Sumisión Indefinida

Nadie está descrito en este relato, la imaginacion del lector decide como es fisicamente la sumisa y si el narrador es hombre o mujer.

Entro en la habitación, esta mal iluminada, llena de claros y sombras, en una de las zonas iluminadas esta ella; se encuentra sentada en el suelo con la cabeza agachada intentando tapar su anatomía más intima.

Cierro la puerta tras de mí, su cabeza se levanta pero no se atreve a mirarme, esta atenta de mis movimientos. Cuando hablo por primera vez soy tajante, le ordeno que se ponga de pie y de espaldas a mí con los brazos en los costados y las piernas ligeramente abiertas.

Saco un pañuelo y la vendo los ojos, me acerco a ella para hacerlo y le susurro al oído palabras prohibidas, ella se sonríe; son prohibidas porque le gustan demasiado. Pongo mis manos encima de las suyas y las empiezo a dirigir por toda su anatomía, están frías, cuando entran en contacto con sus pechos hacen que sus pezones se pongan duros.

Amaso sus tetas con sus manos, se ponen cada vez más duras. Muevo su mano derecha, nos abrimos camino hacia su coño, lo acariciamos, lo apretamos fuerte y nuestros corazones entran, un gemido sale de su boca. Aprieto una de sus tetas y acelero el ritmo en su coño a la vez que la prohibo correrse, seguimos un rato, cada vez con más violencia, más rapidez, puede perder el control en cualquier momento y correrse. Me paro. Consiguió aguantar, se merece un premio.

Ato sus manos, primero entre ellas, luego a un gancho del techo. Me pongo frente a ella, se merece un premio por ser tan complaciente y obediente, la empiezo a besar, son besos largos, nuestras lenguas no dejan de jugar. No ha perdido el calentón. Me pongo a su lado, una de mis manos agarra uno de sus pechos y mi otra mano azota su culo, muerdo su cuello, la excitación es máxima, cada vez la golpeo más fuerte y estrujo su teta.

Cambio de posición, me pongo del otro lado y me hago cargo de la otra teta y de la otra nalga. Acaba con el culo rojo, suplicando correrse pero sabe que lo tiene prohibido.

La desato del techo, la pongo a cuatro patas, su cara contra el suelo, sus manos inmóviles en su espalda. Empiezo a lamer su culo, meto mi lengua dentro de el, gime de placer, mi lengua baja a su coño y mis dedos lubricados entran en su culo, goza como una perra. Está incomoda, se siente humillada, pero su coño no deja de soltar jugos. Meto una vela en su culo, una de las grandes, no es problema, en una sesión anterior se lo había roto, la enciendo, la ordeno no moverse, la cera cae en su anito bloqueado, desato sus manos, me alejo de ella, tiene permiso para masturbarse pero no para correrse, la vela no se puede apagar. No resiste tanta presión, el orgasmo apaga la vela, voy a tener que castigarla

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