Sueño húmedo

Eso era lo que querías: excitarme.

SUEÑO HUMEDO

Quiero abrir los ojos pero no puedo, parece como si tuviera los párpados pegados, como si fueran de plomo; no se si estoy soñando o estoy delirando, o tal vez simplemente no quiero despertar. Te siento a mi lado, pegada a mí, pero en realidad no estás. Te has ido. Yo si estoy aquí, sin poder moverme. Yo si estoy aquí pero mi mente no; ha volado hacia ti buscándote desesperadamente, y la dejo ir.

Por fin te encuentro. Estás hermosa, como siempre. Recién te has dado una ducha y caminas por la habitación envuelta en una diminuta toalla que apenas te cubre. Pasas frente a mí y recoges algo del suelo, o sólo lo finges. Al inclinarte me enseñas tus nalgas redondeadas, firmes, de piel perfecta. Alcanzo a ver un poco más allá de tus nalgas, veo o me imagino parte de tus labios vaginales y tu vello púbico y me excito de inmediato. Eso era lo que querías: excitarme.

Me levanto de la cama, me acerco por detrás y te abrazo. Te beso suavemente y siento como mueves tus caderas pegando las nalgas a mí, restregándote, ofreciéndote. Rápidamente suelto la toalla que te cubre y quedas totalmente desnuda, sin pudor alguno. Urgido, te cargo, te llevo a la cama y me tiendo a tu lado dispuesto a saborear cada centímetro de tu cuerpo. Te beso la cara, el cuello, los hombros, poco a poco, despacio resistiéndome a avanzar. Sin prisa llego a tus pechos y veo tus pezones rígidos, erectos, apuntando a mi boca, como tentándome. Paso el dorso de mi mano sobre ellos y se ponen más duros aún, acerco mi boca y los beso, los toco con la punta de la lengua y te oigo gemir, sigo besando tus pezones, los chupo, hasta los muerdo suavecito, me lleno la boca con ellos mientras mi mente se concentra en su sabor y mi lengua se enrosca en cada uno.

Sintiéndote vibrar, dejo tus pechos por un momento para regresar después. Bajo por tu vientre plano, armonioso y beso tu ombligo. Sigo bajando, llego a tus caderas y acerco mi cara a tu pubis. Tu vagina está húmeda, no la he tocado pero lo sé. Aunque quiero tocarte paso de largo y llego a tus piernas. Siempre me han gustado, son fuertes, lisas y delgadas, tentadoras. Las beso, tu las abres y las levantas un poco para incitarme, para dejarme ver. Me resisto a regresar, torturándome. Arribo a tus pies y los beso, son perfectos, femeninos bien cuidados. No puedo más, regreso rápidamente besando tus piernas y de nuevo las abres para mí. Me enseñas tu vulva con los labios entreabiertos como invitándome a entrar; no me puedo resistir, me acerco, paso la mano sobre ella y la siento palpitar, meto mi cabeza entre tus piernas, beso tu vagina suavemente; con la lengua toco tu clítoris, das un respingo y te abres más. Como si estuvieras lejos oigo tu voz apagada que me dice – méteme la lengua-; yo obedezco y la introduzco en ti; siento tu sabor mientras tú me atrapas la cabeza con los muslos y te arqueas. Me encanta tu olor y tu humedad me excita tremendamente; luego de un rato de gozar tu sabor siento que estás a punto de terminar y ahora, torturándote a ti, me alejo. Me pides que siga y tu mano baja para tratar seguir dándote placer, metes un dedo en tu vagina y me vuelves a pedir que siga. Yo estoy que no puedo más, siento mi pene a punto de estallar así que te complazco, me subo sobre ti y con la mano dirijo mi verga ansiosa a tu abertura vaginal, empiezo a metértela despacio, siento como resbala suavemente en tu humedad hasta el fondo. En ese momento siento que te amo más aún, que eres plenamente mía y yo tuyo.

Tus piernas se levantan y rodean mi cadera entrelazando los pies como para no dejarme ir. Yo me quedo quieto un momento gozando la sensación que me produce estar dentro de ti, sintiendo el contacto de tus labios vaginales con mi pubis, sintiéndote empapada y oyéndote decirme lo mojada que estás. Inmediatamente reanudo el movimiento. Entro y salgo de ti cada vez más rápido. Tú me agarras las nalgas para dirigir mis embestidas. Con un movimiento rápido cambias de posición y te subes sobre mí. Tú mandas ahora. Tengo a plena vista tus pechos y los tomo con ambas manos. Te balanceas sobre mí de adelante hacia atrás. Veo tu cara en gesto de placer, que es igual al del dolor. Te escucho gemir –rico- y aumentar la velocidad de tus caderas sobre mí. Yo ya casi no aguanto, trato de pensar en otra cosa. Oigo cuando gritas –ya, me vengo- y yo me dejo ir. Cuando eyaculo dentro de ti siento que desfallezco y mi mente se pone en blanco, ya no escucho nada. Tú me clavas un poco las uñas en los hombros mientras te sigues moviendo en un larguísimo orgasmo. Por fin te quedas quieta y te recuestas sobre mi pecho. Todavía estoy dentro de ti y siento el palpitar de tu corazón como si fuera el mío. Cierro los ojos y empiezo a quedarme como dormido.

Es delicioso sentirte así de cerca, pegadita a mí, pero, en realidad, no estás. Trato de abrir los ojos y no puedo. Yo sí estoy aquí pero tú no. Yo sí estoy aquí pero mi alma no. Se ha ido contigo y me han dejado sólo con tu recuerdo y con este sueño húmedo que no puedo controlar. No importa. A fin de cuentas no se si estoy durmiendo o estoy muriendo.