Sumisión de un marica en potencia: reglas
El director de la institución explica las reglas con las que tendrá que convivir nuestro protagonista. Aprovecho para declarar que rechazo cualquier tipo de estigmatización social por cualquier razón, incluida la orientación sexual, y que esto es solamente una fantasía.
Bajamos del coche. Era un edificio de unas cuatro plantas, pero muy ancho. Nada lo identificaba por fuera. Nos recibió un señor y nos llevó a ver al que más tarde supe que era el director de la institución.
- Buenos días, encantado de recibirles- dijo el mismo, un señor alto y de unos cuarenta años. Tras mirarme de reojo, se dirigió a mi padre – Siento mucho que su hijo sea marica, es una desgracia.
Mi padre le estrechó la mano e inició una conversación con él. De ella pude deducir que el edificio era un internado para formar maricas sumisos. Los alumnos vivían bajo unas reglas muy estrictas y el objetivo de la formación, que duraba cuatro años, era muy claro: hacer que las familias con la desgracia de tener un hijo maricón pudieran rentabilizarlos prostituyéndolos con servicios extremos. Recomendó a mi padre que lo llevara en secreto, y que hablara con mi novia para que la relación siguiera existiendo como tapadera y no levantara sospechas. Luego se dirigió a mí:
- Bien, mariquita, tu padre me ha contado que te follaste a todo el equipo de baloncesto. Vamos, que no contento con ser marica, te lo montas con varios a la vez.
No pude contenerme y respondí, pese a lo aterrorizado que estaba.
- No me los follé, me violaron. A mí me gustan las chicas.
- Un heterosexual no se deja violar. Sólo los maricas lo hacen. Vas a quedarte en esta institución por ser como eres, y como primer paso quiero que le pidas perdón a tu padre por haberte dejado violar.
- No pienso hacerlo.
El director esbozó una sonrisa y dijo:
- Lo suponía.
Entones apretó un botón, y entraron dos chicos muy fuertes y me agarraron. Me llevaron a la sala de al lado mientras yo intentaba resistirme, pero no me valió de nada. Me desnudaron y me ataron las manos. Luego me colgaron de una cadena, aunque mis pies seguían apoyados en el suelo. Al poco entró el director y me dijo:
- Vas a pedir perdón tarde o temprano. Tú verás cuánto quieres sufrir antes de hacerlo. Tu padre ya se ha ido, por cierto.
Entonces se acercó a una estantería y cogió algo parecido a una correa. Se me acercó y me la colocó en los huevos muy apretada. De unas argollas que tenía, colgó otra cadena y al final de esta puso un cubo, que tiraba de mis huevos hacia abajo y dolía mucho. Me explicó:
- Cada media hora voy a añadir 200 gramos de peso en el cubo. Cada hora vas a tener la oportunidad de pedir perdón a tu padre por teléfono, y decirle que quieres estar aquí, para por lo menos resultarle útil. Tu suplicio terminará tan pronto como cumplas con esto.
- Estás loco- contesté.
- No, el loco eres tú, que te gustan las pollas- dijo riéndose. Añadió el peso al cubo y se largó.
Volvió, como había prometido, a la media hora para añadir más peso. No dijo nada y se largó. Me dolía muchísimo, pero yo no quería ceder. Al final estuve dos horas. Cuando mis huevos soportaban casi un kilo ya no pude más y llorando dije que quería hablar con mi padre. Pedí perdón y le pedí que me internara para compensarle. No me respondió y colgó. El director cumplió con su palabra, y me liberó. Pasamos de nuevo a su despacho y me comenzó a explicar las reglas de la institución.
- La formación que damos aquí dura cuatro años, destinados a que sepáis explotar lo putas que sois para compensar a vuestras familias. En el primero se os da formación básica: destrezas necesarias, humillaciones y comportamiento principalmente. El segundo se destina a las prácticas en grupo, aunque tú en eso ya tienes experiencia. El tercero es para formación de la aceptación del dolor, y en el cuarto se os permite especializaros y se realizan las prácticas. Sin embargo, dada la situación económica de tu familia, tus prácticas van a empezar en el primer año. De momento van a consistir en que todos los fines de semana vayas a que tu antiguo equipo de baloncesto te folle, para que no pierdas costumbres. El resto del fin de semana lo puedes pasar en casa. ¿Alguna duda hasta aquí?
- No- conseguí decir en medio de mi estupor.
- No, señor- me corrigió el director, tras cruzarme la cara de una bofetada.
- Perdón, señor- dije llorando.
- Continuemos. Para vivir aquí es necesario que cumplas con las siguientes reglas: la única prenda que puedes vestir son tangas de encaje, que te proporcionará la institución. Como marica que eres, se te prohíbe disfrutar de tu pene, para lo que se te colocará un cinturón de castidad. Te comento que no se quita en los cuatro años que dura la formación, excepto para cambiároslo cuando se os queda grande, porque el pene se empequeñece cuando no se usa. También te aviso que en la ceremonia de graduación a todos los alumnos se les ofrece elegir entre liberarse del cinturón o colocarse uno permanente, para toda la vida. Prácticamente todos elegís la castidad permanente. Vamos a jugar mucho con tu culo, pero nos da igual la mierda que te saquemos. Eso sí, si sale de tu culo, es función tuya limpiarla, ya sea de una polla o de cualquier cosa que te insertemos, así que, si además de marica no quieres ser comemierdas, mantén tu culo limpio. En el documento que ha firmado tu padre nos autoriza a maltratarte y torturarte sin más límite que el de no matarte. Sé consciente del dolor que vas a recibir de aquí en adelante. También podemos modificar tu cuerpo a voluntad. Debes obediencia a cualquier persona superior a ti ya sea dentro o fuera de la institución. Cuando estés fuera, podrás vestir, además del tanga, ropa de calle, aunque pagarás un alto precio por ello. Esto es todo. ¿Alguna duda?
Me quedé callado tratando de asimilarlo todo.
- Perfecto- dijo sacando un cinturón de castidad. -Puedes colocártelo tú o yo, me da igual.
Como no respondí, se acercó a mí y me dio un rodillazo en los huevos, que aún tenía muy sensibles. Mientras me retorcía de dolor, me colocó el cinturón. Le costó, ya dije que en aquella época era grueso, pero al final me lo puso. Me cerró el candado, del cuál él tenía la única llave, y me puso una correa al cuello, un tanga rosa y me ordenó seguirle a cuatro patas, tirando de mi correa. Escaleras abajo, en el sótano, estaban las celdas. En el pasillo había visto otras, pero estaban vacías, por lo visto era el horario de clase. Mientras abría la celda, me dijo que el primer día que fuera de prácticas a que me follaran mis antiguos compañeros, tendría que pedirles perdón también, por haberles puesto en la necesidad de violarme, y me amenazó con volver a torturarme si no lo hacía. Me hizo entrar en la celda, me dio otra patada en los huevos, cerró y se fue.