Sueños cumplidos C.2 La aventura comienza

Me despierta un calor abrasante, miro el sol y debo haberme quedado dormido; pues tiene que ser la hora de comer al menos. Tengo un hambre y una sed que me muero, me duele todo de dormir con la armadura y mientras que me recompongo un poco; me fijo en que estoy siendo observado por tres chicas.

Sueños cumplidos

Capítulo 2: Un agridulce despertar

Me despierta un calor abrasante, miro el sol y debo haberme quedado dormido; pues tiene que ser la hora de comer al menos. Tengo un hambre y una sed que me muero, me duele todo de dormir con la armadura y mientras que me recompongo un poco; me fijo en que estoy siendo observado por Lana Mark y, las hermanas Sereth; Luz y Sorana.

—      ¿Qué hacéis ahí? – pregunto sobresaltado

—      ¿Qué haces tú, aquí? – contesta Lana

—      Ayer ayude al viejo Willy y me pillo la noche – argumente, sabiendo que eso les daría igual; pero la verdad era la verdad, al fin y al cabo.

—      ¿Sabes que en este terreno no se puede acampar? – dijo Sorana, siendo la más mayor y por tanto, la más territorial.

—      Bueno, vi dos carteles de propiedad; pensé que este trocito era tierra de nadie. – dije sabiendo, que eso les dolería a las tres; para que se pelearan entre ellas.

—      ¡Son mis tierras! – grito luz, como si fuera lo que oye en casa

—      No pequeña, son las mías – gruño Lana

—      No le hagas caso Luz, son nuestras – siguió Sorana.

—      Bueno, gracias por la hospitalidad; yo me marcho ya…que se me ha hecho tarde. – intente en vano.

—      ¡Tú, quieto ahí! – gritaron Lana y Sorana casi al unísono.

—      Luz, ve a casa y trae a papa – ordeno a su hermana menor y esta me miro vacilante, pero luego obedeció. Lana miro mal a estas por ser dos y ella una, pero entonces hizo lo propio hacia sus tierras.

—      ¿Qué pretendes? – pregunte confuso, mientras empezaba a comer y beber nervioso; sin guardar mi espada.

—      Has cogido nuestra hospitalidad sin pedírnosla, por lo tanto; algo tendrás que hacer por nosotros. – juzgo con una sonrisa en su cara

—      Pero yo…tengo prisa – proteste

—      Ese no es mi problema – sonrío con malicia

Podría irme a la fuerza de aquí, pero entonces sí que tendría problemas con ambas familias; irían tras de mí y me atraparían. Lo mejor sería esperarles…

—      ¿Eres un guerrero? – pregunto ella

—      No, me vestido asi; para una fiesta de disfraces – conteste con sarcasmo

—      Vaya, ¿has visto mucho mundo? – pregunto con curiosidad

—      Más del que tú veras en tu vida – mentí con malicia

—      Oh, ¿y has asesino a alguien? – pregunto en una extraña actitud

—      Solo a los malos – volví a mentir

—      Mmm…eres un tipo duro – juzgo

—      Si tú lo dices… - pensé en voz alta, si fuera un tipo duro; ya no estaba aquí.

Poco después de otro silencio incomodo, estaba rodeado por ambas familias; que venían armados con orcas.

—      ¿y esto? – reí entre dientes, aunque en el fondo temía por mi vida.

—      Nos ha dicho Luz, que has dormido en nuestro territorio; sin permiso – dijo el padre de los Sereth, mas temeroso; que otra cosa.

—      Sí, me pillo la noche y no tuve más remedio que acampar, pero respete las tierras; no deje ni basura ni tampoco hice una hoguera. – argumente intentando evitar problemas

—      Eso no importa, son mis tierras – salto el padre de los Mark

—      Bueno, pues si no os importa; me marcho ya. – hice el amago de levantarme, pero ambas familias se aferraron a sus orcas.

—      Hagamos una cosa, una posada vale 5 monedas de plata; ¿qué tal si nos das 2 de plata a cada familia y 5 de cobre? – pidió la madre de los Mark

Miré la bolsa de este tipo y vi el dinero que tenía: unas diez monedas de oro, seis de plata y doce de cobre. Niego con la cabeza y recuerdo que soy un guerrero, no debo amedrentarme por las dificultades; debo plantarles cara. Son un puñado de granjeros, si me amedrento por ellos; ¿Cómo podre enfrentarme a bandidos, que no me den opción? Tenso el gesto, agarro la espada y me la pongo en el hombro; todos dan un paso hacia detrás.

—      Hagamos una cosa, esto no es una posada; ¿Qué tal si os doy una moneda de cobre a cada uno por las molestias, y me marcho? – dije levantándome, viéndome rodeado por orcas.

—      Nos parece poco – gimoteo en pánico Ethan Sereth

—      Papa, no te le acerques tanto; es un tipo duro y asesino – dijo Sorana, provocando que no solo su padre; sino que todos dieran un paso o dos hacia detrás.

—      Miren, estoy siendo generoso; de lo contrario va a haber una masacre aquí. – amenace, aprovechando que todos estaban nerviosos.

—      Yo no quiero problemas, acepto su generosa oferta. – Acepto Rem Mark

—      Y-yo también – acepto Ethan

Di cinco monedas de cobre a los Sereth y tres a los Mark. El hijo varón de los Sereth me miraba con mala cara, pero se fue con su familia; llamaron a Sorana, pero esta espero para irse.

—      Gracias por ser bueno con mi familia, si vuelves a pasar por aquí; te lo recompensare – prometió esta

—      … - no me atreví a decir nada

Sin más, esta salió corriendo para alcanzar a sus padres y sus hermanos sin mirar hacia atrás. Suspire relajado y tras confirmar que nadie me mirara, guarde la espada torpemente en su funda; negué con la cabeza pues la broma me había costado cara. Miré por última vez mis tierras que a lo lejos se veían, y me puse en marcha para salir de una vez de las malditas granjas libres; donde llevo toda la vida. Por el camino, disfruto de las hermosas vistas de la zona; que jamás había disfrutado como hoy. Las granjas estaban en un valle, rodeado de escarpadas montañas excepto por el norte y el sur; de ahí que fuera un sitio de paso. Ignoro cuanta distancia real ocupa el valle, pero al menos, mil millas a la redonda; de ahí que no se pueda rodear como muchos ya quisieran.

Ya que la gente de aquí, es un poco rara; por decir algo educado de ellos. Y es que la palabra libre, se la han tomado demasiado a pecho, entiendo que hay que tener cuidado para que nadie se quiera quedar con lo poco que tienes; pero no es razón para ser tan poco hospitalario.

Tras un par de horas más de camino, empiezo a vislumbras el cañón de la pradera verde; adonde da la salida del sur. Nunca he llegado hasta allí, pero dicen que es un sitio maravilloso; pero que hay que tener cuidado con los Morrock. ¿Qué son los Morrock? Pues ni idea, nunca he visto uno; ni se si atacan a la gente.

Tras dos horas más de camino, estoy ya en tierra de nadie de verdad; me siento contra la ladera más rocosa. A parte de necesitar un descanso, necesito comer y beber algo. Miro el camino que he seguido y no parece tanto, estoy ensimismado cocinando; cuando veo a alguien sentarse a mi lado.

—      ¿molesta un poco de compañía? – dice un tipo gigantesco

—      No, siéntate; siéntete como en tu casa – digo con cierta ironía

—      Ya sé, has pasado la noche en las granjas libres – dice riéndose

—      Si… - digo con cierto recelo, puede ser el que me busca; aunque no lleva arco.

—      Seguro que la próxima vez lo evitas – dice riéndose de nuevo

—      ¿a qué te dedicas? – pregunto abruptamente

—      A lo mismo que tu creo – dice sacando un par de cuernos de la mochila — a hacer el idiota por ahí, ayudando a la gente – llena un cuerno y me lo ofrece — Cerveza vikinga, ¿quieres un poco? – ofrece

—      No, gracias; tengo agua – rechazo con educación

—      Más para mí, ya me caes bien – dice volviendo a reír

—      ¿para dónde vas? – pregunto de nuevo abruptamente

—      Vaya chico, te gusta ir al grano; voy a…suren, la aldea del sur. – dice volviendo a beber otro trago de cerveza

—      Yo también voy hacia allí – digo más para mí, que para el

—      ¿me vas a pedir que vayamos juntos? – dice riéndose

—      No, la verdad es que no – en realidad lo iba a hacer, pero al ver que se reía de mí; rectifique.

—      Bueno, entonces lo hare yo; los caminos no son seguros para un borracho como yo…necesito un compañero sobrio que vigile por mí – dijo sonriente — además me sales barato, no bebes cerveza. – soltó, volviendo a romper en carcajadas.

—      Vale, está bien – dije, el viaje con compañía; se haría más ameno.

Cada uno se hizo su comida, el saco un conejo recién cazado y yo saque carne cruda que llevaba este tipo, con un poco de queso, bacón y pan.

—      ¿lo cazaste tú? – pregunte, por romper el silencio

—      No, se lo compre a un arquero – dijo riéndose, por eso no sé si está bromeando o habla en serio.

—      ¿Qué vas a hacer en suren? – pregunta el

—      Ayudar a la gente por un módico precio – conteste

—      Sí, eso ya lo sé; me refiero a ¿conoces a alguien? – volvió a preguntar

—      No, es la primera vez que voy – dije sin pensar

—      No me digas que es la primera vez que… - dijo boquiabierto

—      No, hombre no; claro que NO. – mentí

—      Ah, me habías asustado – contesto riéndose

Tras la comida…

—      ¿te importa, si me pego una siesta? Llámame en una hora – pidió mi nuevo amigo

—      Vale, perfecto. – asentí y me puse a mis cosas.

En esa hora, estuve entrenando con la espada; acabe agotado, pero vi cierto grado leve de mejora.

—      ¿ya has terminado? – pregunto mi resacoso amigo, rompiendo al fin sus grandes ronquidos.

—      Si, vámonos – conteste

Nos pusimos en camino, al principio me dejaba atrás; por eso tuvo que reducir su paso. Aunque no dijo nada y no perdió la sonrisa tampoco, note que se percataba; supuse que ya me sacaría el tema.

—      ¿y has hecho muchas misiones? – pregunto de repente

—      Si, algunas; todavía soy joven y eso. – conteste con mediana sinceridad

—      Ya, lo imagine por tu voz; yo también soy joven, aunque ahora no lo creas…solo tengo treinta años o asi, porque a partir de veintiuno; perdí la cuenta. – dijo riéndose el solo.

—      ¿alguna vez has tenido miedo? – pregunte

—      ¿miedo? NO, el miedo me lo tiene a mí. – rio solo como siempre. — Aunque ayer me paso algo raro, antes de cruzar las granjas acampe por la noche; y tres tipos se acercaron a mi campamento a hurtadillas. – narro haciendo memoria

—      ¿y que paso? – pregunte intrigado

—      Nada, al verme levantarme; se fueron sin más y por más que les pregunte. No se dignaron a responderme – conto extrañado

—      Sí que es raro, sí. – dije pensando que podía ser mi armadura la que buscaban

—      Oye, tu armadura es heredada; ¿verdad? – me pregunto

—      Si – mentí fingiendo vergüenza — ¿Tanto se nota? – continúe

—      Un poco, te queda grande; deberías ir a un herrero. Para que te la ajuste – aconsejo

—      Lo hare. – agradecí el consejo

—      ¿y esos tipos, crees que ya habrán pasado por aquí? – pregunte

—      Seguro que llegaron esta noche, al ritmo que iban; no me extrañaría nada. – contesto — ¿los conoces o algo? – pregunto sorprendiéndome

—      NO, no los conozco ni nada, es solo por evitar toparme con gente extraña – argumente, intentando parecer creíble

—      Tranquilo, estas con Jack el gigante; no te pasara nada. – dijo Jack, intentando hacerme sentir protegido

—      Gracias Jack, pero también se defenderme – solté, un tanto a la defensiva

—      No lo dudo, das buenos espadazos; pero te falta algo de experiencia. – dejo caer, sorprendiéndome; asi que cuando estaba borracho, no estaba dormido del todo.

—      Si, supongo que tienes razón. – acepte, era estúpido negar lo innegable.

Poco después, había empezado a cambiar el terreno; cambio de terreno rocoso por las montañas, y de hierba reseca a prado verde, con hierbas altas.