Sueños cumplidos C.21 Una promesa cumplida
Una vez todos se fueron, me acerque a la barra; para hablar con Everon.
Sueños cumplidos
Capítulo 21: Cumpliendo una promesa
Una vez todos se fueron, me acerque a la barra; para hablar con Everon.
— Everon, necesito una habitación. – pedí, con una sonrisa.
— No sé si me hace gracia dejar que te quedes aquí – dijo protestando, para variar.
— Venga hombre, ¿somos amigos, no? – intente ganármelo sin mucho resultado
— ¡¿Amigos?! ¡¡Ja!! Dentro de cincuenta años, me pensare si somos amigos; ahora déjalo en conocidos. – me chafo mis esperanzas
— Bueno, pero no puedes dejar a un conocido en la calle. – intente por ese camino, para ver si funcionaba.
— Vale, serán 10 jornales – dijo de brazos cruzados.
— Toma…un poco caro, ¿no? – proteste, mientras le pagaba.
— ¿Lo tomas o lo dejas? – puso su cara ceñuda.
— Lo tomo, lo tomo. – suspire, negociar con un enano era más duro de lo que imaginaba.
— Toma, tienes la misma; que estos días anteriores. – dijo, mientras me daba las llaves.
— Gracias – agradecí
— De nada – bufo
Subí las escaleras, crucé el pasillo y abrí la puerta; para toparme con mi cuarto. Al encender la luz, vi allí a Melissa; metida en la cama.
— ¿Qué, que haces aquí? – tartamudee nervioso
— Vengo a agradecerte lo que hiciste por mí – explico.
— ¿y tu marido? – pregunte
— No quiere casarse conmigo, porque dice que los Goblins me han manchado y ultrajado; además no se equivoca…por favor, no me rechaces tú también. – lloriqueo
— Tranquila, si él no te quiere; serás mi mujer. – prometí, me quité la armadura; con su ayuda que se levantó en paños menores a ayudarme. La verdad es que estaba mucho más buena, desnuda que vestida; al ver mi herida se preocupó un poco.
— ¿estás bien? – pregunto, tapándose la mano con la boca.
— Si, solo me ha mordido una rata. – explique
— Vale, vamos a la cama; cariño…pero mañana llamaremos al doctor – negocio Mel
— Está bien, lo llamaremos. – acepte
No hicimos nada, solo dormir abrazados; pero eso fue suficiente para ambos. Ella se dejó de sentir repudiada, y yo deje de sentirme solo; en un mundo tan grande como este. Al día siguiente, nos despertamos en otra postura; pero igualmente en paños menores ambos y abrazados.
— Buenos días Mel – la desperté con un beso en la frente.
— Buenos días Lar – se acurruco en mi pecho — ¿oye, puedo hablar contigo un momento? - pidió Mel
— Claro, dime; ¿qué pasa? – quise saber, aun cansado por lo de ayer.
— ¿Te importa si sigo trabajando para Arnold? – pregunto, parecía querer sentirse útil; al menos no pretendía que la mantuviera yo.
— ¿Tú quieres? - pregunte, ya que no me importaría mantenerla.
— Sí, quiero ser útil para ti. – afirmo lo que pensaba
— ¿y a él, no le importa? – pregunte, pensando que si no la quería como mujer; quizá tampoco como ayudante.
— Él quería que siguiera trabajando para él, fingiendo que era su mujer; pero yo prefiero ser solo su empleada. – me explico
— Lo entiendo, si quieres no tienes por qué trabajar. – ofrecí, demostrando que tipo de persona soy.
— Gracias, pero; no quiero ser una mantenida – contesto, demostrándome el tipo de persona que es ella.
— Eso te honra - felicite
— Vale, espera aquí; que traigo el desayuno y al médico. – me dijo guiñándome el ojo, mientras que empezaba a vestirse.
Di un par de vueltas en la cama dolorido, pensando en lo de ayer; la semi orca estaba un poco loca y parecía peligrosa…sino fuera por eso, sería una poderosa aliada; para mis aventuras. El enano era fuerte, y aunque era algo chulesco; parecía un buen compañero de grupo. El encapuchado era un tipo curioso, no tengo mucho que decir de él; salvo eso. Me pregunto, si hoy encontrare a alguno de ellos; o si podre encontrar a otro grupo. Cuando estoy entre mis pensamientos, la puerta se abre y por ella aparecen Mel con una bandeja, con un desconocido.
— Hola Lar, este es el medico que te va a examinar – presenta Mel y me explica.
— Si, si me lo permite señor; será todo un honor examinar al nieto de Snowe – se dirigió a mí, con un respeto que no merecía.
— Solo tengo un mordisco de rata – comente, mientras me quitaba la ropa; para que lo viera.
— Vaya… es un error común, pensar solo es un mordisco de rata; esto se te puede infectar e incluso enfermarte – dijo mientras me examinaba
— ¿y bien? – pregunto, mientras el me examina. Mel nos observa en silencio, mientras prepara la mesa para que comamos los dos juntos.
— Como me temía, la herida en sí; no está infectada. Pero…sí que estas enfermo de la enfermedad de las ratas. – comenta, tratando mi herida.
— ¿enfermo? Me encuentro bien – discuto, ya que no siento nada raro; salvo lo común el dolor.
— Esta enfermedad tarda dos días en hacer efecto, te he puesto una crema cicatrizadora; luego te he vertido una poción calmante para quitarte el dolor y, por último, voy a ponerte una vacuna de esa enfermedad.
— ¿y eso solucionará el problema? – pregunto, queriendo saber; si todo estará bien.
— Bueno, si la vacuna funciona; tendrás fiebre y al día siguiente estarás bien. – explico, para que entendiéramos
— ¿y si no? – pregunto Mel
— Pues tendrás fiebre muy fuerte, tan fuerte que te dejara debilitado y; durante un par de días, te costara moverte. – confeso
— ¿es contagioso? – pregunto
— No, solo por las ratas. – explico el médico.
— Entiendo, ¿Cuándo comenzare a sentir los síntomas? – pregunte
— Esta noche, como muy pronto – me explico
— Vale, gracias doctor; ¿Cuánto le debo? – pregunto, de forma amable.
— Bueno, son 18 Jornales. – dice, mientras recoge sus cosas. — Llámenme si les hago falta. – comenta mientras espera a cobrar
— Tome, quédese la vuelta. – digo mientras le doy 2 de cobre.
— Gracias, te dejo aquí; algo para bajar la fiebre – dice amablemente, mientras se marcha.
Antes de comer…
— Vaya, me alegro que tu vida no corra peligro. – me acaricia Mel
— Si, esas ratas; sí que eran peligrosas. – me quejo
— Bueno, vamos a comer; y acuéstate – me pide, mientras nos sentamos a comer.
— Que va, hoy tengo cosas que hacer; tranquila, esta noche estaré aquí. – niego, mientras comenzamos a comer el menú de hoy.
— ¿vas a salir estando enfermo? – pregunta sorprendida a la par que preocupada.
— No, ya le has oído; hasta esta noche estaré bien. – le quitó hierro al asunto
— Bueno, pero no hagas movimientos bruscos – me pide, triste.
— Tranquila, todo está controlado. – le guiño un ojo, mientras terminamos de comer.
Se causa un pequeño silencio incomodo, mientras comemos el pez tinto de rio; con salsa de agua salada y sopa de pescado calentita para beber.
— ¿Adónde iras? – pregunta preocupada
— Voy a entrenar a los chicos que te dije, luego buscare un grupo y hare otra misión. – explico, mientras cómo.
— Pero, ten cuidado. – me pide, sabiendo que discutir conmigo en eso; será inútil.
— Lo tendré ¿y tú, iras a trabajar con Arnold; no? – pregunte para cerciorarme.
— Si, iré a negociar; para ver cuánto me da como pago a mi trabajo. – dice un poco más contenta
— ¿y que harás con ese dinero? – pregunto, con curiosidad.
— Lo dividiré en tres partes, una para ti; una para mí y una la reuniré. – me explico, con todo detalle.
— ¿Para qué? – pregunte, sorprendido; porque fuera una chica tan lista.
— Ya lo veras, será una sorpresa. – me guiña el ojo y me acaricia la mano.
Terminamos de comer y nos quedamos mirándonos como idiotas, sin decir ni hacer nada.
— ¿Me ayudas a ponerme la armadura, Mel? – pregunto con cariño
— Eso, me encanta. – confeso ruborizada, mientras me la ponía; me acariciaba.
— Si no paras…voy a tenerte pedir que me la quites, y vamos a quedarnos en la cama un rato más. – sonreí, colorado por decirle algo asi.
— Tentador – rio — Pero tendrá que esperar a que te cures – me guiño el ojo — ya que tú tienes cosas que hacer y yo tengo que ir a trabajar. – dijo demostrándome lo responsable que es. — Ambos tenemos sueños que cumplir… - dijo besándome en la frente.
— Me encantas – dije quitándome el casco y besándola en la boca.
Nos separamos un segundo, ambos estábamos rojos; y nos volvimos a unir en un abrazo brutal. Pero separados por el metal de la armadura, en ese instante; que se nos hizo eterno.
— Gracias, por olvidar a los Goblins; y valorarme – me susurro al oído
— Gracias a ti, este mundo es muy solitario y grande; para estar solo – agradecí su compañía, nos separamos y nos besamos de nuevo; mientras nos separábamos nuestras manos estaban unidas, y se fueron separando poco a poco.
— Nos vemos esta noche – dije, mirándola a los ojos
— Hasta la noche – contesto, ya he pagado yo; el desayuno.
— Gracias, no tenías porque – dije antes de desaparecer por la puerta
— Si, que tenía porque; quería hacerlo – contesto ella, aunque no pude oírla; porque ya no estaba allí.
Tras todo esto, baje canturreando; ya que estaba feliz. Aunque estuviera enfermo, ya había hecho mi primera misión y salvado a una chica; con la que tenía una relación, ahora. Al bajar, vi la taberna como siempre; llena hasta los bordes. Me dirigí sin parar a la carpintería, para recoger las armas; las mismas que estaban hechas ya.
— ¿Vienes a por las armas? Aquí las tienes – me las extendió en una manta, sobre la mesa que tenía delante; para despachar a la gente.
— Están bien, gracias – dije, tocándolas todas; y comprobando su calidad, vi que no era mala.
— De nada, mañana tendré los escudos; ya estoy trabajando en ellos. – aviso, para que no me olvidara.
— No hay problema, quizás mañana venga otra persona a recogerlos. – devolví el aviso, para que no le extrañara.
— Vale, no hay problema. – dijo, estrechamos las manos y me retire con las armas.
Fui por el camino con las armas en las manos, la gente me miraba raro; pero me dio igual. Al llegar los chicos, estaban esperándome; y todos tenían mejor pinta…además de mejores ánimos.
— Aquí están las armas – dije, mientras las repartía.
— ¿y esto, para que nos sirve? – pregunto Skid, el más jovenzuelo de todos.
— Sencillo, para entrenar; sin mataros. – conteste, mientras desenfundaba mi espada y la coloque en un lado; para usar la vaina como arma. — vamos a entrenar, imitadme. – ordene
— Venga chicos, sigamos al señor – dijo Skid
Algunos con más entusiasmo y otros con menos, siguieron mis movimientos; que, aunque no muy profesionales…a todos nos sirvió para mejorar, ya que yo mismo no era ningún lumbreras con el arma; este entrenamiento era justo lo que necesitaba.