de mí.
Mas adelante, mi familia sale del despacho y Laurase divierte conmigo.
- ¿Qué te pasa? -pregunta burlona- ¿Estás ruborizado? Es lógico todos los chicos que han pasado por esto se ruborizan, pero sinceramente, nadie se ha ruborizado tanto como tú -confiesa besándome en los labios-. Y que sepas que esto no es nada comparado con lo que te espera en la gala -y otro beso-, o durante tu estancia en este centro -y otro-, o el resto de tu miserable vida. ¿No es ese el adegetivo que le das a tu vida? ¿"misrable"?
Me quita el bozal.
- Por favor, haré lo que me digais, lo que sea, seré un esclavo totalmente sumiso y obediente, aguantaré cualquier humillación pero no me hagais esto.
Me acaricia.
- Sí, sé que lo harás -me responde sonriendo, me besa otra vez en los labios, y me obliga a saborear su carmín y su lengua- pero no puedo hacer lo que me pides, ese es el primer paso y es indispensable en el tratamiento, para garantizar que hagas lo que me han pedido; además, has tenido tu oportunidad cuando te he preguntado y la has desperdiciado.
Me besa en los labios.
- Bueno, no te he quitado el bozal porque me guste el sonido de tu voz.
Con un mando a distancia enciende un monitor delante de mí. Me enseña varios pintalabios de diversos colores. Están numerados y ordenados en filas de 4 o 5 por 5 o 6. en total son...
Me da un rodillazo en los genitales.
Dime, ¿qué color te gusta mas?
El marrón.
Me golpea de nuevo.
- Por favor -responde despectivamente al tiempo que me golpea otra vez y sonríe- hay cinco barras de labios de color marrón -me golpea otra vez-, tienes que decir el número correspondiente.
El 6, quiero decir el seis. No sé qué color es, pero no me importa, lo único que quiero es... Me golpea de nuevo.
- Vamos, sólo tienes que decir un número - se ríe dándome otro rodillazo. Sabe que con estas agresiones no puedo hablar.
Intento hablar, pero cada vez que cojo aire me golpea de nuevo y me impide responder.
Otro rodillazo.
No es por nada, pero te recomiendo que respondas -Me agrede otra vez-, a mí personalmente me da igual, la gala empieza dentro de ochos horas -Y otra agresión-. Yo puedo estar cinco horas antes de ir a mi casa para arreglarme y volver de nuevo -Y me agrede otra vez.
Cuando me vaya, si no te has decidico puede sustituirme alguien, una azafata por ejemplo, no me importa. ¿Tú podrías esperar ocho horas?
Y otro rodillazo.
Las lágrimas hace rato que me caen por la cara como una cascada. No puedo con esto, no puedo aguantar. Sólo quiero decir un número, pero cuando tengo fuerzas para responder ella me golpea de nuevo, y yo sólo expulso un sonido sordo sin sentido.
Ella me golpea de nuevo.
A qué esperas? Si eres así de indeciso toda la vida no tendrás novia en la vida -Y otra agresión mas-, Así nadie se fijará en ti. De todas formas nadie se fijará en ti para tener lo que tú llamarías una relación normal.
El seis, elijo el seis -Respondo llorando a mares.
No sé cómo me han esposado, pero los grilletes o lo que sea tira mucho de mis articulaciones y no me puedo mover.
Y otro rodillazo en los genitales. ¿Qué le pasa ahora? Ya le he respondido.
- ¿Lo ves como no era tan dificil? -Ella me acaricia la cara y me besa.
No siente remordimientos de nada, no se arrepiente de darme este trato tan brutalmente vejatorio.
Coge su teléfono y marca un número.
Hola, Elisa -Saluda sonriendo-, ha elegido el Nº 6. Tú ya sabes qué hacer... sí, se lo diré; hasta luego -Finalmente cuelga.
Elisa te manda recuerdos -Me acaricia de nuevo.
También dice que te de un beso de su parte -Y me besa en la boca.
Otra cosa, no te preocupes por tu primo, le encontramos tirado en la calle, hiciste un buen trabajo rompiéndole la lariz y será el siguiente en ingresar en este centro, pero tranquilo, no volvereis a veros; como has oído quieren que te olvides del resto de hombres y que desaparezca la figura masculina de tu memoria. Cuando salgas de aquí todos los hicos del mundo serán invisibles para vuestros ojos y os olvidareis del sexo masculino.
Me parte la cara y sale de su despacho. Al poco rato entran dos jóvenes algo mayores que yo con el mismo uniforme de azafata con el que me secuestraron. Una me vuelve a poner el bozal y entre las dos me sacan de esta sala y me llevan por un largo pasillo, me llevan a un ascensor y vamos a la planta baja. En unos segundos me sacan y me llevan por otro pasillo hasta atravesar una puerta con un cartel que dice "Salón de actos". Me meten en esta sala. Por la decoración diría que han preparado un evento muy importante, una gala.
La que me ha puesto el bozal, me da un rodillazo; como si no hubiera recibido demasiados.
- Te dije que si no colaborabas lo pasarías mal.
Me parte la cara de nuevo.
Acabo de caer en que ella es una de las que fue al piso de mi tía y me introdujo en la perrera. Con los nervios no me había dado cuenta.
Este salón es muy amplio, han colocado varias mesas y tres barras por toda la sala. Me han dejado atado en esta columna junto a una pared, exactamente a la misma distancia de la puerta por la que me han traído y la puerta principal del comedor.
Hay algunas mujeres trabajando en esta sala;una va vestida de negro, parece que tiene 30 años mas o menos,lleva un folio en la mano, alterna la mirada hacia ese papel y las mesas; diría que es un plano, para orientarse y comprobar que las mesas están bien colocadas.Esta mujer debe ser la responsable o comercial del evento que preparan.
Esta mujer es hermosa, y su conjunto negro le hace realmente imponente. Sus pantalones negros de pinza se ajustan a sus nalgas y el cinturón ciñe bastante la prenda que sujeta, también lleva una blusa y americana de manga larga con botones hasta el cuello. Su melena negra recogida en una coleta de caballo deja ver su delgado cuello.
Las otras personas son de todas las edades, desde jóvenes recién graduadas en el instituto hasta mujeres de la edad de mi madre.
Las chicas están preparando las mesas, las cubren con manteles, ponen varios cubiertos, platos y copas, a parte hay unas cuatro chicas colocando vasos en cada barra. Colocan vasos de tubo y copas de diversas proporciones, es como si se tratara de una boda.
Hay una gran pantalla.
El personal del cátering, después de colocar los vasos se van y me dejan solo. Bueno, solo no, están las azafatas.
Deben estar comprobando el equipo audiovisual.
Del personal del cátering nadie me hace caso, las azafatas también me ignoran; es como si esta situación ya la hubieran vivido muchas veces y formara parte del día a día.
Tengo la impresión de que no soy mas que en elemento decorativo; pero no tendría sentido que me utilicen como elemento decorativo para ser una boda.
- Yo, I'll tell you what I want...
Estas niña está cantando una canción de las "Spice Girls". Un grupo muy popular de los 90.
Otra azafata coge el micrófono.
- Tontitooo -bueno, una azafata sí me mira y me humilla, me llama, su tono es burlón y cursi-, este evento es en tu honor.
Me habla desde el otro lado del salón; en la pantalla está ella; alguien debe estar enfocándola desde alguna cámara, veo que me sonríe. La pantalla mustra varias zonas de la sala, incluñido el lugar donde me encuentro.
La chica no estaba en casa de mi tía, pero las tres sí están aquí.
Se oye desde todo el comedor y puede que desde cualquier parte de este edificio.
La azafata con americana entra por la puerta por la que me han traído, se acerca a mí sonriendo, me mira unos segundos y se acerca a la que lleva el micrófono. Debe ser la jefa o cordinadora de azafatas.
Tontito -vuelve a llamarme-, sabemos cosas muy interesantes de ti, Celia nos lo ha contado todo.
Nos ha contado cosas que ni te imaginas -añade la otra chica chica acercándose al micrófono de su compañera.
Siguen comprobando el equipo; cuando ven que tódo estaba listo se van.
Me dejan solo sin decirme qué quieren hacer, qué planes tienen, ni cuanto me van a dejar así. Bueno, Laura ha dicho que tenía ocho horas. ¿De verdad van a dejarme todo este rato aquí sin darme nada de comer? Ahora que lo pienso, no tengo ambre, hace lo último que recuerdo es que ayer estaba con mi prima y mi tía en su casa. Bueno, en realidad no sé si fue ayer, porque tampoco tengo claro cuanto he dormido realmente. Puede que mientras estaba inconsciente me administraron algún tipo de alimento sin que me diera cuenta.
No sé qué hora es, ni donde estoy, ni donde está mi familia, ni qué evento es éste. Nadie me habla ni me mira. Todo el mundo me ignora como si no existiera.
No puedo moverme más que para respirar despacio y en silencio.
Espero a que vuelvan ellas; no sé cómo puedo escapar, ni qué va a ser de mí. Las horas pasan y pasan, y no hay noticias de nada.
Las mismas chicas que han colocado las mesas y el material vuelven a entrar, pero están cambiadas, van vestidas con uniforme de camarera; la mayoría lleva un uniforme casi completamente negro, zapatos, medias, falda, chaleco y pajarita, la camisa es blanca; todas ellas vuelven a las mesas para repasar las copas y los bubiertos. Hay otras personas que no están en las mesas, sino repartidas en las barras, ellas si que van totalmente de negro, el uniforme es como el de las camareras, pero no llevan chaleco ni pajarita, y la camisa es negra. Si se han cambiado de ropa supongo que queda poco para las ocho horas.
La responsable reúne a las empleadas y todas se sientan alrededor de una mesa. Habla del menú del día.
Pensaba que quedaba poco hasta que se hicieran las 8:00, pero no.
Intento soltarme, pero estar atado de esta forma me lo impide; realmente no sé cómo estoy atado, pero sí sé que casi no puedo moverme.
Por primera vez me mira alguien del evento, es la comercial, tiene treinta o treinta y cinco años. Me mira sonriéndo, pero altiva, por encima del hombro.
- Oído -dice la comercial -. Paciencia, dentro de poco empieza el espectáculo -dice ella sonriendo.
Al momento se dirije al círculo de chicas. Ellas se levantan y se meten por una puerta distinta a la que lleva al pasillo. En unos segundo vuelven a salir con bandejas y se colocan junto a la puerta principal en fila. Poco despés vienen dos azafatas hacia mi y se colocan a uno o dos metros a mi izquierda y otras dos azafatas se colocan en la puerta de entrada. Una de ellas me recogió cuando me trajeron.
Las dos me hacen fotos, posan como si fueran adolescentes.
Ahora llega la que tenía una chaqueta cuando me recogió; ahora también la lleva puesta.
- ¡Por favor, estamos trabajando!
No me lo creo, hay alguien capaz de defenderme; mientras la jefa les llama la atención las chicas se guardan los teléfonos.
- ¡Las comensales van a llegar en cualquier momento! ¡Sabeis que habrá tiempo para esto! -Ella me mira con frialdad, ahora comprendo que en el fondo no soy nada para ellas-. Partidle la cara, o aplastadle los huevos, no quiero que piense que le he defendido porque me de pena, me caiga bien ni nada de eso, que espa que cualquiera puede hacerle sufrir.
Una pe parte la cara, otra me besa en los labios y me da un rodillazo en los genitales, la siguiente también. Poco después empiezan a entrar las invitadas. Todas llevan vestidos largos hasta el suelo, de salón o fiesta. Las azafatas las reciben con amabilidad.
La primera en entrar es una señoramas o menos de la edad de mi madre. Viene hacia mí.
- Tu eres la mascota de Vero, ¿verdad? Tienes suerte, eres el sujeto "Nº 1.000" al que tratamos.
¿El Nº 1.000? ¿entonces habeis arruinado la vida de noveciento noveinta y nueve antes que la mía?
- Celia nos ha hablado muy bien de ti, dice que eres un sumiso muy prometedor.
Mientras habla observo con fascinación el vestido y calzado que lleva puesto. Está hermosa y elegante con un peinado semi recogido con tan sólo unos rízos rubios cayendo a su espalda. Está recogido en su coronilla con jollas adornando el nudo de su pelo. Su bronceada piel destaca en las jollas de perlas blancas de su cuello junto con los pendientes. El vestido beige de una sola pieza sin tiras al hombro diría que le queda a la perfección. Del estrecho de sus caderas cuelgan más perlas blancas con broches de plata. Bajo las largas piernas unos altísimos tacones le hacen aparentar más alta. Sus zapatos dejan ver dos dedos de sus pies y sus piernas están cubiertas por unas medias marrones. Lleva en todos sus dedos una cuidada manicura francesa. Está divina a pesar de sus cincuenta años. Debe ser la anfitiona del evento. A simple vista destaca más que nadie ymi corazón se acelera al verla sonreír.
Viene Asun acompañada de una joven adolescente. Diría que son madre e hija. Mi profesora luce un vestido del corte como mi madre, pero totalmente color vino. Sus tacones se hacen escuchar con más volumen que el resto de damas. Debe llevar zapatos de tacón alto, su vestido largo no deja verlos, pero es más alta de lo normal, parece más alta que yo puede que me saque 5 cm, quitando la altura que me da esta plataforma, está imponente teniendo en cuenta la diferencia de altura. Percibo un olor a fresas cuando pasaron de largo ignorandome por completo. Sólo la joven me observa por unos segundos hasta que los saludos múltiples se reparten en el salón.
La joven es rubia como su madre aunque con su pelo suelto mostrando su lisa caída hasta media espalda. Su atuendo es más juvenil; color salmón, hecho de poliéster, con capas relajadas y particiones, con dos anchos tirantes. Sus zapatos blancos de tacón alto están adornados con tachuelas en la correa y en el borde que deja ver su empeine. Se distancia un poco de su madre y del tema de conversación para acercarse a mí.
Ella vuelve; es muy bonita y sus ojos azules brillan de encanto. Me mira con malicia, me acaricia y me besa; al principio son besos tímidos, superficiales, pero poco a poco coge confianza y llega a meterme incluso la lengua.