Sueños

Leander ha recibe una visita en sueños de su esposa fallecida. Ahora tiene un nuevo objetivo en la vida, que vivirá con Galatea a su lado. Al amanecer sus bocas no pararán de hacer estremecer al otro tratando que la dicha sustituya a la angustia.

La academia de Safo 4: Sueños

Capítulos previos:

Leander se vio en un lugar extraño. A sus pies notaba humedad, como si estuvieran hundidos en el agua. Todo estaba lleno de una niebla espesa, especialmente cerca del agua. Por un momento pensó que estaba en una ciénaga, pero no podía ser porque no percibía ni el más mínimo olor, ni siquiera el de la humedad del agua. El cielo era totalmente negro, sin sol, sin luna, sin estrellas. Esto asusto a Leander que se puso en guardia temiendo haberse perdido como cuando fue expulsado de Esparta y tuvo que vagabundear a la intemperie durante un año. Quizás era un sueño, una rémora del pasado. Pero ese lugar no le sonaba de nada.

A su espalda escucho una voz. Alguien que enunciaba su nombre

Se giro y entonces vio a Karissa. Su esposa, pero no era su aspecto habitual. Parecía que su cuerpo estuviese formado por niebla. Se dirigió hacia ella ansioso y llevo a su mano a su rostro para acariciarlo pero entonces este se difumina como si de autentica niebla se tratase. Una punzada de terror sacude a Leander. Pero al momento la niebla vuelve a tomar forma y reaparece el rostro de su amada. Esta abre los labios y vuelve a hablar.

-          No te asustes amado mío. Soy yo

-          ¿Qué ha pasado amor mío?

-          He venido a ti para hacerte recordar y guiarte.

-          Yo te vi morir y te he vuelto a encontrar de nuevo vida. ¿Qué clase de broma de los dioses es esta?

-          No, sabes que no estoy viva. La que yace a tu lado no soy yo.

-          ¡Oh dioses!

-          No te entristezcas mi amado. Ya has sufrido demasiado y estás haciendo cosas que no quiero que hagas por el amargor de mi perdida.

-          Pero… ¡te hecho tanto de menos!

-          Lo sé querido. Pero debes de dejar de buscar la muerte. Nos reencontraremos aquí. En el valle de Hades. Pero será en su momento. Todavía no. Eres muy joven… y tienes tanta vida por delante.

-          Pero no quiero vivirla sin ti

-          Lo sé mi amor. Pero antes debes completar tu destino.

-          ¿Cuál es mi destino?

-          Sabes que lo que ocurrió a nuestra hija no está bien. Ella no mereció eso.

-          Pero te perdí en su parto.

-          Pero debes honrarla. Y los espartanos lo impidieron. Fue tratada como una carne putrefacta.

-          Tienes razón querida. Eso no debió ocurrir.

-          No fue lo único que no debió ocurrir. Sabes que no fue lo único. Lo que hicisteis en Lesbos no estuvo nada bien. No has pensado en que hubiese ocurrido si fuera al revés y Esparta hubiese caído. ¿Piensas en mi, o en tu madre o las otras espartanas convertidas en esclavas?

Leander guardo un largo silencio. Abochornado de la culpa.

-          Mírame amado. Debes rehacer de nuevo tu vida. Y debes amar de nuevo como me amaste a mí.

-          Pero no podré olvidarte.

-          Y no lo harás. Lo sé perfectamente. Pero deja ya de ser devoto de Ares. Ese odioso dios solo trae sufrimiento y muerte. Hazte devoto de lo mismo que yo.

-          ¿A quién rezabas Kassandra?

-          Yo rezaba a Afrodita

-          ¿Afrodita? Pero si ese culto era despreciado en nuestra ciudad.

-          Sí, pero fíjate hacia lo que nos hemos convertido. En una panda de asesinos. Como una plaga de langostas que arrasa con todo allí por donde va. Más tarde o temprano lo pagaremos. Además esa no es vida. No disfrutamos de nuestros hijos, solo es instrucción para ser soldados.

-          ¿Qué quieres que haga?

-          Puedes volver a empezar de nuevo. Cuida de las consecuencias de tus actos y haz honor a mi nombre y el de tu hija. Pero no al estilo de Ares, sino de Afrodita. Sirve al amor, no a la guerra.

-          Así lo haré

La imagen de Karissa se alejo pero no andando, flotando hacia atrás. Luego se difuminó entre la niebla de nuevo. Las lágrimas llenaban el rostro de Leander. Llorar, motivo de deshonra, pero ya no le importaría nunca más

~ ~ ~ ~

Leander se levanto sobresaltado, su cuerpo estaba lleno de sudor y respiraba intensamente. Se giro y vio el cuerpo de aquella mujer. En un momento le pareció una desconocida, pero al momento su mente recobró la memoria y se acordó que ella era la mujer que saco casi a las rastras del templo de Afrodita. Su superior, el general Lisandro, quería violarla. Pero en aquel momento en la oscuridad, lleno de dolor y desesperación creyó que era Karissa. Ahora la miraba detenidamente. Si que tenía un importante parecido, ambas morenas. De talla media. Preciosas y ahora al verla desnuda pudo apreciar su cuerpo mientras dormía. El cuerpo no era el mismo, esa mujer era mucho más voluptuosa que su esposa. Su pene reacciono ante el panorama y tomo vida propia.

Trato de reflexionar sobre lo que acaba de presenciar. Debió ser un sueño, una alucinación. Pero era tan real. Era como si su esposa hubiese regresado entre los muertos para comunicarse con ella y le había dado una misión. Recordó su promesa, y él no falta a sus promesas. Y menos ante ella.

Tenía que reparar el daño realizado. Y allí yacía uno de los daños. Aquella mujer era prisionera de Esparta. Pero era su prisionera. La protegería. Ahora la miraba atentamente, se acercó y puso su rostro junto al de ella. Notaba su respiración. Empezó a acariciar suavemente los rizos de su moreno cabello. Karissa le había liberado de su recuerdo pero a cambio de servir al amor.  Y ahora, aquella mujer, que ahora recordaba su nombre, Galatea, sería su protegida.

Recordó la noche de pasión que vivió en el día de ayer. Fueron emociones intensas. Sospecho que Galatea le siguió la corriente en su alucinación. Pero ahora la perdonaba, era normal ante la situación que vivía.

Galatea se despertó y Leander pudo ver sus ojos verdes. Se miraron detenidamente durante un largo rato.

-          Buenos días Galatea

Galatea se asusto al oír su nombre y no el de Karissa. Su charada había sido descubierta

-          No temas. Es más perdóname a mí.

-          No tengo nada que perdonarte. Sé que me salvaste de las manos de Lisandro.

-          No sabes que no. Yo soy un … - Leander inspiró- … un enemigo. Y he venido a … Bueno en realidad no vine a nada. Yo solo cumplo ordenes.- aún así el arrepentimiento machacaba la conciencia del capitán.

-          Si me lo imagino- dijo acariciando el rostro del joven- siempre es la misma historia. Los hombres guerreáis y nosotras lo pagamos.

-          Lo entiendo. Pero en realidad yo solo busque la muerte. Y no la encontré. Me lance contra las murallas deseando ser alcanzado por las flechas de tus compatriotas. Pero ninguna me alcanzo.

-          Buscabas la muerte por … Karissa

-          Si. Deseaba reunirme con ella. Pero ya no. He tenido una visión, Galatea. La he visto a ella.

-          ¿A ella?

-          SI Karissa me ha hablado en sueños y me ha encomendado una misión.

-          ¿Qué te ha pedido?

-          Que sea seguidor de Afrodita y que … te proteja.

-          Debió ser una gran mujer

-          Era mi vida.

-          ¿Qué haremos entonces?

-          Seguir adelante, juntos.

Leander acercó sus labios a los de Galatea y esta le correspondió. Ahora serían una pareja en la intimidad, prisionera en público. Leander decidió sellar el pacto implícito dándole placer a su nueva compañera. La lengua paso de besar a lamer la oreja, era una cosa que le gustaba a Kassandra y pareció que a la poetisa también le agradaba. Fue descendiendo hasta el cuello donde volvió a atacar con interés. Sus manos no estaban quietas y acariciaban con delicadeza el rostro de la profesora. Sus manos lujuriosas recorrieron todo su cuerpo y se centro sus atenciones en los pezones. Los observa con interés y los lame delicadamente, el otro también recibe atenciones con suaves pellizcos que dieron lugar a que se endurecieran.

Leander bajo una de sus manos al sexo de su compañera mientras seguía lamiendo uno de los pechos y masajeando el otro. Leander observó las reacciones y como gemía pausadamente. El coño de su amante este lleno de flujos que le mojan los dedos. Los recoge y los saborea. Continúa las caricias hasta que un temblor recorre el cuerpo de la mujer. Se ha corrido y los jadeos son claros, incluso había un leve borbotón de fluidos saliendo de su vagina que ha remojado la mano del capitán. Leander le ha gustado mucho lo que le ha provocado a su nueva compañera y quiere repetir. Ahora los lamidas son más intensas y parece un niño glotón casi devorando el pecho derecho de la mujer, incluso unos leves mordiscos en la aureola. La excitación acumulada y la sensibilidad en su coñito hacen el resto para que el orgasmo se repita de nuevo.

Es hora de cambiar de experiencia y los dedos vigorosos del soldado penetran con intensidad el coño de Galatea, la lengua va bajando por la barriga deteniéndose levemente en el ombligo. Luego pasa hasta descender por el monte de Venus. Allí un buen matojo de pelos decora la entrada al manjar que busca el capitán. La lengua toca el clítoris provocando un arqueo en la espalda de la mujer, estaba deseando esa atención. Galatea instruye entre ronroneos al capitán para darle aún más placer. Este toma nota y pellizca con sus labios la perlita de su “prisionera”. Leander aprende rápido y llega a otro estadio de la multiorgasmia de Galatea. Recoge ávidamente las mieles que surgen de la cueva y ahora con su lengua penetra a su protegida. Adentro, afuera, adentro, afuera, adentro. La vagina esta tan sensible que el placer ya recorre el cuerpo de la poetisa como un afluente de un rio de aguas bravas, no hay presa que detenga un clímax tras otro. Galatea está viviendo una de sus más memorables experiencias con alguien del otro sexo. Su nuevo amante no lo está haciendo nada mal. Más bien maravilloso, casi al nivel de Safo.

La lengua ahora baja hasta el agujero oscuro. Eso nunca lo sintió, un momento de pudor es inmediatamente substituido por otro de placer al percatarse que le gusta, el capitán le masturba mientras sigue con el analingus. Ya llevan casi una hora y ya Galatea aúlla de placer. Su hoyito está muy mojado por la saliva mientras el capitán recorre de arriba abajo su entrepierna. La poetisa ya es casi un muñeco roto de tanto placer y empieza a estar agotada. Casi se está convirtiendo en una tortura volver a correrse de nuevo. Galatea suplica que se detenga. Pero Leander desobedece, se congratula de lo que está provocando y decide un último juego. Ahora el hoyito trasero esta ligeramente dilatado por las atenciones y con suavidad haciendo uso de su meñique penetra el ano. Otros dos dedos van a la vagina , no pasan más que minutos hasta que una vez más se estremece con un orgasmo potente que ahora si la deja casi inconsciente. Leander cree que es oportuno dejarla ya en paz. Ahora solo disfruta viendo como Galatea yace dormido intentando recobrar la respiración. La deja dormir y se tumba junto a ella.

Pasa unas horas en aquella casa de Militene. Leander no desea atender a sus responsabilidades como parte del escuadrón a su mando, ahora solo está interesado en ella. Duerme con ella.

Pasa una hora y Galatea despierta entre los fuertes brazos del soldado. Decide que le debe agradecer lo que ha hecho. El movimiento despierta al capitán y vuelven a cruzarse las miradas. Ahora Galatea toma la iniciativa y repite los mismos juegos. Su boca recorre los mismos puntos, oreja, cuello, pezones. Y ahora desciende a … Galatea tiene un problema, no es el sexo habitual al que suele atender. Trata de recordar los diversos comentarios que las casadas hacían sobre cosas que les proporcionaban a sus maridos. Se arma de valor y está dispuesta a hacerlo lo mejor posible.

Baja el capuchón poniendo al descubierto la cabeza del pene. Tiene un buen miembro, quizás un poco grueso. Le costará un poco metérsela dentro. Lo lame mientras mira fijamente cómo reacciona su salvador. Parece que le gusta, y Leander le anima a continuar. Su lengua recorre lentamente todo el tronco hasta descender a los testículos del joven. Estos reciben atenciones mientras masturba firmemente con su mano al pene que ha dejado atrás. Se los mete en la boca sin dejar de mirar fijamente a los ojos, vuelta atrás. Ahora viene lo más difícil. Abre la boca intentando que la abertura de sus labios encaje en el glande. Forzando un poco lo consigue. Su lengua ahora lame por dentro y el capitán ahora gime con más fuerza. Los labios tratan de trasmitir presión mientras la sin hueso juguetona le provoca deliciosas sensaciones. Trata de profundizar pero apenas puede llegar a la mitad antes de empezar a sentir nauseas. Por ahora no puede proporcionarle más. Tendrá que aprender. Leander recuerda con delicia que Karissa también la hacía eso. No le hacía ascos a darle placer con su boca, un acto supuestamente denigrante que solo lo hacían los esclavos en Esparta. Pero ella le daba igual y parecía disfrutar también provocándole deliciosos éxtasis. Karissa llego a ser una experta en estas lides, Leander comprende que tendrá que tener paciencia para que su nueva “esclava” aprenda a hacerlo tan bien. Simplemente se relaja y disfruta con las atenciones de la discípula de Safo.

Galatea se penetra su boca mientras su mano masturba la base con firmeza. No se atreve a repetir lo que le hizo su amante en su culito. Por ahora solo se encargara de hacerle gozar a su palo, ve las reacciones de Leander y tiene las mismas sensaciones que tuvo con sus amantes, le ve disfrutar y aumenta su confianza en sí misma. Le gusta también hacer gozar. Leander le avisa que esta próximo su llegada al cenit. Le invita a retirarse. Pero Galatea quiere darle una cosa que solo una autentica esclava es capaz de hacer, continua la mamada acelerando las acciones. Leander le avisa de nuevo pero ella desobedece y recibe la potente descarga en su boca. El sabor no es muy agradable pero se acostumbrará. Es un símbolo de aceptación recibir la descarga en la boca, en pleno orgasmo para que el placer sea aún mayor. Leander queda anonadado, eso Karissa nunca lo hizo. Pero le ha gustado, se siente muy querido al recibir la caricia hasta el final incluso. Galatea trata de tragar toda la corrida pero se le escapa un poco que sobresale los labios, se relame y muestra la boca a su amante. Limpia de todo resto, su boca sirve para dar placer pero también para limpiar. La polla del joven debe quedar impoluta y así completa el servicio quitando los restos de su saliva y esperma que quedaron sobre el miembro. El capitán se conmueve interiormente ante ese acto de devoción.

Ahora es Leander él que está agotado. Mientras respira con agitación su amante le acaricia con dulzura todo el cuerpo. Duerme y Galatea lo abraza con fuerza para tenerlo consigo y protegerlo.

Continuará …