Sumiso nato V Ya no hay vuelta atrás

María Asensio viene a mi casa; tanto cuando viene ella como cuando se va, yo muerto de vergüenza tengo que mostrar mi grotesca sumisión; finalmente mi Señora y yo vamos a la consulta de Doña Celia Navarro y clausuramos rotundamente mi situación.

Ella se levanta y me deja solo con el silencio y mi sorpresa por el insulto. ¿Qué le pasa? No me habla excepto para inslutarme, pero en realidad no me puedo quejar, me lo he ganado por ser un fracasado.

En fin, la espero de rodillas. A ver si le gusta más que espere en esta postura.La televisión apagada…. tan sólo yo reflejado en la pantalla. Todo en silencio excepto el ruido de la ducha. Mis nalgas sobre mis talones amortiguan el dolor de rodillas.

  • Gilipollas -Grita Marina desde la ducha.

Voy al cuarto de baño y me arrodillo en la entrada.

  • ¿Sí, mi Princesa?

  • ¿Crees que me perteneces?

De alguna manera me quedo pensando en la seguridad con que me insulta y en que debo obedecer sus órdenes, eso hace que me sienta insignficante. Oír de sus palabras llamarme Gilipollas es totalmente humillante, pero sentir que les pertenezco, al menos me sentirme útil para la sociedad.

  • Por supuesto.

  • Excacto, eres mío, me perteneces.

Aquellas palabras me gustan más, sentirme de su propiedad, pensar que tiene control sobre mí, sobre mi vida. Pero también para humillarme y maltratarme.

  • Mi Princesa…

  • Calla -Me interrumpe- ¡Ahora sólo escucha… No vuelvas hablar sin que te haga una pregunta, o para responder "Sí, mi Princesa" cuando te de una orden, me estoy cansando de tus halagos baratos.

Abre la puerta del baño, ella tiene su cuerpo cubierto de los pechos hasta las rodillas de la toalla violeta, y yo sólo miro sus pies con pena mientras sigue su discurso, ríe mirando el techo y sigue.

  • Hace tiempo que no te considero como mi hermano o… joder, ¿qué digo? Nunca te he considerado ni como persona. Creo que eso sería un grado muy alto para lo que realmente eres, microbio.

Yo la observo con ojos como platos, tantos años de esfuerzo para sacrificarme por ellas y después de derrochar todos mis ahorros en hacerle estos regalos... me dice esto.

  • Y no me mires así, no, no… Es mas, te prohibo que me mires por encima de las rodillas de cualquier mujer, ¿te queda claro? Cualquier mujer.

  • Sí, mi Princesa.

Y yo aún mas tonto, a pesar de lo que me ha dicho, rastreo mis rodillas tras ella, hasta que entra en su cuarto y cierra la puerta, pero sigo escuchando atónito.

  • No sé, en vista de tu empeño y esa sobrada entrega… quiero enderezar algunas cosa torcidas. Llevo tiempo sintiéndome rara contigo.

  • Mi Esclavo, pobre, no sabes el futuro que te espera.

Me cambia de tema rápido.

  • María viene a almorzar.

¡María Asensio! Ella es preciosa viste muy bien, es muy femenina, no sé si estoy preparado para compartirlo con ella, pero no importa lo que opine.

Llega mi señora, me ve de rrodillas frente al cuarto de mi Princesa, mi Ama.

Justo en ese momento ella abre la puerta, sale de la habitación y me traspasa como si fuera invisible. Yo me levanto y voy tras ella. Mi señora no dice nada, sencillamente escucha el modo en que mi Princesa me habla.

  • No, así no… Puedes seguirme, pero a cuatro patas, como un perro faldero.

Bajo mis manos al suelo y voy tras ella hasta el salón.

  • No hagas nada, quédate en esa esquina de rodillas -Señala el lugar junto al la puerta mientras ella se sienta y vuelve a ver la televisión- Cuando te necesite, te lo diré. Mientras, quédate allí quieto.

  • ¿Qué pasa? -pregunta mi señora, sorprendida por el tono exageradamente despectivo de su hija.

  • Ya que este tontito es tan sumiso, quiero se entreque al cien por cien como esclavo, ahora si que no voy a dejar pasar ni una

Me siento tan avergonzado que no tengo fuerzas ni de responder. Tiendo a encojerme de hombros, desearía taparme las ordejas para no seguir escuchando los insultos de esta niña caprichosa.

  • Respecto a lo que he dicho de la imagen patética que das, ¿qué tienes que decir?

  • Tiene razón, mi Princesa, es justo que la gente diga...

Mi señora me coge de la cabellera y me levanta la mirada para obligarme a verla.

  • ¡Pero dilo mirándome a los ojos, Gili... pollas!

Parece cabreada conmigo, pero no he hecho nada para que se ponga así. Tal vez sólo quiera aplastarme la autoestima.

  • Tiene razón, mi señora, es justo que la gente diga que soy un retrasado, un gilipollas y lo que les plazca, debo confiar en el criterio de ustedes.

  • Y un pedazo de mierda.

  • Sí, mi señora.

Al momento se levanta su hija y viene a por mí.

  • ¡Escúchame Gilipollas -ordena ella cogiéndome del pelo y gritándome al oído- quiero que a mi madre le llames Ama, quiero que muestres el mismo respeto que me muestras a mí, o mas!

  • Claro mi Princesa, como usted diga.

  • ¡Venga, besa los pies de mi madre hasta que te demos una nueva orden!

  • Sí mi Princesa.

Acudo a los pies de su madre para obedecer esta orden, pero cuando empiezo a sentir el olor de sus pies mi nueva Ama me da otra orden.

  • ¿Qué haces ahí quieto? ¡Venga, prepara algo para almorzar!

  • Sí Ama.

Saco dos platos, dos vasos, dos bandejas, dos… Está claro que tiene visita.

Preparo olivas, rodajas de pan, paté y otros alimentos para huntar y tomates.

  • Ya he terminado, Ama.

  • ¡Retrasado de mierda, te he dicho que hables sólo cuando te pregunte o te de una orden! ¡Cuando termines de cumplir una orden quiero que te acerques a mis pies y les des dos besos a cada uno! ¡Y si mi madre, o alguien te da una orden, también!

Su tremendo desprecio hacia mí hace que me sienta tremendamente empequeñecido, o un microbio. Me quedo paralizado.

  • ¡Venga, te he dicho que me beses los pies cuando cumplas una orden!

Acudo a ella a cuatro patas y beso los pies de mi Ama.

  • ¡Venga, sigue así, hasta nueva órden!

Mientras beso el empeine de cada pie, su hija se va hacia un equipo de música y click… Pone un cd en su aparato. Suena música pop. Y yo aquí a los pies de su soberbia madre.

Sus silbidos se convierten en canto y tarareos…

Brota energía y alegría… Y desprecio absoluto hacia mí; y yo… yo, me siento el perro faldero de las dos. Espero una utilidad a parte de besar los pies de esta mujer.

Estudio los detalles desde mi silencio forzado, y si los noto… el olor y la visión me lleva a comprender otro estado del cual el temor de mis palabras me privan. Libre de medir mis palabras, y de pensar rápido para agradarla como si tuviera la posibilidad de conquistarla de nuevo, me siento más... productivo.

Bueno, mentalmente productivo. Pero fisicamente dolorido de mis rodillas al suelo y mi espalda contínuamente encurvada.

  • Retrasado de mierda-llama la señorita Ibañez-, Friega dos tazas de plástico de colores bastos y déjalos en el suelo de la cocina.

  • Sí mi Princesa.

Obedezco esa orden sin rechistar, pero no la entiendo. Mientras friego ella saca un bote de lentejas precocinado, lo calienta en el microhondas y lo deja en la cocina.

  • Hoy vas a comer en el suelo, pero hasta que te diga empieza a besar mis pies.

  • Sí mi Princesa.

Se ríe cruel, pero agradezco que apruebe mi entrega absoluta e incondicional.

  • Ven conmigo.

En el suelo se queda mi plato de lentejas y agua. Dejamos la cocina con su andar y mi rastreo de rodillas. Tirado por el impulso de seguir de cerca los pies de la joven hasta llegar al salón. Allí se sienta en el sofá para ver la televisión.

  • ¡Súbete y apoya tu patética cara sobre mi falda, como si fueras un perrito, para que te acaricie.

  • Sí mi Princesa.

Ella toma su tiempo para mirar su wasapp.

  • Mi Princesa, me gustaría saber...

  • Cállate, te he dicho que no puedes hablar -interrumpe ella.

  • ...por qué no me invitaron...

  • ¡He dicho que te calles!

  • ...al cumpleaños de María!

Ella me cogió de la barbilla y mirándome cabreada con ojos ardientes me chilló.

  • ¡No tengo por qué darte explicaciones! ¡Si la nota la has escrito de corazón no debería importarte que te exclulléramos!

  • Pero...

  • ¿Y para qué querías venir, para decirles que también eras esclavo de ellas?¿para permanecer de rodillas delante de todas nosotras mientras bailábamos? ¿para besarnos los pies toda la fiesta? Por favor.

Aprovechando que tengo la boca abierta, me escupe dentro de la boca.

  • A menos que te guste la saliba de las chicas, espero que aprendas a tener la boca cerrada.

  • Sí, mi Princesa.

Dejo de hablar, tengo miedo de ir demasiado lejos y arrepentirme.

Sigue hablando por wasApp; supongo que se comunica con María.

Me quedo paralizado mientras siento la esencia de esta niña, que me trata como a un esclavo y me obliga a llamarla "mi Princesa", la textura de su falda, el calor de sus caricias ysu fuerte carácer mientrasrecuerdo lo que ha dicho. En cambio ella, mi cruel Princesa y autoritaria, pero también hermosa, femenina y prodigiosa-mente vidina e inteligente. Estando a su servicio me siento indefenso, fragil y desgraciado; pero eso no es razón para ser tan cruel, prepotente y tratarme de esta forma tan abrumadoramnete vejatoria.

  • Cielo, ¿a que hora viene María? -pregunta mi Ama.

  • Aún queda un rato. ¿Por qué?

  • Creo que debería encerrarle para que reflexione sobre las cosas que podría cambiar.

  • Bien, queda media hora.

  • Venga perro, ven conmigo.

Me levanto y acompaño a mi madre.

  • Retrasado de mierda -exclama mi señora partiéndome la cara con fuerza- tienes que seguirme a cuatro patas, como un perro.

  • Sí, Ama.

La Señora Ibañez me lleva a rastras hasta el pasillo.

  • ¡Retrasado de mierda -exclama dándome una patada en el culo para empujarme- si no hicieras falta te tendría encerrado todo el día en el baño, pero de momento, sólo estarás ahí hasta que llegue la amiga de mi hija! ¡Venga entrá ahí, desgraciado!

  • Sí Ama -respondo gateando rapidamente.

  • ¡Que te calles! ¡Si pudiera te arrancaría lo que hiciera falta para que dejaras de hablar!

Y aquí está María Asensio. En el momento que abro me arrodillo y beso sus pies.

Por mi postura no puedo ver nada por encima de sus rodillas, mi Princesa me lo ordenado expresamente.

  • Hola cielo! -Dice la invitada.

Beso la fina tira de cuero con bisutería plateada sobre su empeine.

  • Dios mío! Qué te pasa ahora?

Se ríe sorprendida.

  • ¿Huy, no me vas a responder?

  • Le sugiero que hable con la señorita Ibañez -respondo con la mirada al suelo-, ella le espera en el salón.

Ella va al salón y yo voy tras ella como si fuera su perro faldero, por lo que se sorprende aún mas.

  • Hola Cielo, ¿que le pasa a... -no termina la pregunta, porque se dedica a saludar a mi Princesa.

  • Nada, que le he convertido en nuestro esclavo, y le he ordenado que se comporte como un perro faldero.

  • Bueno esto me está generando muchas dudas, pero si no te importa me gustaría hablar con tu... esclavo -pide ella riéndose al final de la frase-. Ya sabes de qué, para eso he venido.

  • Claro.

María me lleva a mi cuarto y se sienta en mi silla de escritorio, no me mira.

  • Quédate de pie.

  • Sí señorita Asensio.

Ha cambiado completamente su actitud; ya no es la persona alegre y cariñosa que nos ha recibido, ahora está totalmente seria, inexpresiva, y no parece que tenga ganas de ser educada.

Está escribiendo en un folio, posiblemente algo de sus estudios, excepto para ordenarme que me levante tampoco me dirige la palabra.

No sé qué pretende, pero yo estoy quieto frente a ella. Mientras espero a que me hable me fijo en su ropa. lleva un conjunto totalmente negro, un vestido de manga larga hasta las rodillas con puntos brillantes, unas medias mate opacas, y unos zapatos de tacón de unos... 6 cm. Se ha pintado las uñas y los labios de granate. Suele dejarse el pelo suelto hasta los hombros. Los ojos no los veo bien, pero normalmente se hace una raya en los párpados y máscara de pestañas, aunque sea en quedadas.

  • Silvia me ha dicho que te disgustaste porque no te invité a mi cumpleaños, ¿es cierto? -pregunta seria.

  • Sí, señorita Asensio.

  • ¿Y eso es culpa mía?

  • Bueno, si organizan una fiesta y no me invitan...

  • Responde a mi pregunta, ¿es culpa mía o tuya que dejes de relacionarte con nosotras?

  • No sé de quién es la culpa, pero el caso es que nadie me avisó.

  • Mira, a mi cumpleaños invito a quien quiero, cuando tú organices una fiesta invitarás a quien te de la gana, y si yo no te invito y no tienes vida social es tu problema. ¿de acuerdo?

  • Sí señorita Asensio.

  • Muy bien, ahora abre la puerta y vamos al salón; no tengo por qué seguir perdiendo el tiempo contigo.

Nos dirijimos a la puerta y le abro. Trato de salir antes que ella.

  • Después de mí, tontito -advierte cogiéndome de la cabellera para tirarme al suelo-, no eres más que el criado de Silvia. Por ello esres un microbio comparado con nosotras.

Camina por el pasillo, y yo tras ella. De vez en cuando me mira y oígo sus risas.

  • Ya estamos aquí.

  • Oye, tontito, ¿Le has pedido perdón a María? -pregunta mi prima.

  • No, mi Princesa.

  • ¿Viene expresamente aquí y tú no te disculpas, esclavo?

  • Bueno, por esta vez no importa, pero dime ¿qué es eso de tu esclavo? -pregunta incrédula.

  • Sencillamente que es esclavo de mi madre y mío, tiene que obedecer a todas las mujeres del mundo sin importar la edad, tiene que obedecernos a todas, sencillamente porque nosotras se lo ordenamos.

Mientras ella le explica mi situación yo me sonrojo mas y mas, me muero de vergüenza.

  • Sí, si le ordeno que se pase la vida a cuatro patas, no volverá a caminar hasta que alguien retire la orden.

  • ¿Y eso a qué se debe, qué le habeis hecho?

  • No hemos hecho nada, excepto arrebatarle su identidad, convertirle poco a poco en un niño sumiso, pero eso no es nada nuevo.

  • ¿Y a estas alturas se le puede considerar persona?

  • Jaja -mi Princesa se ríe-, tienes razón.

  • ¿Si le doy una orden también me obedecería a mí? -pregunta aparentemente ilusionada.

  • Claro que sí, puedes darle la orden que quieras y tratarlo sin piedad.

  • Vale, pues gilipollas, coloca tu patética cara justo delante de mí, pero no me toques ni para darme un beso.

  • Sí, señorita Martinez.

La vergüenza es asombrosa, yo no quería esto, sólo pretendía que me tuvieran más consideración, y sin embargo son más crueles y me han degradado aún mas, pero ya no importa, debo complir las órdenes y deseos de mi... Princesa y su invitada.

  • ¿Sabes qué? Ven conmigo -llama mi Princesa para que la siga hasta la cocina.

Y tras sus talones voy. Atrás queda María en sus sandalias.

  • Quédate aquí comiendo. No te he puesto cubiertos… -ríe- no creo que los necesites nunca mas.

Se va dejándome solo.

El hambre es algo que juega en mi contra, tal vez no me de muchas oprtunidades de comer, y con el carácter que tienen, no debo desafiar su autoridad para comer a sus espaldas.

Puedo escuchar a las chicas riendo. Mas bien las carcajadas. Intento prestar atención a la conversación, pero no es muy audible.

Mi nariz manchada del aceite de las latas. La boca grasienta mancha la taza de agua al beber. Al final la taza de agua está sucia de restos. ¡Un desastre! ¡Es incómodo! Me caen de la barbilla bolas de gisantes al suelo.

Mi Señora entra en la cocina soy todo un espectáculo.

Doña Verónica se sostiene el vientre de la risa. Por favor, esto es inhumano, ¿por qué me humilla así cuando tenemos invitadaas? ¿qué gana con esto? ¿Tan despreciable soy para ellas que no les importa mi dignidad?

El entretenimiento gracioso sigue a gatas cerca de sus tazas al suelo mirándolas sorprendido. ¡Allí estoy! En el suelo mostrando el espectáculo de un perro y la patética actitud de un descerebrado.

  • Bueno, para que veas que soy amable contigo, voy a dejar que hagas unos cambios, ven al salón.

  • Sí Ama.

Sigo sus pasos. María se ha ido.

  • Por cierto, respecto a las amigas de Silvia, ¿cuánto hace que quedaste con una de ellas? Además, por esta vez ni siquiera puedes protestar, si cogieras el téfono... además ¿para qué querías ir al cumpleaños. En eso tiene razón, si no contesto no puedo quejarme. Voy a la cocina para prepararme un vaso de leche, después de todo no hay nada mas. Doña Verónica está sentada viendo la televisión, se agacha unos segundos para acariciarme como a un perro, apollo la barbilla en sus zapatillas,luego descruza sus piernas y me empuja a un costado para ponerse de pié; yo retomo mi posición de siervo y coloco mi frente pegada contra el suelo.

Escucho sus tacones dejando el eco en el marmol, cuando llega a la puerta se detiene un momento y empieza a hablarme.

Y así pasan las horas y el fin de semana. Vuelvo a la consulta de Celia y le explico como fue el resto del día...

  • Quiero que cocines y le sirvas la cena a mi hija, y friegues los platos. Si te portas bien, no reclama tu sercicio y no tiene inconveniente puede que te permita cenar; luego quiero que esperes aquí y no te muevas ni un milímetro hasta que yo regrese -ordena ella-. Pero si te portas mal y quiere castigarte, puede atarte las manos por detrás, obligarte a estar a cuatro patas, encerrarte en un cuarto sin luz o lo que le plazca; por cierto, puede castigarte de todas formas si quiere, eso no depende de ti; estás avisado" -dijo ella intransigente.

"Como ordene. Ama" -respondí colocándole el abrigo.

  • Además quieren que me dirija a mi hermana como "Señorita Ibañez", "Ama" o "mi Princesa" con mayúscula; igual que también quieren que a mi madre le llame "mi Señora", también en mayúscula, tampoco me permiten que llame al resto de mi familia como he hecho hasta ahora; es como si quisieran que olvidara el parentesco que tengo con ellas.

  • Ella salió para acudir a una cena con sus compañeras del trabajo, pensaba que seguramente volvería al amanecer.

  • Señorita Navarro, ahora son más crueles que nunca, me humillan mas, me degradan mas de lo que imaginaba; los regalos que les hice no han servido de nada, de hecho han tenido un efecto completamente opuesto.

Mientras le explico la situación de este fin de semana a doña Celia, permanezco en pie, como me indicó el día que nos conocimos, las manos a mi espalda y la mirada al suelo. Ella en cambio está sentada, escribiendo tranquilamente lo que le cuento. No necesito mirarla para saber que sonríe, lo sé por algún comentario que me ha hecho.

  • ¿Qué hiciste cuando se fue? -pregunta la psicóloga escribiendo en el portatil.

  • Rapidamente me dijo lo que tenía que cocinar, quería la cena y la mesa perfectamente preparadas y mientras ella cenaba quería que estuviera firme y herguido frente a ella como un camarero. Luego tuve que recoger la mesa y fregar todo. ¿Y qué recibí a cambio? Me encerró en el baño, me ató de pies y manos, me obligó a permanecer de rodillas y me dejó a oscuras, pero antes de salir, me dio un beso en la frente.

"Te quiero mucho hermanito, sigue portándote hien y obedece como hoy y todo irá genial -dijo sonriendo".

  • ¿Te das cuenta de lo desagradecido que eres? -pregunta la psicóloga levantando las cejas para mostrarme su indiferencia.

  • ¿Desagradecido? Llevo toda la vida esforzándome en complacerlas, y pese a que me he dejado todos mis ahorros en los regalos que les hice no me han dado ni las gracias.

  • Es que no tienen que darte las gracias, a menos que les hagas un monumento de diamante.

  • Doña Celia, si ven un mínimo de desagrado en mi mirada o piensan que conservo una pizca de arrogancia no dudan en castigarme. Las dos me han golpeado en los genitales sin remordimientos. Yo me esfuerzo al máximo, pero se han pasado casi todo el fin de semana cabreadas conmigo, me han castigado con una abrumadora crueldad, y ni siquiera me han dicho por qué.

  • Es que no tienen por qué darte explicaciones, seguramente ni lo entenderías. Otra cosa; recuerda que cuanto más te humillen o te maltraten más productivas serán para tu formación y sumisión.

Evidentemente no me ayudará. No sé qué va a ser de mí. No me queda nada de dignidad, ni de humanidad. Me lo han arrebatado todo.

  • Mira tontito, si no se ha convencido aún de que no eres más que un pedazo de carne obligado a obedecer sus órdenes sin protestar, yo sí la convenceré. Estoy segura de que también estará más encantada que nunca de humillarte, y de darte una orden detrás de otra para que obedezcas constantemente y no tengas ni un segundo de libertad; le diré que se lo explique a su hija y que entre las dos se lo expliquen a todo el mundo.

Después de mi patético intento por ganarme el mínimo de reconocimiento o conservar la dignidad me ordena que abandone la sala, e informe a mi Ama y Señora que quiere hablar con ella. Mientras tanto me hacen esperar en el despacho de la secretaria.

A primera hora de la tadre hemos llegado a la consulta. Nos ha recibido la secretaria. En esta ocasión lleva los labios pintados de rosa, y una raya de delineador en los ojos.

Se ha cortado el pelo, lo lleva justo hasta los hombros.

Me ha recibido como si tuviera ocho años; me ha preguntado "¿Cómo está mi niño?", mientras me acaricia la barbilla.

A mi Ama lesaluda con educación, como a una señora respetable;estoyruborizándome por la enorme diferencia entre el trato que nos ha dado a las dos y por infantilizarme. Ellas ellas sedan cuenta, larecepcionista se ríe.

Una vez dentro de su despacho hago el amago de sentarme, pero ella me lo impide.

  • Perdona, Celia me ha dicho que no pudes sentarte, así que quédate de pie hasta que termine de hablar con doña Verónica.

  • Sí, señorita -respondo mientras obedezco su orden-. ¿Le ha dicho por qué?

  • Lo que ha dicho es que no tengo por qué darte explicaciones, así que cállate y déjame trabajar, que estoy ocupada.

  • Sí, señorita.

Me quedo de pie, pero ella no tarda en decirme que me arrodille. obedezco a la secretaria, quien como todas, se cree que tiene todo el derecho del mundo a humillarme como le plazca, y como todas, debe ser obedecoda.

Oigo unos pasos, debe ser una compañera de Celia, cuando pasa por delante del despacho de la secretaria se ríe, seguramente de mí. Entra en la sala de espera.

  • Vanesa, ya podeis pasar.

Esta psicóloga tiene la voz aguda, como de niña; no recuerdo cómo se llamaba.

  • Gracias -responde la mujer que estaba con su madre.

Las tres empiezan a caminar por el pasillo y oigo el taconeo de sus pasos, cada vez más tenues, mientras se alejan.

Dentro de unos minutos saldrá mi madre convencida de que no soy más que un pedazo de carne que obligado a obedecer sus órdenes sin rotestar. Estoy seguro de que también estará más convencida de que puede humillarme, darme la orden que quiera porque debo obedecerla; se encargará de explicárselo a su hija y ente las dos se lo explicarán a todo el mundo.

Mientras espero observo aténtamente el hermoso rostro de la secretaria. Está concentrada en su trabajo, unos documentos del escritorio y el ordenador, no me mira, no me habla, no existo para ella, lo único que quiere de mí es que permanezca de rodillas mientras espero a que mi Señora salga.

Las rodillas me duelen, pero no puedo quejarme; si el otro día pude esperar más de tres horas, esperar aquí hasta que salga mi Señora no es nada.

En unos segundos levanto la mirada.

  • ¿Te he dicho que me mires?

  • No señor...

  • Entonces deberías mantener la mirada hacia el suelo, tal vez no me apetezca ver tu patética cara de payaso.

  • Sí señorita, tiene razón -respongo agachando la mirada.

  • Tú eres subnormal, ahora no te he dicho que bajaras la mirada -recrimina mi conducta indecisa.

  • Bueno, ¿entonces qué...

  • Tampoco te he dicho que hables -interrumpe ella -, mira si tantas ganas tienes de mirarme hazlo, pero quiero que lo hagas en la postura del angel.

  • Perdóne, creo que no entiendo lo que dice.

  • Dios mío, ¿no tienes nada de cultura? Digo que una pierna la apoyes y la otra, al igual que el tronco la mantengas en paralelo al suelo. ¿también te tengo que explicar el concepto de "paralelo"?

  • No, señorita.

Me coloco en la postura que me indica, es muy incómoda.

  • Vale, pero los brazos extendidos, en forma de cruz.

Extiendo los brazos. Me siento subnormal permaneciendo en esta postura sólo porque me lo ordene una joven que ni siquiera sé cómo se llama.

  • Ya está, ¿y ahora?

  • Ahora te callas, tampoco quiero oír tu voz.

Me cuesta mantener el equilibrio, pero voy aguantando.

En unos minutos salen Celia y mi Señora. Están sonriendo, por lo visto mi Señora está satisfecha con el dominio que tiene sobre mí.

  • Podeis estar tranquilas, es mentalmente sumiso, ferviente feminista, y él mismo está convencido de que no vale nada -asegura la psicóloga.

Ellas entran en el despacho, mi Señora lleva un portafolios, me ven en esta postura, pero no dicen nada, sólo sonríen mientras me ven.

  • Vale,definitivamente eres nuestro esclavo -comenta mi propietaria sonriéndo-, y nuestro perro, y nuestro criado...

  • Sí Ama -respondo manteniendo la postura del ángel.

  • Está bien, ponte de rodillas -ordena sonriendo.

  • Sí, Ama.

  • Otra cosa -añade Celia-, cuando tus propietarias te digan que ordenes su cuarto o ayudes a la chica que limpia tu casa en todo lo que te diga y no sabes por qué tienes que hacerlo, piensa que tú les perteneces. Miro un momento a las chicas del despacho y ellas me miran tranquilas. La secretaria me da una torta y me dice que escuche.

  • Cuando ellas te digan que te arrodilles y permanezcas así sin moverte, lleves una hora, te duelen las rodillas desde hace tanto rato que no recuerdas y te preguntes por qué estás así, piensta que tú les perteneces. Yo no respondo, sencillamente la miro. Pero eso no es suficiente; me da otra torta y sigue hablando.
  • Cuando te diga algo tú responderas, "Sí, doña Celia", "Sí, mi Princesa", "Sí, Ama" o lo que les plazca.
  • Sí, doña Celia.
  • Cuando te inmovilicen o te aten en una silla o a la pila del aseo y te preguntes por qué te has dejado piensa que tú les perteneces.
  • Sí, doña Celia.
  • Cuando te encierren en un cuarto y te preguntes por qué hace eso, piensa que tú les perteneces.
  • Sí, doña Celia.
  • Cuando te obliguen a permanacer firme y en pie delante de ellas y te preguntes por qué no puedes moverte piensa que tú les perteneces.
  • Sí, doña Celia.
  • Cuando te obliguen a seguirla como un perro faldero y te preguntes por qué tienes que obedecerlas piensa que tú les perteneces.
  • Sí, doña Celia.
  • Cuando tu hermana tenga invitadas y quiera exibir el dominio que tiene sobre ti y te preguntes porque te tienes que dejar piensa que tú le porteneces.
  • Sí, doña Celia.
  • Cuando quieran salir de compras y tengas que le acompañarlas sólo para que lleves las cosas que compran y no sabes por qué lo haces piensa que tú les perteneces.
  • Sí, doña Celia.
  • Cuando te inmovilicen para jugar o lo que les plazca, y te preguntes por qué te dejas piensa que tú les perteneces.
  • Sí, doña Celia.
  • Cuando te den una orden y te humillen en público piensa que tú les pertences, y que ellas son las que deciden sobre ti.
  • Sí, doña Celia.
  • Si tienes dudas sobre esto o cualquier otra decisión que tomen sobre ti, piensa que no vales nada, que eres un fracasado, un perro de tu familia, o lo que les plazca, piensa que no tienes voluntad, no tienes aspiraciones, no puedes hacer nada por iniciativa propia excepto obedecer, que a partir de ahora no tienes derechos, no puedes protestar, no puedes dar marcha atrás, que eres un pedazo de carne cerebrado y que eres un esclavo al servicio de cualquier fémina.
  • Sí, doña Celia.
  • A partir de ahora tendrás que hablar de usted a todas las mujeres.
  • Sí, doña Celia.
  • Eso es todo, si piensas así seguro que te resultará más facil dejarte dominar.
  • Vamos a ver tonto, te lo diré una vez -interviene doña Verónica-. Puede parecer una relación egoísta por nuestra parte, pero eres tú quien lo ha consentido, eres tú quien se ha entregado. Ya no puedo verte como mi hijo, y menos como un humano después de todo. Pero tampoco quiero perderte. ¿De verdad quieres ser nuestro? -pregunta sonriendo- ¿Me entregarías toda tu personalidad? Quiero decir mas bien… Te transformarías por nosotras en un objeto, mascota y sirviente, abandonando todo lo que eras? Olvidando toda tu humanidad, serías capaz?

No consigo responder y balbuceo con timidez. Pero ella sigue su discurso…

  • Sabes que nuestra relación no ya no puede seguir en secreto, mis amigas, las de Silvia, la familia entera se imagina o sabe qué vida tienes. No sé si me entiendes… quiero que te enteres de que eres de nuestra propiedad, que tú nos perteneces y si queremos, ahora mismo podríamos torturarte sin piedad -me da otro beso mientras se ríe-, saldrías con las amigas de Silvia, con mis compañeras, o con nosotras dos, sin que importe tu opinión. Yo realmente te quiero a mi lado como esclavo. Siempre te he querido así… Te queremos a nuestro lado y en silencio, tan sólo atento a lo que te mandemos, que cualquiera... que cualquier mujer lo vea. ¿Me entiendes? Ocuparías un lugar, como el que ocuparía mi abrigo, mi bolso o una mascota en casa de su amo. Traerías mis copas y las de mis amigas. Y esto sería en cualquier sitio… Claro que por no delinquir como exhibicionista te dejaría vestir con algo de ropa. Pero ya no tendrías más dignidad ni respeto que un perro, y para toda tu vida. Serás capaz?

Ella nota mi desconcierto y cogiéndome de la barbilla, aprieta mi morro entre sus dedos.

La secretaria y Celia, que son testigos de este discurso, escuchan a mi madre...

  • ¿Lo entiendes?, serás un esclavo real... es más, ya eres un esclavo real, porque tú te has entregado a nosotras. Pero ahora no tendrías más identidad que la que nosotras creemos para ti. ¿Serás capaz de soportar esa vida? No sería un juego de roles que puedas dejar cuando te canses, sino un estilo de vida para siempre.

Suelta mis morros y me abraza como si fuera su niño pequeño, mientras me acaricia la cabellera.

  • Claro que te doy a elegir… Puedes pedirme que te libere, y para largarte para siempre de mi casa, y nos olvidamos el uno del otro, aunque seas menor de edad, pero un retrasado como tú no tendría nada que hacer, excepto irte con tu miserable padre, que ni siquiera sabes si sigue vivo, o… bien declaras una vez mas lo que eres.

Piénsalo bien, si aceptas, es la última vez que decidas algo.

  • Sí Ama -estoy rojo de vergüenza, he sido un estúpido pensando que esto podría dar resultado, pero ya no hay vuelta atrás-, soy tanto su esclavo como el de su hija y el de quienes me indiquen, para lo que ustedes decidan.

No me deja elección, en realidad está jugando conmigo, le encanta hablarme como si de verdad pudiera elegir.

  • ¿Estás seguro? Te recuerdo que a partir de ahora ya no podrías desobedecer, además también podríamos humillarte cómo nos plazca y no podrías ni dar tu opinión si no te preguntamos.

  • Sí Ama, serviros durante el resto de mi vida es mi único deseo y la única razón de mi existencia.

  • Está bien, ya que eres un caso perdido mañana será tu último día de clase, irás sólo para explicar que eres nuestro esclavo, que tendrás prohido salir de mi casa y de paso te despides de todas y cada una de ellas.

  • Sí Ama, me parece bien.

Estoy muerto de vergüenza y de miedo, miedo ante lo desconocido, a la incertidumbre, a lo que me espera cada día a partir de mañana, a las órdenes de mi madre, mi hermana y a partir de mañana a las órdenes de Lorena García. Obviamente no tengo ningún interés en ser su maldito esclavo, pero no me dejan elección, llevan toda la vida dirigiéndome sin darme escapatoria, el trato que me dan es cada vez más asfixiante, pero saben que no tengo alternativa, y se deleitan humillándome.

  • Otra cosa, ¿Dices que somos durasyte maltratamos? A partir de ahora sufrirás de verdad. ¿Crees quete humillamos? Pues te pasarás el resto de tu miserable vida sintiendo la vergüenza recorriendo tu cuerpo las 24 horas del día.¿Piensas que hace tiempo te arrebatamos tu dignidad humana y que te obligamos a obedecer como un esclavo? Dentro de poco olvidarás que eres humano. Hablo enserio, esto sólo es el principio, en el momento que lleguemos a casa empezará tu verdadero infierno. Ahora despídete de Celia.

Me coloco a cuatro patas de nuevo y acudo a los zapatos de mi psicóloga como el perro que soy.

Ella se agacha y me acaricia con como si de verdad fuera un perro.

Salimos a la calle, subimos al coche y mi Señora me entrega los papeles que le ha entregado Celia.

  • Venga, léelo, tontito.

  • Sí, señora.

Resultado del test:

Completamente feminista.

Ferviente defensor de la supremacia femenina y el matriarcado, opinas que la mujer es géneticamente superior a ti y por tanto tú sólo debes servir y obedecer a la mujer, piensas que eres sólo un objeto que debe ser exprimidoy vivir sin nigún derecho.

Completa dependiencia emocional.

Estás fuertemente atado emocionalmente a una o varias personas (como una mascota). Esperas cariño y cuando lo obtienes no crees merecerlo y lo rechazas. no ofreces un afecto maduro y responsable. Buscas apego a alguien que idealizas y adoptas como modelo. Entiendes el amor como absoluto y desiteresado servicio, enganche, sumisión y admiración a la otra persona, y no como un intercambio recíproco de afecto. De alguna forma te es imposible concebir la vida sin amor, en cualquier circunstancia.

Esta característica, te hace ser una persona con quien resulta muy agradable convivir a diario, dado que cuidas a los otros con todo tu cariño. Tu necesidad te empuja naturalmente al altruismo. Tu desmedida necesidad de sentimiento de apego te lleva a seducir y complacer sin freno, lo que garantiza que la gente siempre pueda contar contigo porque siempre estarás a su lado, a su disposición, a su servicio. Nunca actuarás por tus propios intereses. Es agradable contar con tu compañía porque sientes un firme compromiso a elogiar y complacer diariamente; pero tampoco te molesta que no te ayuden ni te elogien.

Estás totalmente sometido a una o varias personas, dependes completamente de alguien, pero nadie depende de ti. Apuestas todo por cualquier otra persona antes que por ti mismo. Si la persona de la que dependes te falla o quiere perjudicarte, estás completamente indefenso.

Conclusión:

Tu situación es bastante crítica, porque la gente puede dirigirte a su antojo, sin que puedas evitarlo. Debes confiar plenamente en tu familia porque saben qué es lo mejor para ti.

Las personas de las que dependes te pueden fastidiar tanto como quieran.

Resultado del test de autoestima:

Autoestima nula.

Está claro que no te gustas. Haces bien, es correcto que no te creas capaz de comerte el mundo, porque siendo un chico no eres tan importante ni eficiente como el sexo femenino.

Te dejas llevar.

Tus rasgos como líder brillan por su ausencia. Te dejas llevar por la opinión y decisiones de los otros. más que decidir por tu propia vida. Esta actitud puede esconder un bajo nivel de autoestima o un déficit de habilidades sociales, no te ofrezcas para ser líder, no vales para eso. Es mejor que te limites a seguir las órdenes que te den las mujeres, especialmente tu madre y tu hermana.

Timidez patológica.

Eres excesivamente tímido, pudiendo llegar a interferir en tu vida cotidiana. Por ello es muy provable que tengas serios problemas personales e interpersonales. Confía plenamente en tu hermana para que ella gestione y dirija tu vida social.

Absolutamente obediente. ¡Qué obediente! ¡A todo dices que sí! ¡Contigo sí que es fácil! Siempre complaces a las personas de tu alrededor. Muy inseguro.

Tu inseguridad te bloquea, y este hecho puede ser más problemático y puede confundirte. Antes de tomar una decisión por simple que sea consultala con alquien, tu madre o persona de confianza.

Inmadurez patológica. Eres una persona bastante inmadura. No puedes afrontar responsabilidades propias de tu edad y te resistes a crecer, por ello no debes hacerte responsable de nada; en lugar de ello alguien debe hacerlo por ti. Sencillamente límitate a oberdecer y seguir las intrucciones de tu madre, tu hermana y de quienes ellas te indiquen.

Totalmente manipulable Muchas cosas las haces para satisfacer, la gente agradece que les des la razón y que te esmeres por complacerlas. Te encanta dedicar este rasgo de tu personalidad al sexo femenino porque crees que las mujeres tienen derecho a controlerte. Un consejo, obedece plenamente a tu madre y hermana, ellas agradecerán tu sumisión.

Te rindes a la primera. Te planteas pocos o ningún reto, y cuando te planteas uno es fácil de conseguir, y si la cosa se complica abandonas. No luchas por tus objetivos. Plantéate esta actitud ante la vida, pues si bien es cierto que te ahorras el disgusto de perder.

Poco competitivo. Compites poco y eso te causa tranquilidad. La gente no sufrirá porque alcances las metas antes que ellos, y te apreciarán.

Conformista. Te gusta vivir tranquilo y evitar problemas. No tienes demasiadas aspiraciones y no te importa vivir bajo la autoridad y dependencia de alguien; el mejor lugar para ti es estar bajo la autoridad de las mujeres.

Nada ambicioso. Estás a gusto con lo que tienes o te conformas con nada. Esta actitud es buena y te permitirá vivir más tranquilo. No tienes aspiraciones en la vida.

Eres inhibido. No dices lo que piensas ni te haces respetar. El miedo a lo que otros piensen de ti, a que no te acepten, y el temor al conflicto, pueden justificar esta actitud, que a corto plazo te puede resultar útil.

Un consejo no trates de llamar la atención, instintivamente te retraes y no conseguirías nada.

  • Ya está decidido, eres nuestro esclavo, y no sólo debes obedecernos, si queremos humillarte o maltratarte, debes resignarte; tú lo has decidido.

  • Sí, mi Señora.

Sin reparo alguno me lleva al baño, me inmoviliza y me deja a oscuras.