Sueño en la obra

Cada mañana lo mismo. Las mismas guarradas y las mismas risas... Como me molestan, o no tanto como pienso?

LA OBRA

De camino al trabajo llego a la parada del bus.

Intento esconderme todo lo que puedo tras los anuncios de ropa interior

-"Dime donde trabaja tu ginecólogo , para ir a chuparle el dedo!!!!!!!"- un grito que proviene del andamio de la obra de enfrente. Al "piropo" le siguen unas alborotadas risas.

Me encojo en mí misma mirando a los lados en busca de ayuda moral.

Cada día igual

A la mañana siguiente, voy con prisa, y llego a la parada comiéndome una manzana.

-"Cómetela entera, que luego te chuparía ese culo hasta sacarte sidra"…..

"Mierda" pienso para mis adentros mientras saco la manzana de mi boca y la dejo caer al suelo.

Las risas empiezan a escalar el andamio tan rápido como se me pasa el hambre.

A la mañana siguiente me despierto y corro las cortinas.

Dejo que el Sol me bañe entera, haciéndome disfrutar de esplendoroso día de verano que se ha levantado hoy conmigo.

Cuando, por fin abro los ojos, a la misma altura que mi ventana, pero 15 metros más allá, 6 ojos se clavan en mí. Más que en mí en mis dos bultos que deforman la camiseta de tirantes.

A través del vidrio sólo los veo mover las bocas y empujarse unos a otros. No necesito oírles para saber de qué hablan.

Me giro y me dirijo a la ducha….

De nuevo en la parada del bus.

-"Menudo par de melocotones, me comía hasta el hueso!!!"

Otro llega más lejos, asustándome por saberme reconocida: "la próxima vez, sin camiseta, no se puede privar al Sol de algo tan bonito"…..

Algo me corroe por dentro. No puedo evitar que una sonrisa aflore entre mis labios.

A la mañana siguiente vuelvo a correr las cortinas.

De nuevo con mi camiseta sin mangas.

De nuevo 6 ojos fijos en mí.

Los tres vitorean y saludan efusivamente.

Contorneándose los tres se quitan las camisetas por encima de sus hombros a modo de divertido y patoso streptease.

Les sonrío. Son graciosos.

Me giro.

Mis manos bajan.

Agarran la camiseta por debajo.

Y tiran de ella hacia arriba.

Vuelvo a girarme tapándome con ambas manos.

Les lanzo un beso con una mano mientras con la otra corro las cortinas de nuevo.

Sobre el andamio los tres caen al suelo y dan gracias a Dios por la fugaz visión que han tenido de mis tetas.

Hoy pillo el bus en la siguiente parada. Llegaré justa al curro, pero no quiero coincidir con los operarios voyeurs, aunque algo dentro de mí está contenta de haberse exhibido.

A la mañana siguiente vuelvo a correr las cortinas.

Hoy no son 6, sino 10, los ojos que me esperan.

Rápidamente salgo del ángulo de visión.

Los dejo con las ganas mientras me doy una ducha rápida.

Empiezo a vestirme, enfundándome la ropa interior: un tanga y un sujetador negros a conjunto.

Mientras acomodo la fina tela entre mis nalgas, no puedo quitarme de la cabeza a esos cinco salidos de enfrente.

A través de las cortinas los veo aún expectantes.

Me giro.

Me voy acercando a la ventana, contorneando el culo hasta que sobresale entre las dos telas.

Siento el frío vidrio contra mis aplastadas nalgas.

Lo muevo de arriba abajo por el cristal.

Que no me vean la cara me hace ser más valiente.

Tiro mi cuerpo hacia delante sin dejar de mover el trasero.

La cinta del tanga se pierde en las oscuras profundidades de mis nalgas, completamente a la vista de los babosos operarios.

Tiro de la tanga para arriba.

Se me clava entre los labios de abajo, pero eso no lo llegan a ver.

Me adentro en la oscuridad de mi habitación, dejando a 5 tíos con los pantalones como tiendas de campaña y contando ventanas para saber en qué piso vivo. Hoy vuelvo a cojer el bus en la siguiente parada.

Esa noche tengo compañía. Y lo aprovecho: abro las cortinas y follo como una leona esperando que haya alguien en la obra. Después del tercer polvo, con mi amante exhausto en la cama y mi coño rezumando semen observo el andamio. Me apeno mucho al comprobar que no hay nadie.

A la mañana siguiente, ya sábado, me levanto dispuesta a ducharme. Al pasar por la ventana me sorprendo al ver a los de siempre.

Los miro.

Ellos me miran y sonríen.

Yo me aparto un poco y les dejo ver al ocupante de mi cama.

Aplausos y gestos con pulgares alzados me felicitan.

Yo les devuelvo el gesto para que sepan lo bien que me lo he pasado.

Uno de ellos gesticula con la mano cerrada y abultando una de sus mejillas con la lengua.

-"No entiendo"- les intento decir encogiendo los hombros.

Ahora todos imitan el gesto anterior de su compañero y señalan hacia mi espalda.

Por fin lo pillo... Y me gusta la idea.

La cabecera de la cama queda oculta de la visión desde el andamio, así que lo único que ven de mi amante es de su cintura para abajo... Empiezo con mi mano poniendo a punto el utensilio. Su propietario se despierta, encantado de mi nuevo despertador y cruza las manos tras su nuca mientras me observa sonriente. Cuando la tiene preparada como un roble abro la boca. No puedo evitar relamerme y mirar hacia fuera.

La punta entra en mi boca... Y corro la cortina.

Con el sabor salado y la textura pegajosa aún en mis labios vuelvo a correr las cortinas.

No queda nadie parado en el andamio. La obra es un enjambre de trabajadores que van y vienen sin parar. Es imposible encontrar a mis admiradores.

Me ducho y duermo todo lo que no he dormido la noche anterior.

Abro los ojos. Está oscureciendo. He quedado dentro de una hora. Me visto y salgo a la calle.

Camino tranquila hasta la parada del bus. Me siento a esperar.

Sin poderlo evitar me giro hacia la obra. La oscuridad que la rodea se ve truncada por un pequeño resquicio de luz procedente de una caseta metálica .

Mientras espero mis ojos se desvían una y otra vez hacia la luz… Los cierro

Soy una mosquita atraída por la embriagadora luz anaranjada.

Y soy una mosquita traviesa. Atravieso vallas de protección, andamios y encofrados hasta llegar al origen.

A través de la puerta me llega una mezcla de aromas: tierra húmeda y sudor. Podría venir perfectamente de mis bragas, pero no. Saco un poco la cabeza, lo justo para ver el interior: un suelo lleno de tierra, botas y cascos. Unas paredes repletas de taquillas. Camisetas y monos de trabajo colgados de la pared y un obrero despojándose de su camiseta de tirantes. La deja caer al suelo. Sus pectorales brillan sudorosos bajo la luz de la bombilla y sus brazos se doblan mostrando unos bíceps de acero. Dos tatuajes nacen en sus hombros y se vuelven uno en su espalda. En el izquierdo la cabeza de un dragón. En el derecho una chica gritando enrollada en una cola. En el centro de la espalda el enorme cuerpo de la bestia. El dragón parece estar vivo sobre con los movimientos de cada uno de los músculos y huesos de esa tremenda espalda.

Se abre la cremallera de los pantalones.

Se quita las botas.

Estoy justo detrás de él. Uno de mis dedos toca el lomo del dragón y lo resiguen hasta la cola. Él no se inmuta. Estando tan cerca me doy cuenta porqué grita la mujer del tatuaje: el dragón se la está follando. Ya con ambas manos palpo cada una de sus escamas, sus dientes, sus cuernos...

Él continúa impasible mirando al frente.

Mis manos llegan a los hombros. Los aprieto y me aprieto contra la espalda. Mis pechos se aplastan contra esa pared de hormigón. Apoyo mi mejilla y chupo cada una de las gotas de sudor que cubren al dragón.

Mis manos pasan hacia delante y las voy bajando hasta sus calzoncillos.

El sabor salado del sudor cubre mi lengua y su aroma fuerte me inunda la nariz y trago el polvo acumulado por horas de trabajo.

Mis manos tocan el cañón. Lo agarro y lo acaricio por encima del algodón. Mis dedos arden y quieren más.

De un tirón le bajo los calzoncillos. Al hacerlo la cara me queda a la altura de su culo.

Pajeando por delante empiezo a lamer por detrás. Los glúteos tienen el mismo sabor que la espalda: sudor, olor... Sexo. Me adentro un poco en su raja donde el sabor se endurece.

Por primera vez el obrero se mueve... Y se gira, apuntándome con su arma de destrucción masiva. Es enorme y gotea desesperación por su punta.

Sus manazas agarran mi cabecita y... Me folla la boca. El culo se mueve con fuerza dejándome sin aliento. Yo hago todo lo que puedo con esa polla sucia y sudada pero no me da descanso ni para tragar y la saliva empieza a salirse de mi boca. Gotea sobre mis tetas, empapa sus cojones...

-"joder, conejita, eres una puta aspiradora".

No tengo ni la ocasión de indignarme. Sus manos agarran fuerte mi cabello y aprietan más duro aún. La polla ya no sabe a sudor: toda ella es saliva, una gran barra de carne pegajosa y caliente que entra y sale de mi boca cuando y como le da la gana.

Las manos me sueltan y yo aprovecho para alzarme. Mi cara se hunde en el denso follaje rizado de su pecho. Me hace cosquillas pero llego a sus pezones. Los muerdo, los lamo.

-"Yo paso de mariconadas… vamos a probar ese chochito que tienes"- y dicho esto, me hace girar, empujando de mi cabeza, me pone en pompa, con el culo bien abierto.

No sé como pero ya estoy desnuda y con su polla entre mis nalgas. El monstruo pugna por abrirse camino. La humedad ayuda pero la diferencia de diámetros es brutal, pero él es obstinado y su polla aún más.

Apoyado con una mano sobre mi nalga izquierda y con la otra dirigiendo su fusil hacia mi, exclama entre gruñidos: -"pero mi hembra ¿que tienes ahí abajo, un coño o un alfiler?… dilata ya, conejita".

Y con un fuerte apretón me penetra con su daga de carne venosa haciéndome gritar de dolor. Nada de atenciones ni preliminares... Directo al grano y fuerza bruta.

Mi coño hace lo que puede y yo le ayudo aullando a grito pelado.

-"Mucho mejor chochito"- me dice sin dejar de forzarme desde atrás y palmeándome una nalga con todas sus fuerzas. Siento mi coño separado como nunca, con todos sus músculos al límite.

-"Aaaah aaah me haces dañoooo... Paraaa!!"- le imploro.

No sólo no para sinó que redoblando la intensidad de sus embestidas me dice: -"pues espera a que me folle ese culito que tienes".

Mi cuerpo tiembla entero tanto como mis tetas ante semejante idea.

Enseguida su polla se abre el camino necesario para entrar por completo. Sus huevos rebotan entre mis nalgas y nuestras carnes generan un concierto de húmedos PLAFFSSS y SMAAACS que me vuelven loca... Hasta que decide abandonar mi interior sin aviso previo y hundir su cara entre mis nalgas.

Su lengua contacta con la raja y la sigue hasta llegar a mi culo. Separando las nalgas todo lo que puede, me taladra el ano sin contemplaciones.

-"Joder perrita, hasta tu mierda es deliciosa".

¡¡¡Viva la filosofía de la obra!!! Pero no puedo objetar nada, su lengua me deja sin habla. Es enorme y cada lengüetazo me llena la raja del culo, tocando mis dos glúteos y recogiéndose para arremeter contra el indefenso ano. Como si fuera una cuchara, recoge toda la substancia y la degusta: -"si no me equivoco has comido ensalada y pechugas de pollo a la plancha".

-"¡¡¡Síiii, síiiii, síiiii!!!"- afirmo sacudiendo el culo en sentido contrario a su lengua.

Después de un buen rato de lametones anales me levanta y me pone de cara a las taquillas. -"Ten, muerde esto"- me dice antes de meter sus calzoncillos en mi boca.

Respiro con dificultad por la nariz con el sabor a polla y a sudado llenando mi boca.

Él se sitúa entre mis piernas.

Flexiona un poco las rodillas y dirije su verga hacia mi culo.

Cierro los ojos. Muerdo con fuerza su ropa interior.

Algo caliente empuja entre mis nalgas, toca fondo y sigue empujando. La saliva ayuda, al principio, a que el capullo entre sin problemas, pero el resto... Es como un gusano intentando excavar en una roca.

Grito

Y grito. Fuera de los calzoncillos son unos simples ruiditos.

Justo toco el suelo con las puntas de mis dedos intentando huir, pero es imposible. Él es mucho más alto que yo. No tengo escapatoria.

Sus manos sujetan mis caderas y tiran con fuerza hacia abajo.

Siento como si me partieran en dos y me viene a la mente la imagen la fabricación de un embutido, con esa cantidad de carne metida en una piel a punto de rebentar.

Pese a eso ardo en deseos que me la meta hasta las mismísimas pelotas, que me deje el ano del tamaño de una pelota de tenis... ¡pero cuesta mucho!. Intento relajarme pero no sé cómo ni cuando: no deja de apretar con su dura polla, darme cachetes y separarme las nalgas.

Una terrible embestida me levanta los pies un palmo del suelo y me estampa contra una taquilla. Siento un aguijonazo en el culo y oigo un "por fin" gritado con ansia.

La cadencia de culadas va en aumento y la bola que siento en mi culo me indican que algo ha conseguido el paleta.

Dos minutos después me sodomiza sin compasión con cada centímetro de su polla. Mi cara rebota contra el frío metal una y otra vez. Mis cabellos caen en mi cara y él me estruja las tetas con su polla bien dirigida entre mis nalgas.

Nunca me había sentido tan llena, tan al límite... El culo es una fuente de sensaciones que mi cerebro es incapaz de procesar: dolor, placer, incomodidad. Lo que tiene claro es que no puede retener todo eso dentro... Y grito con todas mis ganas , friego mis tetas contra la taquilla, me raspo el clítoris con la mano derecha mientras la izquierda golpea el metal con el puño cerrado.

Él tira de mis caderas violentamente en sentido contrario al de su polla, que ya campa a sus anchas en mi deformado culo.

De repente me desaloja y, tirando de mis brazos me gira, me hace arrodillar... Y se pajea ante mi cara con ansia.

-"Prepárate mi "amol", que viene lechesita de la buena" y agarrando mi nuca con su mano libre se asegura de acertar en la diana. Los calzoncillos siguen en mi boca. La polla mete su cabeza en ellos, como aquel que cae rendido sobre una almohada y empieza a babear sobre ella. ¡Y cómo babea!. Parte de su "lechesita" caliente cae sobre mis tetas. Yo misma me las restriego mientras el obrero se contrae víctima del orgasmo.

Cuando se recupera, me sonríe y me sostiene la barbilla dulcemente... Parece que la corrida ha apaciguado al dragón sodomita.

Con cuidado saca sus gayumbos de mi boca.

Le sonrío... Y vuelve a taparme la boca girando sus calzoncillos... Sí, por el lado donde se ha corrido.

Mis ojos parecen salirse de las cuencas y resoplo intentando expulsar el tapón de mi boca.

Él forcejea, y cada uno de mis esfuerzos no hacen más que provocar que me trague más y más del esperma impregnado en su ropa interior. Soy como un pajarito que alimentan con un algodón mojado en leche...

El sonido de unos pistones rechinando me hacen abrir los ojos.

Ante mí unas puertas abiertas y un hombre de uniforme sentado ante un enorme volante mirándome.

-"¿Sube?"- me pregunta.

Yo no entiendo nada. ¿Y los calzoncillos mojados en leche?, ¿Y la polla enorme? ¿Y el dragón follador?

Sus ojos me escrutan y se paran en una zona concreta. Sigo su mirada hasta acabar en mi sexo. Una de mis manos está incrustada entre mis piernas, juntas y bien prietas. Siento el dedo húmedo y bien alojado, justo en el centro.

Le contesto negando con la otra mano pero incapaz de articular palabra alguna.

El autobús sigue su camino dejándome sola en la parada.

Me giro.

La obra es una completa oscuridad.

Mi entrepierna es un completo mar embravecido.

Me levanto y vuelvo a casa.

Las bragas acaban en la lavadora y mi mano derecha bien clavada en mí.

Me corro y duermo, inquieta, soñando que soy violada por un enorme dragón de colores verde y rojo...

Me levanto a medianoche completamente empapada. Miro por la ventana.

En la obra una luz en una caseta.

En mi entrepierna un palpitar.

¿Será mi dragón?

Sólo hay una manera de saberlo.