Sueño húmedo en Elm Street

Nancy recibe en sueños una visita inesperada.

Diario de Nancy Thompson.

26 de Mayo de 1985

Hoy ha vuelto a ser un día doloroso para la ciudad, como otros tantos últimamente.

Dos chicos que iban a mi instituto aparecieron muertos ayer. Según la policía se habían suicidado. Con éstas ya son 14 muertes en los últimos dos meses, incluida la de Christine, una de mis mejores amigas.

Las autoridades se muestran impotentes, pues no encuentran explicación al problema (Una especie de virus causante de una enfermedad mental es la última teoría)

Los chicos comienzan teniendo horribles pesadillas, tan fuertes que les causa terror la sola idea de quedarse dormidos. Después de varios días sin dormir acaban volviéndose locos y suicidándose. Los que son sedados y obligados a dormir ya no despiertan, como si sus pesadillas los matasen de miedo.

Nadie conoce la naturaleza de las pesadillas, o al menos no lo hacen público. Nadie excepto yo misma.

El día antes de morir, Christine me confesó lo que soñaba: Un hombre con horribles quemaduras y el rostro desfigurado la persigue en sus sueños. Viste un jersey a rayas y un viejo sombrero y en su mano derecha, en lugar de dedos, tiene cuchillos. Su nombre es Freddy Krueger.

Hoy pregunté a mis padres si habían oído hablar de ese hombre. Al hacerlo sus rostros cambiaron la expresión, como si les hubiese golpeado. Me dijeron que nunca habían oído ese nombre, pero la expresión de sus caras me daba a entender lo contrario.

Estaba cansada y nerviosa por lo del funeral de esos chicos y decidí darme un relajante baño.

Entré en el cuarto de baño y puse el cerrojo. Lentamente me introduje en la bañera. El contacto del agua caliente y de la espuma contra mi piel producía una sensación relajante y placentera.

Apoyé la cabeza en la parte de atrás y cerré los ojos. La calma del agua y el silencio me daban la sensación de estar flotando en la paz más absoluta.

De repente noté un leve movimiento del agua, como el de una gota al caer en un estanque. Al abrir los ojos casi me muero del susto.

Allí, en el agua situada entre mis piernas, estaba saliendo una mano con un extraño guante, con cuchillos en sus dedos. Grité con todas mis fuerzas pero nadie podía oírme, pues mis padres habían salido y estaba sola en casa.

Al instante salió del agua la mitad del cuerpo de un hombre, el mismo hombre con el que Christine había soñado.

Hola Nancy, me llamo Freddy. Encantado de conocerte.

Hasta su voz era repugnante.

Veo que estás muy aburrida. Debe ser porque te estás quedando sin amigos…JAJAJA.

Sacó su lengua, jadeando como un perro en celo. Pero no era una lengua normal, sino larga como una serpiente y que comenzaba a pasear suavemente sobre mis senos.

El temor que sentía se esfumó y dio paso a un gran deseo de sexo. Mis pechos se ponían duros como piedras al contacto de la lengua de Freddy, que los rodeaba y los oprimía como si fuese una boa, mientras yo sentía un fuerte calor en el interior de mi cuerpo que no sabía como salir.

Ya tenía ganas de encontrarme con una putita como tú. Ninguno de tus amigos o amigas ha dado la talla, por eso tuve que deshacerme de ellos. Voy a hacer que disfrutes como nunca lo has hecho, zorra!!!

A ver si es verdad.

Le espeté, mirándole a los ojos con deseo.

Entonces su lengua abandonó mis pechos y se dirigió hacia mi entrepierna, entrando lentamente en mi coño sumergido en el agua. Sentí su lengua dentro de mí, entrando hasta el fondo.

En ese momento empezó a moverla rápidamente, entrando y saliendo y haciendo extraños giros, dando lugar a un placer que no había sentido nunca y haciéndome gritar como a una perra sin contenerme lo más mínimo.

Agarré los bordes de la bañera, con tal fuerza que a la sangre le costaba llegar hasta los dedos. Solamente la soltaba para retirar el pelo de mi cara, que con el calor y el placer que sentía casi no sabía ni donde ponerlo.

Momentos después empecé a notar unas fuertes contracciones en mi sexo, sintiéndome como si fuese a explotar. Ese fue mi primer orgasmo en toda regla.

Veo que te gusta mucho lo que te hago. Pues esto sólo acaba de empezar. Voy a ensartarte como a un cerdo.

Deja ya el discurso y ponte manos a la obra, que a mí no me gusta quedarme a medias.

Le dije para azuzarlo aún más, mintiendo descaradamente, porque después de tirarme a media ciudad él había sido el único que había colmado mis expectativas.

Salió completamente de la bañera, me tomó en brazos y me llevó a la habitación de mis padres, dejándome suavemente sobre la cama mientras me besaba en los labios. Parecíamos una pareja de recién casados. Fue el único momento de ternura en esa tarde de sexo salvaje.

Freddy se desnudó rápidamente, dejando al aire su cuerpo musculado y sembrado de quemaduras, en el cuál destacaba un rabo descomunal.

Agarró mi cabeza y me lo metió en la boca con tanta fuerza que casi me desencaja la mandíbula. Afortunadamente yo ya era una experta en estos menesteres y conseguí, no sin esfuerzo, meterla hasta el fondo de la garganta.

Así, zorra, así. Me estás destrozando vivo.

De vez en cuando me la sacaba y me metía sus huevos en la boca mientras le masturbaba. Eso le encendía aún más.

Aquí tienes tu regalo, puta. Saboréalo bien.

Grandes chorros de semen cayeron dentro de mi boca. A pesar de la práctica que tenía, tal era la cantidad que la mayor parte me fue imposible tragarlo y lo escupí. Casi me ahogo.

De repente Freddy ya no estaba desnudo, sino vestido con una bata blanca.

Ha llegado el Doctor Amor, a ponerle la inyección a las niñas malas que no se beben toda la leche.

Volvió a desnudarse y me abrió las piernas, mientras yo esperaba pacientemente a que aquella herramienta me destrozase viva, partiéndome en dos.

Sentí como su polla se abría paso lentamente, llenando mi gran vacío. Una vez dentro, Freddy comenzó a embestir con fuerza, clavándome contra el colchón, mientras la cabecera de la cama golpeaba ruidosamente la pared.

El placer que sentía me estaba desbordando, pero aún así no era suficiente. Yo quería más.

Freddy debió de darse cuenta y se salió de mí.

Esta niña ha sido muy mala. Tendré que doblarle la dosis.

Lo que vi en ese momento jamás podré olvidarlo: Entre su polla y sus huevos una pequeña protuberancia de carne peleaba por abrirse paso. Segundos después otra enorme polla le hacía compañía a la primera.

Freddy se puso de pie, me cogió en brazos y dejó caer mi cuerpo sobre sus pollas, de tal modo que cada una entró en un agujero. Aquello sí era lo máximo.

Mis brazos y piernas rodeaban a Freddy, que entraba y salía de mí a toda velocidad. Los cuchillos de su mano derecha hacían pequeños y suaves cortes en mi espalda, haciéndome gemir de dolor y placer.

Yo al mismo tiempo le correspondía hundiendo mis dedos, clavándolos en la carne quemada y putrefacta de su espalda, haciéndole gritar de gusto.

Al final me puso contra la pared y me embistió con todas sus fuerzas. Sus labios se juntaron con los míos y un cálido torrente inundaba mi interior mientras su lengua se introducía en mi boca hasta la garganta, dando lugar a un orgasmo explosivo.

Mis gemidos quedaron ahogados en la boca de Freddy, que no me dejaba respirar. Entonces pude oír un gran estruendo y la voz de mi padre.

Nancy, Nancy!!! Despierta, hija!!!

Papá!!!

No debes encerrarte en el baño. Tu madre y yo acabamos de llegar. Como no contestabas tiré la puerta abajo y entré. Estabas dormida y te estabas ahogando en la bañera.

Gracias, papá. Estoy bien. Por favor, déjame sola,

Hija

De verdad, estoy bien.

Todo había terminado, pero al sentir los cortes en mi espalda y ver como el semen se deslizaba por mis piernas comprendí que aquello había sido algo más que un sueño.

Ahora estoy aquí sentada frente a mi diario, dispuesta a meterme en la cama, con la esperanza de que Freddy vuelva a estar entre mis brazos.