Sucio

2da Parte

Aló… Dijo Ricardo. ¡Bendición papá! Amén. Sí, todo bien, Renzo está aquí, conmigo, si, si, ajá, ya te lo paso.

Toma, dijo mientras pasaba el teléfono a su hermano.

¡Viejo! ¿Cómo amaneces? Bien vale, llegué hace como un mes, pero no he tenido tiempo de contactarte, casualmente me conseguí con el loco ayer en un bar y nos vinimos a su casa, ajá, si, bebimos muchísimo. Jajajaja… si, hay cosas que no cambian. Bueno, te lo paso, voy a terminar de levantarme.

Ricardo volvió a coger su teléfono y dijo: Dime, ¿qué pasó? ¿A las 14:00? Me parece excelente, bueno, no sé si él va a estar aquí, espera y le digo… ¿Ren, tú vas a estar aquí a las 14:00? Dijo que si, bueno, le prestaré ropa, y veremos lo que hacemos de comer. Besos, te quiero. Amén.

Ricardo colocó su teléfono sobre su mesa de noche, entrelazando sus dedos y estirando sus brazos hacia el techo acompañado de un bostezo dijo: Mierda… Son las 9:00, ¿A qué hora nos dormimos?

A eso de la 1:30, dijo Renzo, ¿Por qué? ¿Aún tienes sueño?

Con todo esto me termino de despertar y digo: Buen día señores… ¿Como que nos quedamos dormidos? Ellos se acomodaron cada uno a mis flancos y me abrazaron. Buen día Fonsito, ¿cómo dormiste? Dijo Ricardo.

Bien, descansé, por primera vez en muchísimo tiempo dormí completo toda la noche.

Te voy a proponer algo, algo con lo que me encantaría que me complacieras, continuó diciendo Ricardo.

¿Qué será? Inquirí. Recordando todas las locuras que él y su hermano me habían hecho pasar.

Ve a tu casa, busca varias mudas de ropa, que esto no termina hoy. Anda mientras me doy un baño y voy al trabajo, nos vemos aquí a las 13:30 para ponerte al tanto de la situación, y ponerte a tono con todo lo que va a suceder. Renzo se va a quedar, él no tiene rollos con usar mi ropa, pero tú eres demasiado pequeño para ponértela. Cuando termines allá vienes y estás con mi hermano, creo que no quiere quedarse solo, ¿cierto Ren?

Cierto dijo Renzo, mientras me miraba con ojos pícaros y a la vez tiernos haciendo un gesto como de puchero.

Está bien, dije.

Entonces, vístete, que ya yo voy a ponerme en lo que debo para irme.

Fui recogiendo y poniéndome la ropa que cargaba al llegar ahí, recordando cada momento, de verdad fue intenso, humillante, sucio, placentero… cualquier adjetivo se queda corto. Cuando estuve vestido salió Ricardo, ya bañado y vestido. Ven, que te llevo a tu casa. Me dijo.

Subimos a su carro y me dijo colocándome la mano sobre el muslo izquierdo: En verdad la pasé genial, hace años no disfrutaba tanto y sentía tanto placer. Voy a llamar a mi esposa para ver cuándo es que se viene por fin. Dicho esto encendió el motor abrió el portón del estacionamiento y al salir y cerrarlo inició la llamada, iba manejando a muy baja velocidad, cuando escucho la conversación:

¡Hola mi reina bella! ¿Cómo estás? Me tienes abandonado, solito y en una cama enorme que no consigo llenar con más que los recuerdos que tengo de ti. ¿Cuándo vienes? ¿Qué? ¿Un mes más? Bueno, veré qué hago, será que yo vaya… ¿Dónde estás en este momento? ¿Vas manejando? ¿Qué cargas puesto? Dijo a la vez que se desabrochaba el cinturón y abría su pantalón. ¿En serio? ¿Y debajo? ¿Nada de nada? Sacaba aquél güevo   que me había gozado el día anterior, completamente duro y babeante, mientras me hacía señas de que se lo mamara. No me hice rogar. En seguida estaba pegado a ese machete como si de eso dependiera mi vida… mientras lo escuchaba gemir, quejarse, y decirle cosas a su esposa: Estaciónate, ensaliva tus dedos, ve tocándote por debajo de la falda, así… que rico gimes… ufff… me tienes loco mi reina… si sigues gimiendo así voy a acabar, Dios… que ricura… si, si… me encanta… ahhh… que rico mami… uffff… eres una putica, pero eres mi putica cuando estamos juntos mi reina, allá puedes meterte los güevos que quieras, pero aquí eres mía… Si, tu sabes que a Renzo también le gustas, y él te hace acabar divino con su güevo en el culito mientras te doy duro por esa cuquita mamita bella… Ufff…

Así iba la conversación que él tenía con su amada esposa, mientras iba marcando mi ritmo con su mano. Yo estaba consternado, pero extremadamente excitado, casi que a punto de acabar en mis pantalones sin tocarme. Cuando le dio por acariciar mi culo por encima de éstos.

La conversación siguió: Y si yo busco un perrito, un carajito para cogérmelo, durante tu ausencia… ¿Te molestarías? Así me gusta… Que rico… Uffff… Sigue mi reina… Ahhh… Yo, ¡yo maldita puta! Yo soy tu cabrón y tú eres mi puta, mía, perra sucia, degenerada de mierda… Ahhhhh….Yo sentía arcadas, me estaba desgarrando la garganta, no podía casi respirar, mis babas fluían como un río hasta su mismo culo, mis lágrimas también, me halaba y me volvía a empujar, era un poseso, un degenerado, es cierto, no es igual llamar al demonio que verlo llegar, y este como que estaba a punto de llegar… en mi propia boca, sentía asco, no sé por qué, pero lo sentía, quería salir corriendo, pero el malparido ese me daba mucho morbo y me dejaba hacer, estaba a su merced.  ¡Coñísimo de tu madre! Ufffffffff… ¡Puta! ¡Puta! ¡Maldita! Ahhhhhh… de pronto siento como si ríos y ríos de su leche me llenaran la boca, casi sin poder contenerlos, pero me las ingenié para no derramar una sola gota, le lamí y le limpié para que no quedara rastros mientras veía sus incesantes convulsiones que hacían de su verga un resorte que expulsaba una y otra vez, conté unos ocho o nueve disparos en mi garganta cuando dijo: Mierda que rico acabé… Dale amor, tranquila, lástima que no estoy ahí para besarte y acariciarte… Te amo…

Llegamos a mi casa y me dijo: Bájate, ya sabes lo que te dije. ¿Está todo claro?

Si señor, respondí.

Así me gusta, y… Gracias por esa mamada… Me volviste más loco que lo que me decía mi esposa… Como que va a empezar a gustarme esto de estar contigo panita. Dijo mientras me guiñaba un ojo, me lanzaba un beso, y emprendía la marcha.

Yo, con las piernas temblorosas a más no poder, caminé hasta el portón de entrada, abrí y entré… Lugar seguro, pensé. Entré a la casa, llevé la ropa de gimnasio a la lavadora, la que tenía puesta también, la puse en marcha, estaba haciendo el desayuno, que ya sería casi una merienda, después de la merengada de proteínas que me acababa de beber cuando me llama mi amigo del gimnasio, Enzo.

¡Loco! ¿Qué haces? ¿Vas a dormir o vamos a entrenar otra vez? No me digas que no, por favor.

Excelente vale, ¿y tú? No hay rollo, pero a las 13:00 debo estar aquí en casa.

¡Perfecto! Ya voy llegando a tu casa, en unos cinco minutos estoy ahí.

Pan, queso, mortadela, algo de mayonesa, unas tres cucharadas de merengada, licuadas en un vaso de leche y listo… mientras comía y bebía volé al cuarto, saqué ropa para varios días, metí todo en el bolso, me lavé la cara, cepillé mis dientes, usé enjuague bucal, y cuando veo, un mensaje de whatssapp: Estoy aquí.

Era Enzo, revisé todo, la cocina estaba en orden, todo bien. Nos fuimos, me contaba en el camino que anoche había estado donde su  novia y no le había dejado cogerla porque tenía el período, que necesitaba bajar la calentura y la cojonera con ejercicio. Yo no entendí de qué manera una cosa compensaba la otra, pero ya íbamos rumbo al gimnasio. Llegamos, pagué mi día me fui a la sala de máquinas otra vez con él, hasta las 11:30. Luego me dijo: Ven, vamos a cambiarnos para ir al vapor. Nos cambiamos lo que debíamos hacer era quitarnos todo y con una toalla amarrada a la cintura entramos. El vapor estaba intenso, y no se divisaba más nadie ahí. Me senté en uno de los bancos de concreto cubierto en cerámica. Recién acabando de entrar, Enzo se puso de rodillas ante mí y me dijo: Por los viejos tiempos… y empezó a darme una excelente mamada de güevo, el nerviosismo de que nos descubrieran aumentó exponencialmente el morbo, después de unos 10 minutos, viendo que no iba a venir nadie, lo puse de cara a la pared, él apoyó sus manos en el asiento, y de una le metí el güevo hasta la pata. El sudor hizo de lubricante y mi güevo iba y venía, cada milímetro entraba y salía de él, le acabé dentro y después le dije que se sentara, para mamarle y hacerlo acabar… nos quedamos un rato ahí y me llevó a mi casa. Hablábamos de lo rico que habíamos pasado ese rato. Cuando reviso mi celular y tenía nueve llamadas perdidas de un número que no tenía registrado.

Llamé y me atendió un hombre.

Mi niño, soy Renzo, te estuve llamando y no atendiste, ¿qué pasó?

Hola papá, lo que pasa es que no estaba cerca del teléfono y tampoco conocía tu número.

Si, Ricardo me lo dio para que te llamara cualquier eventualidad. Agéndalo. ¿Ya vienes para acá?

Si, ya voy para allá.

Finalizamos la llamada y me dijo Enzo: Caramba señor ocupado, espero tenga tiempo luego para los panas para futuros encuentros. ¿Nos vemos luego? ¿Por cierto, cómo vas con lo del psicólogo? ¿Cuándo vas nuevamente?

Claro vale, por mí no hay problema, salvo que esté extremadamente ocupado. Bien, anoche dormí profundamente, por primera vez en mucho tiempo dormí 8 horas. Creo que la semana que viene, ¿por qué?

Me gustaría ir contigo.

Está bien, nos ponemos de acuerdo.

Me bajé y antes de cerrar la puerta de su carro me dijo: Cuídate, te quiero.

Yo también, respondí, al tiempo que le lanzaba un beso, cerré y al irse, entré a casa, el ciclo de la lavadora había finalizado, metí la ropa a la secadora, me subí a mi carro y me fui.

Llego a casa de Ricardo y Renzo me abre el portón del estacionamiento. Eran las 12:45. Perdona la demora, dije al bajarme, puse ropa a lavar, a secar, comí, sucedieron cosas, me fui al gimnasio con un amigo, y se me hizo tarde…

El besó mi frente agarrando mis hombros con sus manos enormes y halándome suavemente hacia él diciendo: Tranquilo, lo importante es que estás bien y aquí.

Ponte cómodo, ya no demora en llegar Ricardo. Quiero ducharme contigo.

Eso me puso a tope. Me desnudé él se quitó la bata de baño, los bóxeres, y nos metimos a bañar. Tocarlo, acariciarlo, era demasiado sensual, el acariciar su cuerpo era increíble, apasionante. Me puse de rodillas y el me subió colocando un dedo bajo mi barbilla, me puso de espaldas a la pared, se agachó y empezó a darme una mamada que no envidiaba a la de Enzo, pero la sentía hasta en el alma… Uffff que rico… se sacó mi güevo un momento para decirme: ¿Te gusta? Y sólo podía asentir, no podía hablar, mientras me mamaba, me iba hurgando el culo, y me dice: Uffff se siente dilatado todavía, que ricura, casi que siento nuestros güevos aún dentro. Así me fue examinando, poco a poco, sin dejar de darme esa mamada deliciosa, cuando se pone de pie, girándose hasta quedar de espaldas a mi me dice: Restriégame tu güevo entre mis nalgas, sin clavarme, mientras me pajeo… cuando estuvo ya a punto de acabar empezó a moverse como si estuviera cogiéndome, o a alguien más, en este caso su enorme mano, cuyos 4 dedos habían estado hace poco dentro de mi culo, y se mantuvo en esos contoneos hasta hacerme acabar, acabé a chorros y con presión. Nuevamente. Se giró hacia mi nuevamente, con su lechero en mano…Tragó cada gota de su propia corrida y luego me dio un beso del que no quería despegarme. Erótico, morboso, libidinoso, enloquecedor… ¿Cómo lo describo?

Salimos de la ducha, nos secamos, me puse un bóxer gris de tela de algodón, unas sandalias de baño, y así anduvimos hasta que llegó Ricardo, sobre la cama, viendo televisión.

¡Buenas! ¿Alguien en casa?

¡Buenas! Respondió Renzo.

¿Dónde se esconden? ¿Ren? ¿Fonso?

En tu cuarto, respondió Renzo. Ven, estamos viendo televisión.

Entró Ricardo al cuarto y dijo: Bueno, tórtolos, ya falta poco para que venga el viejo, y aún no hemos almorzado. Alfonso, coloca tus cosas en aquel cuarto, por favor, mantén todo lo más organizado posible, y no andes así por la casa. Renzo, por lo menos ponte una bata. Yo voy a darme un baño, me siento pegajoso de tan húmedo que está el día de hoy.

Me puse un mono gris en juego con el bóxer, y una franela del mismo color.

Al salir de acomodar mis cosas en el cuarto, Renzo cargaba una versión en negro de mí, reímos y nos fuimos a la cocina.

¿Sabes hacer pescado frito? Preguntó mientras veía el congelador de la nevera. ¿O prefieres que hagamos un pollo guisado?

En realidad, no tengo hambre, pero si, podemos ir haciendo un pollo.

Empezó a despresar, mientras me ponía a buscar papas y otras cosas qué ponerle, y me iba diciendo: Lástima que no seamos novios, lo pasaríamos genial juntos.

¿Por qué lo dices? ¿Por lo que hablamos ayer?

Sí, me dijo mientras seguíamos buscando qué más agregarle a ese pollo… y porque a mí no es que me guste tanto eso de tener un esclavo en casa, como mi hermanito. Pero si lo que quieres es pasar el rato, bien, de todos modos, la puerta está abierta a lo que vayas queriendo, si llegaras a cambiar de parecer. Yo soy un hombre casado Alfonso, pero disfruto mucho del sexo con hombres. Mi esposa lo tiene claro, aunque no le he presentado al primero, y he mantenido relaciones de más de ocho años con tipos. Ella ha mantenido que tengo necesidades que ella no puede satisfacer, y lo que ella me da, tu no me lo darías, eso es hasta redundante conversarlo, aun sabiendo que te gusta ese juego de mi hermano, debo recordarte que es sólo un juego. Yo te ofrezco algo más serio, dentro de lo que cabe, no andar buscando por ahí lo que no se te ha perdido, ni concertando citas a ciegas. Si en algún momento quieres que estemos con alguien, puedes decírmelo, sin pena, y le echamos bolas. Pero no te cierres a la posibilidad de querer y ser querido por alguien.

Me dejó sin palabras, de verdad no me esperaba eso de él.

Aquel pollo guisado terminó siendo un arroz con pollo y camarones.