Sueños de un crimen

Algunos autores de TR nos hemos animado a escribir relatos sobre crímenes. "Sueños de un crimen" de TENCHU. Qué agradable es volver a casa y que tu mujer te esté preparando una sorpresa así...

Las máscaras pueden esconder muchos secretos

pero el ser humano les gana... un asesino no elige el blanco,

solo decide si vive o muere.

La puerta se abrió, el cansado muchacho penetró por fin en el reducido departamento; arrastrando los pies llegó a la cocina. Lo que halló lo sorprendió, no pudo menos que quedarse con la boca abierta.

Frente a él, la mesa estaba servida... dos platos de porcelana, los cubiertos de plata y las copas todo finamente puesto y decorado con un bonito jarrón de flores. Más allá, unas delicadas velas rojas le daban un toque romántico al ambiente.

La cocina se hallaba vacía, pero el horno estaba en mínimo. Por lo tanto, la cocinera más linda del mundo (para él, obvio) estaba por ahí cerca. Unas manos se aferraron a sus hombros.

Una voz dulce y llena de emoción le dijo:

No te des la vuelta, amorcito. No quiero que descubras la sorpresa que tengo para ti.

Pe...pero. No es justo. Protesto él.

Vamos, no seas impaciente ¿ah? Lo regañó ella.

Está bien, no volteare a ver. Se resignó.

Eso, así me gusta. Dijo ella, mientras lo empujaba hacia el interior de la cocina.

Era cómico verlos caminar pegaditos, ella pegada a él por detrás. Con una mano le corrió la silla para que se sentara y sacando un pañuelo le vendó los ojos, mientras le explicaba:

No quiero que me veas, es que no me diste tiempo a arreglarme del todo. Dame un minuto, ya vengo... no te muevas de ahí.

Ok, pero date prisa por favor... es que tengo hambre. Pidió él.

Orlando, tú vives con hambre. Lo retó ella.

Pero, si recién llego del trabajo y sólo quiero comer; además tengo mucho sueño, de veras. Hablaba sin percatarse de que nadie lo escuchaba.

A los pocos minutos, unos pasos conocidos se escucharon por la entrada a la cocina... era ella que ya estaba lista para la cena. Él podía sentir la respiración pausada de ella cuando se le acercó y casi sin que lo notara le quitó la venda.

Al fin pudo deleitarse con su belleza, el pelo renegrido ocultaba parcialmente uno de sus ojos felinos que lo miraban con intriga. Sus pupilas color café brillaban intensamente, estaba tan entusiasmada. Una sonrisa adornaba su cara, los labios carnosos invitaban a besarlos largamente.

Su delgado cuello, se veía precioso; lo único que empañaba su belleza era esa vieja cicatriz. Sus pechos redondos y turgentes se insinuaban gracias al pronunciado escote del excelente vestido turquesa que usaba esa noche.

El aún no entendía mucho, debía ser porque aún no salía de su asombro. No era común en ella el arreglarse tanto para la cena. Era casi hechizante el verla así, cuando se paro para servir la cena; dejo ver el largo e insinuante tajo que descubría una de sus piernas.

Orlando ya no soportaba mas, eran demasiadas insinuaciones para no tomarlas en cuenta. La cena ya estaba servida y ambos cenaban en silencio, luego de unos bocados el pregunto:

¿Que celebramos mi amor?

No es nada, amor solo quise sorprenderte...y por lo que veo lo conseguí. Comento ella.

Claro que si, estas bellísima, mi vida.

Gracias cariño, ¿como esta la cena?. Pregunto ella.

Deliciosa, pero me imagino que habrá postre. Intento averiguar.

Mmmm... puede ser. Dijo haciéndose la misteriosa.

Ambos empezaron a comer, mirándose el uno al otro... el se deleitaba mirando los labios de ella. Ella lo hacia delicadamente, despertando así las fantasías de Orlando que ya no necesitaba mucho para imaginar.

La mujer se acerco hasta su amado y comenzó a darle de comer en la boca, el correspondía y con su cubierto emulaba a su amada. Poco tiempo basto para que los besos iniciaran una carrera desenfrenada en la que sus manos se encontraron, entrelazándose.

Las caricias se multiplicaban como gotas de lluvia y volvían a multiplicarse, como la arena del desierto. Ella se aparto de él un momento, y mientras lo miraba fijamente le quito los lentes.

No quiero que se te rompan. Amorcito. Comento ella.

Gracias mi vida, eres muy considerada. Dijo él, mientras la besaba.

Ambos abandonaron sus sillas y terminaron en el piso. Las caricias y los suaves mordiscos los aplastaban, ella gemía ante los besos que el prodigaba sobre el lóbulo de su oreja para continuar besando su cuello y por fin sus labios se fundían en un solo ósculo.

Ella le desabrochaba los botones de la camisa, mientras el bajaba los breteles del vestido para seguir besando los hombros de su amor. Al liberarlo de la camisa, Orlando se detuvo y la miro... ella se detuvo también y entonces, previendo la declaración de él le dijo:

Espérame aquí amor, hay algo de lo que he querido preguntarte.

Ella abandono la cocina, a los pocos minutos estaba de vuelta con algo que le era muy familiar a su querido hombre. Instantes después volvía con algo entre las manos, se trataba de una mascara blanca confeccionada en piedra.

La cara de Orlando se ensombreció y ella pregunto:

¿Que es esto?, las fiestas de disfraces ya pasaron, amor.

El miro la mascara, el diseño mítico de lobo y los ojos redondos que lo miraban fijamente. Ese pasado que aun no se había ido, volvía a meterse en su vida... esos años negros como sombra asesina que era mejor olvidar quería reaparecer. Luego de un incomodo silencio el hablo:

Hace algunos años atrás, mucho antes de conocerte. Yo forme parte de una organización dedicada a cazar y aniquilar personas muy buscadas. Aunque la paga era excelente, no es el tipo de vida que deseaba para mi y por eso me retire. Eso que tienes ahí, es el último recuerdo que me queda de ese pasado. Comento él.

Marian se quedo mirándolo, pero lejos de asustarse u horrorizarse. Le sonrió mientras sacaba otra mascara y le preguntaba:

Y a esta, ¿la recuerdas?

Orlando se quedo sorprendido... esa mascara de conejo burlón, muchos malos recuerdos se agolparon en su mente. Entonces le pregunto:

Tu... ¿tu también? ¿Eras tú?

En efecto, siempre fui yo. Pero, a diferencia de ti... yo no me retire, soy miembro activo del ANBU. Le comento ella, mientras se le pegaba al cuerpo y le besaba.

Pe..pero, vamos... se lo que hacen con los que se retiran. Así que, no pierdas tu tiempo. Pidió él.

Oh no, eso no lo haré. Esa orden nunca me la dieron. Comento ella, mientras le sonreía.

Orlando suspiro, mientras ella volvía a besarlo y acariciarlo con deseo. Todo se olvido, ambos volvieron a dejarse llevar por la pasión de sus corazones, mientras las mascaras quedaban como testigos de su amor.

Las primeras luces del alba se colaban por la ventana, la cama estaba desordenada y Orlando dormitaba hasta tarde esa mañana, podía aprovechar el franco para descansar... aun no abría los ojos cuando un presentimiento lo alerto.

Su cuerpo actuó antes que su mente, sus manos detuvieron la acerada hoja justo a tiempo. Cuando por fin miro, ahí la encontró... al parecer la orden ya había sido dada, el conejo intentaba matarlo.

Marian lo miraba a trabes de la fría mascara de piedra, no respondió a su pregunta. Solo volvió a atacar, pero el salió de la cama. Evitando quedar ensartado en la cama, pero ya era muy tarde ella ya estaba sobre él.

El acero atravesó el pecho de su amado y eran sus propias manos las que lo estaban matando, él sólo emitió un quejido y la miró a los ojos. Un hilo de sangre brotó por la comisura de sus labios, él sonrió y se acercó aún más a ella; clavándose aún más en el arma.

Un borbotón de sangre ensució el piso alfombrado. Orlando acercó sus labios al oído de ella y entonces en un hilo de voz le musitó:

Entiendo amor, sé lo que pasa si no cumples... ¿Te gustó este sueño?

Dicho esto, él murió encima de ella... Marian salió de su trance y se quitó la máscara y con lágrimas en los ojos le abrazó. El cuerpo sin vida ya de él aún daba calor, mientras su sangre se vertía lentamente...

Una voz la llama, una mano cálida pero fuerte a la vez la empuja suavemente...

!Marian!, vamos, despierta. Que aun tenemos que hacer.

Al abrir los ojos, ahí lo vio... la máscara de lobo y se abrazó a él con todas sus fuerzas mientras le decía:

Gracias a Dios amor, estás aquí... temí tanto no volver a verte.

¿Eh? ¿De qué hablas, y porque me abrazas así? Preguntó el hombre sorprendido.

Orlando se reía en su interior, la ilusión había resultado y sabia de lo que era capaz. Ella, por otra parte, estaba aterrorizada ante la idea de ser la artífice del deceso de él, esa misma noche, amparados en la claridad de la luna nocturna escaparon del ANBU, dejando ahí sus máscaras. Por fin encontrarían su preciada libertad, juntos.

Dedicado a Marian, mi guerrera asesina y discípula favorita. Te quiero, y lo sabes.

Es un relato algo complicado, pero quise tomarme una licencia. ^^