Sumisa

Tengo ganas de convertirla en una adicta a mis juegos. Empapo un dedo en su flujo. Lo meto en su culo. Lo meto con brusquedad. Su gemido no sé si es producto del placer o del dolor.

-Tu serías capaz de tratarme como tratas a las otras?

-Sí. Con algún matiz. Tendríamos que hablar.

-De qué?

-De lo que realmente te gusta. Me lo contarías?

Estamos desnudos en la cama. Boca abajo. Tiene la cabeza entre los brazos. Acaricio su pelo, su piel desnuda.

-Me daría vergüenza.

-Lo disfrutaré por partida doble.

-Sí, sabía que me lo dirías.

-Ja, ja. Nuestra vejez…

Paso la mano por su cuerpo. Recorro sus piernas. Me paro en su culo, lo amaso. Meto la mano entre sus piernas.

-Ja, ja. Sí.

-Cuéntame que te gusta. Qué te calienta.

-Y si  no quiero?

-Creo que nunca te he obligado a ser o hacer lo que  no quieres.

Abre las piernas para facilitarme el acceso cuando estiro el brazo para acariciarla. Me gusta encontrarla húmeda. Con mis dedos recorro su raja.

-No sé porqué te lo he preguntado.

-Eres así.

-Así cómo?

-Curiosa. Morbosa. Caliente.

Me gusta encontrarlo hinchado por el placer. Lo acaricio despacio. Me gusta sentir su textura, su humedad, su calor…

-Estás muy seguro.

-Sí.

-Sí estás tan seguro porqué no me cuentas tu lo que me gusta?

-Porque me resulta más interesante que me lo cuentes tu, incluso con matices. Lo que te gustaría, por lo que sientes curiosidad, incluso aunque creas que no te atreverías.

Cuánto tiempo podría estar acariciándola? Mueve su cuerpo para acomodarlo más a mis caricias.

-Porqué nunca lo has intentado? Nunca te he negado nada –me pregunta.

-Lo sabes. Quiero que me lo regales. Que me lo ofrezcas.

-Te lo hubiese dado.

-Quiero que tú lo quieras.

Levanta las caderas para hacer que pueda entrar más en ella. Sigo con las suaves caricias, quiero hacer que realmente lo desee.

-Lo quiero.

-Ja, ja. Lo sé. Pídelo. Regálamelo.

  • No juegues conmigo.

-Es parte del placer que los dos sentiremos.

Gime con suavidad.  No creo que sea por las caricias,  no han cambiado de intensidad. Es su mente quien se las procura, sugiriéndole las imágenes de lo que le puedo hacer.

-Qué me harías si yo no te pusiese límites?

-Tienes que ponerlos… aunque luego los amplíes. Aún no estás preparada para todo.

-No quiero poner límites, confío en ti.

-Lo sé. Sabes que no te dañaría.

Mueve las caderas buscando un mayor contacto en las caricias. Siento su humedad aumentar.

-Y si te pido que me hagas daño?

-Sería parte del placer.

-Pellízcame, suave, déjame probar.

-Así?

Gime al sentir el pellizco en su vulva. Veo su boca abriéndose. Su mirada de deseo. Sonrío al comprobar como concentra su atención en el nuevo placer que le procuro.

-Quieres hacérmelo más fuerte?

-Voy a vendarte los ojos.

-Sí.

-Después te ataré las manos a la espalda.

Baja las manos y las pone a los lados de su cuerpo. Gira la cabeza y dejo de ver su cara. Llevo sus manos a la espalda sin oposición. Le coloco unas esposas en una muñeca.

-No me ates por favor.

-Las mantendrías tu en la espalda?

-Te lo prometo.

-Te lo prometo amo.

Vuelve a girar la cabeza y me mira. Veo en su mirada que sopesa lo que le estoy proponiendo. Me gusta su mirada.

-Te lo prometo amo.

-Me gustas.

-Gracias amo.

-Ya me las darás luego.

Me gusta como se mete en su papel. No me mira. Mantiene la mirada baja. Veo como mueve las manos tratando de acomodarlas, en una de ellas la esposa.

-Qué va a hacerme?

-Tengo que contestarte?

-No, claro que  no.

-Eso está mejor.

Dudo. Tengo ganas de ver su orgasmo. Tengo ganas de impedirle tenerlo. Tengo ganas de mantenerla excitada mucho más de lo que ella desearía. Sé que después se correrá como nunca. Tengo ganas de convertirla en una adicta a mis juegos. Empapo un dedo en su flujo. Lo meto en su culo. Lo meto con brusquedad. Su gemido no sé si es producto del placer o del dolor.

-Me ha hecho daño.

-Y también te ha gustado.

-Sí.

-Me gusta tu entrega.  No te has quejado.

Veo su cuerpo moviéndose tenso, despacio, con cuidado, como tratando de disimular que lo hace. Lleva sus manos a las sábanas para agarrarlas. Tengo ganas de decirle que puede moverse pero me gusta su tensión. Acaricio su vulva. La siento mojada, muy mojada. Meto dos dedos en su coño. Gimes. Tres. Me cuesta. Cuatro. Tengo que forzarte.

-Áteme las manos,  no sé si resistiré.

-Lo prefiero, así te puedo forzar un poco más.

  • No me hará daño, no?

-Sí, ya te lo estoy haciendo y lo estás disfrutando.

Me sorprende que no sienta vergüenza. Está muy caliente. Por eso? Levanta el culo. Lo echa hacia atrás. Buscando mis dedos. Los hundo más. Veo la respuesta en sus riñones. Hundiéndolos. Levantando la grupa. La follo con los dedos, despacio. No tengo prisa. Sepultándolos. Clavándolos. Sumergiéndolos. Abre las piernas. Está a punto. Saco los dedos.

-Cabrón –me dice apretando los dientes. Me hace sonreír. Aún no hemos empezado.

Le doy una nalgada en el culo que mueve esperando. Creo que sabía que no le iba a dejar correrse con tanta facilidad. Aún así sigue moviendo sus caderas buscándome. Le llevo las manos a la espalda. Las esposo de nuevo. Las mueve para comprobar cuanto le limita. Me gusta su cara ladeada sobre la cama. Gime bajito. Le sonrío. Me mira “enfadada” por negarle el placer.

-Voy a amordazarte. Así podrás gritar si te apetece sin armar un escándalo.

Abre la boca para que le ponga una bola de mordaza. Tiene que abrirla más de lo que creía. Trata de hacerme notar que le van a doler las mandíbulas pero es demasiado tarde. Lo veo en su mirada pero no le hago caso. Le paso la mano por el culo acariciándolo. Lo echa un poco más para atrás para notar mejor la caricia. Empujo con los dedos que tengo dentro de ella al tiempo que le doy el primer azote en el culo. Oigo un sonido a través de la mordaza.  No distingo si es placer o dolor.

-Hunde los riñones. Quiero que hagas resaltar más tu culo. Quiero verlo. Disfrutarlo.

Me gusta como sigue mis instrucciones. Me gusta que quiera que disfrute. Muy propio de ella. Sigo tentado a acariciarla pero ya lo haré luego, cuando la haya castigado un poco más. Aún es pronto.

Le doy otro azote. Un poco más fuerte. Oigo el gemido apagado por la mordaza. Miro como la marca roja de mi mano aparece en su culo. Saco la mano de su cuerpo y gimes lastimeramente. Creo que preferirías que siguiera dentro.

Le coloco un collar de perra en el cuello. Le engancho una correa. Tiro de la correa para levantarle la cabeza y mirarla. Me gusta ver el deseo en sus ojos. Unos hilos de saliva caen desde tu boca.

-Estoy pensando en hacerme una paja y correrme sobre ti. Donde preferirías que lo haga?

Trata de contestarme pero la mordaza le impide contestar. Con los ojos trata de señalarme pero hago que no le entiendo.

-Tal vez te gustaría que me corriese en tu coño porque luego te podrías poner el tanga y tapar un poco tu olor a semen, porque se me ha olvidado decirte que volverás a tu casa sin lavarte, para que sientas todo el día mi leche reseca. O tal vez prefieres que me corra en tu vientre, para que se acumule en tu ombligo, para que escurra hacia tu coño.

Comienza aceptando mis ideas y conforme avanzo a explicarle las siguientes opciones empieza a negar cada vez con más insistencia.

-Tal vez prefieras que me corra en tu culo para no ver ni cuanto ni donde estás manchada. Ya sé, prefieres que me corra en tus tetas para que el olor te llegue a ti y a todo el que se te acerque. También puedo correrme en tu pelo, tal vez se vea menos pero tal vez huela un poco más.

Niegas con vehemencia.

  • Otra opción y creo que me gusta más es correrme en tu cara, simplemente para que después me cuentes que has sentido cada vez que alguien se cruce contigo y lo que creas que han pensado al ver los manchurrones de tu cara. Ah! Temes que tus padres puedan verte. Ellos seguro que si saben lo que te ha ocurrido, no creo que tu padre nunca se haya corrido en la cara de la puta de tu madre.

-Espera, te voy a quitar la bola porque no entiendo lo que quieres.

-Prefiero que te corras en mi coño –me dice en cuanto siente libre la boca.

-Pero entonces demostrarás poco tu sumisión.

En ese momento se queda muda, sorprendida por mi idea.

-Dónde quieres llegar? –Me pregunta.

-Quiero que al llegar a tu casa saludes a tu madre con un beso cariñoso para que le des tiempo a que no tenga dudas que ese olor que llevas es semen.

-Yo… no creo que pueda.

-Quiero que lo grabes con el móvil, no quiero perderme ningún detalle de la cara de tu madre cuando se de cuenta que su hija es tan puta como ella.

-Cuando le dijiste puta a mi madre y ahora he sentido un pinchazo de gusto en el coño, qué me pasa?

-Tal vez estás descubriendo tus deseos profundos.

-Puede ser. No me importa que me exhibas en púbico aunque me hagas pasar un poco de verguenza, pero no sé si quiero que mi madre o mi familia sea cómplice.

-No tengo intención que tu familia sea cómplice, creo que tu padre estropearía nuestro juego, tus hermanas no me seducen, pero tu madre sí. Aunque se haga la madre digna, no te voy a decir porqué pero sé que es una puta caliente.

-No me gusta que pienses eso de mi madre, aunque me pone caliente cuando jugamos, pero y si te equivocas?

-No me equivoco.

-Está bien. Te he visto demasiadas veces ir directamente por la que sabías que le iba a ir tu juego, cómo lo sabes? Porqué lo sabes?

-Deja de preocuparte por eso y grábala bien. Cuando lo hayas hecho y veamos sus reacciones puede que te cuente algo.

-Quieres correrte ya?

-Tienes ganas de ir a tu casa y hacer que tu madre vea y huela el semen que vas a llevar?

-No, tengo ganas de ver su cara y que me expliques que sabes de ella.

-Arrodíllate entonces y haz que me corra.

Sale del coche camino a su casa mirando el suelo. Al entrar en el bloque me mira un instante y mueve la cabeza para apartar su pelo de la cara y despejarla.