Sufriendo a manos de la novia de mi Amo.
Hacía un tiempo que me había venido a este país para convertirme en la esclava de mi Amo A. Desde entonces, mis días transcurrían entre ser humillada y ser usada al antojo de mi Amo. Desde hace poco, consiguió novia, y eso sólo ha contribuido a más humillaciones y más castigos, merecidos o no.
Hacía un tiempo que me había venido a este país para convertirme en la esclava de mi Amo A. Desde entonces, mis días transcurrían entre ser humillada y ser usada al antojo de mi Amo. Desde hace poco, consiguió novia, y eso sólo ha contribuido a más humillaciones y más castigos, merecidos o no.
En la tarde de hoy hay un partido que mi Amo verá con sus amigos, y yo tengo que servirles y atenderlos. Estoy desnuda, por supuesto, con mi collar y mi cadena colgando. Tengo una cofia de sirvienta, y la bandeja fue mandada a hacer especialmente por mi Amo. La base de madera queda justo debajo de mis tetas, y encima tienen un palo de madera que presiona mis tetas desde arriba, con unos tornillos que hay a los lados. La parte de adelante tienes unas cadenas que se ensartan en la argolla de mi collar. En mi concha unas bolas chinas, y en mi culo en plug anal que en la base tiene tallado "puta de A."
Sus amigos ya se acostumbraron a verme así, y a que mi Dueño me trate como su puta, su perra, su animal o lo que se le ocurra. Así que voy y vengo de la cocina a la sala llevando lo que me piden: pasabocas, hielo, vasos. Cada vez que me acerco a la sala, mi Amo y sus amigos saben que son libres de tocarme y manosearme a su antojo, y que cuando acabe el partido yo estaré disponible para ser clavada por todos.
Yo, por supuesto, estaba completamente caliente. La mezcla de la humillación de ser exhibida así, de tener que atenderlos, del dolor de mis tetas, mis agujeros llenos y todos manoseándome como una puta sin derechos, hacia que mi concha estuviera empapada.
Durante el último tiempo del partido, me gritó mi Dueño que el timbre había sonado, que me apresurara a abrir porque era mi Ama. Yo no lo pensé dos veces, me solté de las manos que me tocaban y salí corriendo hacia la puerta. Al abrirla, vi a mi Ama de pie afuera, con una cara nada amigable.
¿Por qué te demoraste tanto, perra? - y ¡zas! una cachetada.
Perdón, Ama, es que con el ruido y los gritos no escuché el timbre y... - sin dejarme continuar, me lanzó otra pregunta.
Y ¿Por qué no has besado mis pies? ¿Se te olvidó saludar correctamente?
Lo siento, Ama, es que la bandeja no me lo permite, pero ya me la quito y...
Entró a la casa, agarró mi cadena y empezó a caminar hacia la sala con paso firme, conmigo detrás tratando de no caerme por la sorpresa del tirón. Llegó a la sala y saludó a mi Amo con un beso en la boca y a sus amigos con uno en la mejilla, mientras yo sólo la seguía, halada por la cadena. Me soltó y me dijo:
- Quítate la bandeja y te pones boca arriba a los pies de ese sillón, rodillas dobladas y separadas. Ya veo que tú sólo aprendes a las malas. - Y se dio la vuelta y entró al cuarto de mi Amo.
En ese momento mi Dueño suelta una carcajada y sólo dice:
- Quién sabe qué hizo la perra ahora para enojarla así. ¡Amor! Por favor, no la vayas a dejar muy maltrecha que queremos usarla luego del juego.
Mi Ama ya regresaba del cuarto, con una fusta en la mano, un par de pinzas de agarre fuerte, y una mordaza de anillo. Yo ya me había quitado la bandeja y estaba en la posición que me había ordenado. Yo intenté suplicarle, pero ella me levantó la cabeza, metió el anillo de la mordaza en mi boca y la ató atrás. Haló con fuerza mis pezones uno por uno y puso las pinzas, apretándolas fuerte. Sólo gemidos salían de mi boca, porque sabía que si llegaba a gritar sería peor. Luego se sentó en el sillón, se quitó los zapatos y me puso uno de sus pies en la boca.
- A ver si aprendes cómo tratar a tus superiores. ¡Saca la lengua y lame!
Yo la obedecí de inmediato, saqué la lengua por el anillo de la mordaza y empecé a lamer su pie con dedicación, pero ella lo hacía todo más difícil. Con su otro pie presionaba las pinzas de mis tetas lo que hacía que el dolor aumentara, y encima empezó a dejar caer fustazos en la parte interna de mis muslos y mi concha. Yo sólo trataba de aguantar el dolor y salía un sonido gutural de mi garganta cuando el azote era muy fuerte, pero mi Ama no se detenía. Mi concha y mis muslos se pusieron calientes de los fustazos, y ardían y dolían.
Las lágrimas me escurrían por las mejillas, pero para mi Ama el castigo nunca era suficiente. Quitó las pinzas de mis pezones, y ahora repartía los fustazos en mis muslos, mi concha y mis tetas, mientras restregaba sus pies contra mi cara y mi boca. Al fin se detuvo y se levantó, y me ordenó que me pusiera en 4, cosa que hice sin demora, para no enojarla más. Me quitó la mordaza y yo enseguida empecé a pedir perdón y a jurarle que nunca pasaría de nuevo, pero me hizo callar y me ordenó quedarme quieta.
Mientras estaba así, sentía cómo latían mis muslos y mis tetas y mi concha por el dolor. En ese momento, sentí que mi Ama se sentaba en mi espalda y empezaba a acariciar mis nalgas.
- Sería injusto que ese castigo dejara desatendidas tus nalgas. No te preocupes, putita, que no me he olvidado de esta parte. Mira, besa la paleta.
Y me puso en la cara una paleta de cuero que sabía que iba a dolerme mucho, pero no pude hacer más que besarla como me ordenó. Luego de eso, se la cambió de mano y empezó a dejarla caer en cada una de mis nalgas. El partido ya había concluido, así que dijo, entre azote y azote:
- Bueno, mientras yo acabo aquí, le dejé la boca libre a la puta para que se vayan entreteniendo. Yo lo que quiere es que mientras la usen se acuerde de mí.
Yo ya no sabía qué hacer, me dolía todo, pero no pude pensar en nada, porque sentí que una mano me agarraba del pelo y me clavaban una verga en la boca, así que empecé a lamer y chupar como se esperaba de mí, mientras los azotes seguían cayendo en mis nalgas. uno de los amigos de mi Amo tenía agarrada mi cabeza y la movía adelante y atrás, follándome la boca hasta hacerme dar arcadas. Mi Ama al fin terminó su castigo y se levantó de mi espalda, quitando las bolas de mi concha y el plug de mi culo, diciendo a todos que ya estaba lista para que ellos disfrutaran.
Se lanzaron sobre mí como una jauría. Sentí que salía la verga de mi boca y me levantaron y casi que me cargaron a una mesa, boca arriba. Mi cabeza colgaba de un lado, y no tardaron en llenarme la boca de nuevo. Sentía manos en todo el cuerpo, que apretaban, tocaban, acariciaban. Mi Amo empezó a chupar mis pezones, y era un placer y una tortura al mismo tiempo, después del castigo al que los había sometido mi Ama. A veces tenía una verga en la concha, a veces en el culo, pero mi boca duraba poco tiempo desocupada. Cada embestida, ya fuera por la concha o por el culo, despertaba el dolor del castigo.
Mi Amo todo el tiempo me decía lo puta que era, y cómo sólo era un objeto para ser usado para satisfacción de los demás. Sentí de repente que me ponían de pie y me daban la vuelta. Uno de ellos ya se había venido en mi cara, y otros dos habían echado su leche en mis nalgas y muslos. Sólo faltaba mi Amo. Separé las piernas para que le fuera más fácil penetrarme. Duró un rato en mi concha y fueron las corridas más deliciosas de todo el rato. Luego cambió a mi culo y allí dejó su leche. De pronto sentí unas manos en mi tobillo, llevándolo a la pata de la mesa, y luego en el otro. Las manos me las estiraron y ataron a las otras dos patas. No me imaginaba qué podían querer, si ya había contado 4 corridas, de todos los hombres que estaban allí.
En ese momento vi a mi Ama con un strap on sobre su tanga, más grueso que cualquier verga u objeto que me hubieran metido jamás en el culo. Empecé a gritar que no, que me iba a romper, que por favor ya no me castigara más, que le prometía portarme bien de ahora en adelante, que jamás tendría una queja mía. Por supuesto, mis ruegos fueron ignorados. Fue poniendo una cinta alrededor de mis muslos, no sabía para qué, hasta que sentí el masajeador sobre el clit, que las cuerdas tenían sujeto en su sitio. Con todo y el dolor del clítoris, no pude evitar calentarme otra vez, mientras mi Ama untaba mi ano de lubricante, metiendo uno y dos dedos.
Yo gemía por la calentura, y suplicaba entre jadeos, pero entre el masajeador sobre el clit, y los dedos de mi Ama en el culo, otra vez estaba hecha una perra en celo. De pronto sentí la punta del dildo, y supliqué de nuevo.
- No te resistas, perrita, te va mejor si te relajas, y yo me sentiré más complacida.
Cuando habló de complacerla, lo intenté, pero era demasiado grueso. Mi culo ardía a medida que eso entraba, y no podía evitar suplicar. Al fin entró todo y mi Ama se quedó quieta. Vi a mi Amo acercarse y ponerse a su lado, y sentí que movía el masajeador. Mi calentura iba en aumento. Lentamente, mi Ama empezó a moverse, a clavarme por el culo, sin que mi Amo dejara de masajear mi maltratado clit. El dolor empezó a mezclarse con el placer y yo pedía más.
- Sí, sí, rico, más, quiero más, por favor.
Eso hizo sentir triunfante a mis Amos, que empezaron a decirme la clase de puta que era, que hasta rompiéndome el culo gozaba follando, y me obligaron a gritar que me gustaba que me rompieran el culo, que siguieran, que me dieran más. Me corrí dos veces más así, hasta que mi Ama también se corrió. Me sacaron el dildo y me quitaron el masajeador, y ambos me dijeron que estaban felices de que yo fuera tan puta y obediente y aguantara tan bien. Tuve que apoyarme en ellos para poder caminar hasta el sofá, donde tan pronto me recosté, me quedé dormida.
Este es un relato ficticio, como todos los míos. Cualquier sugerencia o comentario, bienvenidos aquí o en mi correo: cerdita.sumisa@gmail.com