Sumisión y dominación de Alice cap-15
Prólogo: Tras conseguirle su capricho a mi Señor, me dirigí feliz a su encuentro para dárselo y esperando algo de satisfacción en el por mi empeño.
Capitulo - 15
La crueldad de Raúl hacia mi
Mientras regresaba apresurándome donde estaban Raúl, Pedro y Zoe, de nuevo las dudas y un fuerte sentimiento de culpa para con mi marido, al que había sido infiel ya con otros cuatro hombres distintos, y con algunos repetidas veces en pocos días, aunque él nunca lo llegase a averiguar yo si sabía que no había estado bien lo que había hecho pero, ¿ Que podía hacer, si habían sido las circunstancias, las que me habían arrastrado a aquella confusa e inestable situación ?
Pero una duda empezaba a corroerme… ¿ Y si yo ya tenía esa condición de verdadera puta, y mi gusto por el sexo sucio había empezado ya en Londres cuando me había convertido durante unos años en la puta de mi jefe ? …, para que tratar de engañarme yo misma, porque ahora no tenía ninguna duda de que había sido la puta de mi jefe, un hombre que podía haber sido mi padre, simplemente por dinero… y un estatus mejor.
Ahora visto con perspectiva durante aquellos años ya me había prostituido, aunque, primero fuese solo con algunos altos cargos de la empresa como me había hecho recordar Pedro, para terminar siendo la puta fija solo de mi jefe, no por ello, era menos puta.
Quizás me estaba engañando a mí misma, tratando de justificarme con la simplicidad de que no tenía otra opción si quería ascender en la Compañía…, y realmente quizás Raúl, me había devuelto al mundo al que pertenecía, el de las zorras que por un motivo u otro, vendían su cuerpo por dinero.
Daba igual si me había vendido por dinero o por vicio, mientras regresaba me sentía como una sucia prostituta… Eso es lo que había sido, y ahora, de nuevo volvía a ser cada día que pasaba, más puta y viciosa…, y lo peor, es que me gustaba ser puta, no era un problema de dinero.
Mientras regresaba junto a ellos, aquella sensación de libertad, de que el sexo era algo tan natural como en ocasiones defendía, como cuando me había entregado al placer con aquellos dos chicos senegaleses, no era algo real ¿O me estaba mintiendo y tratando de justificarme a mí misma? Para no admitir lo que realmente era en realidad, porque en mi interior mi instinto me decía, que aquel espíritu de zorra, se había despertado de nuevo y ahora afloraba con más fuerza y con la del chantaje de Raúl me mentía a mí misma, dejando que mi culpa recayese sobre Raúl…
Empecé a sentirme sucia por dentro, porque realmente, lo que acababa de hacer solo tenía una palabra para definirlo, ¡Me había prostituido de nuevo…,y estando casada ahora !
Había dado un paso más hacia mi completa degradación moral y en mi actual situación intuía que me iría hundiendo más y más, hasta que finalmente, no fuese más que una simple puta, una mascota de mi chulo, que me usaría como esas putas que solía ver con pena en la carretera, esperando al siguiente sucio cliente solo con una silla y una sombrilla y que tanta pena me daban al verlas allí en la carretera…
Cuando llegué junto a ellos, Raúl me recibió con una sonrisa de satisfacción, viendo que había conseguido el sombrero, y viendo cómo iba de pringada mi cara y pelo de semen pegajoso, que como me imaginaba, no me limpié porque estaba segura de que deseaba lucirme de regreso al chalet, para que todos los que me viesen, se diesen cuenta de lo que realmente era… Una sucia puta bien follada. Humillada, cansada y abatida, le di mansamente el sombrero a mi Señor, diciéndole
— ¡ Mi Señor…, aquí le traígo el sombrero que me ordenó, mi Señor !
Como imaginaba, casi ni lo miró, tras cogerlo, lo tiró a un rincón de las toallas.
— ¿ Y eso ? – me preguntó señalando las dos pulseras que me habían regalado los senegaleses.
— ¡ Me las han regalado los senegaleses, además del sombrero, mi Señor – le dije.
Parece una tontería, pero en ese momento era importante para mí, para no hundirme totalmente el que me permitiera conservarlas.
— ¡Jaja.. – se rió – ¡ Veo que has negociado hábilmente… me encanta lo puta que eres. ¡ Muy bien Alice, te las has ganado, puedes lucirlas si quieres.
— ¡ Gracias Señor – dije humildemente …Si me lo permite quería darle una a Zoe.
— ¡ Claro que si putita, son tuyas, haz lo que quieras con ellas … – me respondió.
— ¡ Gracias Señor – respondí.
Sus palabras me hacían sentir como una niña pequeña, alguien insignificante para él, y entre castigos, humillaciones y desprecio, lo peor es que estaba consiguiendo su objetivo. Se la entregué a Zoe, que me dio las gracias, y la recibió con una sonrisa.
— ¡ Vamos zorrita – me dijo Raúl – ¡ Deja de perder el tiempo, ayuda a Zoe a recoger que volvemos a casa y aún te queda mucho por hacer...!
Empezamos a recoger y miré a Zoe, para ver si podía ponerme la camisa para regresar al chalet, pero ella no se dio cuenta de que la miraba preguntándole con la mirada, así que decidí esperar para vestirme ¡ no sabía que hacer ! Y era más prudente ser cauta y no meter la pata.
Decidí esperar a ver si Zoe se la ponía, antes de intentar ponérmela yo, para no meter de nuevo la pata, ya que a pesar de esforzarme por complacerle, Raúl siempre terminaba castigándome por algo, esperando un mínimo fallo o duda, para tener una excusa para hacerlo.
No sabía si Raúl había decidido regresar a casa exhibiéndonos o nos permitiría ponernos la camisa, aunque imaginé, que después de lo dura que había sido la mañana para mí, que prostituyéndome para él, había conseguido satisfacer su capricho, debía estar contento.
Vi como Zoe se la ponía y eso me alivió. Recogí la mía, pero Zoe me advirtió con un gesto que yo no podía ponérmela…, al saber que finalmente aquel cerdo de Raúl había decidido hacerme regresar desnuda, humillándome todavía más, superó con creces todos mis malos presagios
¿ Porque a Zoe la dejaba vestirse y a mí, que me había esforzado, le había obedecido y había hecho cosas que jamás imagine que llegaría a hacer, de nuevo me castigaba ? …. No entendía nada, los cambios de humor de Raúl me desconcertaban y ahora que creía que empezaba a entender cómo funcionaba su cabeza, me daba cuenta de que realmente no sabía nada.
La primera sensación que me vino al saber que me iba a pasear desnuda, fue de hastío, ya no podía más …, sentí el deseo de morirme en aquel instante, dejando aquella pesadilla atrás, no quería seguir sufriendo de aquella manera.
Sacando mis últimos restos de rabia que aún me quedaban, me repuse un poco y decidí seguir luchando, haciéndole frente hasta el final.
La perspectiva de regresar desnuda hasta el chalet llevando la cadena en los pezones y el collar que pregonaban a los cuatro vientos lo que yo era, para mi suponía una terrible humillación, cruel y gratuita.
Se me revolvió el estómago pensando en aquellos 300 metros que tendría que recorrer y lo largos que se me iban a hacer aquellos 5 o 6 minutos. Creía que a pesar de no haber comido nada, iba a vomitar y mientras recogíamos con Zoe, en un descuido en que ellos hablaban de algo, le susurré muy bajito…
— ¡ Shh Zoe… ¿ como lo hago ? - Porque realmente no sabía si conseguiría hacerlo y ella en otro susurro me dijo con disimulo…
— ¡ Shh.. solo camina y no pienses en nada, deja tu cabeza en blanco … yo también lo he tenido que hacer unas cuantas veces … shh, haz oídos sordos a lo que te digan..
Sin duda, su consejo era el mejor que podía darme, mostrarme altiva, ausente e imaginar que la que iba desnuda no era yo…, no había otra forma.
Emprendimos la vuelta a la casa, delante iban, como siempre Raúl y Pedro, charlando, y detrás Zoe, a la que habían permitido vestirse, y yo, sucia, y para mi humillación desnuda.
El camino no era muy largo, pero una vez saliésemos de la playa, había que pasar por la carretera que era bastante concurrida y después otro tramo junto al centro comercial, antes de entrar en la urbanización donde ya casi no me iba a importar ir desnuda.
En cuanto subimos la cuesta y detrás de Raúl y Pedro, que ahora iba a ser una suerte que fuese un gordo feo, porque por delante de mí me taparía un poco a la vista de los coches que venían de frente, con mi pinta de guarra y con mi coño rasurado, empezó lo peor.
Zoe para espabilarme, me dio un pellizco en el culo con disimulo pero que provocó el efecto deseado en mí. Tanto por detrás como de frente, venían coches, así que tratando de no pensar, con mi mirada perdida en la espalda de aquellos dos cerdos, empezamos a caminar, y en unos instantes pude oír los primeros pitidos de algunos coches y no era para menos, porque paseada como una yegua, estaba dando la nota con mi absoluta desnudez.
Me moría de vergüenza, cada vez que un coche pasaba y me pitaban, y alguno hasta reducía la marcha para verme mejor y decirme alguna grosería.
— ¡ Hey golfa !... ¿ Quieres que te llevemos ? …. ¡ Uaau.. mira que pedazo de puta ! …, ¡ Que guarra más descarada …, y encima camina orgullosa! … ¡ Hey tía !,
— ¿ Cuánto cobras porque te follen el culo ? .. ¿ Aceptas Visa … jajaja..?
Yo siguiendo los acertados consejo de Zoe, tras pasar una indescriptible vergüenza durante los primeros cien metros, que fueron los más duros para mí, conseguí abstraerme de mi entorno e imaginar que esas guarradas se las decían a otra.
Cuando ya solo nos quedaban unos 50 metros para salir de la carretera y dejar aquella pesadilla atrás, empecé a sentirme hasta cómoda, pensando que me importaba una m…, lo que aquellos desconocidos pensasen de mí, porque no sabían nada de mí, solo veían un cuerpo desnudo.
Hasta llegué a desear que me viese algún conocido de mi marido para que se lo contase y eso haría saltar por los aires todo aquel lío que cada día escapaba más de mi control.
Zoe, a la que yo estaba muy agradecida a pesar de que estaba del lado de su marido, pero era la única que me daba su apoyo, me susurró un par de veces, cuando el sonido de los coches cubría sus susurros …..
—¡ Shhh… muy bien Alice…! demuestra que sigues teniendo orgullo…! ¡Shh, estás siendo muy valiente, sigue así, pasa de todo y de todos!
Tras aquellos interminables minutos de sucio exhibicionismo, que ni tan siquiera me había excitado y me hacía estar tensa como la cuerda de un violín, llegamos al chalet. Entrar dentro, para mí fue una liberación total…, era mi cárcel, pero estaba a cubierto de las miradas de la gente.
Llegamos a la casa, tras aquel paseo que se me hizo eterno. No sabía cuándo tenía intención Raúl de regresar a casa, a Barcelona, pero por sus palabras me temía que no tenía ninguna prisa.
— ¡ Venga ! – ordenó ya en casa – ¡ ducharos rapidito, y preparadnos la comida…!
Raúl me cogió de la barbilla y mirándome fijamente a los ojos me dijo.
— ¡ Es una pena que ahora te quites el maquillaje tan de puta que te han puesto los negritos esos…, Me gustaría seguir viendo sobre ti y especialmente tu cara, el semen de tus amigos senegaleses, pero en fin, no quiero que me llenes de arena la comida.
— ¡ Antes de iros a la ducha, guarras, traednos a Pedro y a mí una cerveza bien fría a cada uno…
Mientras Zoe empezaba a preparar la comida, cogí dos cervezas de la nevera y se las llevé a aquellos dos cerdos, que si las miradas matasen, ya llevarían tiempo muertos, pero por desgracia para mí, no tenía ese poder.