SUMISION ZOOFILICA Parte 4

Poco a poco el sexo se convirtio en una droga

SUMISION  ZOOFILICAParte 4

La relación se prolongó  durante un buen tiempo, los cuatro conformábamos una afinidad sexual, aunque Darío, participó un par de veces, que en gran parte me alegraba, fundamentalmente cuando era servida por el perro. La presencia de su hermano parecía estimular a Vanesa, quien iba administrando de una manera muy  sutil, un cierto dominio sobre mi persona, a la cual, poco a poco me iba sometiendo. No me percaté  en un principio, pero fui aceptando sus reglas llevándome a situaciones que en parte no me agradaban demasiado.

Cierta noche, que habíamos quedado solas, como la gran parte de las veces, mi amiga tomó la iniciativa, proponiéndome maniatarme y dejarme bajo los instintos sexuales de Atila, a pesar que tenia un extraño presentimiento, accedí a su proposición. Sentía una especie  de atracción ante esa idea, tenía un dejo de algo de sumisión y a su vez como de masoquismo, llevandome a una inmedia excitación.

Vanesa trato de que fuese como una especie de rito, así que fue  quitando mis prendas de manera lenta, besando y hurgando mis partes más sensibles, eso me fue llevando a un estado de estimulación, que hizo que me dejase transportar, fue despojándome de mis prendas, dejando solo mis bragas. Me hizo arrodillar, atando mis muñecas a mis tobillos, quedando mi rostro egado a la alfombra, desplazó mí única prenda quedando mis  intimidades a disposición de mi amante canino. Termino vendando mis ojos y colocando en mi boca como una pelota sujeta por un elástico que me imposibilitaba gritar.

Habitualmente en mis contactos con Atila, llevaba alguna prenda, uno para protegerme de sus uñas, y la otra que sentía algo de inhibición cuando Darío estaba presente, al que no me atraia demasiado, a pesar de haber tenido algunas relaciones.

Apenas trajo el perro, empezó a olerme y sentía sus lamidas hasta con mayor intensidad, posiblemente el hecho de tener la vista anulada momentáneamente. Me montó un par de veces, y a continuación me lamia, mi vagina segregaba cada vez más flujo, en espera de que mi macho canino iniciase el apareamiento, en ese instante me sentí su perra o mas bien diría su hembra, sedienta de sexo como él.

Me parecía fantástico como el instinto animal, sabía que tenía que hacer, era evidente que no era necesario estar en celo para ser penetrada. Esta vez fue más rápido para encontrar mi abertura, A pesar de mi falta de movimientos Atila me apreso con firmeza, como para evitar evadirme que me fuese o para aferrar su cuerpo y poder enterrar más su herramienta sexual. Eso de estar totalmente indefensa y sentir el acosamiento del animal, me estimulaba, mis pezones estaban rigidos, producto de mi estado de excitacion.

La intromisión de su verga fue rápida y violenta, sus patas se aferraban a mi cadera, las que carecían de protección, sintiendo incrustarse sus uñas en mi piel, mientras las traseras se apoyaban en mis pantorrillas. Su bombeo fue inmediato y feroz, en un momento se bajo y  lamio mi raja nuevamente, como intentando lubricarla, para incrustarme su verga. Esa espera y los preparativos previos me estimulaban terriblemente, mis pensamientos se perdieron cuando sentí, su falo penetrar mi vagina.

Me excitaba la situación, la  morbosidad del acto, apreciando como una bestia se hacía dueña de mí, me sentía violada pero a su vez me cautivaba la situación, de haberme  convertido en su nueva hembra. Su jadeo se acrecentaba cada vez con una mayor intensidad, hasta sentir como su simiente intentaba fecundarme, su ímpetu me hacia desplazar por la habitación, como si fuese su juguete sexual, y por supuesto que lo era,

La excitación de Vanesa la  llevo a acariciarme, hasta  apretujar  mis tetas, cosa que me hizo volver a la realidad, desplazo la pelota, introduciendo su sexo en mi boca, sentía como vibraba el aparato del perro, eso hacía que chupara con mayor energía. Su verga se había adueñado de mi cavidad, sintiendo su crecimiento y sus palpitaciones, la quietud se hizo dueña de su bombeo. Su pelota se había trabado en la concavidad de mi vagina, evidentemente para impedir la salida de su simiente. El hecho de sentir su contacto en las paredes de mi seno vaginal, me produzco un terrible y prolongado orgasmo. Mis gemidos y los jadeos del perro eran simultáneos,   hasta que sentí su cálida y cuantiosa esperma, eyacular en mi interior, provocándome  otra convulsión similar.

Durante algunos minutos quedamos acoplados, hasta que comenzó a moverse para quitar su aparato genital. Después de esta activa relación quedé totalmente  agotada, le pedí a Vanesa que me desatase, para estirar mis extremidades algo acalambradas.

Volvió a poner la venda y colocó la pelota en mi boca, me extraño su actitud, no sospechaba que pretendía hacer, cuando oí la voz de su hermano, la desesperación se adueño de mi, tratando de zafar de  mis ligamentos, pero era imposible. Sus manos comenzaron a acariciar mi desnudo y expuesto cuerpo. Me perturbó  su presencia, además de sentir un pudor al pensar que había presenciado el coito canino, aunque sabía que ya lo había hecho, pero no, en esta situación. Trate de zafar de mis ataduras, pero era imposible, Vanesa no acudió a liberarme, me era imposible gritar,  cuando me imaginaba que sucedería, mas alterada me ponía.

En determinado momento sentí arrancar mi única prenda, me sentí totalmente desamparada e indefensa, mis íntimos orificios,  quedaron a su entera disposición, empezó a tocarme, introduzco  sus dedos en mi ano tratando de incitarme, Vanesa abrió mis glúteos para descubrir mejor mi pobre ano a punto de ser violado, por una verga nada pequeña. Mi situación de desabrigo me hizo reactivar mi adrenalina, estaba a merced de sus intenciones. Oí, cuando Darío le pedía a su hermana que le mamara su miembro, para su erección, mis oídos estaban mas agudizados, que me permitía imaginar la situación.

Su dedo comenzó a introducirse por mi ano, como intentando dilatar mi esfínter, cuando sentí su glande apoyarse en mi abertura, traté nuevamente de liberarme pero era en vano. La punta de su verga se contactaba con mi ojete, volví a gesticular, eso parecía incitarlo, sin ningún tipo de lubricación su glande me penetró un poco. En ese instante me sentí  ultrajada, comencé a llorar, eso no pareció conmoverlo demasiado, pues la punta de verga continuaba en mi ano, oprimiendo su glande, intentando acceder a mi único orificio virginal.

Era doloroso, y estaba atemorizada pero no tenía posibilidades de impedirlo, lo sentía entrar dolorosamente tramo a tramo, a través de mi recto. Supongo que cada vez más enrojecido por el elemento penetrante, hasta que el esfínter parecía latir para tolerar mejor la incursión. De un brutal envión introduzco la totalidad de su miembro, en ese instante me oriné, sentía mi liquido cálido bañar mis piernas.

Cuando al fin terminó de entrar y la cabeza se alojó profundamente, dejando sus genitales pegados a mi aro. Era atroz sentir su falo metido en mis entrañas, dando la sensación de partirme, hasta que lo sacó, sentí un alivio, y hasta pensé que había acabado. Sus manos se aferraron fuertemente a mi cintura, para introducirlo íntegramente de un solo envión, haciéndome pegar otro fuerte grito de dolor y sorpresa.  Varias veces repitió la operación, era como demostrando que era de su propiedad que accedería cuantas veces le apeteciese y de la forma que considerase. Las siguientes penetraciones no fueron tan dolorosas, posiblemente  como producto de haber ampliado la totalidad de mi recto.

Cada vez que lo introducía y  lo dejaba unos instantes percibía los latidos de su verga en mi íntimo conducto, que no dejaba de hacerme vibrar. Gesticulaba  como enloquecida, ese roce en las paredes de mi conducto, era mortífero, no concebí  ningún orgasmo, fue algo ultrajante.

Me bombeo bastante tiempo, hasta  apreciar su esperma derramado en mi recto, me sentí un objeto erótico, alguien en que se utilizaba para descargar su necesidad sexual. Después de su eyaculación me desato me beso en los labios, como agradeciendo su exigencia. Cuando Vanesa me liberó la miré con odio, trató de apaciguarme con caricias y besos, a los que rechacé indignada.

Sentía que me dolía mi zona transgredida, me toqué y al hacerlo mis dedos se tiñeron de sangre, Vanesa me trajo una pomada para apaciguar mi sufrimiento, limpiando y tratando de curar la zona afectada. Tenia tanta bronca, que apenas recuperé mis fuerzas me vestí, me limpié con mi braga destrozada y sin siquiera lavarme, me fui. Sentía parte de los distintos flujos se mantenían adheridos a mi piel, mientras mis piernas apenas me sostenían. Salí a la calle y apenas vi un taxi, lo tomé regreso a mi casa, con la idea de no retornar  nunca más.

Traté de  mantener una vida no tan alocada, conocí a un chico en ese tiempo, con el que después de un tiempo tuvimos relaciones, en las que no eran de la misma intensidad, no era por su miembro algo mas pequeño, sino por que había algo que me atraía, el poderío de Atila, su bestial manera de cogerme, o la dominación que de alguna manera Vanesa influía sobre mi. Posiblemente Javier a pesar de quererlo, y ser muy considerado conmigo, no me brindaba ese sexo salvaje y despótico, que posiblemente me atraía.

Habrían transcurrido mas de seis meses, ya superaba los dieciséis años, y estaba bastante mas desarrollada, mis pechos estaban mas abultados y mi culo mas preponderante.

No sabía nada de mi amiga ni quería saber, hasta que un buen día apareció  Vanesa con Atila, la atendí en la puerta de casa, su perro me saltaba, en demostración de alegría, a Vanesa no le objeté nada, sobre lo sucedido en aquella oportunidad. La traté fríamente, pero su carisma volvió a atraparme, al poner su mano sobre mi hombro, sentí como un escalofrío, su contacto me seguía atrayendo.

Me insistía en que fuese a un departamento que sus padres alquilaban, y había quedado libre. A pesar de todo me resistía a continuar  con la relación, Vanesa era muy persistente y no dejaba escapar a su presa. En un momento que mi  madre nos dejo solas, se me  acerco y me beso, sentí un estremecimiento, aceptando sus labios, eso fue más que suficiente para levantar mi falda y apoyar su mano  en mi sexo, dejándome estática, sintiendo la misma sensación, que cuando lo hizo la primera vez. Las insistentes caricias en mi vagina, terminaron alterando mis hormonas, había comenzado a bajar mi braga, cuando sorpresivamente apareció mi madre, nos separamos rápidamente, no debió de darse cuenta pues no me reprendió ni hizo ningún comentario.

Acompañé a mi amiga hasta la puerta, en la galería nos besamos, su lengua se contactaba con la mía,  metió su mano nuevamente bajo mi falda, cerré mis piernas intentando impedirlo, era una lucha interna, siguió insistiendo, hasta contactar su mano con mi vagina, desplazo mi prenda introduciendo sus dedos en mi sexo, me la hizo quitar, sin contradecirla, le obedecí, abrí mas mis piernas para sentir como sus dedos se introducían en el interior de mi vagina, suficientemente lubricada.

A pesar de que podría salir mi madre, me dejé llevar, hasta Atila, lamio entre ellas, estaba súper estimulada, y no paraba de mojarme, metió su mano a través de mi suéter, bajó el sostén y apretujó mis tetas, oprimiendo fuertemente mi pezón, produje un gemido de dolor, mientras me  comentaba lo grande que se habían puesto mis pechos, mientras me avasallaba ambas tetillas al unísono. En el momento de mayor clímax, dijo que se la hacía tarde, que lo dejaríamos para otro día, me beso y se fue. Entré a casa bastante molesta con mi prenda en la mano y me fui a mi cuarto, me tiré sobre la cama abrí mis piernas, llevando mis dedos a mi sexo, hasta lograr satisfacerme.

Con Javier, mi novio, traté de consolidar la relación, aunque en determinados momentos recordaba lo vivido con Vanesa y su perro.. No tenía dudas de que disfrutaba más en esa época pasada, que con mi novio en la actualidad, pero el hecho de no sentirme mal con él, comencé a tratar de  olvidar el pasado, desligándome de Vanesa.