Sueños entre la miel y el deseo

Un sueño que baña nuestros deseos en la dulzura de la miel, en un cuerpo perfecto como recipiente de ese dulce manjar.

Sueños entre la miel y el deseo

Estas tranquila, te has relajado y sonríes. Me acerco sigilosamente a tu cama, procurando que no me sientas. Me embriago en el perfume, sensual y discreto que produce tu piel. Mis labios buscan tu cuello y comienzo un recorrido deslizante hacia tus pies. Recorro cada curva de tu silueta, sin tocarte. Te estremeces, percibes mi calor, y sonríes complacida. Apoyo mis dedos en tu piel, en un movimiento que parece no avanzar y En cada punto que toco puedo percibir un leve estremecimiento de curiosidad. Comienzo suavemente por tus pies, tus piernas, subiendo por tus glúteos, tu espalda, tus hombros, tus brazos, tus manos. Notas que la tensión se va aflojando mientras insistes en devolver mi suave caricia. Sientes como cada centímetro cuadrado de tu piel es rozado apenas y tu cuerpo se deja llevar por el éxtasis, produciendo una respuesta placentera que se deja sentir en la humedad de tus deseos Suavemente te giras. Cierras los ojos, confiada, y transformando el movimiento en una entrega total: sonríes levemente, abres tus brazos dejando expuesta la orgullosa desnudez de tu figura y dulces pechos, que yo contemplo por primera vez. Callados, en silencio, y solo nos acompaña el suave rumor de la brisa. Dirijo mi atención a la sensibilidad y el placer que me produce tu cuerpo. Siento como tu respiración aumenta y te dejas llevar por el movimiento. Vuelvo a sobrevolar tu piel con el calor de mis labios, mis manos toman decididamente tus caderas y ahora mi boca juega con el borde de tu intimidad y comienza un suspiro que me da la confirmación para que continúe el movimiento hasta que tus emociones te pierden en un instante y te rindes al deseo. Mantienes tus ojos cerrados, pareces frágil, delicadamente vulnerable, y sin embargo, extrañamente confiada. Tus brazos abiertos me invitan, terminando en unas manos finas y delicadas. Tus pechos me muestran el encanto de sus aréolas, coronadas por la firme turbulencia que delatan tus altivos pezones. Tus bien formadas piernas se muestran delicadamente abiertas, y allí donde se unen, el estremecedor encanto de un volcán en erupción que me invita a su interior, dejando a la vista unos encantos, que ya comienzan a entreabrirse, mostrando la humedad de tu excitación. Mis labios continúan su camino, subiendo otra vez, esparciendo el dulce y suave olor de la miel de tus encantos, juego entre tus piernas, cruzando levemente por tu interior, delimitando tu cadera, perdiéndome en tu vientre y deteniéndome en tu ombligo. Al llegar a tus pechos, deliberadamente giro mis labios, rodeándolos y evitando tocarlos. Tu respiración ha comenzado a agitarse agradablemente. Tu boca entre abierta delata el alivio y placer. Mis caricias continúan en tu cuerpo, y ahora acortan distancia rozando más de cerca tus pechos, tus caderas, el interior de tus muslos. Rozo claramente tu busto, los aprieto suavemente, los tomo desde su base, giro mis labios en una caricia ascendente, hasta terminar coronando tus pezones, soltándolos de golpe en un leve pellizco. Das un leve respingo, pero mis labios ya se alejaban hacia abajo, cruzando la barrera del placer se aproximan peligrosamente a tu ingle, pasando muy cerca de sus labios entreabiertos, en torturante cercanía. Tu cuerpo ahora a pedido el control, gimes y te mueves sensualmente. Me detengo un instante y retiro mis manos de tu cuerpo. Pareces sorprenderte, pero no abres los ojos, me coloco entre tus piernas, soplo levemente acercándome nuevamente a tu cuello, te doy un suave beso detrás de la oreja, te encanta. Recorro todo tu cuello con mis besos, me acerco a tus labios pero solo los rozo y vuelvo a buscar tu vientre, rodeando el círculo de tus pechos, y rozando apenas tus pezones con mis labios, aumentando tu expectativa. Ya tu cuerpo se maneja por sí mismo. Tus gemidos y movimientos son incontrolables, expresando un placer inmenso. Vuelvo a bajar con mis pequeños besos por tu ombligo, me abrazas ardientemente, y me atrapas entre tus piernas. Y allí deliciosamente atrapado te siento estremecerse, besando tus pechos percibo el calor hirviente de tu vulva sobre mi estómago. Me incorporo un poco y sigo recorriendo tu cuerpo con mis manos y mis besos, busco excitarte aún más y Cuando beso firmemente tus pezones, tus piernas nuevamente se abren sensualmente, como si tuvieran vida propia, ofreciéndome tu excitado monte. Ubico mis rodillas bajo tus muslos, abriéndote dulcemente, mientras expones con orgullo los pétalos de tu delicada flor, que se abre poco a poco, ofreciéndome sus labios rosados, finos y húmedos. Acerco mis labios a tu delicado calor, aspiro tu aroma de mujer, y dejo que sientas el calor de mi respiración. Lamo los costados de tus labios mayores, haciéndote estremecer una vez más. Exploro entonces cada milímetro de tus labios menores, buscando los puntos más sensibles, hasta culminar en tu botón de placer, que me dedico suavemente y sin prisa a besar y lamer con ansias. Sin perder el contacto juego con mi lengua entre tu clítoris y el delicado orificio entre tus glúteos, acerco lentamente mi mano, acariciando levemente tus labios menores, y penetro con uno de mis dedos, suave, lenta pero decididamente, en el interior de esa gruta encantada, misteriosa y que a gritos me invita. Con el otro dedo juego a penetrar tu ano, sin separar mi lengua de tu clítoris. Tu respiración parece detenerse, estremecida en un gemido de agradable sorpresa. Me detengo un instante, sin perder tus señales. Aumento levemente la presión haciendo un leve giro con mis dedos, explorando ambos lugares. Continuo moviéndome, tu cuerpo se arquea súbitamente, sorprendido por sensaciones multiplicadas, estremecido por un orgasmo que hacía mucho no sentías. Y me doy cuenta que estas al borde, deseas más. Insisto., te Acaricio, toco, lamo, aprieto, beso, chupo, una y mil veces, dulce pero intensamente. Sientes todo el placer de un orgasmo, aun ser penetrarte. Poco a poco despiertas, estas en tu habitación, húmeda, relajada, sonríes y abrazas la almohada. A tu lado, sobre tu mesa de noche, una rosa te recuerda un que no sonabas..