Sueños cumplidos C.15 De compras por Suren

Tras salir ella de la habitación, vuelvo a salir de la cama; aun dolorido pero esta vez el cuerpo está más caliente y puedo soportarlo. Recojo la mochila, las bolsas de monedas; el escudo y la espada, sin olvidarme de ocultar bien el cuchillo de asesino. Salí de la habitación sin dejar nada dentro..

Sueños cumplidos

Capítulo 15: De compras por Suren

Tras salir ella de la habitación, vuelvo a salir de la cama; aun dolorido pero esta vez el cuerpo está más caliente y puedo soportarlo. Recojo la mochila, las bolsas de monedas; el escudo y la espada, sin olvidarme de ocultar bien el cuchillo de asesino. Salí de la habitación sin dejar nada dentro, cruzo con paso seguro el pasillo en penumbra; en dirección hacia las escaleras de abajo. El sitio no está especialmente sucio, ni especialmente limpio; tiene algo de polvo y algo de humedad.

El sonido y el humo de abajo, subía por las escaleras; mostrando que abajo había mucha gente. Pare un segundo al borde de las escaleras, pensé en Reena; si me viera ahora sabría que esta mañana la engañe para que me diera de comer…negué con la cabeza, suspiro y comienzo a bajar las escaleras. Nada más bajar, me veo la taberna llena; empiezo a fijarme en todo con todo lujo de detalles, ya que llevo toda la vida esperando para ver una taberna llena.

Cuento en las esquinas y las paredes unas veinte mesas, con solo dos sillas puestas mirando al frente; para que el que beba mire hacia el centro de la posada. Y luego veo un par de filas de doble mesas y una fila individual en el centro, calculo que abran diez mesas dobles y cinco individuales; casi todas están llenas. Tambien veo diez taburetes en la barra, en la barra hay un rudo enano que mira malamente a todos; y detrás de él, veo una puerta sin puerta de la que sale el humo. Veo un grupo de orcos, que parecen aún más rudos que el enano de la barra; y que están armados hasta los dientes. Veo varios grupos de borrachos tanto en las sillas de las esquinas, como en la barra; entre ellos esta Jack…en la barra hablando con el rudo enano. En las mesas individuales, encuentro algunos burgueses que desentonan un poco; dentro de la taberna y un encapuchado que da algo de grima, sin añadir que me recuerda a uno de los asesinos; no me extrañaría que fuera uno de ellos. Entre las mesas dobles, veo un grupo de elfos; un par de ellos de diversos tamaños de humanos y uno totalmente variado. Cada grupo esta con su tema y el escandalo es un tanto molesto, supongo que me acostumbrare a esto; asi que sin hacerme esperar me acerco a Jack.

—      Hola Jack, ¿Qué tal estas? – digo tocándome la cabeza

—      Ala, bienvenido al mundo de los despiertos; chaval. – felicita Jack

—      ¿te cobro Jack? – pregunta el tabernero, echándome tan solo una mirada.

—      Sí, claro; cóbrame lo mío y lo del chico, como te dije. – pide Jack

—      No Jack, tengo dinero – me quejo e intento impedírselo

—      Ya, lo sé; si te lo di yo. Fueron las ventas de lo que cogimos en la taberna de fuego, guárdalo te hará falta; cuando nos volvamos a ver me invitas tú. – Soltó riéndose como siempre

—      ¿Nos volvamos a ver? Te marchas… ¿sin mí? – digo dolido

—      Bueno, ambos sabíamos que esto era temporal; pero tranquilo, volveremos a vernos y tomate algo, te invito. – ofreció Jack, tras darme una palmada en la espalda; que me hizo trastabillar y que, si no fuera por la barra, me hubiera dado de bruces.

—      Vale, te acepto la invitación. – digo, pensando en sus palabras; mientras me siento en el taburete de al lado.

—      Camarera, una cerveza para mi amigo – grito Jack, para hacerse oír entre el jaleo de los demás grupos; consiguiéndolo sorprendentemente.

—      Marchando – dijo una voz que me sonaba de algo, al mirarla vi que era Reena y ella me vio al darme la cerveza, quedo sorprendida. — ¿ya estas mejor? – pregunto, aunque no dijo nada; vi su cara de confundida

—      Si, gracias a ti; he podido levantarme…aunque con esfuerzo – me excuse, adornando la verdad.

—      Ah, me alegro. – dijo bajando la voz conforme hablaba

—      Jack, ya veo que ya conocéis a mi hija; me alegro y, por cierto, nos debes…48 jornales. – dijo el padre, presentándonos a su hija; sin ser consciente de que ya la conocía.

—      Y a mí me debes 13 jornales – dijo Reena, mirando a Jack; y Jack asintió.

—      ¿ah sí, y de qué? – enarco la ceja el padre de ella, mirándonos con cara de pocos amigos; y se cruzó de brazos con malas pulgas.

—      Nada, Everon; le dije que cuidara de un amigo que estaba muy enfermo. – Se explicó Jack, mientras que dejaba en la mesa; 7 monedas de cobre. — quedaos con la vuelta, y dale un jornal a la chica de propina; rio Jack.

—      Vale, está bien. – dijo Everon no muy contento, pero satisfecho con el dinero; por lo tanto, se aguantó.

—      Gracias Jack, aunque no hacía falta; tu amigo es muy simpático. – Dijo Reena, marchándose adentro de la cocina

—      ¡Eh, Reena! – grito su padre, persiguiéndola; haciendo que tanto Jack como yo nos riéramos.

—      Te he salido un poco caro, ¿eh? – pregunte a Jack

—      No te creas, la mayoría del dinero; es de mis cervezas. – rio Jack

—      ¿Qué es eso de Jornales? – quise saber.

—      Ah, es la moneda de Suren; pero igualmente aceptan las monedas universales. – Me explico, con toda la paciencia del mundo; y sin hacerme preguntas.

—      Entiendo, ¿Cuántos jornales son una moneda de cobre? – pregunte

—      Diez, asi que nunca has estado aquí; ¿no? – pregunto, por lo bajo para que nadie más lo oyera.

—      Si, ¿adónde iras después de esto? – le interrogue, quizá quería saber que más había por aquí; o a donde ir, tras esto…quizás solo quería saber dónde estaría mi amigo.

—      Iré a Selvania, la ciudad construida sobre arboles de jungla; en la isla de la jungla. – me conto, sin problema alguno; para mi sorpresa.

—      Bueno, ¿Cuándo partes? Me gustaría despedirme de ti o al menos verte otra vez, pero tengo compras que hacer. – comunique a mi amigo, la verdad es que iba a ser la segunda dura despedida del mes; pero tendría que acostumbrarme a esto. Mi nueva vida.

—      Partiré esta tarde, tras la comida; en el barco. Si quieres comemos juntos – me ofreció, alargando su mano; mano que estrechamos juntos y que era dos manos mías.

—      Hasta luego amigo. – me despedí, de él; aunque tenía ganas de darle un abrazo me contuve.

—      Hasta luego, amigo. – se despidió de mi casi sorprendido, no lo esperaba que ya lo considerara mi amigo; pero la verdad es que se había portado como tal.

Tras eso salí por la puerta de la taberna y al salir me fijé en cómo se llamaba el local: “La joya del sur” me parece un nombre muy bien escogido, difícil de olvidar; tras una sonrisa. Empiezo a dar una vuelta por el pequeño pueblo, solo tiene unas tres calles; una en la que viven los pobres, una comercial y donde vive la gente normal. Hay una pequeña mansión en la plaza y otra taberna que se llama: “el hijo tuerto”, no he entrado; pero el mal olor llega aun con la puerta cerrada, sin contar que la fachada esta algo más que sucia. Aparte de la humedad, de tener tablas rotas y vidrios igual de rotos; parece vieja e inhóspita.

Voy por la zona comercial que es la más transitada, ya que en los suburbios la gente está sentada en el suelo o dentro de sus comunas; y la zona donde vive la gente, es poco transitada a esta hora. Primero me dirijo a la tienda de objetos, que tiene un aspecto polvoriento; pero bastante adornada. Al entrar, veo multitud de objetos útiles para un aventurero en múltiple de situaciones peliagudas; puestos en la tienda a modo de decoración por las paredes y una pequeña barra en la entrada, detrás de la barra; veo a un hombre con gafas de avanzada edad.

—      Buenas, vengo a venderle algo. – digo sin mucha confianza, con la boca seca por los nervios; de ser la primera vez.

—      Vale, enséñemelo y le diré el precio. – dice ajustándose las gafas, con cara de ansia.

—      De acuerdo – intentando disimular un poco, saco el menaje de calidad que no me hace falta; y el menaje viejo que no me hace falta…me quedo tan solo lo que me hace falta.

—      Vale…menaje viejo a medias, y menaje de calidad a medias… - dice examinando la mercancía, mientras que se ajusta repetidas veces las gafas. — vale, te puedo dar 5 jornales por el normal y 10 por el de calidad;

—      Veinte y te los vendo – negocie, ya que me interesaba sacar lo máximo posible; para cumplir cuanto antes con mi promesa a Farse.

—      A ver, yo de todo esto voy a sacar; 30 jornales, la mitad es un precio justo. – dice, intentando negociar conmigo; con gesto serio.

—      No, me he jugado la vida para conseguir todo esto, 20 jornales es el precio justo. – sigo negociando, ya que veo que el tío no se amilana; pero quiero llegar a un acuerdo.

—      Está bien tienes razón, ni 15 es un precio adecuado para ti, ni veinte para mí; ¿Qué tal dieciocho? – pregunto el tipo, aunque sabía que no aceptaría más que eso; nadie pone una tienda para perder dinero.

—      Hecho – ofrecí mi mano y la estrechamos, el delicadamente; yo con fuerza.

—      Aquí tienes el dinero – dijo, mientras contaba delante de mí; moneda a moneda y una vez contadas, guardo el menaje bajo el mostrador.

Tras guardar los 18 jornales, que eran una moneda negra; con un dibujo de Suren dibujado en el contorno, saque la botella de vino de salamandra de fuego.

—      ¿y que me das por esto? – quise saber

—      ¿Dónde conseguiste ese licor? – pregunto interesado

—      No se lo puedo decir… ¿pero ¿cuánto me ofrece? – volví a preguntar

—      Una lástima, el gigantón que me trajo otra botella hace tres días; me dijo lo mismito que tu – negó con la cabeza, mirando hacia abajo; sintiéndose derrotado.

—      Solo puedo decirte que de donde las cogimos no quedaban más y la otra nos la bebimos – dije para fastidiarle por avaro, aunque había que comprenderle; era una persona muy agarrada.

—      Lástima, las dos últimas botellas de vino de salamandra de fuego; a mi alcance…cien monedas de oro – ofreció el tipo, tras sus lamentaciones; moviendo sus gafas de forma nerviosa.

—      Hagamos una cosa, te doy la botella por cien monedas de oro; y a cambio me vendes para siempre los artículos con descuento. – ofrecí como trato

—      ¿perdona? Si eso es lo que vale – protesto el tipo, bastante indignado.

—      Que va, eso valía antes; siendo las dos botellas que quedan de ese vino pueden valer mil o incluso más. – dije inteligentemente, nada más oírme se atraganto; se volvió a poner serio.

—      Vaya, está bien; te hare un descuento a mi juicio. – ofreció, con disgusto.

—      Está bien, trato hecho. – estrechamos las manos, aunque el a disgusto y tras eso conto moneda tras moneda; mientras no le perdía de vista, ya que no me fiaba de él.

—      Y cien.... eres un buen negociante – se quejó — mucho más que el gigante. – murmuro para él, sin saber que tengo buen oído.

Tras contar las monedas de oro de nuevo por si acaso…

—      ¿y bien? – pregunto molesto

—      Si, esta todo; me pregunto… ¿me cambiaria esta ropa de dormir que me queda grande por una nueva de mi talla? – pregunte interesado en saber, si se llevaba el intercambio o no.

—      Claro, pero tendré que cobrarte algo; ya que la tuya esta usada. – comento, para que supiera los detalles.

—      Me parece adecuado, pues deme la ropa de dormir, ropa de aventurero; y deme dos más, leña para tres días, un par de antorchas más y un pequeño baúl con una cerradura excelente. – pedí, lo que ahora mismo se me ocurrió, que podía necesitar y que no se pusiera malo; ya que la comida la compraría cuando me fuera a marchar.

—      Las antorchas valen 1 de cobre, quieres dos pues son dos; la cerradura 15 de oro, el pequeño baúl 1 de oro, la leña vale 1 de cobre y como pediste para tres días son 3…ropa de dormir 1 de cobre, ropa 4 de cobre.  - dijo el tipo, sin hacerme ningún tipo de rebaja; haciéndose el tonto. — 16 de oro y 9 de cobre. – dice el tipo.

—      ¿y mi descuento? – digo cruzando los brazos

—      Ah cierto – dice con tono molesto — vale, 16 de oro. — está bastante molesto, mejor no discutirle más; asi que le pago y espero a que me lo de, tras contar moneda a moneda.

—      Gracias – digo, mientras me da las cosas y las meto en mi mochila.

—      De nada – contesta por educación ya que está claro que no le simpatizo demasiado y no me extraña; soy todo un negociador.

—      Bueno, ha sido un placer; nos veremos. – digo con toda mi educación y una sonrisa en la cara.

—      Adiós, vuelve cuando quieras. – dijo más por ética profesional que por otra cosa, pero a mí no me importa; lo que pueda ahorrar bueno es.

Y tras esto salgo a reanudar mi paseo comercial…aún tengo que ir a un herrero, para que me arregle la armadura y me la ajusto; además de una tienda de armas para comprar un arma contundente.