Sumisas del deseo (1: Inesperado encuentro)
Lo que vais a leer a continuación son una serie de cortos relatos que me narraron algunas personas a través de sus e-mails. Quiero dejar bien claro que yo ni afirmo ni niego la veracidad de tales historias. Cada cual saque sus propias conclusiones. Tan solo me he dedicado a novelar con mayor o menor acierto tales narraciones con el fin de divertirme y haceros pasar un rato caliente y agradable.
Viajo mucho a causa de mi trabajo.
Esa noche en particular estaba festejando el cierre de un negocio muy ventajoso y como de costumbre lo hacia como mas me gusta, en solitario.
Después de visitar una media docena de locales de la ciudad ya estaba moderadamente pasado de vueltas cuando no se como, acabé en un tugurio ínfima categoría.
El antro en cuestión estaba situado en un angosto sótano y a pesar de la poca visibilidad era evidente la mugre y el olor a derrota que allí se respiraba.
No se cuando tiempo llevaría allí, y estaba saboreando un whisky y terminando uno de mis porros cuando de pronto una mujer de edad indeterminada se sentó a mi mesa, a mi lado.
Sin más me abordó y empezó a hablarme.
- Hola, me llamo Patricia, pero puedes llamarme como mas te guste, no me importa, ¿vienes a menudo por aquí?.
Y sin darme tiempo a responder continuó con su charla, inmersa en su mundo privado o en su viaje particular, ajena a casi todo.
- Yo vengo a menudo, vivo muy cerca de aquí. Si vives cerca podría acompañarte a tu casa, mi marido me ha echado y necesito un sitio donde dormir. Es una suerte que este garito no cierre en toda la noche.
No te molestaré, dormiré en el suelo si quieres o podría dormir contigo si lo deseas.
Podrás follarme sin condón o hacerme lo que mas te guste o apetezca.
Hasta cagarte encima de mi si tienes ganas.
Soy una puta, me gusta que me traten como una puta, como a la más tirada de las furcias.
Mientras Patricia continuaba con su cadenciosa letanía llena de barbaridades, y ahora que la tenia mas cerca de mi, pude observarla a placer y descubrí que no tendría mas de treinta años, y que era muy hermosa, aunque era la suya una belleza trágica, cansada, desgastada por la vida que sin duda llevaba llena de vicio y depravación.
No se lo que me decidió a tomar la decisión que tuve, pero me levanté trabajosamente y acepte su invitación.
Imagino que su inusual discurso despertó mi curiosidad y quería comprobar donde y como terminaría la extraña noche.
Salimos a la frescura de la noche y un taxi nos llevó a la suite de mi lujoso hotel.
Es curioso, pero me gustan los hoteles lujosos y los garitos andrajosos.
Una vez en la habitación y sin mediar palabra le dije que se desnudara mientras yo me sentaba en un cómodo sillón y me servía una copa dispuesto a disfrutar con el espectáculo.
Fue breve pero muy morboso, pues Patricia no usaba ropa interior y nada mas quitarse el escotado vestido y los zapatos quedó ante mi como Dios la trajo al mundo.
Tenía un cuerpo casi perfecto, delgado, voluptuoso en las partes adecuadas, y podría haber pasado por una modelo de no ser por los numerosos moratones y cardenales que surcaban su cuerpo.
De pronto sentí deseos de comprobar hasta donde estaría dispuesta a llegar y cuanto de lo que me había contado en el club era cierto y cuanto había de exageración.
Así que me levanté trabajosamente del mullido sillón y bajándome los pantalones le dije:
- De rodillas y abre bien la boca, furcia asquerosa, he bebido mucho esta noche y tengo ganas de mear.
Sin que su rostro mostrara la mas mínima sorpresa o ningún tipo de repulsa, me obedeció de inmediato, incluso diría que por sus ojos pasó rápidamente un destello de placer anticipado.
Me saqué la verga que estaba algo morcillona y acercándola a su boca hasta que quedó a escasos centímetros empecé a descargar en ella toda la carga de orines que había estado destilando durante toda la noche.
Ya los primeros chorros estaban derramándose en su interior cuando la arengué:
- Y procura no derramar ni una gota, este es un hotel respetable y no quiero mancharlo demasiado.
Estuve meándola durante varios minutos, lo pasado que iba y la gran cantidad de alcohol que componían mis meados sin duda contribuían a que mi meada surgiera lenta y cadenciosamente.
Lo que ayudó a que mi puta por esa noche pudiera realizar su tarea sin demasiado esfuerzo, y casi toda la totalidad de mi meada fue a parar a su estomago.
La alucinante escena hizo que mi lívido despertara, es mas me puse a cien, y a pesar de la borrachera conseguí que mi polla se pusiera en un estado de erección bastante aceptable, y sin mas me decidí a follármela.
Me puse un condón, estaba borracho, pero no tanto como para follarme a aquella tirada sin tomar las mas mínimas precauciones, a saber que enfermedades podría transmitirme, dado lo que había oído y visto hasta el momento.
La ordené ponerse a cuatro patas, a lo perro, encima de la alfombra, y poniéndome detrás de ella la penetré por el culo sin ningún tipo de miramiento ni delicadeza.
Un grito mezcla de dolor y placer me corroboró que ella estaba complacida con el trato que estaba recibiendo, es mas, le gustaba.
Así que agarrándole con rudeza de sus largos cabellos castaños a modo de riendas, empecé a bombear furiosamente en su mas que trabajado trasero, aunque sorprendentemente aun conservaba gran parte de elasticidad.
No obstante y para mi desilusión, después de varios minutos supe que no me iba a correr, estaba demasiado borracho para ello, así que decidí terminar la fiesta de otra manera.
De la más depravada de las maneras. Después de que ella hubiera tenido varios orgasmos, a tenor de la forma en que había gemido, la llevé al cuarto de baño y le dije que se metiera en la bañera y se recostara en ella.
Una vez se colocó adecuadamente a mi gusto, me puse de pie a horcajadas encima de ella, abriendo bien las piernas y le dije:
- Me dijiste que podría cagarme encima de ti si me apetecía, ¿no es así?
Pues toma.
Y mientras lo decía empecé a cagarme encima de su estomago.
Esta vez fui muy breve, apenas un ligero empujón y todas mis excrecencias quedaron encima de ella, que se mantenía muy quieta mirándome de forma sumisa con sus grandes y tristes ojos, producto de quien sabe que vivencias y situaciones se los habrían creado.
- ¿Te ha gustado, cerda?
Decidí ir un poco mas allí y le indiqué que se la extendiera por todo su cuerpo como si se tratara de crema hidratante y ella sin vacilar comenzó a hacerlo obedeciéndome sin la mas mínima protesta o señal de disgusto.
En poco tiempo todo su cuerpo hasta el cuello quedo recubierto de mis pestilentes y marrones heces.
- No te olvides de la cara, pequeña furcia- dije de forma autoritaria, pero en tono suave.
Lentamente cogió un poco de la repugnante pasta con sus manos y se la restregó por su rostro, y una vez toda bien recubierta incluso sacó la lengua y se relamió los labios degustando tan repugnante alimento.
- Me alegro que te guste porque esta es tu cama por esta noche, ponte cómoda y no se te ocurra lavarte. Buenas noches.
Y sin más cerré la puerta porque el olor empezaba a ser insoportable, y me dejé caer en la cama.
Debí quedarme dormido de golpe porque a la mañana siguiente, muy temprano, apenas habría dormido unas pocas horas, me desperté completamente vestido de cintura para arriba, tal y como había quedado, y con la cabeza a punto de estallar por la resaca.
Lentamente empecé a recordar los extraños sucesos de la noche anterior y pensé si no habría sido todo un extraño sueño producido por el alcohol y las drogas ingeridas.
Pero entonces vi el vestido de Patricia en el suelo hecho un guiñapo allí donde había quedado.
Entonces abrí la puerta del cuarto de baño suavemente y sin hacer ruido, y allí en la bañera estaba ella durmiendo tal y como la había dejado, en posición fetal y recubierta de mierda , ahora ya toda reseca.
Cerré rápidamente, me vestí e hice el equipaje, afortunadamente era ya mi ultima noche en esa ciudad.
Ahora que los vapores del alcohol se habían evaporado y razonaba con normalidad ,me sentía algo avergonzado de todos mis excesos.
Antes de salir de la habitación, le dejé una pequeña nota diciéndole que podía usar la habitación hasta el mediodía, y adjunté una pequeña cantidad de euros, quizá los necesitara y al menos eso contribuiría a calmar mi culpable conciencia.
Salí de allí, y jamás la he vuelto a ver, pero nunca podré olvidarla , ni a ella ni a la noche mas extraña y morbosa de mi vida hasta este momento.