Sumisa en su casa
Segundo encuentro con la chica del chat. Esta vez en su casa.
En los siguientes días, a través de Whatsapp fuimos comentando el encuentro, sensaciones, expectativas, etc.
En dichas conversaciones, fueron apareciendo de nuevo los objetos que dejan los visitantes en sus estancias en hoteles: esposas, pequeño látigo, preservativos lo que más, etc.
Unos días después, coincidió que una tarde su hijo iba a estar con el padre y que yo tenía un hueco en el trabajo, por lo que nos citamos en su casa. Yo sabía en qué zona estaba, aunque me explicó cómo llegar hasta ella. Era una calle tranquila, con poco tránsito.
Habíamos pactado unas condiciones y unas situaciones. Durante el relato veremos si se fueron cumpliendo.
Ella sabía la hora aproximada de mi llegada. Tenía que estar al tanto. Sabía que iría en moto (lo sabía desde antes del primer encuentro), ya que siempre voy con ella, porque me gusta más y porque el aparcamiento está imposible en esa como en otras muchas ciudades.
Cuando oyera el inconfundible ruido, tenía que prepararse tal como habíamos quedado.
Llego al lugar con las indicaciones que me ha dado, no tenía pérdida. Consigo aparcar la moto no sin alguna dificultad. En coche habría tardado un buen rato más, aunque eso quizás habría aumentado su impaciencia.
Llamo al interfono de su piso, al cabo de pocos segundos, suena el característico sonido de apertura de la puerta.
Subo lentamente, eso si, para aumentar su impaciencia. Es una finca antigua sin ascensor, cuando voy por el segundo piso, oigo cerrarse la puerta de entrada de su piso. Puede ser por arrepentimiento o por alguna corriente de viento. Cuando estoy por contactar por whatsapp, la puerta se abre de nuevo con lo que se disipa la duda, era debido al viento.
Decidí que pasara un poco de tiempo desde que escuché la puerta que se abría de nuevo para aumentar la ansiedad del momento.
Ya había llegado a su piso. El momento había llegado. La puerta estaba entornada, tal como habíamos quedado. La fui empujando lentamente, entré y cerré la puerta tras de mí.
Estaba en el recibidor/distribuidor. Eché un vistazo a mi alrededor. A mi izquierda, se encontraba la cocina, enfrente al final de un pequeño pasillo, se veía el baño. Desde mi posición, se veía al lavabo con su correspondiente espejo. Indagué con la vista y a ambos lados de lo que era el baño, se intuían lo que debían ser los dos dormitorios. Más tarde ya comprobaría de quién era cada cual.
He dejado para el final, lo que tenía más cerca, entrando a la derecha estaba la sala de estar con la tele y un sofá además de otras pertenencias. En el centro de dicha sala, estaba ella completamente desnuda, de rodillas, la cara apoyada en una almohada y el culo bien en pompa. Un antifaz cubría sus ojos. A su derecha se situaba el mencionado sofá. Encima de él, había dejado preparadas unas esposas y un pequeño látigo de cintas de unos 15 o 20 cms de largo.
Pausadamente, di unas vueltas alrededor de ella para observarla bien desde todos los ángulos. Se le notaba intranquila, o quizás era excitada por atreverse a algo así en una segunda cita. Dejar su casa a expensas de un “casi” desconocido.
La reflexión es: ¿Qué me iba a llevar de allí? Lo más valioso y excitante lo tenía enfrente y ese era el motivo de mi presencia allí.
Me agaché para rozar su piel con mis dedos, recorriendo su espalda de arriba abajo, llegando a las nalgas. Las separé, para observar su oscuro agujero y llevar mi vista hasta los labios de su chocho…se veían brillantes y húmedos, imagino que fruto de la incertidumbre de la situación.
De repente, sin previo aviso, cambié la caricia por un azote en su nalga derecha, prosiguiendo de nuevo la caricia hasta un azote en su nalga izquierda. Se le veía agitada pero deseosa de seguir.
Comprobé con mis dedos la humedad que se veía a simple vista, los olí y le hice probar sus propios jugos que chupó con fruición. Seguía en cuatro patas, me acerqué al sofá y cogí las esposas que ella había dejado antes de mi llegada. La hice incorporar ligeramente para colocárselas y que volviera a la posición anterior.
Seguidamente, cogí del mismo sofá el otro objeto proveniente de los olvidos en hoteles, el ya comentado látigo de unos 15-20 cms con una terminación de varias tiras cortas de cuero. Lo deposité sobre su espalda, rozando suavemente su piel, desde la nuca hasta las nalgas. Este recorrido tanto en este sentido como en el inverso, se repitió varias veces. De repente, separé el látigo de su piel y cayeron dos azotes en cada nalga. Me gustaba notar su temblor por la situación y la excitación del momento.
Recorrí con el mango del látigo el espacio que separa sus nalgas. Lo apoyé en la entrada de su ano, presionando de forma suave. Bajé hasta la raja de su chocho y empecé a masturbarla con el mango. Ayudé con mi otra mano acariciando su clítoris.
Si habéis leído el otro relato, sabréis que es multi-orgásmica y que sus orgasmos se suceden a los pocos minutos. Cuando vi que empezaba a convulsionar, llevé mi mano llena de flujos a la entrada de su ano y presioné con mi dedo pulgar en pequeños círculos. Entro sin mucha dificultad, por la relajación de su orgasmo y la humedad de mi dedo usando sus propios flujos.
Cuando se hubo repuesto del reciente orgasmo, aunque sin dejar pasar demasiado tiempo, ya que me encanta ver como encadena los orgasmos, la hice tumbar en el sofá y poniendo sus piernas sobre mis hombros, la comí entera recorriendo su raja por dentro y por fuera, desde arriba hasta abajo, deteniéndome en su clítoris, sorbiéndolo. Sin dejar de ocupar su ano con mi dedo pulgar. Cuando separaba mi lengua de su chocho, era para dar palmadas en su raja. Con todos estos toqueteos, tuvo un nuevo orgasmo.
Momento que aproveché para que se incorporara, para llevarla hasta su habitación. Era la del fondo a la derecha.
Allí, se tumbó de espaldas en la cama y nos pusimos a follar con la posición más clásica de todas, la del misionero. A los pocos minutos, la cambié de postura para dejarla en cuatro patas con las tetas colgando, tenía ganas de notar en mis manos, el temblor de sus nalgas con los azotes.
Y así, entre azotes en sus nalgas, y fuertes sacudidas bien cogida por la cintura, descargué una buena corrida en su interior.
No es la última aventura con esta chica multi-orgásmica. En cuanto disponga de algo de tiempo, seguiré relatando los siguientes encuentros.