Sueños pesados IV (completo)

Sus movimientos se iniciaron de nuevo aunque más lento; metía y sacaba la punta de mi verga, de su sexo, mientras yo estaba ocupado dándole placer en espalda y senos que empezaban a cubrirse con una capa muy fina de sudor. Sus nalgas y muslos también se cubrieron de sudor y producía un sonido muy pa

Cuando llegué a mi cuarto, me metí a la regadera para darme un baño y enseguida irme a dormir; cuando salí se me antojó ir a la cocina por un poco de agua de fruta y al pasar por la puerta de mi madre, pude apenas percibir un ruido extraño; era como un leve quejido, acompañado de jadeos apenas audibles y palabras entrecortadas que no entendí, porque su puerta estaba cerrada, lo que si me di cuenta es que se estaba masturbando, ya que de repente decía:

-Así papito, asííííí, métemelo todo, mi rey, máaas cógeme, soy tuya, papi asíííí, hasta el fondo, mi amooor, dame, dame…

La verdad, no escuché muy bien todo, pero era lo que más o menos se le entendía, solo imaginármela sobando su panochita y metiéndose los dedos en la vagina, hicieron que se me volviera a parar la verga y me la empecé a sobar por encima del short. Cuando escuché que sus gemidos aumentaron de ritmo y de repente se quedó en silencio, me dirigí rápido a la cocina por si salía de su cuarto, pero lo único que hizo fue apagar su televisión.

Al volver de la cocina, no se escuchaba ya nada; sin duda, había empezado a dormirse o ya lo estaba. Fui a mi cuarto y tomando una foto de mi mamá (donde está conmigo), me empecé a masturbar como si en eso me fuera la vida, imaginándome a mi madre teniendo sexo conmigo en sus cinco sentidos y sin ataduras; eso me provocó un orgasmo que me dejó tirado en la cama y casi al instante, me dormí. Los siguientes días, ya sea por una u otra cosa, no fue posible volver a darle su “masaje” por lo que yo me encontraba como olla express y sin duda ella también lo extrañaba ya que cuando estábamos juntos, yo aprovechaba para abrazarla, hacerle cariños y toqueteos muy discretos.

También de repente y como jugando le arrimaba mi bulto a su trasero y como que paraba más sus enormes nalgas para sentir mi erección y se frotaba más contra mí verga, cabe decir que en la casa yo usaba ropa deportiva sin trusa por lo que el contacto entre mi madre y yo era bastante directo porque cuando se me paraba la verga, hacía una carpa en la ropa que cuidadosamente dirigía hacia el trasero de mi madre y lo incrustaba lo mejor que podía en sus nalgas, sin que ella opusiera resistencia o como si no se diera cuenta de ello, pero teníamos que estar cuidándonos de que mis hermanos nos fueran a ver; a veces me decía:

-Espérate, que ahí viene uno de tus hermanos- de inmediato nos arreglábamos y hacíamos como si nada pasara; era nuestro secreto, un pacto que nunca hicimos. A pesar de que no tocábamos el tema entre nosotros, era como si ninguno de los dos se diera cuenta, de lo que hacíamos, pero ambos lo sabíamos ya que ni uno ni otro lo evitábamos: solo era cuestión de tiempo y decisión para que termináramos lo que ambos deseábamos: hacer el amor y sin duda, como animales salvajes.

Lo veíamos en nuestros ojos después de esas calentadas que nos dábamos como jugando y en las cuales había momentos en que no decíamos ninguna palabra, solo era sentirnos mutuamente; mientras yo a su espalda la abrazaba y frotaba mi verga contra sus nalgas y ella se movía hacia mí con movimientos lentos como si estuviéramos cogiendo de pie. En alguna ocasión y ya bien calientes los dos, yo la tomaba de sus caderas sin que ella lo rechazara y mis arremetidas a sus nalgas eran más que directas y atrevidas.

A veces me atrevía a subir mis manos para sobarle sus pechos por encima de su playera y como a veces no usaba sostén, sus pezones se erectaban al sentir mis dedos acariciándolos y dándoles pequeños apretones, que hacían que mi madre solo echara su cabeza hacia atrás, apoyándola en mi hombro y jadeara muy suave…

Yo acercaba mi boca a sus labios y podía sentir su cálido aliento y cuando ya casi lograba besarla, como que regresaba a la realidad o no quería que la calentura le ganara y se apartaba de mí, sonriendo y retomando el juego con el que habíamos empezado a calentarnos, como si nada hubiera pasado.

Hace poco mis hermanos salieron un sábado, a la casa de una de mis tías que viven en la misma calle como a una calle de la nuestra, para jugar con mis primos al play station y nos dejaron solos a mi madre y a mí. No habían pasado ni diez minutos cuando mi madre me dijo:

-Oye, mi amor, ¿me podrías dar otro masajito después de que me bañe? Me ha estado doliendo la espalda y hay que aprovechar que tus hermanos están con mi hermana, para que no nos interrumpan ¿no crees?- al decir esto me hizo un guiño coqueto y sonrió.

¡Claro que si, mamá! Solo me doy un baño también en lo que tú lo haces y enseguida te alcanzo en tu cuarto.

Cuando se metió a la regadera, me fui volando a mi cuarto para ducharme y ponerme enseguida el pants, sin ropa interior, al que le había hecho el agujero en la entrepierna, y comprobé que podía sacarme el pene con todo y huevos sin problema, iba a ponerme una playera corta, pero deseché la idea; fui al cuarto de mi madre con el torso desnudo. Llamé a su puerta y me contestó desde adentro:

-Espérame un segundo, corazón, ya casi acabo de vestirme.

Cuando abrió su puerta, casi me voy de espalda: ¡solo estaba vestida con una toalla roja enredada en su cuerpo, que apenas le cubría las nalgas! Me dijo:

-Mejor no me pongo mi ropa hasta después del masaje para que no se me vaya a manchar, ¿Está bien?

-Como tú quieras mamá, pero te vas a tener que descubrir la espalda, si no ¿Cómo te voy a dar tu masaje?- respondí aparentando calma.

-No te preocupes por eso, hijo- me dijo

–Antes ¿podrías traer del refrigerador unas bebidas que compré? Ya deben estar bien frías y nos caerían de maravilla ¿no crees?

-¡Claro mami, lo que tú digas!- contesté sonriendo mientras iba a la cocina por las bebidas; eran unas latas de tequila preparado con refresco de toronja y por cierto bastante heladas.

Destapé dos y le extendí una, al tiempo que le decía:

-¡Salud por la madre más hermosa del mundo: tú mami! Ella sonriendo chocó su lata contra la mía, mientras decía:

-¡Y por el hijo más guapo del mundo!

Bebimos casi todo el contenido de la lata y enseguida, ella destapó otra y comenzó a beberla también, al tiempo que se bajaba la toalla hasta la cintura y se recostaba en la cama, cubriéndose los pechos mientras lo hacía.

-Toma la crema de mi tocador y caliéntate las manos, o me vas a resfriar, ¿sale? Me indicó.

Al ir por la crema, pude ver a mi madre en el espejo, tendida en la cama boca abajo y lo que vi me erizó la piel: no se había puesto su ropa interior; tan solo de verle así se me empezó a poner dura.

Hice como si no me hubiera dado cuenta y descalzándome, me trepé a la cama al lado de mi madre y di comienzo con su masaje en la zona que ella menos esperaba: en sus pies.  Empecé a frotar las plantas de sus pies, subiendo poco a poco hasta sus pantorrillas. De ahí pasé a lo largo de sus muslos, hasta casi llegar a sus nalgas y regresaba hasta sus pantorrillas; ella apuraba su trago mientras musitaba:

–¡Oohh, que rico se siente eso! Síguele, corazón asíí-

Eran música para mis oídos, sus palabras, así que continué por un rato en esa zona, al tiempo que apuraba mi bebida y ella hacía lo mismo, solo que ella, ya me llevaba una de ventaja y si yo, con dos ya me sentía bastante alegre, imagínense mi madre como estaba. Después de un rato le dije:

- ¡Ahora le toca a tú espalda, mamá! –

-¡Claro, hijo, lo que tú digas, pero que sea igual de rico!

De pronto se levantó un poco, tomó una almohada y se la puso bajo su vientre en esa posición, quedaba casi totalmente expuesta su vulva a mi vista, mientras me decía:

¡Así estaré más cómoda, mi amor!

De nuevo me subí a la cama, pero sobre ella, a la altura de sus muslos y me senté, instintivamente, levantó un poco sus frondosas nalgas, como para que yo me recreara la vista, ya que la toalla solo le cubría, un poco más abajo del nacimiento de su trasero, con lo que yo pude observar que su vulva ya estaba mojada y sus labios vaginales brillaban, se abrían un poco y se ponían más rojos como invitándome a entrar en ellos.

Por el tono de voz de mi madre, me di cuenta que ya estaba algo más que achispada por los tragos, así que decidí, de una vez arriesgar un poco: me saqué los testículos y la verga del pants, que ya hacía rato estaba erecta y tomando un poco de crema, comencé a darle masaje en su espalda, tratando de acercar lo más posible mi pene a la cuevita de mamá.

Al principio solo eran roces muy leves en sus piernas con mi verga desnuda y destilando lubricante, y fui aumentando la presión de esta, y gracias a mi lubricante se deslizaba por el canal de sus muslos con gran facilidad, a todo lo largo de estos hasta casi llegar a su vulva, en lo que masajeaba la parte baja de su espalda; si lo notó, no decía nada. Discretamente empecé a jalar la toalla hacia arriba, hasta descubrir casi la mitad del trasero de mi madre; no creo, que no lo haya notado, pero nunca protestó. Me levanté un poco, para tomar crema y dice mi madre:

-Me truenas la espalda igual que la otra vez, para que se me quite este dolor, pero no tan fuerte o me sacarás el aire ¿está bien, mi amor? –

Lo que tú digas, mamita, solo que si lo hago muy fuerte me avisas ¿OK?

Al hacerle presión arriba de su cintura, levantaba sus deliciosas nalgas y yo aprovechaba para hacerle sentir mi miembro erecto con pequeños empujones, sin precipitarme para no echar a perder el rico contacto; solo me frotaba en sus nalgas sin intentar penetrarla, como si fuera sin intención, aunque de repente, sonreía bajito, yo creo que los vellos de mis testículos le hacían cosquillas en sus muslos.

-¿Me das otra lata de tequila, mi amor? – musitó bajito y noté que el alcohol, estaba haciendo efecto en ella.

Me desmonté y tratando de ocultar mi erección le destapé la cuarta lata; miré de reojo; ella no quitaba sus ojos de mi verga, aunque yo traté de cubrirme. Volví a su lado, subiéndome en ella de nuevo y continué mi labor en su espalda; para esto ella ya había apurado el contenido de media lata de un trago y sonreía mirándome de reojo, mientras exclamaba:

-¡Oooh, hijo, que bien lo haces! ¡Me encantan tus manos, mi amor! ¡Dale, más fuerte ahí, corazón! ¡Asííí, papito! ¡Asííí! ¡Que delicia, ¡Asííí papi, asíí!

Yo noté, muy claro que movía hacia arriba sus nalgas, lentamente, yendo al encuentro de mi verga, tratando de sincronizar nuestro vaivén y sentía cuando la cabeza de mi verga se situaba en la entrada de su caliente y mojada vagina, pero no me atrevía a metérselo de una vez. Mientras masajeaba su espalda, pasaba mis manos al costado de su cuerpo, pero como sus brazos me estorbaban le comenté:

-Deberías extender tus brazos a los lados o hacia arriba para que te relajes mejor ¿no crees?

-Claro, papito (nunca hasta ese día me había dicho “papito”), lo que tú digas, mi rey.

Extendió sus brazos en cruz y yo seguí recorriendo su espalda, pero al hacerlo en los costados, pasaba mis dedos sobre sus pechos y acariciaba suavemente todo su hemisferio, incluso bajé mis manos hasta casi meterlas bajo los senos de mamá; pude sentir como sus pezones se erguían como pequeñas balas entre mis dedos, sin que ella protestara, en eso movió sus nalgas hacia arriba y la cabeza de mi verga, que solo había estado entre sus labios vaginales, entró en la vagina de mi madre, mojándose con sus jugos calientes; solo fue la pura cabeza, pero me quedé quieto para esperar su reacción.

Ella sólo suspiró hondo y me apretó la cabeza del miembro con una contracción de sus músculos vaginales (después supe que se llama “perrito”), y casi hizo que me viniera en ella de lo delicioso que sentí; ella solo volteó a verme y me guiñó un ojo mientras sonreía.

Sus movimientos se iniciaron de nuevo aunque más lento; metía y sacaba la punta de mi verga de su sexo, mientras yo estaba ocupado dándole placer en espalda y senos que empezaban a cubrirse con una capa muy fina de sudor. Sus nalgas y muslos también se cubrieron de sudor y producía un sonido muy parecido al de una cogida real y un roce tan suave que yo me sentía morir.

Sus murmullos bajitos y sus jadeos apagados me enloquecían y tanto su respiración como la mía se hacían más rápidas a medida que sus movimientos de cadera se aceleraban también; entonces ella empezó a gemir:

-¡Ooohh, ¡Que delicia, papito! ¡Sigue mi rey, asííí! ¡No te detengas, mi amooor! ¡Ooooh! ¡Ooohh, ¡Oohh, sííí!

¡Mi mamá se estaba viniendo! Podía sentir claramente, sus jugos calientes saliendo de sus entrañas, me mojaban la verga y escurrían hasta mis testículos; a pesar de que sólo tenía la cabeza de mi pene en el interior de su vagina, sentía sus contracciones apretando y soltándome en espasmos deliciosos.

Como pude, me aguanté para no venirme en ella, hasta que su orgasmo pasó, se quedó quieta tumbada en la cama y su respiración se normalizó. Yo creí que ya se había dormido, cuando me dijo:

¡Gracias, mi amor! Lo disfruté muchísimo, ¡no tienes idea de cuanto! Solo que tendré que volverme a bañar, ya que me hiciste sudar un chorro. ¿Me dejas levantar?

Me guardé la verga, todavía bien parada, lo cual no pasó desapercibido para mi madre, porque no me quitó los ojos de la carpa que se levantaba en mi pants, sin embargo solo sonrió y me dijo:

¿Que te parece, si mientras me baño, tú vas a la tienda por otras seis latas para tomarnos otra? Después, te voy a dar yo un masaje a ti para ayudarte a que te relajes y no estés tan tenso.

Al decir esto último, dirigió la mirada hacia el bulto de mi pants sonrió y me guiñó un ojo antes de meterse al baño. Eso prometía, así que me vestí y salí a la calle por el encargo, pensando en, ¿qué tanto aguantaría mi madre bebiendo? porque yo ya me sentía algo mareado y alegre, pero sobre todo: bien caliente, por mi madre.

(Continuará)