Sumisión (4 - Final)

La orgía llega al final. Todos gozamos como pocas veces

SUMISIÓN ( 4ª Y ÚLTIMA PARTE)

Por: Andrea delCastillo.

Como para todos la orgía hasta ese momento había sido extenuante, se tomaron un pequeño descanso, lo que aprovechó mi Amo para llevarme al cuarto ordenándome que me aseara, pues la fiesta iba a continuar.

Ahora me escogió para vestirme un espléndido vestido largo, sin mangas y con un gran escote en la espalda, que llegaba al borde superior de mis nalgas. Me ordenó que no me pusiera más ropa interior que unas medias con costura negras y otras zapatillas.

Me veía y sentía súper sexy, el roce suave material del vestido rozaba mi cuerpo llenándolo de electricidad. Mis erectos pezones resaltaban como agujas y mis nalgas se erizaban, haciéndome levantarlas con las zapatillas que me había puesto.

En eso llegó mi Amo y dio su aprobación y colocándome otra vez el collar de perro y la cadena, me condujo de vuelta al comedor.

Al verme, uno de ellos que se notaba que había tomado más que los otros, se abalanzó y jalándome de la cadena me llevó al diván, donde me colocó en cuatro puntas y sin molestarse en levantarme el vestido, me intento meter su dura verga por sobre la tela.

Si bien no logró meterme toda su verga, si me metió casi la mitad gracias a la elasticidad de la tela. Mientras me cogía, sus manos no dejaban de acariciar mis nalgas y mis senos, pellizcándome los pezones.

Como mi boca se encontraba libre, otro señor vino y me colocó su verga en ella, la que comencé a mamar con mi maestría acostumbrada.

Mientras esto pasaba me di un momento para meditar mi situación. Mi larga experiencia como prostituta de burdel me permitía hacer todo lo que me pidieran los clientes, y controlaba mis orgasmos totalmente. Esto es, que si yo lo deseaba no tenía orgasmo por mas cogidas que me dieran o más vergas que mamara. Mis orgasmos los reservaba para quien yo quisiera.

Sabía que podía aguantar cualquier abuso que se cometiera en mi cuerpo ese día. Lo esperaba y ¿por qué no?, lo deseaba. A mi edad sería difícil volver a tener otra orgía como esa. Así que ¡adelante! Pensé.

Como la metida de verga con todo y tela que me estaba dando el señor se estaba volviendo molesta para él, me ordenó que me volteara boca arriba y abriera mis piernas.

El señor al que se la estaba mamando se reacomodó y seguimos con la fiesta.

Mientras, los demás participantes no estaban ociosos. Como habían seguido tomando ya estaban muy desinhibidos y algunos se mamaban y otros se cogían entre sí.

Mi Amo estaba cogiéndose a un señor que se veía que lo estaba gozando, pues su verga se desplegaba en toda su extensión y mi Amo se la masturbaba con gran maestría.

Otros señores estaban en una silla, uno estaba sentado y el otro estaba arrodillado dándole una formidable mamada mientras a él, otro le estaba lamiendo el culo con verdadera fruición.

Yo en verdad estaba gozando como perra de la cogida que me estaban dando y de la mamada que yo estaba dando. Cuando los señores eyacularon, de inmediato otros ocuparon sus lugares.

Esto se repitió no se cuantas veces, hasta que mi Amo los alejó de mí y quiso gozarme él solo.

Para esto, me recostó en el diván (bastante ancho, por cierto), y colocándome de lado él se acomodó tras de mí, y levantándome una pierna acomodó su verga y me la dejó ir de un golpe hasta que sentí sus testículos pegados a los míos.

Una vez bien afianzado en su posición, me rodeó con sus manos y acarició mis senos suavemente. Su boca buscó la mía y yo, volteando ligeramente mi cara encontré sus labios.

Los demás señores, ebrios y cansados, se fueron derrumbando en las sillas y se quedaron dormidos.

Mi Amo, que no hacía ningún movimiento, me preguntó entonces:

− ¿Estas contenta reinita?, ¿te sientes bien?

− Me siento perfectamente, Amo. Estoy muy bien.

− Que bueno, putilla mía. Esperaba que así fuera.

Y sin más se durmió con su verga dentro de mí. Yo no tardé en hacer lo mismo.

Desperté sobresaltada pues sentía una angustia sofocante; lo que no era para menos, pues una enorme verga estaba clavada en mi boca y me estaba cogiendo con bastante vigor.

El movimiento despertó a mi Amo, quien aun tenía su verga dentro de mí. Al darse cuenta de lo que estaba pasando, su verga se endureció y la empezó a mover de adentro hacia fuera y me amasaba y pellizcaba los senos.

Todo esto, aunado a la excitación de la mañana, me hizo sentir deseos. Así que me deje llevar y comencé a gemir y moverme como la puta que soy. Las consecuencias no tardaron en llegar, y mi Amo me obsequió un refrescante río de su espesa, abundante y tibia leche, y el señor que me estaba cogiendo por la boca, me regaló un rico desayuno de su rico semen.

Como la estancia de la verga de mi Amo durante no sé cuánto tiempo, me llenó de aire, cuando se retiró yo empecé a expeler algunas ventosidades, las que acompañadas del semen de mi Amo, ocasionaban que se produjera un ruido por demás provocativo.

Mis gemidos y los ruidos producidos por mi culo despertaron a los demás participantes, los que levantándose de sus sitios se aproximaron a mí y me dieron otra pasada antes de que los sirvientes entraran con un desayuno adecuado al momento.

Mi Amo me quitó el collar de perro, dándome un beso y lamiendo los restos de semen que me habían escurrido, me dijo:

− Ahora si, mi reina. Puedes hablar y compartir con nosotros el desayuno y lo que desees decir.

− Gracias mi Señor, solo quiero decir, decirles, que esta para mí fue una fiesta que difícilmente olvidaré. Todos se portaron a la altura y me hicieron gozar como pocas veces he gozado.

Todos aplaudieron y dimos principio al desayuno, que estuvo salpicado de comentarios y chistes alusivos a mi actuación.

Regado generosamente con cervezas y ricos vinos de mesa; y esto aunado a que todos estaban desnudos, hizo que se calentara el ambiente y yo me dejé caer de rodillas y metiéndome bajo la mesa, les hice el numerito de las mamadas, pero ahora los hacía eyacular y me iba tragando el rico elixir que manaba de las rígidas vergas.

Una vez que todos terminaron, me levanté y les agradecí el rico complemento al desayuno que acabábamos de disfrutar.

Aplaudieron una vez más y entonces mi Amo se levantó y me pidió que lo acompañara para que eligiera el vestido que más me gustara para suplir el que me rompió cuándo llegué.

Elegí un vestidito azul muy discreto, unas medias color natural y unas botas negras de tacón alto. Mi Amo me puso un sobre en mi bolsa y me acompañó a la puerta donde dándome un beso me despidió, diciéndome que lo fuera a buscar esa noche, pues quería estar solo conmigo.

Y hasta aquí esta aventura de sumisión y gozo, pues la verdad lo disfruté, y mucho.