Sueños hechos realidad

Estaba como hipnotizado mirándola, hasta que de repente me corrí. Tan absorto me había quedado mirando que no me había preparado para recoger la corrida, y esta salió disparada directamente a la puerta tras la que me escondía

La fantástica experiencia que tuve con Rosa (contada en mi relato anterior “Rosa, rosae”) había cambiado mi forma de ver las cosas en cuanto a mis relaciones con las chicas.    No es que ahora de repente me hubiese convertido en un Don Juan, o que ahora ya me atreviese a intentar enrollarme con cualquier chica, pero saber que había sido capaz de tener sexo con la profesora más deseada del Instituto me hacía sentir una seguridad en mí mismo que desde luego antes no tenía.  La verdad es que de momento, el cambio se limitaba más a cómo me sentía yo por dentro, que a la cantidad de sexo que estaba teniendo.   También es verdad que estaba más pendiente de pasármelo bien con mis amigos que de andar detrás de alguna de las chicas de clase para ver si “caía algo”.  Y por qué no decirlo… me sentía mucho más atraído por las mujeres mayores que por las chicas de mi edad.

No es que las chicas del instituto no me gustasen, pero la inmensa mayoría de mis pajas eran pensando en mujeres mayores.  Por supuesto las cantantes y actrices famosillas de la época, y evidentemente Rosa, que seguía siendo mi gran objeto de deseo, pero también otras profesoras, algunas vecinas, incluso la madre de alguno de mis compañeros.

El caso es que me había llegado la hora de hacer la mili, y preferí no alargarlo con prórrogas, y lanzarme a la aventura que suponía salir de casa y empezar a vivir por primera vez sin el paraguas familiar.  Fui a una unidad  especial del ejército, así que sobre todo al principio no fue fácil, pero una vez que espabilas y te acostumbras a las incomodidades y las prisas, fue coser y cantar.  El trabajo físico y exigente le vino de lujo a mi cuerpo, que al estar en pleno desarrollo, se convirtió en un físico fibroso y musculado que pronto me daría cuenta que me iba a ayudar mucho en mi vida sexual.  Tan pronto como uno de los permisos en los que regresé a casa…   pero antes voy a hablaros de Juani.

Juani era una vecina del portal.  Entonces ella tenía 44 años.  Siempre había sido una preciosidad. Una mujer rubia, realmente guapísima, y con un físico espectacular.  Como de 1,60 aproximadamente, delgada pero con curvas.  No estaba gorda en absoluto, ni siquiera rellenita, pero tenía unas caderas muy femeninas y unas buenas tetas.  Además al tener un trabajo en banca a buen nivel, siempre vestía muy elegante y era muy femenina, lo que al añadirlo al conjunto la hacía ser una mujer irresistible.  De hecho mi padre babeaba con ella cuando subía a casa.

Ella era buena amiga de mi madre, y consecuencia de esa amistad, su hijo, que era de mi misma edad y yo, siempre habíamos jugado juntos casi con cualquier excusa.   Además, José, que así se llamaba su hijo, era hijo único, y ella viuda desde hacía bastante tiempo, por lo que el resultado era que al niño no le falta de nada.   Siempre había tenido todos los juguetes del mundo, así que la mayor parte de las veces jugábamos en su casa, aunque en ocasiones, cuando éramos más pequeños, si Juani salía con algún amigo, José se quedaba en mi casa con nosotros.  Luego cuando ya íbamos siendo mayores, nos quedábamos solos en su casa jugando con sus chismes, o incluso algunas veces nos llevaba con ella en alguna de sus salidas.  Cuando eso ocurría, solía venir a recogernos alguno de sus “amigos”, normalmente en unos cochazos espectaculares, y nos llevaba a cenar a restaurantes caros.  Ya os he dicho que ella era una mujer espectacular, por lo que se podía permitir el lujo de elegir, y evidentemente los elegía con pasta.

Al principio, cuando yo era más crío, ni siquiera me fijaba en lo buena que estaba, sencillamente era Juani.  Pero al ir creciendo, mis hormonas ya eran las dueñas de mi cuerpo, y mi deseo hacia ella se convirtió en el pan nuestro de cada día.  La miraba de otro modo, la observaba cuando estaba en su casa, cuando hablaba por teléfono, cuando cocinaba o cuando se sentaba con nosotros a jugar a algún juego.  Mis pajas pensando en ella eran una constante, pero evidentemente era un sueño inalcanzable para un adolescente.

Un día, debía de tener yo unos 15 años, estando en su casa jugando con José a un juego del ordenador, nos surgió la necesidad de una cinta de casete virgen para grabar un juego de aquellos del ordenador Spectrum, y como no teníamos, José le pidió dinero a su madre y se fue él a comprarlo mientras yo me quedaba allí jugando con otro juego.  Al acabar el juego, salí de la habitación donde estaba para ir a beber agua.  Al pasar por delante del cuarto de estar, la puerta estaba entornada, pero no cerrada del todo, así que sin hacer ruido, me paré a ver qué hacía Juani.

Estaba tumbada en el sofá, con la tele puesta, pero tenía los ojos cerrados.   Yo no tenía una visión directa, pero el mueble de la tele tenía una cristalera que debido a la luz que entraba por la ventana, reflejaba todo perfectamente y podía ver entera a Juani allí tumbada en su sofá.  Era una imagen divina.  Llevaba un jersey fino de lana y una falda, con una bata de estar por casa, pero me llamó la atención observar que la bata la tenía abierta y que su mano estaba dentro de su falda.  Al principio pensé que estaba dormida, pero enseguida me di cuenta que la mano que tenía dentro de la falda se estaba moviendo.  Al tener los ojos cerrados no podía verme, pero aun así procuré no hacer ni un ruido para no ser descubierto.  Yo entonces ni siquiera sabía que las mujeres se podían masturbar también, por lo que estaba un poco desorientado.  Pero ese movimiento, justo en esa parte del cuerpo….   Algo estaba pasando, y mi polla se puso dura inmediatamente.

Observé con atención, y me di cuenta que sus labios a veces se movían.  Abría la boca y resoplaba.  Otras veces se mordía los labios.  Lo mismo juntaba las piernas que las abría.  Los pies los estiraba, como las nadadoras de sincronizada, en un gesto claro de que su cuerpo estaba tenso.  Me saqué la polla y empecé a hacerme una paja mientras miraba a esa diosa darse placer.   Mi deseo me decía que entrase y nos calmásemos el deseo mutuamente, pero la lógica y el sentido común me mantuvieron tras la puerta, observando y sacudiendo mi polla como un loco.

Fueron unos minutos de un morbo y una tensión sexual increíble.  Estaba como hipnotizado mirándola, hasta que de repente me corrí.  Tan absorto me había quedado mirando que no me había preparado para recoger la corrida, y esta salió disparada directamente a la puerta tras la que me escondía.  Afortunadamente nada se coló por la rendija que quedaba abierta y que me estaba sirviendo para ser testigo de la autosatisfacción de Juani, porque eso podría haberme delatado, pero había dejado ese primer chorro de corrida pegado y chorreando por la puerta.  Me aparté un poco y el resto de la corrida lo recogí con mi otra mano, con lo que ahora estaba con la polla fuera, una mano en la polla, y la otra llena de semen.  De todas formas, seguí allí, pajeándome suave y mirando a Juani, pero José debía estar a punto de regresar con la cinta, así que en silencio me fui al baño a limpiarme.  Cogí un poco de papel higiénico y regresé para limpiar la puerta.   Lo hice con sumo cuidado para no delatarme, y entonces volví a mirar dentro.  Ella ya debía haberse corrido porque ahora ya había sacado su mano que antes tenía dentro de la falda y respiraba de un modo más normal.

Pasaron los años, y Juani Seguía igual de buena.  Mi cambio físico no pasó desapercibido para ella, y de vez en cuando me hacía algún comentario con picardía y con ese acento andaluz suyo que subía mi temperatura de modo inmediato.  Pero mi timidez siempre me hacía sonrojarme y enmudecer muerto de vergüenza.  Al crecer e ir a diferentes institutos, José y yo ya no nos veíamos apenas, pero ella seguía subiendo a mi casa de vez en cuando para ver a mi madre, por lo que yo la seguía viendo, y eso me servía para seguirle dedicando alguna buenas pajas.

Cuatro años después, estando ya en la mili, en uno de los permisos, estaba un día en casa yo solo cuando sonó el timbre.  Era verano y en mi casa en verano siempre hacía mucho calor, porque nos daba el sol de frente todo el día, por lo que pese a tener los toldos bajados, a falta de aire acondicionado el calor era insoportable.  Debido al calor, llevaba puesto solo con un pantalón corto, sin camiseta.  Me dirigí así a abrir la puerta.  Al mirar por la mirilla y ver a Juani, sentí la excitación dispararse por todo mi cuerpo.  Mi corazón se aceleró y me puse incluso nervioso.

Yo -  Hola Juani, qué tal?   Cuanto tiempo sin verte.

Nos dimos dos besos

Juani -  Madre mía nene, que pedazo de militar!!!   Dijo, mientas apoyaba su mano derecha en mi pecho.

Me dejó tan cortado el comentario que no sabía ni qué decir, así que en vez de aprovechar la ocasión para devolverle el cumplido a ella, cambié de tema.

Y- Mi madre no está.  Ha salido a comprar.

J- Qué tal tu nueva vida de militar?  Hay que ver lo bien que te está sentando.

Y- Bueno, muy bien.  Estoy contento.

Estuvimos hablando un momento sobre la mili, y mis planes,  y yo como un bobo la tenía ahí en la puerta sin invitarla a pasar.  Mi corazón latía a toda velocidad, estaba nervioso y excitado.  Debía tenerla morcillona, y ella no paraba de mirarme de arriba abajo, y de hacer comentarios sobre mi cuerpo, y como había cambiado.  Al cabo de un ratillo, de conversación intrascendente, me preguntó,

J- bueno, y no sabes entonces cuánto va a tardar tu madre?

Entonces, con el corazón a 200 pulsaciones se me ocurrió intentarlo….    Aunque sabía que mi madre iba a tardar porque se acababa de ir, le contesté:

Y – Sí, perdona, pasa, no creo que vaya a tardar mucho.   Pasa si quieres y la esperas aquí…   y me eché un poco para atrás abriendo más la puerta.  Ella se lo pensó un momento y finalmente me miró a los ojos, y sonriendo contestó,

J- Vale, venga, y así me cuentas tus aventuras, que seguro que te has echado alguna novia por allí.

Según entró, justo al pasar la puerta, estiré mi brazo y apoyé la mano en la pared, cortándole el paso, y cerré la puerta.  Se quedó parada mirándome el brazo, y a continuación giró su cabeza y me miró a los ojos.  Pese a haber tomado la decisión de atacar, no sabía si tenía alguna probabilidad de éxito.  Las cartas estaban sobre la mesa, ya no había marcha atrás, pero aun así, yo estaba tan nervioso que no acertaba a decir nada, así que con la otra mano la rodeé por la cintura y la besé en los labios.

Su primera reacción fue hacerse la decente, y se echó para atrás, pero detrás estaba la pared, no tenía escapatoria, y yo lo aproveché y me pegué a ella y volví a besarla

J- Pero nene qué haces?  Qué te ha entrado?

Yo no le hice caso.  Al fin y al cabo ya no tenía nada que perder, así que seguí insistiendo y finalmente cedió y me dejó besarla.  Al principio sin lengua, y mientras apoyaba sus manos en mi pecho me empujaba intentando deshacerse de mí, pero yo estaba decidido a conseguirlo.  Sabía que yo también le gustaba a ella, y tenía que intentarlo.  Era la mujer que deseaba, en la que había pensado durante mis pajas durante tantos años.  Estaba súper nervioso y a esas alturas ya con una erección a reventar.

Me pegué a ella y le hice notar mi polla durísima contra su cuerpo.  En ese momento su resistencia cesó.  Abrió la boca y por fin me entregó su lengua.  Iniciamos un beso apasionado y muy profundo. Mientras yo le seguía restregando la polla contra su tripa.  Ella empezó a acariciarme el pecho con sus manos, me rodeó con sus brazos y me abrazó pegándome más contra ella.  Las bajó y me agarró el culo, lo apretaba y a continuación metió sus manos dentro del pantalón y me volvió a agarrar el culo, esta vez clavándome las uñas.  De repente paró y me volvió a separar.

J -  Nene, para ya, que esto no puede ser.  Además, tu madre puede venir en cualquier momento y pillarnos, y fíjate cómo estás tú (mirándome el paquete, que el pantalón corto apenas podía contener mi polla dentro).

Y – Juani, mi madre se acaba de ir, así que no volverá hasta dentro de una hora por lo menos.  Y en cuanto a cómo estoy….

Me ahuequé el pantalón y me saqué la polla y los huevos, dejando la goma del pantalón por debajo de los huevos.  Estaba durísima, y se quedó echada hacia delante, apoyada en su vientre.

J – Madre mía nene, pero esto qué es?   Tú sabes lo que tienes aquí?

Lo decía mientras miraba para abajo y me la agarraba, y empezaba a recorrerla, y a valorar lo que tenía entre sus manos.   Le cogí la cara con mis manos y la volví a besar.  Esta vez no me rechazó.  Ahora nos besábamos con más calma, mientras sus manos agarraban mi polla.  Me la tenía agarrada con las dos manos, y mientras nos besábamos, ella me estaba masturbando muy despacio.  Nos estuvimos besando allí en la entrada un buen rato y ella no me la soltó en ningún momento.  Yo le empecé a comer el cuello y a recorrer su cuerpo con mis manos y su respiración ya estaba bastante agitada, así que la cogí de la mano y la llevé al comedor.

Llevaba una camiseta de tirantes con una cremallera detrás, y una falda, también con cremallera atrás, así que aproveché y le desabroché las dos cremalleras al mismo tiempo.  La falda cayó al suelo inmediatamente dejando ver una braguita roja con transparencias.  Tenía un culo redondo, perfecto.  Mi imaginación durante tantos años no se había equivocado, era exactamente el culo que yo había soñado tantas veces tocar y disfrutar.   Se dio la vuelta y quedó frente a mí.  Le saqué la camiseta y llevaba un sujetador también rojo, a juego con las braguitas y también con trasparencias.  Ella misma se echó las manos atrás y se lo desabrochó.  El sujetador cayó al suelo.

Ahora era yo el que estaba embobado mirándola a ella.  Llevé mis manos a sus tetas y las cubrí.  Las acaricié, las apreté, las volví a acariciar, por arriba, desde abajo las recogía, las volvía a apretar.  Ella mientras se dejaba hacer, volvía a agarrar mi polla.  Sus pezones se endurecieron en cuestión de segundos, y me agaché a chupárselos.  Ahí dejó escapar su primer gemido.  Eso me excitó todavía más, y me animé a mordisqueárselos.  Me pegué a ella y le comía las tetas con vicio mientras ella no soltaba mi polla para nada y me seguía masturbando.  La senté en el sofá, y yo me arrodillé delante de ella.  Nos besamos de nuevo, como locos, invadidos por las pasión y el deseo.  Le agarré de las bragas para quitárselas, pero me dijo que me esperase.  Me sentó ella a mí y ahora ella de rodillas, se llevó mi polla a la boca.

J -  Madre mía nene, que polla tienes.  Qué maravilla!!!

Y me la chupaba.  Al principio la recorría con su lengua desde arriba hasta abajo, la fue ensalivando toda, y cuando la tuvo a su gusto, se la empezó a meter en la boca.  Al principio solo el capullo, pero luego fue metiéndosela más, hasta que se la metía todo lo que podía.  Le llegaba a la garganta y yo intentaba empujar más, pero le daban arcadas.

Me estaba haciendo una mamada deliciosa, y mientras yo le masajeaba las tetas.  No podía creer lo que mis ojos estaban viendo.  El espectáculo visual era una locura.  Era el deseo de toda una vida hecho realidad.  La mujer que más había deseado desde el despertar de mi sexualidad me estaba haciendo una mamada increíble.

J -  Esta polla ya la tenías, o te la ha dado el ejército?

Y -  Jajajaja, no me hagas reír, y sigue chupándomela, que llevo toda la vida imaginando este momento.

J -  Serás guarro…  de verdad querías que te la chupara la madre de tu amigo?

Y -  No te imaginas la cantidad de pajas que me habré hecho pensando en ti, imaginando que te follo de todas las maneras posibles.

J – Pues hoy no me vas a follar de ninguna manera, porque hoy te voy a follar yo a ti.

Dicho y hecho.  Se levantó y se quitó las bragas.  se puso sobre mí a horcajadas y se la metió muy despacio.  Empezó a bufar y a respirar muy fuerte.  Cuando iba por la mitad subió un poco y volvió a bajar despacio. Lo repitió varias veces hasta llegar al fondo.  Sin sacarse ni un centímetro empezó a moverse adelante y atrás, apretando su clítoris contra mi pubis, y en apenas diez segundos, se pegó a mi cuerpo, me abrazó y se empezó a correr sin dejar de mover sus caderas con toda mi polla dentro.  Bufaba y gemía tratando de no hacer mucho ruido, pero aun así, si hubiese habido alguien en la casa la habría oído.

Se quedó inmóvil durante unos segundos, recuperando la respiración.  Yo no me atrevía ni a respirar por si me despertaba y resultaba haber sido un sueño.  Me separé un poco para poder mirarla a la cara, y la besé.   Nos besamos ahora ya sin acaloramientos, con dulzura pero sin prisas.  Nos estuvimos besando un buen rato, ella sentada sobre mi polla, hasta que empezó de nuevo a mover sus caderas.

J – Madre mía nene, si es que con este pollón me voy a volver a correr solo con moverme un poco.

Y -  Pues córrete otra vez, déjame que te vea disfrutar y disfruta de mi polla, que luego me correré yo.

Y de nuevo empezó a moverse sobre mí.  Estaba claro quien estaba llevando las riendas, pero me daba igual.  Me sentía en la gloria, y me costaba dar crédito a lo que mis ojos estaban viendo.  Sentía mi polla más dura que nunca, pero me sentía seguro porque al no moverse mucho no había peligro de que me corriese antes de tiempo.

Poco a poco empezó a hacer movimientos más amplios, por lo que al echarse para atrás, mi polla salía casi hasta fuera del todo, y al volver hacia delante, entraba entera de nuevo.  Así una y otra vez.  Cada vez más deprisa.  Empezó otra vez a acelerar su respiración, y también fue acelerando el ritmo, así que en unos minutos me estaba dando una follada de infarto.  Ella ya gemía y emitía grititos sin cortarse por el ruido, y a mí francamente me daba igual que nos oyeran los vecinos.  La follada adquirió una velocidad que empecé a preocuparme de no poder aguantar mucho, pero justo en ese momento se volvió a clavar entera y quedarse pegada a mí.  Gemía y me agarró de la cabeza.

J – Siiiiiiiiiiiiiiiii,   Cabróooooon, que eres un cabronazo.  Menuda polla tienes cabronazo.  Madre mía, si es que la siento al fondo del todo

No conocía esta faceta suya, estaba desbocada, y yo estaba a punto de correrme, pero como se quedó quieta de nuevo, puede aguantarlo y recuperarme.

Entonces la cogí a pulso y la bajé, la apoyé sobre el sofá como al principio, y me fui a coger un condón.  No tardé ni 10 segundos, pero cuando volví al comedor estaba apoyada para atrás, con el culo al borde del sofá abierta de piernas y con los ojos cerrados.   Sus tetas eran perfectas.  Al estar tumbada para atrás, se le quedaban en una forma redonda, pero no se le aplastaban.  Aún las tenía duras.  Estaba buenísima.  Yo seguía sin creérmelo.  Me paré delante de ella y me puse el condón mientras ella me miraba con cara de zorra y se masturbaba.

Me iba a arrodillar para follarla pero me detuvo

J -  Espera, trae aquí esa polla que te la chupo, que habrá que lubricar un poco el condón.

Le dio unas cuantas chupadas y la ensalivó bien

J – Vamos, fóllame.  A ver qué has aprendido a hacer por ahí con tus novias

Aquello me lo tomé como un desafío, y me enloqueció todavía más.  Me arrodillé delante de ella, y se la metí de golpe.

J – Ahhhh, cabrón, ten cuidado que me destrozas.

No la hice caso, y empecé a follármela como un loco.  Le embestía con todas mis fuerzas y ella no paraba de gimotear y taparse la boca.  Al final le di un cojín y se lo puso en la boca para poder gritar a gusto, lo cual a mí me ponía todavía más cachondo, y le daba más fuerte.  A ratos reducía el ritmo para no correrme y alargarlo más, y disfrutaba sobándole las tetas y agarrándole la cara, y la follaba mirándole a los ojos.  Estaba haciendo realidad mi sueño de tantos años.

Estuvimos un buen rato así.  Ella se corrió otras dos veces, y justo cuando terminaba de correrse la segunda, yo empecé a notar esa sensación inconfundible y tan placentera de que el orgasmo se aproxima.   Reduje un poco el ritmo, pero sin parar, y me dejé ir.  Conseguí silenciar el grito mientras me corría.  Tuve un orgasmo súper intenso.   Me dejó exhausto.

Al terminar de correrme, me eché hacia delante y nos fundimos en un beso.  Mi polla todavía seguía dentro de ella, y ella tiraba de mi culo hacia ella para que no se saliese.  Poco a poco se fue desinflando y nosotros nos seguíamos besando como dos novios.  Para mí era el momento más increíble después de aquel similar con Rosa.  La diferencia era que a Juani la había deseado desde que tenía uso de razón.   Por fin había hecho realidad mi sueño de adolescente.

J – Anda, déjame que me vista, que al final viene tu madre y nos pilla.

Se vistió y se fue a su casa a recomponerse.

Una hora más tarde volvió a subir, esta vez ya sí a ver a mi madre y contarle sus chismes.  Me encantaba su sonrisa pícara al mirarme.  Esa sonrisa y esa picardía aún nos daría muchos ratos inolvidables.  Pero esas serán historias para nuevos relatos,  si es que así lo queréis…

TORCUATO

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