Sumisa M

Fuí espectador y participante activo en una sesión de castigo a una sumisa por parte de su amo, junto con otros dos desconocidos.

He de confesar que a pesar de que me consideraba un hombre con bastante experiencia, nunca había vivido nada parecido a lo que me sucedió hace ya algún tiempo (se trata de una experiencia real) y que supuso para mi la entrada de lleno al mundo de la dominación.

Todo empezó cuando curioseando por una página local de internet de anuncios gratuitos, en la sección de contactos personales, leí uno de ellos en el que un tal "Amo S" decía buscar 3 hombres con experiencia, discretos y bién dotados (con buenas pollas, decía exactamente) para asistir y participar a una sesión de"castigo y humillación" de su "Sumisa M", durante la cual serían solo espectadores hasta la parte final en la que los 3 se masturbarían y eyacularían sobre la cara de M que estaría arrodillada frente a las 3 pollas. También indicaba que los comentarios obscenos y el lenguaje rudo y vulgar durante la sesión serían bienvenidos.

La verdad es que la idea me excitó y enseguida envié un mail a S proponiéndome para participar y adjuntando, como se pedía en el anuncio, un par de fotos mías, una de las cuales era un buén primer plano de mi pene en plena erección, que había tomado yo mismo días antes mientras una amiga me hacía una mamada estupenda y en el momento en que estaba apunto de correrme, por lo que en ella mi polla aparece espléndida.

Intercambiamos un par de correos y unos días más tarde S me contestó diciéndome que había seleccionado los tres hombres entre las decenas que le escribieron y que uno de ellos era yo. Proponía el encuentro en un piso del centro de Ginebra, ciudad donde resido, equipado para ese tipo de "actividades" y que tendría lugar el martes siguiente a las 8 de la tarde.

Mi experiencia hasta entonces en ese tipo de relaciones dominio/sumisión se limitaba una corta pero muy intensa relación que mantuve hace algún tiempo con una mujer casada de mi ciudad y a la conocí en un chat. Tras hablar bastantes horas por el chat y hacernos todo tipo de confesiones, amparados por el anonimato y también quizás empujados por nuestro deseo de hablar de sexo libremente, ella me confesó sentirse bastante frustrada sexualmente, ya que tenía muchas fantasías que le era imposible satisfacer o experimentar con su marido, el cual es de los de polvete rápido el sábado por la noche, exento de toda pasión, y a ver la tele.

Una de esas fantasías era la sumisión.

Comenzamos a practicarla, de manera virtual primero. Después, cada noche que su marido trabajaba (es vigilante, o agente de seguridad o algo así) manteníamos largas conversaciones telefónicas en las que nos íbamos dejando llevar cada vez más por nuestro juego y durante las cuales nos masturbábamos juntos, ella llegando hasta 5 veces al orgasmo, acariciándose e introduciéndose objetos como yo le ordenaba mientras le describía lo que imaginaba que le hacía teniéndola atada a la cama, y al mismo tiempo la insultaba y humillaba, tratándola, entre otras muchas cosas, de puta viciosa, de furcia calientapollas, de cerda lúbrica...

El ser tratada así le hacía perder el control, la excitaba salvajemente y le provocaba intensos orgasmos.

Por supuesto muy pronto cedimos al intenso deseo de compartir esos orgasmos piel contra piel y, cada vez que podíamos, cuando el cornudo de su marido trabajaba de tarde/noche, ella venía a mi casa y... Pero, me estoy alejando del tema central de este relato, mejor os cuento en uno próximo y con todo detalle como se desarrollaron esos intensos y enormemente placenteros encuentros.

Llegó el martes. A las 7 de la tarde recibí un SMS indicandome la dirección exacta y pidiendo confirmación de mi presencia. Tras responder al mensaje, me dirijí a la dirección indicada y esperé en un bar cercano que fueran las 8 en punto. A esa hora nos encontramos los 3 desconocidos delante del número 36. Llamé al timbre y esperamos. Vino a abrirnos S y, tras un breve saludo, nos hizo pasar y nos precedió por la escalera hasta llegar al piso donde nos esperaba M, su sumisa. Tras rogarnos permanecer en silencio al principio, abrió la puerta y nos invitó a entrar.

M estaba de pié, en el centro del saloncito. Con los brazos levantados y las manos esposadas y atadas a una cadena que bajaba del techo. Casi completamente desnuda, solo vestía medias negras y liguero, botas de cuero tambien negras, con mucho tacón, un pequeño corpiño de vinilo negro y un pañuelo del mismo color que vendaba sus ojos. Durante unos segundos admiré su hermoso cuerpo. A pesar de tratarse de una mujer madura (calculé que de entre 40 y 45 años) tenía unos pechos grandes, tersos y de bonitos pezones que aparecían erectos, excitada, supongo, ante el hecho de encontrarse así, desnuda y atada, frente a 3 desconocidos que ni siquiera podía ver. También tenía unas nalgas firmes que, así expuestas, desnudas, me hacían sentir el deseo de acariciarlas, separarlas con mis manos, hundir mi cara entre ellas y lamer su intimidad (el sexo oral es mi gran debilidad!). Pero el destino inmediato de esas nalgas era muy distinto al de recibir dulces caricias orales.

Frente a ella habían 3 sillas, a solo un metro de distancia y, a su lado, un sillón. Tras despojarnos de nuestras chaquetas, los 3 invitados nos sentamos en las sillas, en silencio, admirando esa hermosa hembra y empezando a excitarnos.

S dijo unas palabras al oido de M, susurrándolas, a las que ella contestó, con voz muy suave... "Si, amo".

S, tras desenganchar de la pared la cadena que mantenía a M con los brazos en alto, abrió las esposas que aprisionaban sus manos y le dijo... "Sumisa, arrodíllate."

Ella obedeció de inmediato, quedando arrodillada frente a nosotros, con las piernas ligeramente abiertas. S tomó entonces una fusta de las de montar a caballo y, dándole golpes en el trasero, obligó a M a gatear ante nosotros, a exhibirse a 4 patas a esos 3 hombres que la admiraban y que se estaban excitando, mientras le decía... "Despacio sumisa, levanta bien el culo, muestralo a estos señores, que sus pollas se pongan bien duras de ganas de romperte ese culo de zorra..." Y la verdad es que ciertamente esas pollas empezaban a endurecer ante el espectáculo! O, al menos, ese era mi caso.

Seguidamente S tomó asiento en el sillón, ordenó a M ir hacia él y la colocó sobre sus rodillas, boca abajo. Le hizo apoyar las manos y los piés en el suelo para, de esta manera, liberar sus piernas del peso de la mujer, a pesar de que esa postura debía de resultarle un tanto penosa a ella.. S nos pidió acercarnos y que 2 de nosotros sujetaran a M, cada uno por un tobillo, estando las piernas separadas. Yo sujeté el tobillo derecho y, al agacharme para hacerlo, quedé situado justo delante y muy cerca de ese trasero magnífico y del sexo de la mujer, un coñito que aparecía apetitoso y que con gusto hubiera lamido inmediatamente, al verlo así tan cerca, depilado, levantado, semiabierto y ya un poco húmedo de deseo.

Entonces M le dijo a su sumisa... "Vamos a calentar un poquito este culo..." Ella gimió y, como rogando la llegada del anunciado castigo, tensó las piernas y los brazos haciendo que el trasero le quedara más alto, más accesible. Entonces S empezó a azotar esas nalgas de una manera que demostraba que no era, ni mucho menos, la primera vez que lo hacía. Con la palma de la mano bien abierta, la mano se movía deprisa, azotando una nalga y pasando inmediatamente a la otra, fuerte, con violencia, provocando que la piel enrojeciera, dejando la marca de la mano a cada azote y haciendo gemir, no sé si de dolor o de placer o de una mezcla de los dos, a la propietaria del culo.

Los azotes no cesaban y las nalgas de M estaban completamente rojas. Al mismo tiempo, cada 3 o 4 azotes, S se dirigía a su sumisa diciéndole frases como... "esto es lo que merceces, perra, así es como se ha de tratar este culo, por puta, por ser tan zorra..."

Yo nunca había presenciado así, en directo, justo delante de mí, nada parecido. Aunque es cierto que había dado algunos azotes a mi antigua amante sumisa, de la que hablé anteriormente, nunca fueron mas de 4 o 5 seguidos y dados con menos violencia y solo para acentuar alguna de las órdenes que le daba. No lo podía creer pero, el presenciar ese castigo, ver esas nalgas agitarse a cada golpe y el oir los gemidos de la mujer me estaban excitando enormemente y ya sentía mi pene endurecer y abultar dentro del pantalón.

Incluso sentía el deseo de azotar yo también ese culo, de hacer gemir a la mujer con mis azotes.

Al cabo de unos (largos) minutos, S, bastante agitado y algo sudoroso por el enorme esfuerzo que acababa de realizar, cesó los azotes y nos pidió volver a tomar asiento. Volvió a ordenar a M que se arrodillara y esta, por supuesto, obedeció y quedó de nuevo frente a nosotros arrodillada, gimiendo y con la respiración muy agitada. Entonces vi que algunas lágrimas resbalaban por sus mejillas.

Tras permanecer un minuto o dos inmovil, S se levantó y tras encender un cigarrillo (¿Se habrá corrido mientras azotaba a su sumisa? me preguntaba yo) dió una nueva orden a M: "...sumisa, dirígete hacia nuestros invitados, abre sus braguetas, baja sus pantalones, libera sus rabos y pajéalos. Demuestranos lo puta que eres, lo mucho que te gusta una polla y lo bien que sabes hacer para que se pongan duras..."

El invitado sentado en la silla mas cercana a M, era yo. Se acercó gateando, tendiendo una mano hacia adelante, tanteando, buscándome, ya que aún tenía los ojos vendados y guiada por los golpecitos de fusta que su amo le iba dando en el trasero. Finalmente llegó a mi, me bajó la cremallera del pantalón y soltó el botón. Introdujo la mano y tocó mi pene, lo liberó del pantalón y acarició, gimiendo, sintiendolo crecer en su mano y apretándolo más, empezando a hacerme una paja con maestría. Yo me incorporé un poco, muy excitado, para hacer bajar el pantalón hasta las rodillas y así poder liberar completamente mi sexo. Entonces M pudo aplicar sus caricias a todo mi pene y a mis testículos, tocándome los huevos cada vez que su mano bajaba por el tronco de mi polla erecta. Y gimiendo, susurrando lo rica que sentía mi polla y lo caliente y gorda que la notaba en su mano.S hizo un comentario, dijo, dirigiéndose a su sumisa, algo así como... "que puta te ves arrodillada y sobando esa polla! Seguro que te encantaría mamarla ¿verdad? te mueres de ganas de comerte ese rabo y lamer esos huevos ¿no es así? A lo que ella contestó... "Si, amo, desearía metérmela en la boca y chuparla ¿puedo hacerlo? ...amo, por favor...".

¿Os podeis imaginar hasta que punto me estaba excitando con semejante situación?!

Tener a una mujer como ella, ardiente y supurando deseo por cada poro de su piel, arrodillada frente a mi, haciéndome una paja deliciosa, acariciándome los huevos y bajando un dedo hasta rozar mi ano, haciéndolo, como digo, con maestría, y... suplicando poder chupármela!

Entonces S le ordenó pasar al siguiente invitado. M repitió la misma operación que conmigo con los otros 2 desconocidos y, como se le había ordenado, nos dejó a los 3 con las pijas afuera y bastante tiesas.

Acto seguido, vino la nueva orden del amo: le ordenó subir al sillón y ponerse sobre él a 4 patas, de espaldas a nosotros, apoyando los brazos en el respaldo y las piernas en los brazos del sillón, de manera que el culo le quedó levantado y las piernas separadas, dejando bién visible también su coño, que se veía brillar de lo mojado que estaba. Entonces sacó de un cajón un pequeño consolador, lo untó de vaselina y, sin más preámbulo, lo introdujo unos 4 o 5 centimetros en el ano de M. Ella lanzó un gemido y levantó mas el culo, mostrando más y más abierto su empapado coño. Nosotros no dejábamos de pajearnos. Nos meneábamos las pollas observando el espectáculo y las teníamos ya erectas y duras.

Entonces vino la gran sorpresa de la noche.

M, tras pajear un rato el culo de su sumisa con el consolador (sin proporcionarle ninguna otra caricia al mismo tiempo pero acompañando la penetración anal de palabras humillantes) cesó el movimiento y, dejándole el vibrador metido en el culo, se dirijió de nuevo al cajón de antes y sacó una cajita de preservativos. Nos dió uno a cada uno y nos dijo: "Follaos a esta perra, metérsela entera en el coño, pero no os corrais, necesitamos toda vuestra leche para mas tarde".

Casi no nos lo podíamos creer!

El anuncio al que contestamos ponía claramente que seríamos solo espectadores y que no habría ningún contacto pero ahora se nos permitía, incluso se nos pedía, follar con esa espléndida hembra que tanto deseo despertaba en nosotros desde hacía ya un buén rato.

Uno tras otro nos colocamos el preservativo y penetramos a M. Cojiéndola desde atrás, como a una perra. Yo fuí el segundo en hacerlo, solo durante unos minutos, como nos sugirió S, para excitarnos al máximo y poder ofrecer después una buena ducha de esperma a esa zorra, ya que era ese el objetivo final de la reunión. Mientras la follábamos, con cada uno de los empujes, introducíamos más el consolador del culo, que cada vez tenía más adentro.

Hasta ese momento nosotros, los invitados, habíamos permanecido practicamente en silencio todo el tiempo pero,empujados por la excitación que sentíamos, empezaron a oirse gemidos y comentarios. He de admitir que yo era quién más palabras decía. Y también eran mis comentarios los que más parecían gustar y excitar, no solo a la sumisa, sinó también a su amo el cual, con una mirada y un movimiento de cabeza, me animó a seguir hablando. Entonces, mientras el tercer invitado (que, por cierto, tenía una polla gordísima! corta, unos 12 cm. pero super gorda) la follaba, me cocloqué justo al lado de M y, dirijiéndome a ella, empecé a hablar: "...se nota que le gusta sentir un buén rabo en el coño a esta puta, oidla gemir, que guarra viciosa! Miradla, follada por un desconocido, con ese consalador metido en el culo, observada por todos... Nos gusta follarte, furcia, así, a cuatro patas, como la perra que eres, y te vamos a escupir toda nuestra leche caliente en tu cara de guarra, lo estás deseando ¿verdad? zorra! así, gime, siente ese rabo llenarte el coño..."

El efecto que hicieron mis palabras en todos nosotros fué extraordinario. M gemía como una posesa mientras el bestia de la polla de burro se la follaba, el cual perdió el control y, tras bombear 3 o 4 veces más fuerte, se corrió. El otro invitado y yo no cesábamos de pajearnos y teníamos las pollas tiesas y gordas como mástiles, deseando que llegara el momento de poder corrernos sobre la mujer, y S se acariciaba la polla sobre el pantalón, dejando ver, por vez primera, su excitación al ver a su sumisa poseida, y ahora también insultada, por desconocidos.

S recuperó el protagonismo que me había cedido durante unos minutos y tomó de nuevo el mando.

Mientras el follador de la polla tipo butifarra se quitaba el condón y se limpiaba esa especie de morcilla negra, gorda y corta con un pañuelo de papel, M recibió la orden de bajar del sillón y arrodillarse de nuevo.Entonces tuvo lugar una corta conversación entre amo y esclava:

S - Sumisa, dime ¿te has corrido mientras te follaban o me lo ha parecido a mi?

M - Me he corrido, amo, si...

S - ¿Te autoricé yo a correrte?

M - No, amo.

S - Sabes muy bien, guarra, que no debes hacer nada sin que yo te autorice previamente ¿verdad?

M - Si, amo.

S – Maldita puta desobediente, mereces ser castigada...

S volvió a cojer la fusta y empezó a golpear con ella el trasero de la sumisa mientras, con la otra mano, le quitaba el pañuelo que vendaba sus ojos y nos pedía que nos pusiésemos mas cerca. Los chasquidos de los golpes de la fusta contra el culo de la sumisa resonaban en el piso. Ella ahora podía vernos, estábamos los tres de pie a solo un metro, pero ella mantenía la mirada baja y soltaba un quejido leve a cada golpe.

Entonces S dijo: "...mira esas pollas, levanta la mirada. Sé que te gustaría metértelas en la boca, una tras otra, hasta hacerlas llenarte la garganta con su leche, lo sé porque sé lo puta que eres. Pero no va a ser así. Has sido mala y desobediente, así que no probarás ninguna de ellas..."

M gemía sintiendo los golpes que no cesaban y oyendo las palabras de su amo, que prosiguió: "...pero estos señores merecen también correrse, así que abre las piernas, échate hacia atrás y acariciate el coño, pajealo metiéndote los dedos de manera que mis amigos vean lo guarra que eres y se exciten hasta vaciar la carga que almacenan en sus cojones sobre tí."

En ese momento, nos acercamos. La situación era una de las mas excitantes que nunca había vivido!

Nos encontrábamos los 3 desconocidos a pocos centímetros de la cara de la sumisa, la cual nos miraba y gemía de placer pajeándose el coño con sus dedos, suspirando y mirando con ojos vidriosos nuestras pollas, erectas, grandes y duras (salvo el de la morcilla, que la tenía flácida puesto que se había corrido pocos minutos antes, pero compensaba el fallo aportando morbo a la mujer meneando ese pedazo gordo de carne) que nos meneábamos fuerte, dejándonos ir a nuestro deseo, acercándonos cada vez mas a ella, que no cesaba de meterse los dedos enteros en el coño y, después, el consolador que su amo acababa de entregarle.

Ella se corrió de nuevo y oir sus gemidos y verla retorcerse de gusto delante de nosotros hizo subir nuestra excitación hasta el punto de perder el control y, poniéndonos muy cerca de su cara, a solo unos pocos centímetros de su boca, casi al mismo tiempo, empezamos a lanzar sobre su cara chorro tras chorro de nuestro esperma que, al estar ambos tan excitados, salió con una fuerza y en cantidades extraordinarias.

Mi placer era indescriptible y acompañaba mis gemidos con palabras dirigidas a M, a esa hembra que, arrodillada ante mi, recibía mi eyaculación "...toma mi leche, puta sumisa, así, cerda, sobre tu cara de guarra...".

M recibió nuestra leche sobre la cara, el pelo, el pecho, y los chorros resbalaban sobre ella, desde la frente sobre sus ojos, la nariz y la boca, sobre sus pezones erectos y goteando sobre el vientre y los muslos. Acarició sus pechos mojados apretándose los pezones mientras nosotros aún nos pajeábamos, ya más despacio, saboreando aún ese magnifico orgasmo, recuperando la respiración y sintiendo nuestras piernas temblar de lo agusto que nos acabábamos de correr.

Cuando nos recuperamos, S nos sugirió que nos vistiéramos e indicó a su sumisa: "...ahora no te muevas, no muevas ni siquiera un dedo. Quédate así, ya te diré cuando te puedes levantar, cuando te puedes limpiar.Antes me voy a despedir de nuestros invitados, los cuales guardarán esta imagen tuya, viéndote ahí, en el suelo, tirada, con el coño abierto y los chorros de esperma resbalando por tu cuerpo de perra furcia. No te muevas."

Y así lo hizo. M, quedó como paralizada, el único moviemiento que se podía percibir en ella era el de su respiración. Permaneció arrodillada, con la cabeza agachada y chorreando esperma hasta que nos marchamos. Una vez vestidos, S nos acompaño a la puerta donde nos despidió con un apretón de manos, sin palabras.

Al día siguiente, recibí un mail de S agradeciendo mi participación y mi iniciativa la noche anterior y preguntándome si estaría dispuesto a participar en una próxima sesión.

Imagino que nadie tiene ninguna duda sobre cual fué mi respuesta.

Como en anteriores ocasiones, os agradezco el haberme leido.

Saludos.

antalicge@hotmail.com