Sueño
En un ir y venir de trazos desgarrados, aparece tu imagen
Sueño
Si de mi amor no puedo hablar
-hablar de tus cabellos, de tus labios, de tus ojos-
sin embargo tu rostro que llevo dentro de mi alma,
el sonido de tu voz en mi cabeza,
los días de febrero en que desperté de mi sueño,
hechos uno con mis palabras,
están y dan color
a cada tema que afronto
o a cada idea que expreso.
(Konstantino Kavafis)
En un ir y venir de trazos desgarrados, aparece tu imagen. No sé si es el mejor lugar o el mejor momento. Estás allí, sonriéndome y castigándome con esa sonrisa que adoro.
¿Por qué te apareces cuando no te llamo? Mi necesidad por vos se maneja a tu antojo. Día y noche corriéndome el velo de la realidad y volviéndolo a su lugar irreal. Ese otro mundo donde habitas. Si, quizás en otro mundo. Y no este, que imposibilita nuestra unión y nuestro encuentro.
El agua de la ducha cae y golpea, masajeándome la espalda. Dejo de pensar. Me dejo llevar y cierro los ojos y ahí estás. Ahí parada tan hermosa. Con la mirada encendida de deseo, apareces entre el vapor del agua. Me tomas de la mano, acaricias mis mejillas. Me atrapas. Si caen lágrimas, no se notan entremezcladas con esa lluvia que nos baña. Me estremeces tanto. Recorro con mis dedos temblorosos tu cuerpo y echas levemente tu cabeza hacia atrás. Suspiras. Suspiro. Llego a tu sexo. No dejo de mirarte. Gemís y haces lo mismo con ese hábitat que te anhela, que te reclama. Buscas mi boca, te la regalo. Hurgamos nuestras lenguas. Es una batalla. Lo sé. No nos damos respiro. No hay tregua. Me apoyas en la pared y te hundís en mí. Buscas mi debilidad. Te la doy.
Cuerpo, dejaste de ser un ente y empezaste a sentir. Tus negros ojos me penetran cuando adivinas que estoy llegando. No me mires así, no quiero que me veas terminar en vos. Quiero decirte maldita pero no puedo. Quiero lastimarte como lo haces vos pero no puedo. Porque el deseo me vence y tu amor me conmueve. Me ganaste. Y de mi garganta sale un Mi Amor enronquecido, teñido de este sentimiento que te tengo. Sonreís y te enredas en mis piernas. Vapor. Agua. Abro mis ojos. No estás. Río desquiciada. Imaginación, otra vez la imaginación me hace perderme en vos.
Me cambio para salir y camino entre la multitud ajena a esta, mi soledad de vos. Inconscientemente atravieso el parque donde solíamos sentarnos y reír tanto, donde ansiábamos besarnos. Donde nuestros cuerpos nos llamaban. Y me siento en ese mismo banco y la música invade mis sentidos. Cierro mis ojos respirando el aire otoñal y al abrirlos estás parada frente a mí. De tu mirada sale fuego y quemas la mía.
¿Por qué no puedo odiarte? No hablamos. No es necesario. Nos dirigimos silenciosas a mi casa y la escena se repite no en el baño, no en mi imaginación. En mi cama, con las frentes unidas, acostadas en el medio de tantas caricias desperdigadas por nuestros cuerpos anhelantes, puedo decirte bienvenida. Puedo amarte más allá de la distancia. Podes hacerme tuya cuando quieras, lo sabes.
¿Algún día tu presencia será real más allá de este instante?