Sueño de una tarde de verano con Laura

Un amigo visita a Laura, viendo el televisor ella no puede remediarlo y se lo monta.

Sueño de una tarde con Laura

Era una tarde de invierno. El cielo estaba cubierto de nubes y ya había comenzado a llover. Aquella tarde había ido a casa de Laura a hacerle una pequeña visita. Juntos veíamos en aquellos momentos un capítulo grabado de la serie Aquí no hay quien viva. Ambos estábamos acurrucados bajo una manta de ella, y desde hacía rato notaba que mi polla se estaba empalmando. Yo no podía remediarlo y sin que ella se diese cuenta le metía mano de vez en cuando. En un momento tuve ocasión de poder deslizar mi mano hacia su culo. Era un hermoso culito respingón, grande y hermoso, y tenía manía de imaginarme penetrando ese culo de ensueño. Tenía mi mano apoyada sobre su pierna, y cada vez mas intentaba llevarla hacia su vagina. Me estaba poniendo a cien cuando ella hizo un movimiento brusco y se apoyó sobre mi hombro.

Me dio más corte esto, porque mi miembro estaba erecto y temía que ella se diese cuenta y se enfadara, pero sucedió todo lo contrario. Note algo raro en mi pantalón, y cuando sentí el tacto suave y frío de una mano acariciando mi polla. Di unos gemidos, no sabía lo que hacer, y ella me miró. Y sin decirme una sola palabra se lanzó sobre mi boca, buscándome brutalmente mi lengua, así que abrí mi boca y nuestras lenguas se encontraron. Su lengua era caliente y sabrosa y eso me ponía mucho más caliente aún. Además, mientras nuestras lenguas se lamían con pasión, Laura me estaba haciendo una potente paja, de esas que no se olvidan en la vida. Estrujaba con fuerza las tetas de Laura con pasión, y ella soltaba de vez en cuando un gemido de dolor, ya que le pellizcaba con fuerza sus feroces pezones. De repente dejó de pajearme y separamos nuestras lenguas. Ella se montó abierta de piernas sobre mi.

Dejé caer mis pantalones vaqueros al suelo, y Laura me quitó con ansia mis calzoncillos. La punta de mi zipote rozaba los pantalones de Laura, y esto consiguió que me diera más morbo aún, así que me lancé sobre ella quitándole su suéter. Llevaba un sujetador negro bastante pequeño, ya que parecía que sus enormes tetas se iban a escapar de el. No pude remediarlo y se lo quité con fuerza. Tenía los pezones muy duros, ya que pasé mi lengua por ellos. Apretaba con mis manos sus tetas preciosas y sabrosas, y notaba que ella se ponía cachonda perdida, igual que yo, y mamaba sus tetas como un recién nacido a su madre. Mordí cariñosamente sus pezones, y ella reía entre gemidos. Me desabrochó la camisa con poderío y empezó a besarme el tórax. Mientras lo hacía palpaba su culito, tocando sus nalgas con las dos manos, y al deslizar una de mis manos hacia mas arriba pude tocar su tanga de hilo negro, que provocó que me pusiera aún más bruto de lo que estaba. Le empecé a desabrochar sus pantalones, y ella me ayudó a quitárselos. Al fin la tenía en tanga sobre mi. Yo ya estaba totalmente desnudo, solamente quedaba quitar ese precioso tanga con aquél perfecto culo, el mejor que había visto en mi vida.

  • Quítamelo con la boca.-me pidió.

La tumbé sobre el sofá y como ella me pidió le saqué aquel tanga con la boca. Tras hacerlo ella se dejó abrir las piernas, y vi que su vagina estaba sonrojada, y metí mi lengua hasta tocar su clítoris hinchado, y empecé a formar círculos con mi lengua. Ella apretaba con sus manos mi cabeza, no quería que me despegara de su conchita. Bebía los jugos que le salían, y ella gemía de un placer intenso. Dijo que parara, que ahora le tocaba a ella.

Yo quedé sentado en el sofá, y ella se puso de rodillas, también en el sofá, con su culito en pompa y apuntando con su boca en mi polla. Abrió la boca y dejó asomar la puntita de su lengua, con la que acarició la punta de mi pene. Primero acarició con su lengua toda mi polla, y después brutalmente se la metió en la boca, hasta el fondo. Agitaba la cabeza con mucha velocidad arriba y abajo, mientras con una de sus manos me aguantaba la verga y me apretaba los testículos. Era un placer intenso que dejé escapar por los suspiros. Al final me descargué en su boca, mi semen caliente entró en su boquita a mucha velocidad, y mi semen calentito se esparcía por sus tetas. Tras limpiarme con su lengua los restos de semen que quedaban en mi polla y limpiarse sus tetas se sentó sobre mi.

  • Estaba delicioso, ha sido lo mejor que he probado en toda mi vida.- Me dijo.

Sus piernas estaban abiertas, y ella sobre mi, no hizo nada mas que un gesto hacia arriba y hacia abajo y la penetré entera. Dio unos gemidos de placer que nunca se los había oído a otra mujer. Hizo unos círculos con su cintura para que los dos nos acostumbráramos a aquella penetración que había sido un tanto dolorosa, ya que ella era aún virgen, pero no había dudado nunca en "experimentar". Estábamos ya situados en aquella situación, y ella empezó a cabalgar poco a poco sobre mi. Empezó despacito y continuó como una feroz bestia, como si cabalgara sobre un caballo. Mi polla se volvía loca, y a Laura le salía un poco de sangre, al igual que a mi. Mi polla entraba y a veces se escurría hacia fuera dándome unos tirones dolorosos. Ella apretaba con fuerza sus piernas y estrujaba su culito, al que yo le agarraba con fuerza.

Ella se me agarraba a la espalda, clavándome sus uñas y provocándome unos rasguños. Ella empezaba a sudar bastante, y yo lamía su sudor con pasión, y volví a mamar aquellos deliciosos pechos. De pronto noté mi verga llena de energía, y un intenso cosquilleo de placer en toda ella. Laura agitaba los brazos en el aire anunciando su llegada al clímax. Fue todo muy rápido, mi polla descargó todo el semen que quedaba en mis testículos y había entrado dentro de Laurita. Los dos nos quedamos gimiendo del cansancio y del placer. Estábamos en la misma posición de haber follado pero ella apoyada sobre mi, de aquél intenso cansancio. Pasaron unos minutos cuando se lo propuse.

-¿Quieres que termines lo que hemos hecho?

  • Me encantaría.

  • Entonces, pon tu culito preparado...-le susurré al oído.

Tal vez le dio miedo aquella propuesta, pero sin decir ni una palabra, se colocó a cuatro patas en el sofá, mostrándome aquél culito tan hermoso que entraba ganas de petar. Mi polla estaba flácida, pero se volvió erecta al ver aquella posición. Hice que Laura se abriera un poco más de piernas y tener su culito más abajo. Me preparé en aquella posición de perrito, y le susurraba cosas cariñosas cuando mi polla apuntaba al ano de Laura. No estábamos ninguno de los dos lubricados, por eso, aquella penetración anal fue un tanto dolorosa. Le metí la cabeza de mi pene, y ella dio un gemido, e intentó levantarse. Le volví a susurrar otras palabras al oído y esta vez fue ella quien echó su culo hacia atrás, y ella misma provocó que yo la penetrara. Dio un grito ahogado de placer, me había hecho daño y me salí sangre, pero no saqué mi verga de su culito. Noté que Laura lo estaba pasando peor que yo, unas lágrimas se le escurrían por la cara, pero también sabía que se lo estaba pasando bastante bien. Así que empecé con el mete-saca. A ambos nos dolía pero lo estábamos pasando bien. No pude remediarlo y le dije:

  • Así putita mía, eres increíble golfilla, como te quiero, como me encanta... soy tu ramero, soy tuyo...

  • ¡Soy tu puta, tu esclava, haz conmigo lo que quieras, átame!

Aquél sadomasoquismo nos puso aún más cachondos, cosa que provocó que follaramos más rápido. Se la metía más fuerte que cuando se lo había hecho por el coño. Ella se abría más de patas y levantaba mas el culo, y lo estrechaba contra mi pene. Mis testículos chocaban contra su trasero y esto nos puso más cachondos. Así que descargué otra vez el semen que me quedaba. Aunque no era mucho, le empapé su trasero, y ella volvió a limpiármela. Yo le limpié su trasero de sangrecilla con la lengua. Ambos estábamos hechos polvo, pero aún así me tumbe sobre ella para meterle mi lengua en su boca, igual que ella a mi. Me rodeó con sus piernas mi cintura, y la volví a penetrar. Un rápido mete-saca y me corría sin parar, pero nos divertimos, fue una tarde espectacular.

Hicimos tres o cuatro polvos más, pero esta vez, de los tranquilitos. Al volver a casa, y quitarme los pantalones para ponerme el pijama, noté un bulto en el bolsillo. Metí la mano y saqué lo que era. Descubrí que en mi bolsillo se encontraba aquél espectacular tanga negro, y en el otro bolsillo su pequeño sujetador, y una nota que decía: "Vuelve mañana".