Sueños (1)

Un joven atorado por una vida sin sentido y llena de oscuras obseciones, empezara a descubrir las finas lineas que existen entre sueños y realidades. Una sola mala acción o un acto de cobardía, puede hacer que no se cumplan jamás.

De sueños vive el hombre. Son ellos los que nos marcan el camino a seguir, a que sensaciones placenteras queremos optar o, en muchos casos, solo desear. Cada vez que cumplimos uno, aparece otro que irrumpe en con más anhelo que el anterior. Y nuestra mente empieza a funcionar, a maquinar y a colocar las piezas para elaborar el puzzle de su posible realización.

A veces las piezas no encajan por más que gires el tablero, y en un momento de lucidez, encuentras la solución. Ante tus ojos aparece el camino que creías imposible, y en ese momento te acobardas y tienes miedo de dar el paso definitivo. En ese instante, volverá a aparecer un nuevo sueño ante ti, pero con la inquietud eterna de no haber cumplido el anterior.

Mi nombre es David Lázaro, y mi actual sueño, es mi madre.

No puedo decir que mi vida haya sido difícil, tampoco fácil, en estos poco más de diecisiete años de existencia. Pero si puedo decir que ha brillado por la ausencia de esos sueños cumplidos. Cada vez que uno nuevo entraba en mi mente, salía dejando una gran herida en mi cuerpo, que cada vez quedaba más frágil.

Sinceramente no podría declarar nada en lo que destacó en mi vida, ni creo que posea una facultad extraordinaria que me distinga de cualquier otra persona. No mido más de 1'75, y mi cuerpo es más bien delgado. Aunque mis abdominales quedan dibujados sobre mi vientre plano, mis pechos y brazos apenas han desarrollado totalmente como debiera. Mi cara luce fina, y con unos rasgos poco marcados. Mis ojos parecen sacados de un frondoso bosque tropical y mi pelo no tiene mucho más misterio, es moreno como la tez de mi piel.

Actualmente, curso el último año antes de ir a la universidad, y tengo miedo de elegir cual será mi siguiente paso, váyase que acabe en saco rato como de costumbre. En cuestiones de chicas, solo podría escribir una preciosa y total página en blanco. La verdad, que no soy muy dado a comunicarme con la gente y si es de género femenino, apenas pueden salir un par de fonemas de mis labios.

En casa, solo vivo con mi madre y mi hermano. Él acaba de cumplir once años, y ella ronda los treinta y cinco. Apenas, con la mayoría de edad cumplida, ya tenía que lidiar con mi bienestar. Pero por mucho o por poco, consiguió junto a mi padre que llegue hasta estos días y pueda escribir esta historia. Pero hace un par de años, él desapareció y la dejo a ella que continuara el viaje sola.

Mayra, que es el nombre de mi madre, no tiene unas medidas espectaculares. Mide unos cinco o seis centímetros menos que yo, y su cuerpo luce delgado. Su melena es larga y ondulada, y parecen bañados por unos rayos solares. Su iris es de color pardo, y lo que más destaca en su rostro, son sus labios carnosos. Si vamos bajando, podemos remarcar sus pechos aún firmes y bien puestos, aunque sus dimensiones no sean extraordinarias, si que son voluptuosas. Sus caderas son finas y remarcadas, dejando un trasero un poco, pero excitante, respingón.

Está es la situación actual de mi vida, y retomando el tema del principio, ella es mi sueño. No fue más allá de los 13 años cuando pasó a ser mi referente sexual más importante. La verdad es que es una mujer simple, que no se complica las cosas, y gasta su tiempo en intentar hacer las cosas lo mejor que puede. Y así, es como quiero que sea mi pareja de un futuro, y por ese motivo creo que resalta mi interés en ella.

Mi día a día con ella, no pasa de un par de conversaciones sobre el instituto o sobre la comida. La relación entre ambos nunca fue demasiado afectuosa, siempre ha pesado en mi conciencia no poder tener más cariño suyo, pero últimamente está más áspera de lo normal. Mi vida se está convirtiendo en un pozo sin fondo, y mi oscura obsesión me hace hundirme más.

Mis días, desde hace un par de meses, se han vuelto en una oscuridad eterna. No consigo ver la luz en cada uno de los problemas que afronto, y eso provoca que entre en un estado cada vez más depresivo. Mi tiempo libre lo pasó encerrado en mi cuarto, entre internet y navegando sobre mi turbias obsesiones. Sé que no debería tenerlas, ella es mi madre, pero me muero pensando como sería acariciar su cuerpo detenidamente.

Hasta que en la tarde de ayer, mis ojos empezaron a expulsar mis emociones a través de lagrimas continuas. Y coincidió que mi madre pasara por la puerta y contemplara la escena. Con miedo y pasos de plomos, se fue acercando hasta conseguir sentarse en mi cama. Apoyó su mano sobre la mía, e intentó tranquilizarme, sin mediar palabra conseguía darme la tranquilidad de que ella siempre estaría ahí.

Las palabras brillaron por su ausencia, hasta que preocupada ya quiso saber qué me pasaba – Cuéntame, ¿por qué ya no sales como antes? ¿por qué no quieres recibir a tus amigos? - eran algunas de las preguntas que hacía. Pero mis labios permanecieron sellados, como si de una caja fuerte de mis pensamientos se tratara. - Puedo ayudarte – sus lagrimas ya brotaban por su mejilla – No has podido hacer nada que te condene a ésta tortura diaria -.

Mi cuerpo solo buscaba el desahogo a través de mis ojos, y ella seguía con su insistencia – Puedo ayudarte -. Hasta que entre tanta conversación, llegaría la frase que tanto me aturdió – Haré todo lo que pidas – mientras su mano se posaba sobre mi pierna. ¿Había sido una insinuación? ¿Sabría algo de su obsesión por ella?

En ese instante, mi mente viajo hasta un suceso de un par de meses atrás, donde por mi ansia de estar más y más cerca de saber que se sentía al estar con ella, robé un tanga suyo que acaba de depositar en el cubo de la ropa sucia. Mis dedos se entrelazaron sobre los encajes rojos, mientras cerraba los ojos e imaginaba en que había estado rozando minutos antes esa tela. Inconscientemente, mis brazos se alzaron y llevaron la ropa interior hasta rozarse con mi nariz. Sin pensarlo dos veces, cogí aire y aspire con toda la fuerza posible, alojando ese aroma hasta ahora desconocido por mi en mis fosas nasales.

Tal sensación nueva, fue demasiado fuerte para la estabilidad de mis piernas, que flaquearon hasta dejarme sentado encima del retrete. Recobre el sentido, y abrí los ojos lentamente, para presenciar como mi lengua se había escapado de su prisión, y había buscado probar ese nuevo sabor con gran entusiasmo. Los ojos se volvieron a cerrar solo, para devolverme de nuevo a un mundo lleno de nuevas sensaciones, y mi mano libre no tardó en desabrochar el pantalón. Mi miembro super excitado, había saltado de su resorte y latía como si tuviera vida propia.

Por mi imaginación pasó rápidamente la imagen de como sería tener a mi madre en cuchillas enfrente mía, recogiéndose su rubia melena y tras mirar con deseo mi pene, lo acariciara lentamente. Que siguiera con una mirada a mis ojos, mientras se mordiera los labios y buscara tocarse por debajo de la falda con sus dedos libres.

Cuando me quise dar cuenta, había deslizado el tanga alrededor de mi miembro, y me había masturbado con su roce. Ante tal excitación, no había tardado en liberar todo mi semen sobre el tejido rojo. Me iba recuperando poco a poco, y tras la mejor paja de mi vida, me dí cuenta que lo había dejado todo manchado. Rápidamente me levante y frote el tanga con agua, para intentar arreglar el estropicio. Pero lejos de la realidad, no conseguí mucho por ello, así que lo dejé sobre el cesto de nuevo y recé para que no se diera cuenta.

¡David! - la exclamación de mi madre mientras me acariciaba la mejilla, me devolvió al mundo de nuevo - ¿Estás bien? -. Con los ojos ya abiertos y consiente del presente, asentí con la cabeza. Así que ella volvió a preguntar - ¿Puedo hacer algo por ti? -. Mi mente seguía pensando a marchas forzadas, dudaba que eso fuera una insinuación. Y si así era, y aunque lo había deseado durante cuatro años, me asusté en la posibilidad de que se convirtiera en realidad.

Me limité a contestar – No pasa nada. Ahora no quiero hablar de ello. Otro día seguimos hablando -. Mi madre no cesó en su intento de saber que pasaba, pero al darse cuenta que no iba conseguir ninguna información, me dio un lindo beso en la mejilla y se marchó hasta el piso de abajo.

Tras un día de reflexión, hoy no sé que pensar aún. Solo sé, que de nuevo me acobardé en intentar realizar mis sueños. Aunque sea un tema nada fácil de tratar, y de fuertes consecuencias con solo el intento de hacerlo realidad, tengo que decantarme por una opción ya. Cumplir mi sueño o dejar que mi cuerpo reciba una nueva puñalada.

Continuara...