Sueño húmedo
Una mujer se despierta muy excitada...
Ese día me levanté especialmente excitada. Durante la noche, mi mente me había transportado a una playa de arenas blancas, agua cálida y azul y una palmera que proyectaba su sombra justo bajo mi toalla.
No estaba sola, me acompañaba un apuesto joven moreno, algo musculoso y con unos atributos impresionantes. Su cara me resultaba familiar pero era lo único que no lograba distinguir.
Mi cuerpo estaba mojado, sin sostén y con un tanga minúsculo de color negro. El chico en cuestión se ofreció a darme un masaje. Mi respuesta fue decirle que no, pues en esos momentos no disponía de dinero para pagarle por sus servicios. Él, con una sonrisa burlona, me contestó que ya se lo pagaría en otro momento.
En fin, que me tumbé boca abajo y me dispuse a que me diera ese masaje. La cosa prometía.
Empezó susurrando que me relajara, que cerrara los ojos y que me concentrara en oír el mar, los pájaros y el viento.
Extendió mis brazos hacia delante y comenzó, con sus manos delicadas, a masajearlas. Luego, prosiguió por el cuello, la espalda, las piernas y los pies. Yo me sentía transportada a otro universo, según iba bajando, me iba durmiendo.
Cuando acabó por los pies, empezó, de nuevo, por los brazos entreteniéndose más que la primera vez. A continuación, bajó suavemente hacia los hombros y el cuello, la espalda le siguió.
En ese momento, estaba yo en el séptimo cielo, cuando sus manos se dirigieron hacia el comienzo de mis pechos, consiguiendo que me diera un respingo y se me endurecieran los pezones.
Él, dándose cuenta de la situación, siguió un poco más y prosiguió hacia abajo, masajeando la zona lumbar, después las nalgas y la ingles. Hay me sentí desfallecer de placer. Mi tanga se estaba humedeciendo y mis pezones cada vez estaban más duros.
Su polla me rozó por unos instantes, cuando procedió hacia mis piernas. ¡Dios, estaba dura y excitada igual que yo!.
Al llegar a los pies, pensé que todo había acabado. Me equivoqué, no hacia más que empezar.
Me preguntó que si me gustaba y al contestarle que sí, me indicó que me tumbara hacia arriba.
Me vendó mis ojos y volvió a masajear mis brazos, mi abdomen y mis piernas. Cuando finalizó, comenzó de nuevo, pero esta vez, desde abajo hacia arriba.
Mis pies, mis piernas, mis ingles. En ese punto, se entretuvo bastantes y al observar que estaba mi clítoris húmedo, me apartó la tanguita y con los dedos empezó a tocarlo suavemente.
Mis sonidos sólo eran gemidos de placer, acompañados de los suyos.
Al decirme que tenía un coño bonito, mis gemidos fueron aún mayores. Así que, en respuesta a ellos, introdujo sus dedos hacia el fondo, masturbándome suavemente. Con la otra mano, me acariciaba por afuera del coño hasta que subió a mis pechos. Por fin, con las dos manos, cogió mis pechos y empezó a tocarlos, cada vez más deprima, con más deseo. Mis pezones se perdían entre sus dedo, apretados cada vez con más fuerza.
De repente, cuando parecía que mi iba a correr, paró y me puso su polla en la boca, ordenándome que se la chupara. Cosa que hice con sumo placer, pues estaba sabrosa.
Al poco, me introdujo su polla en el coño, penetrándome con una fuerza animal.
Cuando no pudo más, quiso saber si podía correrse en mi culo. En esto yo era virgen, nadie me había penetrado por el culo jamás. Había oído que era placentero, así que, con un "sí" contesté
Él procedió a acariciar mis nalgas y mi culito. Fue una sensación nueva y de mucho, mucho placer. Mi coño estaba muy húmedo y esta humedad pasó a formar parte de mi culito que, cada vez más, se iba abriendo.
En ese instante, mi mente sólo se centraba en que su polla, tan dura, me follara. Así lo hizo, me folló por el coño apretando mis pezones, chupando mi pechos y gimiendo, al igual que yo.
De repente, paró y mi cuerpo empezó a dar espasmos de placer que sentía. Me había corrido como nunca.
Con una orden excitante, me dijo que me pusiera a cuatro patas y me agachara, que no hiciera nada, sólo sentir su polla.
Me acarició mi espalda con polla dura, uhmmm ., después puso su polla de mi boca para que la chupara. Por fin, se puso detrás de mí y cogió mis pechos, los empezó a tocar, después penetró mi coño y sin moverse acariciaba mi culito.
Pasados unos minutos, se empezó a mover lentamente, a introducir sus dedos en mi coño a la vez que me penetraba y con su otra mano introducía sus dedos en mi culito.
Mi estado era de éxtasis total, no me percaté en que momento dejó de penetrarme en mi coño para pasar a hacerlo por el culo. No mi di cuenta hasta que, juntos, nos corrimos y nuestros cuerpos húmedos pararon de moverse, jadeando y felices.
Sin articular palabra, nos tumbamos frente a frente y nos miramos largamente. Esa mirada de ojos marrones que conocía tan bien pero que no reconocí quien era dueño, hasta que me dio un beso, un beso largo y húmedo. Fue, en ese instante, cuando le ví la cara y me empecé a reír, mezcla de felicidad y placer. Pues el joven moreno con el que había follado de maravilla era mi marido.
Esa mañana cuando me levanté excitada, mi marido se percató de ello y me preguntó con una sonrisa burlona que con quien había soñado. Se lo conté todo, tal y como había sucedido y él, que siempre trata de complacerme, me llevó a esa playa y a ese momento de vida en el que tanto placer experimenté.