Sueños cumplicos C.4 La bailarina de fuego

La fachada de “la bailarina de fuego” está llena de maleza por doquier, casi podría decirse que entrar es imposible; pero no, sería difícil, pero no imposible. Aunque dudo que adentro quede nada de valor, esto ya no es más que una ruina saqueada una y otra vez; por las inclemencias del tiempo.

Sueños cumplidos

Capítulo 4: La bailarina de fuego

La fachada de “la bailarina de fuego” está llena de maleza por doquier, casi podría decirse que entrar es imposible; pero no, sería difícil, pero no imposible. Aunque dudo que adentro quede nada de valor, esto ya no es más que una ruina saqueada una y otra vez; por las inclemencias del tiempo, además de la gente. Jack se para allí frente al edificio como si estuviera recordando cosas; no puedo evitar preguntarle... para aprender un poco más de su experiencia.

—     ¿Jack, en que piensas? – pregunto, ansioso por su respuesta

—     Me pregunto si a parte de recuerdos, quedara algo más adentro de esa maldita ruina. – dice respondiéndome, a la vez que asi mismo

—     Solo hay una forma de averiguarlo – digo mientras intento entrar, apretujando la maleza que sobresale.

—     ¿en serio? – responde Jack, asombrado

—     Claro, ¿para qué iba a bromear? – digo, mientras observo el suelo; encuentro un extraño cuchillo y lo uso para cortar maleza.

—     Asi tardaremos una eternidad – protesta Jack

—     Ya, pero no tenemos otra cosa – digo mirándolo de reojo y sigo en mi tarea de cortar

Aunque parece que no avanzamos, cuando nos queremos dar cuenta; estamos dentro. La decoración no es como lo imaginaba, aunque cuesta imaginarla sin estar destrozada; es bastante estrambótica. Una vez que hacemos un camino por el que movernos por la enorme sala, nos dedicamos a registrar; el olor es nauseabundo…ya que esta parte lleva mucho sin ventilación y mucha comida se ha puesto mala en las propias mesas.

—     Puf… - gimoteo de asco — ¿sabes que paso aquí exactamente? – pregunto con la mano tapando mi nariz.

—     No, nadie lo sabe – lo dice, como fuera de sí; como si algo lo ensimismara. — un día estaba en pie y al día siguiente… - guardo silencio un segundo

—     ¿al día siguiente? – insistí, para que continuara

—     Al día siguiente, estaba abandonado; y ni siquiera pararon a recoger NADA – dijo haciendo aspavientos, como si estuviera cabreado

—     Eso es extraño – conteste con sinceridad, no era algo que pudiera pasar naturalmente; si un local va bien no se abandona…no sin lucha, no sin recoger tus cosas.

—     Si, que lo es; sí. – dijo riéndose, mi amigo empezaba a parecerme bipolar o quizás demasiado temperamental.

—     Busquemos por aquí, a ver que vemos. – solté como idea

—     Vale, pero si queda algo de interés será en la cocina o en el sótano. – dejo caer lo que pensaba, mientras se ponía a buscar.

Nos pusimos a buscar con la dificultad de la espesa maleza, pero no había nada interesante; solo comida en putrefacción y, Jack encontró una pila de cadáveres también en estado de descomposición.

—     Esto no estaba antes aquí, ¿o sí? – Jack se rascaba la cabeza, intentando recordar.

—     Jack, son cadáveres; o dios asi huele. – reprimí las arcadas

—     ¿Cuál de ellos? – pregunto y empezó a reírse, por sí solo.

—     No tiene gracia, podríamos ser los siguientes – reprendí a mi amigo

—     Que lo intenten – vi una chispa de valor en sus ojos y se aferró fuertemente a su martillo gigantesco.

—     ¿buscamos en la cocina? – pregunto, sabiendo lo que va a responder

—     Sí, estoy harto de la comida reseca o ahumada, quiero comida de verdad. – gruñe al aire

—     Estás loco, ¿ves la comida de fuera? Asi estará la de dentro – alzo la voz un poco, pensando en voz alta.

—     Te equivocas, aquí tenían una ne-neva, no, nevo…una sala fría, que hace que las cosas se conserven mucho tiempo. – explico

—     ¿me estás hablando en serio, o te ríes de mí? – pregunto, sabiendo que podría ser una broma

—     No, parece una locura; pero no bromeo. El propietario siempre decía, que era; tecnología antigua o algo asi. – me explico

Mientras hablábamos, nos dedicamos a apretujar o cortar la maleza; hacia lo que estaba tras de la barra. Una vez que conseguimos entrar, confirmamos que la cocina olía igual; sino peor. Mucha comida estaba preparada y dejada sobre la mesa de trabajo, eso confirmaba no solo que no recogieron; que seguían abiertos cuando paso lo que quiera que pasara. Esta vez ambos nos tapamos la cara con las manos y nos pusimos a buscar, había cosas de cocina de calidad sin duda; asi que no era perder el tiempo, tampoco.

Nos repartimos el menaje de calidad, yo por mi parte lo metí en el saco; para que no me ensuciara mi mochila y él lo metió en su mochila sin cuidado alguno. Luego me enseño la única puerta de mueble que estaba en buen estado, y al abrirlo una bofetada de frio intenso me cubrió por completo; pero dentro había comida para los dos y para dos días en perfecto estado. Hicimos lo propio, nos lo repartimos como buenos hermanos; y nos dirigimos hacia el sótano. Pero antes Jack cogió un vaso que rezaba: “quien no ha venido a beber a la bailarina de fuego, no es un aventurero” tras reírnos los dos; continuamos nuestra autoimpuesta aventura.

El camino hacia el sótano, fue arduo y peligroso. No solo teníamos que luchar contra la salvaje maleza del lugar, sino que las escaleras hacia abajo no estaban en demasiado buen estado; y podríamos caer al vacío en cualquier momento. Claro que el vacío, podrían ser un par de metros quizá; pero sigues pudiéndote partir algo.

Tras la ardua tarea de hacer transitable el sótano, nos dedicamos a mirar si hay algo de valor; y para mí todo es igual…pero Jack no para de gritar como una niña, cada vez que ve algo nuevo; una vez la emoción inicial cesa. Trae dos barriles, tres botellas y una piel de coyote.

—     Te explico – empieza a decir viendo mi cara, de ¿Qué es esto?

—     Vale – afirmo, quedando a la espera.

—     Estos dos barriles son de cerveza nórdica, SE que tu no lo bebes; pero puedes venderlo y sacar algo por él. – me explica, llamando mi atención

—     ¿algo, como qué? – pregunto, ansioso por saber

—     Pues no se mucho de números, pero si un barril llega para unas cincuenta cervezas y la cerveza nórdica vale, uno de oro por cuerno; imagino que al menos puedes sacar veinte de oro. – conto con los dedos e imagino cosas, pero para ser Jack; no estaba mal la cuenta.

—     Si, entre veinte y treinta de oro sin duda. – afirme, haciéndole sacar una sonrisa — ¿y el resto? – pregunte, para que siguiera

—     Bueno, la piel de coyote; está llena del hidromiel de Gen. Ignoro cuantos vasos sacaras de aquí, pero un solo vaso; vale cuatro de oro y la botella de animal, le da más valor; porque aumenta su sabor. Asi que, ni idea; pero en esa vamos a mitad y mitad. – dice Jack ceñudo

—     Vale, no hay problema; seguro que sacaremos un buen precio – animo a Jack, consiguiendo que ponga una sonrisa de nuevo

—     Y las tres botellas, una para hoy; y otra para cada uno. – negocia Jack

—     Vale, abra que celebrar; por el botín encontrado – acepto, con ganas de celebrar también.

—     Bien, ahora sí que me caes bien; por cierto, son vino de salamandra de fuego; solo los vendían aquí y valen a 100 de oro por botella. – me informa.

Tras comprobar que lo más defendible era el sótano, y que lo que olía mejor también era el sótano; decidimos quedarnos aquí a pasar la noche. Hicimos lo necesario para poder hacer un fuego, comimos y bebimos; hasta hartarnos. El alcohol estaba muy bueno, pero notabas al bajar un ardor que quemaba y a la vez era muy placentero; era algo muy raro, pero exquisito. La comida era un manjar que bien cocinado, nos llenó la panza y de un sabor dulzón; muy sabroso. Que, entre el vino y la carne de ese animal, fue una excelente combinación; para sentirme mejor que en casa.

Cada uno buscamos un lugar confortable donde dormir, el busco un barril vacío; que estaba volcado hacia un lado; y aun olía a alcohol caramelizado. Tenía que ser un olor insoportable una vez dentro, a la par que un tacto pegajoso; pero él estaba en la gloria. Por mi parte dormí pegado al fuego, que dejamos vivo; para que nos diera calor hasta que se apagara. Mientras me dormía pensaba en que había quebrantado mi norma de no beber, pero es que empezaba a fiarme de ese tipo; no parecía mala gente. Un tanto peculiar, pero un tipo con el que podías contar; cuando lo necesites.

Me desperté, cuando el fuego se apagó; hacia una humedad insoportable y solo se escuchaba de fondo los ronquidos de mi amigo el gigante. Pero había algo más de fondo, hice oído y me pareció oír un gimoteo; pero no sería fácil ubicarlo por la acústica.