Sumiso

"SUMISO"

Era una pose típica de sumisión hacia su Ama. El cuerpo temblaba aún, intentando resistir en silencio esos agudos alaridos brotando en su garganta que -de otro modo- habrían poblado de pánico la tranquilidad del vecindario. Ella lucía maravillosa, digna de fotografiarse; ¡ lástima tener las laceraciones tan vivas en la piel y la memoria ! ... sabía que sólo un pasito fuera de lo permitido le acarrearía las penas del infierno. Y eso lo contenía. Mordidos los labios, encogido sobre si mismo, aguardaba el desenlace de aquella primera experiencia.

No se podía decir que el lugar era acogedor, pero tenía su encanto. La semipenumbra otorgaba cualidades oníricas al momento, en cadencia armoniosa la enérgica mujer daba golpes cual notas musicales, espectaculares fuegos de artificio estallando encima de él. Látigo y epidermis se unían en una sinfonía de placer y dolor.

Aún asi, humillado y adolorido, la ironía le hacía sonreir. En su mundo él daba ordenes, tenía el control de muchas vidas, manejaba los intereses de la nación. Ahora obedecía sin rechistar hasta el más minimo capricho de la señorita en bata azulada. Y no sólo por el condundente argumento que ella esgrimía con vigor ante cualquier réplica. La verdad no podía comprender bien como es que le fascinaba aquello de sufrir bajo un despotismo femenino en traje sexy. Años antes se habría cubierto de gloria en los chismorreos de sociedad, ensuciando la reputación de una muchacha, porque daba por descontado que la prostitución y los juegos sexuales iban indisolublemente juntos. Remontándose a los recuerdos, hasta podía asegurar haber inventado alguna historia sobre ejecutivas rendidas en su cama, vencidas en la guerra por el potente macho que se jactaba ser.

Los pesones oscuros parecían un par de botoncillos que elevaban el nivel de tentación ambiental hasta el grado que, entre las rodillas chocando contra el frío suelo, le crecía el pene minuto a minuto.