Sueño contigo

Este es un pequeño relato donde expresa sueños profundos de una mujer y es un intento de dar a entender el éxtasis en el sexo cuando se ama y se desea.

Sonó la tetera, se evaporaba el agua.

Olvidé por una milésima de segundos lo que tenía que hacer.

Él abrazó mi espalda y así hurtó mi consciencia logrando bajar mis párpados casi por inercia.

Sentía compartir el calor de mis glúteos mientras mis poros despedían fragancias de amor, de romanticismo, de perfume que enternecía besos con efusión.

¡Que cálida piel de tus manos, que convertían mis impulsos en esclavos con sed de libertad!

Entonces quise mirarte como escondida tras la puerta de tu cuarto sombrío y humedecer mis labios con los tuyos.

Perseguiste el acto de mis dedos desabrochando botones de mi blusa, y me besaste tiernamente el cuello, erizando mis sentidos de pudor que poseíste cuando tocabas, cuando rosabas, cuando moldeabas y dedicabas estudiar  en cada movimiento o cambio de estación de mi cuerpo.

Te extrañaba a cada segundo…

Suelo no saber qué piensas en esos instantes.

Sólo sé que el sol desaparece velozmente cuando me acompañas, y que ya había luna cuando me llevaste al sofá que está pegado a la pared y frente al balcón de nuestro primer beso.

Las estrellas expectantes, sin parpadear, grababan besos, abrazos y tus manos… solo tus manos tatuadas en mi piel.

Entonces te acomodé en los cojines, arrimé mi cuerpo sobre el tuyo,

Sentí el calor que excita a cualquier católica mujer y me sumergí en burbujas de placeres inocentes.

Me llevaste al balcón, a sentir el viento veraniego, a mi cama, a mis suaves sábanas, cómodas almohadas, sin parar de besarte, de tocarte, te desnudaba poco a poco y yo gemía suave en tu oreja.

Mis orgasmos se mesclaron con la fina perfección de lujuria, de lo carnal y espiritual que me entregabas.

Colores de éxtasis y melodías. Arte pura.

Ese instante de besarme las caderas, luego el estómago, masajeabas mis senos y penetrabas en mí la seguridad y amor perfecta que necesita esa noche, esa lánguida noche.

Expulsaba sentimientos de egoísmo, te quería solo para mí, para mí tus besos, para mí tu pecho, tu espalda, quería ser la única que supiera como tratarte, donde acariciarte, como moverse y en donde interrumpir con sonrisas o rasguños.

Tocaste todo mi cuerpo, todos mis sueños destruidos y vacíos.

Y repitiendo a lo largo de nuestra íntima historia, empezamos lento y cada vez más apresurados.

Hasta el día de hoy fuiste un misterio, me seguía preguntando, ¿dónde estábamos aquella noche?...

Yo en mi departamento, pero ¿y tú?, ¿Dónde me llevaste a parar?

¿Tomabas tan en serio mis deseos?

Nos amamos. Fue un pacto, sin poseer a nadie. Fue un compromiso con libertad, siguiendo el curso natural, sin veneno, con amor, con paz.

Descansamos nuevamente en el sofá, ocupamos todo el tiempo que duraba la noche y en vez de dormir, me sentía morir.

Que noche tan melancólica…

Entonces desperté y fui a poner la tetera.