Sumisión (3)

La mejor orgía (hasta el momento) en que he participado.

SUMISIÓN (3ª parte)

Por: Andrea delCastillo

Me ordenó que me echara ahí y que obedeciera todas las órdenes de sus amigos, pues querían disfrutarme de la más completa manera.

Paso a describir en forma general a los otros señores que estaban reunidos.

Aparte de ir ataviados con lujosos trajes, casi todos mediaban la misma edad que mi amo. Su aspecto físico era el de esos hombres de negocios que tienen tiempo y dinero para ir al gimnasio y darse masajes.

Un poco ebrios, me fueron rodeando y me examinaron detenidamente. Uno de ellos comentó:

− Realmente es una perra hermosa. Algo pasada de peso pero buena. Y miren la pequeñísima verga que tiene, de seguro jamás la ha utilizado para otra cosa que orinar. Jajaja.

Otro de ellos:

− Lo que es sublime son esas nalgas. Grandes, redondas y aun duras. Y vean ese culo, de seguro admite todo lo que le metan.

Se rieron todos del comentario y otro dijo:

− Pero lo que más me gusta es la boca. Tanto en su forma como en su habilidad. ¿Van a decirme que no nos hizo un trabajo excepcional?

Todos estuvieron de acuerdo en esto y aplaudieron.

Uno de ellos con su verga ya bien parada se acercó a mí diciéndome:

− A ver putilla, dame otra buena mamada, pues quedé con ganas de más.

En tanto, otro se acomodaba tras de mí y sentí como su verga se paseaba por la hendidura de mis nalgas.

Yo me acomodé en el diván quedando arrodillada y dándole la mamada al que la había pedido, acomodando mis nalgas para la inminente cogida.

La verga del señor al que se la estaba mamando, secretaba mucho líquido preeyaculatorio, lo que me excitó y preparó para lo que seguía.

Mi culo estaba ya esperando la embestida del otro señor, pero al parecer él se deleitaba acariciándome las nalgas y paseando su miembro entre mis nalgas y sólo dándome unos excitantes piquetes en el culo.

Otros dos señores se me acercaron con vergas en ristre y tomando mis manos, las colocaron entre ellas. Los empecé a masturbar y sentía como palpitaban esos ricos trozos de carne en mis manos.

De pronto, la verga que estaba acariciando mi culo, penetró violentamente arrancándome un grito; no tanto por el dolor sino por la sorpresa. Como con el grito se me salió la verga que tenía en la boca, varios chorros de semen regaron mi cara y parte de mi cabello.

Esto pareció ser la señal para que la orgía se iniciara, o más bien, se desatara.

¡Puta, puta, puta!, gritaba desaforadamente el hombre que me estaba enculando, que me estaba cogiendo de una manera cruel, despiadada, violenta pero a la vez sensualmente. Su verga, de unas dimensiones bastante grandes, sin llegar a ser desproporcionadas, llagaba hasta el fondo de mis entresijos proporcionándome un placer que pocas veces me habían provocado.

En tanto en mi boca, se aposentaba otra verga también de buenas proporciones que llegaba hasta mi garganta.

Cuando el hombre que me enculaba se retiró del cálido estuche, inmediatamente otro introdujo su gruesa verga; pero como este arreglo no pareció satisfacerlo, se acomodó debajo de mí y haciendo que me acaballara sobre de él, volvió a meterme su poderoso instrumento.

La verga que tenía en la boca ya entraba y salía velozmente, y la sentía a punto de eyacular, cosa que no tardó en suceder.

Mientras el rico, espeso, tibio y abundante esperma corría por mi garganta, el caballero embarraba el sobrante en mi cara y volvía a introducir la aun rígida verga en mi boca. Le extraje otro poco de semen y se retiró.

Mientras, a mis espaldas, se preparaban dos señores para penetrarme. El que estaba acostado y que ya tenía su verga en mi culo y otro que con su verga en la mano apuntaba ya hacia mi multiperforado culo.

Sacando un poco la verga el señor que ya la tenía adentro, dejó espacio para que el otro se acomodara. No sin poco esfuerzo, lograron introducir ambos glandes produciéndome un ligero dolor. Mi boca en esos momentos estaba libre y sólo gemí un poco al momento que se clavaron las dos vergas en mi culo, pero eso fue suficiente para que mi Amo me diera una bofetada y azotara mi espalda con un fuete. Yo cerré la boca y me preparé a recibir lo que viniera.

Ahora, las dos vergas estaban completamente introducidas y mi culo estaba distendido casi al máximo. El dolor ya era soportable, y de hecho, ya estaba yo sintiendo los primeros latigazos de placer, pues es algo fascinante y excitante sentir dos vergas de buen tamaño en el culo, al mismo tiempo.

Mi Amo se acercó al grupo con su verga en un estado de erección tal, que sus venas parecían estallar. Su glande brillante por la distensión de la piel, y rezumando líquido preeyaculatorio en abundancia, se plantó en mis labios, que golosos, se aprestaron a recibirlo.

Mis dos enculadores ya habían tomado su ritmo y mientras una verga se retiraba, la otra entraba hasta el tope.

La escena ah de haber excitado a los otros señores, pues en un momento dado, se acercaron al grupo y me hicieron que tomara sus vergas en mis manos y las masturbara, mientras otro de ellos se acomodaba detrás de uno de mis enculadores (el que estaba arriba de mí), y procedió a meterle la verga.

Esto acicateó a este señor y sentí como su verga aumentaba de tamaño y sus movimientos aumentaban de velocidad.

Mi boca, mis manos y mi culo sentían el estímulo que les estaba proporcionando a los señores y a mi Amo, y yo me encontraba en el paroxismo de la lubricidad. Quería tener otro u otros orificios para que me metieran más y más vergas. Ya no sentía ningún dolor, solo quería recibir y dar placer.

Aquello no podía durar mucho, y como si se hubieran puesto de acuerdo, uno a uno de mis amantes fue llenándome de su espesa leche. Los dos que me enculaban, lo hicieron al mismo tiempo llenando mi oscuro agujero hasta el desbordamiento. El que se estaba cogiendo a uno de mis enculadores se vino antes de que me sacara la verga y eso provocó que me penetrara un poco más. A los que estaba masturbando, les solté la verga en el momento justo y descargaron en mi espalda y mis nalgas. Mi Amo tardó un poco más pero cuando se corrió en mi boca fue, para mí, algo delicioso y refrescante. Alcancé a detener en mi boca toda su leche y la fui tragando poco a poco, saboreándola, paladeándola, disfrutándola. Su sabor lo podría comparar a un jugo de ciruelas o mangos, pues era ligeramente dulzón y un poco ácido.