Sueños de medianoche

La noche a veces puede jugar malas pasadas cuando la soledad nos acompaña.

SUEÑOS DE MEDIANOCHE

Son las doce, la casa está en silencio y la noche se presenta calurosa. Necesito descansar porque he tenido un largo día de trabajo, sin embargo no quiero ir a la cama, creo que le tengo miedo. Temo el momento de acostarme porque sé que mi cama estará vacía. Hace ya unos meses que él se fue y, aunque sé que volverá, sigo sin acostumbrarme a su ausencia.

Después de unos momentos de duda me decido y voy a mi habitación, creo que esta noche será como las demás, larga, infinitamente larga. Igualmente me decido y me sumerjo entre las sábanas, siento el tacto frío que dejan sobre mi piel y me estremezco, tengo que intentar dormir y olvidarme de esta soledad.

Creo que llevo horas dando vueltas sin parar de un lado al otro del colchón sin conseguir conciliar el sueño, pienso en él, una y otra vez pero por más que lo intento, al abrir los ojos nunca hay nadie a mi lado.

En medio de la desesperación escucho el timbre de la puerta. Me levanto rápidamente y cubro mi cuerpo con una camisa que él se olvido algún día en el cuarto. Me acerco a la puerta extrañada por no saber quien podrá ser a estas horas de la noche y al abrirla veo a un hombre. No sé quien es pero tengo la sensación de que lo conozco. Él me mira sin decir palabra, yo quisiera preguntarle quien es, pero mi garganta parece haberse quedado sin palabras. Su forma de mirarme es inquietante, él no habla, yo no hablo y, sin embargo, parece que alguna extraña fuerza nos obliga a mirarnos.

Comienzo a ponerme nerviosa porque el silencio se alarga y no soy capaz de reaccionar, lo observo detenidamente, del mismo modo que él lo hace conmigo. Es un hombre joven, y desde luego muy atractivo. Va vestido de manera informal, con unos vaqueros y una camiseta que deja entrever el increíble cuerpo que hay en su interior. Soy consciente de que estoy ante un extraño, semidesnuda, pero no consigo reaccionar.

Él se acerca a mi y cierra la puerta, no siento miedo, sus ojos me dicen que no tengo por qué sentirlo. Sin decir nada me coje de la mano y la acerca a su boca. Siento su aliento tibio en mis dedos y me inunda una sensación de calor. Lo miro fijamente a los ojos y veo algo en ellos. ¿lo conozco? Creo que si, pero no podría asegurarlo. Él continúa besando mi mano y sus besos comienzan a extenderse por mi brazo al mismo tiempo que me arrastra hasta el dormitorio. Yo me dejo llevar, ni siquiera sé el por qué, pero esta situación esta provocando en mi una excitación que nubla por completo mi cordura.

Ahora ya estamos en el dormitorio, lo miro, me mira y no puedo resistir el acercarme a su boca y besarlo. Sus labios son dulces y su lengua me acaricia con ternura. En medio de los besos y los abrazos le ayudo a quitarse la camiseta, mi camisa resbala de mis hombros y me quedo desnuda ante él, el contacto entre nuestros cuerpos es cálido y la excitación empieza a envolvernos a los dos.

No pasó demasiado tiempo antes de acabar tumbados en mi cama. Esta vez el tacto de las sabanas es más dulce. Parece que se alegran de que en esta noche no me envuelva la soledad y mi cuerpo pueda disfrutar de la compañía que me regala este desconocido.

Sus caricias se alargan hasta el infinito, y mi cuerpo responde acalorado a cada contacto de su piel. Estoy excitada hasta límites que ni siquiera yo sabía que existían, y él parece saber todo lo que mi cuerpo necesita.

Las horas están pasando sin que yo me de cuenta. Estoy haciendo el amor de la forma más apasionada y hermosa de mi vida, y ni siquiera podría decir con quien. Él es un completo desconocido y sin embargo conoce mi cuerpo mejor que yo misma. Yo me entrego a él sin reservas dándole todo lo mejor de mi y él me responde llenándome de placer con cada movimiento de su increíble cuerpo.

El éxtasis llega a mí, una y otra vez, envolviéndome en una maravillosa nube de cansancio, quiero abrir los ojos y mirarlo una vez más pero estoy agotada y mis párpados no responden a mis deseos. Al fin me rindo, y me dejo inundar por el sueño, arropada entre sus brazos.

Un extraño pitido empieza a sonar en mis oídos, es molesto, y no consigo acallarlo. Abro los ojos y veo que el despertador marca las seis de la mañana, me doy media vuelta para encontrar el abrazo que me arrulló durante la noche, pero enseguida reconozco la horrible sensación de vacío en mi cama.

Me incorporo sobresaltada intentando buscar indicios de mi amante y me doy cuenta de que todo esta igual que cada mañana, nada me hace ver que esa noche haya sido distinta a las demás, sin embargo mi piel parece guardar todavía el recuerdo de un aroma, que, aunque no lo reconozco, si me resulta extrañamente familiar.

Quien sabe, quizás hoy vuelva a verlo, aunque sólo sea en mis sueños.