Sumisión ante mi pueblo
Una joven princesa llega al trono de su reino haciendo que la corte y su guardia giren alrededor de ella para darle el placer que ella busca.
A la muerte de mi padre herede el trono de mi reino. No tenía más que 21 años, pero la falta de hermanos me dejaba la corona y la responsabilidad de dirigir mi reino desde ese mismo momento.
Evidentemente voces discordantes por parte de ciertos nobles pusieron en entredicho la legitimidad de mi padre como la mía propia para reinar. Al principio intenté hacer oídos sordos a las criticas, después traté de negociar con ellos y posteriormente decidí junto a algunos de los antiguos asesores de mi padre que aquello había ido demasiado lejos.
Organice una fiesta en mi castillo donde invité a la totalidad de los nobles del reino, tanto a los favorables a mi causa como a los revoltosos.
Los nobles fueron recibidos con todo tipo de agasajos según iban llegando, cuando la totalidad se encontraban en el castillo, bueno la totalidad no, pues tres de los que más se enfrentaban a mi nombramiento excusaron su presencia, se les hizo pasar a una grada desde el que todos juntos pudimos ver una exhibición de lucha, un torneo y un exhibición de corte de troncos por parte de los labriegos. Toda la fiesta fue regada con cantidad ingente de vino.
El vino siguió corriendo cuando ya durante la cena todos devoraban los manjares ofrecidos, todos bebieron en abundancia salvo yo y mis más leales colaboradores.
Cuando el mayordomo anunció los postres por cada puerta de inmenso comedor aparecieron soldados leales a mi que tras ejecutar a las guardias de los nobles díscolos procedieron a su captura. Los infelices no podían dar crédito y cuando se dieron cuenta estaba encadenados en las húmedas mazmorras de mi castillo.
Mis colaboradores me sugirieron matarlos a cuchillo y acabar rápido con el problema, pero decidí que no, que serian torturados en publico para que los pocos apoyos que pudieran tener en mi reino se desvaneciesen como azucarillo en agua.
Personalmente nunca había asistido a una tortura, y menos masiva. De nuevo mis consejeros me desaconsejaron ir , pero yo insistí en presidir los eventos.
La verdad se me hizo larga las jornadas en las que uno tras otro, los antiguos nobles díscolos iban saliendo al patio de armas donde el verdugo les esperaba.
Al principio me dio un poco de repelús. Evidentemente el verdugo no se andaba con chiquitas y les hacía sufrir de los lindo mientras les iba llegando la muerte. Todo cambio cuando salió al patio Doña Emma, condesa de la Rivera y una de las que más lucho en contra de mi causa. Emma salió al patio altiva. Conocía su final y se enfrentaba a él con una mirada desafiante. Me miraba con asco.
- que se recree con ella – le dije a mi ayudante de la derecha, este le dijo algo al oído a uno de sus asistentes y este corrió hacía el verdugo, el cual me miró y hizo una mueca parecida a una sonrisa.
El verdugo arrancó la ropa a la condesa que con sus manos encadenadas intentó tapar su desnudez. Le valió de poco por que fue conducida por lo pelos hacía una estaca donde fue atada. El verdugo tiro sin ningún cuidado de sus pezones y cuando estos estaban rojos y crecidos colocó sobre ellos dos pinjas. La condesa más que quejarse puso cara de placer. El verdugo le dio la vuelta y con una vara empezó a azotar las nalgas de la desdichaba que aunque su respiración se aceleró fue el único de los torturados que en vez de gemir se relamía de la situación, parecía disfrutarlo.
La azotó con la vara más de 10 minutos para pasar a continuación al látigo, del cual he de reconocer que era un virtuoso el verdugo. Minuto a minuto fue marcando el cuerpo de la condesa, primero las glúteos, después la espalda, mas tarde el interior de las pantorrillas y por últimos los brazos. No soltó un solo quejido, pero en un momento dado se le acabaron las fuerzas y quedo colgada del poste por sus encadenadas muñecas.
El verdugo la soltó y dejo que su cuerpo cayese. La espabiló con un cubo de agua. Cuando la volvió a levantar el agua caía por su cuerpo, en especial por su negra pelambrera en la entrepierna.
La coloco apoyada sobre un potro con el pecho pegado a él. Ató su muñecas a las patas delanteras del mismo y sus piernas a las traseras, la dejo en esta posición un buen rato dejándola sufrir con los amarres tirantes.
El verdugo se sacó su polla y sin miramientos le penetró el coño mientras tiraba de su cabellera hacía atrás. Emma gemía mientras era violada, el verdugo resulto ser un semental, buena polla y mucho aguante. La mujer apretaba sus puños a cada embestida. Ante la sorpresa de todos, la condesa empezó a tener una cantidad inmensa de espasmos, su piel desnuda se erizaba mientras daba un gemido largo y profundo y de su coño caía un chorro de liquido que nunca había visto en mi vida. El verdugo siguió un poco más hasta correrse momento de ella, momento en el que cogió un cuchillo que sacó de su bota y rebanó el pescuezo de la condesa que dio un ultimo respingo.
Por mi entrepierna caía una catarata de flujo, estaba chorreando, jamás había disfrutado viendo algo en mi vida, estaba extremadamente excitada y no pude más que levantarme y dar una única orden.
- manda a Eric a mis aposentos.
Me dirigí hacía mi alcoba, me desnudé, me puse a cuatro patas y esperé no más de un minuto a que Eric, uno de los miembros de mi guardia personal, entrase en la habitación, se desnudase y agarrándome por las caderas me penetrase hasta el fondo.
- tírame de los pezones – le dije mientras empezaba a envolverme en un placer fruto de la penetración y la excitación de ver a Emma, la sucia Emma flagelada.
Eric me bombeo son fuerza, como a mi me gusta, durante más de 15 minutos. Sabía que dejarme sexualmente insatisfecha le traería problemas.. Cuando su esperma caliente regó mis nalgas, sinceramente no sabía ni donde estaba.
Dormí hasta la mañana siguiente. Me desperté curiosamente excitada, pensé en volver a llamar a Eric, pero con mis dedos índice y medio solucioné yo sola el problema gritando de placer al llegar al orgasmo.
No pude durante todo el día quitarme de la cabeza la escena de Emma disfrutando de su tormento. Estaba un poco confundida hasta que hice que uno de mis asistentes investigase el por que.
- Mateo, quiero que investigues por que la condesa disfruto de su tortura.
Mateo, salió con una numerosa guardia del castillo nada más recibir mis ordenes dirigiéndose al castillo de la fallecida condesa. Allí no tuvo más que amenazar de muerte a sus sirvientes para conocer el por que de todo aquello. Cantaron todo lo que sabian
- señora – me dijo Mateo nada más regresar – ya se la razón del comportamiento de la condesa durante la jornada de ayer
- soy todo oídos
- la condesa disfruta, bueno disfrutaba de practicas sexuales extremas
- desconozco esas practicas sexuales. Por favor explícame.
- Aunque parezca raro, la condesa disfrutaba de ser azotada como parte de sus costumbres sexuales.
- ¿perdona?
- Si, además de sexo habitual, el que el Señor nos dio para procrear, la condesa disfrutaba siendo sometida por sus lacayos y siendo azotada hasta la extenuación.
- ¿es eso posible?
- Si mi señora. Hay personas que disfrutan de estas practicas, según nos confesó uno de los sirvientes que solían montarla y además la sometían la condesa tenia mayores orgasmos cuando era azotada y vejada que siendo penetrada por un falo.
- Parece mentira, con lo altiva, prepotente y despectiva que siempre ha sido con todo el mundo, no me imagino a una mujer así prestándose a ser humillada de esta manera.
- Señora, según leí hace tiempo, estas practicas las llevan a cabo mujeres con poder que disfrutan con practicas poco ortodoxas que le hacen ir a un mundo que no es el suyo.
Me quede pensativa. Por mi cabeza pasaban mil imágenes de la condesa siendo azotada en las mazmorras de su palacio. No pude más y me dirigí a mis aposentos.
- que venga Eric – grité mientras caminaba
En esta ocasión esperé a Eric vestida. El soldado se extraño verme así, era la primera vez que entraba a mis aposentos y no me poseía según entraba.
- Eric, quiero que bajes a la mazmorra y subas con unas cadenas – el soldado se extrañó pero no dijo ni esta boca es mía.
Cuando volvió me encontraba a cuatro patas, con el coño chorreante y mi respiración agitada.
- Encadéname – le ordené
El soldado me puso cadenas en tonillos y brazos y de esta manera me montó duro como a mi me gustaba. Después de más o menos 10 minutos de bombreo y estando a punto de llegar al orgasmo.
- azótame las nalgas – gemí
los primeros azotes fueron blandos, el soldado no se atrevía a darme fuerte
- dame fuerte gusano – le grité entre jadeos
y aunque he reconocer que los primeros me dolieron bastante y estuve a punto de ordenarle que parase cuando iban seis o siente empezó a correr por mi cuerpo un placer que se incrementaba a cada azote, a cada golpe de dolor, dolor que se convertía en placer.
- me corro mi señora – gimió el soldado
- hazlo en mi cara – ordené.
El hombre sacó su polla de mi encharcado coño, cambió de posición y agitándose la polla lanzó tres viscosos chorros en mi cara, no pude resistir la tentación y me la metí en la boca probando por primera vez en mi vida una polla en mi fauces.
Pedí seguir encadenada durante un rato. Eric se quedó de pie al lado de la cama. Me sentía en las nubes, tirada en la cama, encadenada, con la cara y el pelo llenos de lefa y con mi boca con el sabor salado del falo de mi soldado.
El sexo con Eric y otros soldados empezó a ser cada vez más duro, a veces me encadenaban, otras me ataban e incluso llegaron a sujetarme una cuerda al cuello de la que tiraban mientras me bombeaban. Deseaba bajar a las mazmorras.
Concrete una visita a la mazmorra con Froilán, el jefe de mi guardia. Me excito sobre manera ver las cadenas que caían del techo en las gélidas mazmorras. Los labriegos presos en las celdas alrededor de la zona de tortura me miraban con asombro.
Froilán me estuvo explicando para que valía cada instrumento, cuanto daño hacia cada látigo, cada flogger. Me explicaba las sensaciones que las personas sometidas sentían en cada sesión.
- deseo probarlo. Quiero saber de primera mano que sienten mis súbditos, incluso los condenados.
El soldado me miro con poca sorpresa, estaba claro que sus subordinados habían hablado de mi gustos sexuales.
Me condujo debajo de las cadenas y ató a ellas mis tobillos y mis brazos, quedando estos abiertos.
- quiero probar un látigo.
- Tenemos varios mi señora.
- Lo dejo tu elección – estaba extremadamente excitada en ese lugar, en esa posición y con un hombre a mi espalda con un látigo en la mano.
El jefe de mi guardia, blandió un flogger y con el azotó mi espalda y nalgas, me excitó mucho, pero no me dolía.
- desnúdame la espalda y vuelve a darme
- Pero mi señora, le dolerá – me contestó
- Eso lo decidiré yo, tu dame, no temas nada.
Los encarcelados miraban atónitos.
- no se como abrir este vestido me dijo el hombre
- rasga la espalda con un cuchillo.
El soldado no se cortó. Sacó de puñal y rasgó mi caro y lujoso vestido, dejando al aire mi espalda y mi ropa interior de lana.
- rasga también el sujetador y las bragas – el soldado lo hizo. El contacto del hierro con mi piel me hizo estremecerme – y ahora vuelve a darme.
El primer golpe hizo que me corriese, un tremendo orgasmos cruzó mi cuerpo y mis piernas fallaron dejándome colgada de los brazos.
- mi señora – grito Froilán
Yo me recompuse y sin mírale le pedí más.
- dame, trátame como a una proscrita - dije
Me azotó durante diez minutos, yo iba pidiéndole que cambiase de flogger hasta que torturo mis nalgas con un dolorosísimo látigo que dejo mi culo impoluto lleno de marcas. Yo iba de orgasmos en orgasmo y el soldado esperaba pacientemente a que me recompusiese para volver a empezar ya sin esperar mi aprobación.
Acabé destrozada, una sirvienta me bajo un vestido nuevo el cual me cambie ante la mirada de todos los inquilinos de las mazmorras que no perdían vista.
- pasarles a cuchillo - le dije al carcelero antes de abandonar la estancia.
La economía del reino no iba de la mejor manera por lo que me vi obligada a subir impuestos, esto no contentó ni a la nobleza ni al burgo, hubo conatos de insumisión por parte de algún hombre que envalentonado por lo nobles que se libraron del verdugo en el banquete en que cayeron mis enemigos.
La caída de dos de los nobles fugitivos y de un par de cientos de labriegos relajo las cosas. Todos fueron torturados y ejecutados en publico para darle una lección a mi pueblo y mi propia satisfacción.
Mi actividad sexual fue aumentando. No era rara la noche en la que en mi habitación era montada por dos o más soldados con carta blanca para disfrutar de mi cuerpo. Los hombres disfrutaban flagelándome, follándome en posturas imposibles por todos mis agujeros y finalmente corriéndose en mi cara a la vez. Yo les premiaba con buenas bolsas de oro por sus hombría y su discreción.
A pesar de los poco ortodoxo, Tadeo, el verdugo del castillo recibió la orden sin inmutarse. Me hizo llegar unos harapos que me puse mientras le esperaba. Me hizo esperar más de 10 minutos de pie en mi habitación, por menos de eso le hubiera mandado azotar, pero había pedido ser tratada sin ningún miramiento por lo que aguanté mientras mi coño empezaba a licuarse. Tadeo entro y sin ningún miramiento me tiro contra la pared y me encadenó de pies y manos. Empujada por los soldados fui conducida a la mazmorra sin que por primera vez en mi vida la gente no bajase la cabeza a mi paso.
Llegué a la mazmorra y el verdugo me arrancó el harapo. Me miro de arriba abajo y me abofeteó al ver que llevaba bragas, me las arrancó haciendo un daño terrible en la entrepierna. Mis pezones estaban en punta de la excitación, respiraba atropelladamente y más cuando me puso varias pinzas en mis pechos y en mi clítoris. El estasis total llegó cuando puso dos ultimas pinzas en mis empitonados pezones.
El carcelero que ayudaba a Tadeo me ajuntó las cadenas a mis extremidades. Con una cuerda tensó las mismas quedando mi cuerpo casi en vilo.
- espero que le guste tanto como a su madre – me dijo al oído. Yo aluciné.
El primer latigazo fue el más fuerte que había recibido en mi vida. No creía que pudiese resistirlo, pero cuando ya llevaba seis, no deseaba que aquello parase.
El verdugo me azotó con fuerza. Fue cambiado de látigo una y otro vez. Unos eran realmente la cola de satanás, los otros me permitían descansar. Me fue dando por todo mi cuerpo. Primero en las nalgas, después en la espalda, luego pasó a mis tetas y posteriormente a mis piernas y pies.
No se el tiempo de me azotó, solo recuerdo que casi colgando de las cadenas pues mis piernas no podían más cuando se acercó para soltarme, no solo soltó de un tirón las pinzas en mis pezones sino que además retorció los mismos llevándome al cielo del placer.
Caí echa un ovillo al suelo cuando soltó las cadenas, ante mi sorpresa el verdugo me metió su sucia polla en el coño y el carcelero la suya en la boca. Me corrí como una adolescente sobre todo cuando la polla de mi boca empezó a soltar chorros de lefa y el verdugo se corrió en mi espalda.
Recorrí el camino de vuelta a mis aposentos cubierta en una manta de piel de oso y con la guardia real gritando hagan paso a la reina, en este camino de vuelta mis súbditos si bajaron la cabeza a mi paso.
Los impuestos seguían subiendo y el cobro de los mismos cada día era una labor mas complicada. Mi pueblo no estaba contento ni yo tampoco. Siempre pensé que mi vida como gobernante sería placida y sin embargo me veía preocupada por la estabilidad de mi pueblo sobre todo por las acciones de Don Guillermo de la Higuera que siendo el ultimo noble díscolo seguía sin ser capturado y obviamente era un agitador frente al pueblo en contra mía.
Con el paso del tiempo era publico y notable mis aficiones sexuales. Lo bueno de ser la reina es que nadie te juzga o al menos nadie se atreve a decir ni pio.
Me encantaba bajar a la mazmorra con distintos verdugos que me eran prestados por mis nobles. Cada uno tenía su técnica y todos sabían que aunque tenia carta blanca conmigo no debía quedarme ninguna marca permanente.
La mujer de Don Guillermo fue capturada y se la sometió al mismo suplicio que a la condesa Emma. A diferencia de esta no disfruto para nada los servicios de Froilan. Viendo a esa mujer parecer me corrí solo de pensar en ser yo quien fuese sometida en presencia de todo el pueblo.
Lo organicé todo para la fiesta de mayo.
Recibí de nuevo en mis aposentos unos harapos incluso más sucios y roídos que los anteriores que había usado. Olían a mierda y pis. Disfruté quitándome mi lujoso vestido y colocándome la asquerosa prenda.
Esa vez iba ser distinto, Tadeo acudió media hora después a mi habitación. Me encadenó con más fuerza que nunca los brazos y las piernas, esta vez con la cadena más corta que de costumbre y empujada por el carcelero fui conducida hacia la mazmorra. La guardia me sacó de la zona nombre del castillo donde un par de cientos labriegos me tiraron verduras podridas y me escupieron. Todo estaba saliendo a pedir de boca.
Fue conducida hasta una celda de la mazmorra donde fui lanzada sin ningún miramiento. Yo estaba excitadísima allí dentro con mis cadenas. Me tumbé sobre el jergón y empecé a masturbarme con fuerza. Me corrí un par de veces pero necesitaba más, le pedí al carcelero una polla tallada en madera que en más de una ocasión me habían metido por el culo, pero ante mi sorpresa me la negó y no solo eso sino que entro, me puso una argolla en el cuello y esta la ató a otra de la pared y así atada como una perra me sodomizó. He de reconocer que me corrí como una loca.
Fui violada tres o cuatro veces a lo largo de la noche, no pude pegar ojo, porque cada vez que lograba dormir algo, alguien entraba y abusaba de mi cuerpo.
Desde mi celda oía la fiesta que se estaba produciendo fuera, como desayuno recibí un trozo de pan duro y una jarra de agua. La me comí y bebí con desesperación.
A las dos de la tarde la guardia vino a buscarme.
Me hicieron caminar escaleras arriba y me hicieron llegar al cadalso ya entonces permanente que era donde en mi castillo se ejecutaba a los condenados.
Me dejaron esposada de pie en medio de él. Ni los nobles ni el pueblo llano decía nada. Tadeo de nuevo se hizo esperar.
Cuando llegó me rasgó la tela del harapo y me dejó desnuda completamente ante mi pueblo. Mis excitación iba en aumento. Me colocó unas pizas en los pezones, otro en el coño y atando una cuerda en las cadenas de mis esposas tiró de ella y quedé atada a un poste después de un fuerte tirón. Mi excitación era máxima.
Tadeo no tenia prisa, empezó azotándome las tetas, veía las estrellas cada vez que una tira del flogger chocaban con mi pezón. Cada vez que veía hacia abajo mis tetas se iban llenando de marcas, el dolor era intenso, pero nada no vivido hasta entonces, la excitación era increíble solo de pensar en lo mucho que les excitaría a mi pueblo verme así.
Me dio la vuelta y directamente fue a por un látigo. Eran como cuchillas cada vez que este daba en mi tersa piel. Nunca había probado aquel pero estaba segura que lo repetiría.
- Este, mi señora, es el que utilizamos con los más revoltosos.
Yo le miraba cayéndose baba de mi boca, y disfrutaba cada golpe certero en mis nalgas o espalda. En algunos de los golpes el pueblo gritaba ante la dureza del castigo.
No estaría más de media hora recibiendo aquello.
Me soltaron de poste y me ataron a un potro en el que mi culo quedaba en pompa. Me tuvieron que llevar a rastras ya que no podía ni andar. Mi culo lo azotaron con una paleta hasta que no podía articular palabra, yo lloraba pero disfrutaba como en mi vida.
Aquello estaba por terminar.
En el mismo potro me soltaron mis ataduras, me subieron más en él y atando mis pies y a las patas traseras y brazos a las delanteras me dejaron a la disposición de quien me quisiese follar mis dos dilatados y excitados agujeros.
Estaba ya un poco cansada y aunque quería una ultima salva de orgasmos nos veía el momento de llegar a mis habitaciones y que mis ayudas de cámara me curasen las heridas y me diesen un buen baño.
Sin miramientos el verdugo me penetro y empezó a bombear salvajemente mi culo. Por primera vez en mi vida de mi coño empezó a salir una catarata de liquido que se sincronizo con un intensísimo y tremendo orgasmo. Tadeo estuvo dándome un buen rato hasta que sacó de mi culo su sucia polla y la introdujo en mi vagina. Empezó a darme con fuerza y los orgasmos se iban sucediendo, no le hice caso pero a mi derecha oí los cascos de un caballo aproximarse. El verdugo me agarró bruscamente del pelo subiendo mi cuello para que pudiese ver ante mi a Don Guillermo montado en un caballo que me miraba fijamente, intenté tirar de mis ataduras más por acto reflejo que por otra cosa. Una oleada de terror recorrió mi cuerpo cuando noté como un cuchillo se posaba en mi cuello y un corte seco me abrió el mismo en canal. Mientras me ahogaba en mi propia sangre contraje mi coño a la vez que el verdugo se corría dentro de mi, algo que le hubiese costado la horca. Los segundos de intenso dolor que tuve hasta perder el sentido me trajeron el orgasmo más fuerte que nunca había tenido.