Sucio
Hay formas de lidiar con los trastornos de sueño...
A mis veinticinco años tenía graves problemas para conciliar el sueño durante las noches. En el transcurrir del día tenía ocupaciones, iba al gimnasio, entrada la noche solía irme los fines de semana donde unos amigos a beber. Especialmente este relato va cuando esas crisis de insomnio se apoderaron de mi durante una semana.
Uno de mis amigos me sugirió que fuera a un psicólogo que le había resultado excelente cuando en la adolescencia manifestó el mismo problema. Fuimos, nos presentó y empecé a ir a sus consultas, me evaluó y me dio unos consejos para ir librándome del estrés que se acumulaba en mí durante el día.
Así que decidí seguirlos. Compré algunos volúmenes de música de relajación y unos audios de meditación que se suponía me fueran a relajar… pero nada que variaba mi situación. Decidí que ya la televisión no me llenaba, me sabía la programación de los 72 canales, las emisoras de radio tenían ciclos donde se repetían las mismas canciones a horas específicas, por lo que decidí vaciar todo ese tiempo que me torturaba hasta el alma sin poder dormir durante las noches en internet.
Comencé a entrar en salones de conversación, leía lo que decían los demás, me preguntaba si es que no tenían idea de lo que era un pensamiento lógico o por lo menos algo de cultura. Todo lo criticaba, pero no escribía una palabra. Solía ver que se unían a la sala de conversación usuarios frecuentes, casi a la misma hora siempre. Yo era uno de ellos.
Una de esas noches me sorprendí cuando se abrió una ventana emergente donde decía: ¿Tienes problemas para dormir? A lo que le respondí: No vale, estoy bien acostado y dormido en mi cama. Sólo respondió con un: Jajajaja… Entonces… ¿no estás conversando conmigo, sino que lo estás soñando? Todo es posible, le dije. Siguió preguntando: ¿Qué buscas? Esa pregunta me descolocó, se me pasaban por la mente apelativos como: Novio, amante, amigo sexual, compinche, pero sólo atiné a decir: Lograr dormir. Su próxima pregunta fue: ¿Desde cuándo no tienes una buena sesión de sexo? Comencé a buscar en mi memoria y la última vez había sido hace casi un año, se lo dije y me respondió: Te daré mi número de teléfono, llámame mañana, en el transcurso del día y pautamos para vernos, tranquilo, lo pasaremos excelente, no sufro de rollos ni complejos, y soy un tipo serio, de hecho, soy casado y no me conviene que se ande sabiendo lo que hago, espero seas discreto. Me dio su número y cerró la sesión, apagué la computadora y me acosté, no podía dejar de pensar en esa conversación, me dio morbo eso de que me ofrecieran sexo sin siquiera verme. Eran las cuatro de la madrugada y ya estaba empezando a darme sueño; coloqué la alarma para las nueve y me acosté, al levantarme le escribí: Buen día. Alguien respondió: Buen día, ¿con quién tengo el gusto? Alguien a quien diste tu número recientemente, le respondí. ¿Eres con quien estuve conversando ayer? Creo, salvo que hayas estado hablando con alguien más y hayas dado tu número a diestra y siniestra, le solté. No, me respondió, no soy de hacer de mi número un volante que se le entrega a cualquiera. ¿Te parece si nos vemos a las 17:30? Cerca de mi trabajo hay una panadería, donde podemos tomar un café, ya te paso la dirección, por si acaso ando de traje gris oscuro, camisa azul marino, corbata gris claro, uso lentes para leer.
Para mis adentros pensé: Se viste como anciano, no sé su edad, pero debe ser un viejecito. Le dije que estaba bien, que esperaba la dirección.
Me fui a bañar, puse a colar el café, me vestí, comí, bebí café y al tomar el móvil tenía un mensaje suyo dándome las indicaciones para llegar al sitio. Mi día transcurrió sin sobresaltos, salí de casa con una camisa azul marino, manga corta, un jean negro, correa y zapatos negros. Debajo del jean llevaba unos bóxeres sueltos de tela de algodón, blancos y medias de igual color. Salí en mi carro y fui a hacer diligencias: Pagar los servicios (agua, electricidad, teléfono de casa, televisión por suscripción, comprar tarjeta para mi móvil, gas) colocar combustible en el carro, pagar tarjetas de crédito, hacer algunas compras de víveres lo normal. A eso de las 12 me llama un amigo para que lo acompañe al gimnasio. No soy un tipo deportista, no me gustan esos lugares, pero como ya gran parte de lo que tenía planificado estaba listo, me animé, total, su gimnasio queda a una cuadra del lugar de encuentro, me dijo que para ir de las 15:00 a las 17:00.
Lo que me faltaba era comparar los víveres, al terminar esto me fui a mi casa, preparé algo ligero, comí, me bañé, me cambié, guardé en un bolso la ropa que cargaba puesta, artículos de aseo personal, una toalla, una colonia, y salí con ropa de gimnasio. Llegué al sitio antes que él, me saludó diciendo: Si no es así no te veo vale… ¿Qué te hice para que estés tan perdido? Yo me reía y le dije que nada, que andaba con una crisis de insomnio que me estaba trastornando las noches. Me preguntó que cómo iba el negocio, si seguía con las ventas por internet, le dije que sí, afortunadamente muy bien. Entramos al gimnasio, cancelé lo de mi día ahí, por no ser socio, y me fui a entrenar con él, luego de entrenar, fuimos a los vestuarios, al llegar a las duchas, vi un traje colgado como el que el fulano con el que me iba a encontrar me había descrito, me metí a bañar, y al salir, ya no estaba el traje. Mi amigo me dijo que si podía ir más tarde a su casa, que tenía algunos artículos que posiblemente podría vender, usados, pero en excelente estado, le dije que iba a ver, de todos modos, le escribía. Salimos, nos dimos un abrazo, esperé a que él se fuera y llegué a pie al sitio acordado. Vi un hombre joven, unos 30 años aproximadamente, cabeza rapada, cejas gruesas, negras, candado, buen cuerpo, que se notaba bajo el mismo traje que había visto en el gimnasio.
Envié un mensaje al número del que me habían escrito, justo a las 17:30 diciendo: Estoy aquí, camisa azul marino, jean negro. El sujeto que había visto revisó su móvil y giró la cabeza para encontrarme, me sonrió y me hizo señas para que me sentara a su mesa, así lo hice, al sentarme me extendió la mano y me dijo: Mucho gusto, Ricardo. A lo que respondí: Un placer Ricardo, soy Alfonso. Dime, Alfonso, ¿qué tal lo pasaste anoche? ¿Cómo ha transcurrido tu día? Bien, bastante normal, lo único fuera de lo común fue que acompañé a un amigo al gimnasio y ahora estoy aquí conversando contigo. ¿En serio? ¿A cuál gimnasio fueron? Yo voy a uno que está a una cuadra de aquí, hoy estuve haciendo spinning, ¿Qué hicieron ustedes? Estuvimos en las máquinas. Nos tomamos un café y me dijo: ¿Tienes carro? El mío lo dejé en el gimnasio. Yo también, le dije, preferí venirme a pie, ya que aún quedaba tiempo y es cerca.
Ok, si quieres vamos a mi casa, mi esposa no está, regresa el fin de semana y apenas es miércoles.
Me parece bien.
Nos fuimos caminando al gimnasio, nos subimos a los vehículos, lo seguí hasta su casa, y me sorprendió la ruta… me era muy familiar… al llegar, era donde yo vivía… No lo podía creer. El tipo era vecino mío y yo no sabía nada. Cuando llegamos a su casa me dijo: Perdona el desorden. Yo le dije: Ya regreso. ¿Dónde vas? Ya regreso, voy a guardar el carro… ¿Te vas? Me dijo frunciendo el ceño levemente, no, dije que ya regreso si quieres, vienes conmigo. Salimos de su casa, subí al carro, se subió, y manejé dos manzanas más, abrí el portón y el tipo se quedó perplejo: ¡El mundo es un pañuelo! Pues sí, le dije. Caminamos a su casa, riendo de lo sucedido. Me dijo que tenía unas dos semanas mudado ahí, que era de otra ciudad, que su esposa y él habían conseguido empleo y casa aquí, por casualidad.
Entramos a su casa y me dijo: Ponte cómodo, aquí no van a molestarnos. Me quité la camisa, la coloqué en el respaldo de una silla, él había entrado a su habitación y salió sólo con una bata de baño blanca y un puro apagado en la boca, levantó una ceja y me dijo: Aprovecho cuando mi esposa no está para hacer lo que me gusta, un buen puro, pasearme casi desnudo o desnudo completamente por la casa, traer buena compañía, que lo quiera pasar bien… Por cierto… ¿Así eres siempre? Pensé que al decirte cómodo hasta desnudo te encontraría. Yo balbuceé y sólo atiné a decir agachando la cabeza para disimular mi cara roja: Perdón…
Quítate zapatos y pantalón, quiero ver lo que traes debajo.
Así lo hice, sentía un impulso irrefrenable de obedecerle… no sé por qué.
Mientras me desvestía el encendió su puro y me dijo: ¿Fumas? Cigarrillos, le respondí. ¿Tabaco? No, nunca lo he intentado, ¿Tienes cigarrillos? Si, en el pantalón. Entonces saca uno y empieza a fumar.
Este sujeto ya sabía que esa pinta de macho alfa, de 2,10 metros, extremadamente musculoso, piel bronceada, ojos azules, cejas negras gruesas, candado, cuerpo extremadamente velludo, con tatuajes que se dejaban ver por la abertura del pecho y las mangas de la bata, me estaba haciendo sentir sumiso y obediente.
Dime, Alfonso, ¿Te gusta lo que ves? Y no intentes engañarme que me puedo molestar.
Yo no podía disimular, ese era el tipo de mis fantasías desde niño… Lo que me movía el piso estaba ante mí. Sólo asentí con la cabeza. Él me dijo: No escuché, dilo con palabras, mientras me soltaba una bocanada de su humo en la cara.
Si, le dije.
Quiero que te quede algo claro Alfonsito, aquí, el que manda, soy yo, aquí el dueño de la casa y señor del castillo soy yo, y cuando te pregunte algo debes terminar con un señor, espero haber sido claro, ahora te vuelvo a preguntar, tomándome de la barbilla con fuerza, demostrándome su superioridad, me sentía ínfimo al frente suyo, con mi 1,62 de estatura y mis 63 Kg.
Sí señor. Respondí.
Así me gusta, dijo al tiempo que se soltaba la bata y me decía: quítame los interiores, con los dientes, sin usar las manos, y vas a estar en bóxeres y medias hasta que yo quiera.
Empecé a quitarle el slip, de rodillas ante él. Olía a sexo, a macho, limpio, colonia y algo de sudor. Estaba intoxicado con el olor de su cuerpo, el puro, mi cigarrillo que se había consumido sobre un cenicero. Cuando descubrí su miembro, era descomunal ante mis ojos, pero bien proporcionado para su estatura y cuerpo, unas 11” de largo extremadamente venoso, cabezón, circuncidado, y de grueso como una lata de coca-cola. En la base llevaba un anillo de acero inoxidable y otro que le aprisionaba el escroto haciendo sus testículos más grandes. Terminó de dejar caer la bata y logré ver sus tatuajes, los piercings que tenía en cada pezón, era un bastardo perfecto.
Me dijo: Quítate de en medio. Me aparté y se sentó en el sillón que estaba más cerca y volvió a hablarme: Gatea hacia mí, y vas a quitarme igual las medias, con los dientes. Me sentía usado, pero me gustaba. Le fui quitando las medias, sin usar las manos, solo la boca, y él me decía que las olfateara bien, y lamiera sus pies luego, que debía identificar el olor y sabor de los pies de mi amo. Así lo hice su verga se levantó en todo su esplendor cuando le lamía los pies y me los estrujaba en la cara. Sus pes sólo podrían describirse como perfectos, bien cuidados, unas uñas perfectamente cortadas y acicaladas, sin callosidades, un contraste totalmente disonante ante la imagen del tipo rudo que tenía en frente. Sus manos también, aunque unas manazas enormes, eran suaves y bien cuidadas.
Ahora quiero que me mames el güevo, bien mamado, que me chupes las bolas, pero tienes que ir subiendo por mis piernas con las manos en la espalda olfateando, porque tú eres mi perro, ¿captaste?
Sí.
Ahí recibí una bofetada que me hizo escupir sangre y me gritó: ¿SI QUÉ?
¡Si señor! Lo que usted diga y mande.
Así me gusta, ahora, a lo tuyo.
Comencé a olfatear sus piernas buscando mi premio. Cuando llegué a su entrepierna, levantó las piernas sobre los apoya brazos del mueble y me dijo: Culo. Olfateé su culo, peludo, oloroso, después me dijo: Lame. Empecé a meter mi lengua en ese manjar exquisito, esa maraña de pelos, su olor, todo, me estaba volviendo loco. Se acomodó de manera que sus nalgas quedaron suspendidas en el aire, metí mi cabeza debajo y se sentó, yo le clavaba mi lengua y el gemía de placer, me decía que era el mejor perro que había tenido, que el pocos habían llegado tan rápido a su culo. Luego dijo: Bolas. Empecé a lamerlas y me dijo: Muerde maldito, muerde con ganas esas bolas. Se las mordía y el gritaba y me insultaba, yo seguía sus instrucciones al pie. Después me dijo: Trágate mi güevo, se paró ante mí, me lo apuntó a la boca, y lo intenté tragar, 11” no son fáciles, menos con ese grosor. Él me tomaba de la nuca y me halaba hacia sí. Yo estaba que no podía respirar, hasta que sentí que mi nariz tocó con su aro. El exclamó: ¡Mierda! Eres mejor que mi esposa mamando. Así me tuvo durante casi media hora hasta que me lo sacó y me dijo: Descansa, ya sé que eres bueno, te mereces un descanso. Puedes hacer un receso de trato, ese trato es sólo para el sexo, no para todo. El receso comienza ahora, ¿De acuerdo?
Está bien.
Ve vistiéndote, vamos a ir a comer. Me dio hambre.
Me vestí y me senté a fumar mientras él se cambiaba. Al salir, bañado y vestido, me dijo: ¿Por qué no tienes novio Alfonso? Porque de pana, yo le echaría bolas a una relación contigo, eres excelente como sumiso. Eso me pone a mil, y si eres así siempre, conmigo tienes el cielo ganado.
Realmente no he tenido nunca novio, siempre han sido encuentros casuales, así como este, pero no repiten.
Esos pendejos no saben lo que se pierden. Fuimos a un restaurante pequeño, donde sirven almuerzos ejecutivos, sopa, seco, jugo, postre y café por un mismo monto. Que ya a la hora era un milagro encontrar abierto. Comimos, y al salir me dijo: vamos a comprar algunas cosas que son imprescindibles, ¿Te parece?
Como tu digas, tu mandas.
Se rió.
Fuimos a una tienda erótica y me dijo: si ves algo que te guste, me avisas. Yo iré comprando cosas. Estaba observando unos vibradores cuando me dijo: ¿Prefieres uno de esos al mío?
No, sólo que sería interesante, ya que nunca he sido doblemente penetrado…
Hummm… Pervertidito…. Jajajaja… Yo me adelanté y compré algunas cosas que te van a encantar. No vibran, pero si llenan.
Nos fuimos a su casa, y le dije en el carro: ¿Puedo ver lo que compraste?
Desde luego que no, eso es una sorpresa para mi perro. Y ahora ando con mi amigo Alfonso a quien voy a llevar a tomar cerveza… Si él quiere… claro está.
Está bien, le dije.
Llegamos a un bar de esos que no entrarías en tu sano juicio ni aunque estuvieras muriendo de sed… Pidió dos cervezas y nos las tomamos fondo blanco. Estaba asustado, los tipos del bar tenían cara de malandros. Llegó un hombre parecido a Ricardo y se abrazaron: Alfonso, te presento a Renzo, mi hermano mayor. Renzo, él es Alfonso, un amigo mío.
Mucho gusto Renzo, Alfonso.
El placer es todo mío chamín, no sabía que mi hermanito había hecho amigos tan pronto aquí, es tremendo tipo este coño e’ madre. Dijo al tiempo que le pasaba la mano por la cabeza y le besaba encima de las cejas.
¿Foncho, te importa si mi hermano se nos une?
No veo problema.
¿En qué andas Ren? Le dijo Ricardo.
Viendo a ver si me tomo unas frías y me voy a casa, ¿Por qué?
De aquí vamos a la mía, la loca anda viajando hasta el fin de semana. Si quieres, te vienes con nosotros, ¿Andas en carro?
No Ricky, está en el taller, porque mi cuñado lo llevó a un autolavado y de regreso chocó. Ando en taxi. Y… Si, si no es inconveniente, podríamos seguir la parranda en tu casa. ¿Nosotros tres? ¿O llamamos a alguien más?
¿Como a quién? Pregunté.
No sé, continuó Renzo, a un servicio de chicas malas… Jajajaja..
Yo creo que lo que necesitamos es compartir entre nosotros, así conoces a Alfonso, creo que pueden llegar a ser panas. Él es un poco tímido.
Entonces dijo Renzo: ¿Compramos unas cervezas y nos vamos?
Por mí está bien, dijo Ricardo, y tu Alfonso, ¿Qué dices?
Bien, no hay problema.
Así me gusta, dijo Renzo con una sonrisa. Nos tomamos la última ronda en el bar, y nos fuimos.
Yo subí en el asiento trasero, y ellos iban conversando de trabajo, de anécdotas familiares, temas que no me interesaban, yo me relajé y me quedé en silencio, incluso, cuando los dos se bajaron a comprar las cervezas, las metieron en el maletero del carro, y reanudaron la marcha… de pronto lo que habíamos empezado no seguiría, por la presencia del hermano, o a lo mejor el hermano se emborrachaba y se dormía dejando que estuviéramos a nuestras anchas, a lo mejor resultaba que ellos quisieran compartir más, y yo me iría a mi casa a pie… todas esas posibilidades iban desfilando en mi mente cuando de pronto escuché algo que me hizo ruido: ¿Completico? ¿Hasta la pata? Obviamente no eran conversaciones de índole laboral.
Llegamos, dijo Ricardo.
Renzo se bajó, me abrió la puerta, y me dio la mano como para ayudarme a bajar. Lo miré a los ojos, él sonrió y guiño un ojo.
Entramos a la casa y Ricardo dijo: A ponernos cómodos todos… El destapador está encima del mesón de la cocina. Y Renzo fue a buscarlo. Se lo lanzó y Ricardo a mí.
Ahora sí, fin del receso. Me dijo con un guiño. Ven hermano, vamos a ponernos cómodos para disfrutar.
Ve tu, yo voy luego. Déjame sentarme aquí un rato.
Está bien, cualquier cosa, dile a Alfonso, él no va a decirte que no.
Renzo me miró y me dijo: ¿En verdad quieres hacer esto? ¿Te sientes bien siendo humillado? ¿No prefieres tener alguien que te quiera y te valore? ¿No te da miedo que se vaya de las manos la situación y estés en riesgo?
Yo lo miré y le dije: Estoy viviendo una experiencia distinta, nunca antes había sido sumiso. Mucho menos pasivo, y hasta los momentos, me he sentido bien, sé que Ricardo no va a dejar a su esposa por mi, tampoco deseo que eso ocurra, pero me llama la atención de ser el amante.
¿Y si te digo que tú me gustas y quiero que seas mi amante también? Incluso, esta noche jugaremos con las reglas de Ricky, pero luego con las mías, y tu decidirás con cuál de los dos, o si te quedas con los dos. Somos hermanos, pero totalmente distintos. Aun cuando ambos somos sólo activos. Se escuchó el grito de Ricardo diciendo: Ya salí de la ducha.
Ahí voy. Respondió Renzo. Recuerda lo que hablamos, me susurró. Y dándome un beso en los labios se fue a bañar.
Salió Ricardo, otra vez con su bata y un puro, esta vez sin medias ni interiores, y me dijo: Quítate todo, como habías quedado antes, y anda a buscar la bolsa de las compras. Me lanzó las llaves del carro y fui.
Al volver a entrar estaba él sentado en el sillón y me dijo destapa dos cervezas
Así hice, tomó las dos, una fondo blanco, y la otra se la fue tomando más despacio. Me alcanzó la botella vacía y la fui a llevar a la cocina. Al volver a la sala, estaba Renzo, fumándose un puro también y me dijo:
Tráeme una, en un vaso, con una servilleta ¿He sido claro?
Sí señor.
Llegué a la sala, y Ricardo me dijo, ahora ve y trae dos más, pero gateando. Y cuando vengas, vienes de rodillas.
Fui, busqué las cervezas, regresé Renzo tomó una y me ofreció una a mi. Ricardo dijo: Esto puede ser interesante… Se levantó, fue a la cocina y buscó un plato un poco hondo diciéndole a su hermano: Tenemos un perro, tratémoslo como tal, me hicieron beber del plato como un perro. Mientras ponían sus pies sobre mi espalda.
Después me dijo Ricardo: ve a la cocina, no regreses hasta que te llame.
Escuché que revisaban una bolsa, y se reían.
Renzo entró a la cocina y me dijo: Ven… Me tapó los ojos con sus manos y después me condujo a la sala. Después doblamos el pasillo, y seguimos hasta los cuartos, con la otra mano empujó la puerta, sentí un edredón y aun teniéndome los ojos tapados me acomodé para subirme. Me cambiaron la manaza de Renzo por una venda, aparentemente de seda, Renzo me dijo: Échate, se buen chico, y coloca las manos atrás. Sentí que me esposaron, quise liberarme, sentí miedo… y sentí como un cuero o algo de cuero me dio en las nalgas escuché la voz de Ricardo: ¡Obedece maldito! Y volvió a darme. Yo dí un respingo.
Me quitaron los bóxeres sólo me quedaban las medias, las cuales fueron a dar a mi boca. Vendado, esposado amordazado… Cualquier película de secuestrados, ahora lo que falta es ser violado, pensaba. Sentí un líquido viscoso y frío en mi culo. Escuché como comentaban: ¿Esto te queda? ¿Soportará esto? ¿Y si se desmaya del dolor? ¿Y si lo matamos? ¿Aguantará? Ya yo no quería más, quería irme a casa, no saber de esos locos. Sentía miedo. Y además del miedo sentía como algo extraño intentaba abrirse paso en mi culo, intentaba gritar, sin éxito, dolía, Renzo me inmovilizaba mientras Ricardo me metía cosas, eran para expandirme el culo.
Sácale las medias, dijo Ricardo, y llénale la boca.
Cuando sentí fue el güevo de Renzo que entraba y salía, poco a poco, hasta que lo fui tragando todo, hasta la pata, hasta el aro que también llevaba, aparentemente otro modelo, el de Ricardo era redondeado, este era plano y Ricardo no se hizo esperar para meterme el suyo por el culo de un solo golpe. Apreté mi boca y casi le arranco el güevo a Renzo sin querer, él en vez de molestarse me dijo que lo volviera a hacer: Así mismo, muerde el güevo de tu papi Renzo, muerde con ganas, muerde duro… le gustaba el dolor propio… un hermano sádico y otro masoquista…
Ricardo me daba durísimo, así estuvo como por media hora, hasta que dijo: ¡Vente! Me sacó el güevo de la boca cuando sentí, me estaban partiendo el culo entre los dos, sentía a ambos dentro de mi, como si nada. Me voltearon boca arriba y me quitaron la venda, me liberaron de las esposas, y me deje hacer… era de ellos, y disfrutaba…. Una media hora después dijo Ricardo: me meo… sacó su güevo de mi culo y me dijo abre esa boca. Lo metió hasta el fondo, y sentí como sus meaos bajaban por mi garganta, y me llenaban… después le vino el turno a Renzo, me convertí en su urinario, y me encantaba… vi a Renzo desnudo completamente, estos cabrones podrían ser gemelos, son exactos el uno al otro, salvo que Renzo no tiene los tatuajes, pero si los piercings. Renzo se quedó en mi boca, Ricardo en mi culo, ya yo no podía más… exploté en una acabada como nunca… me llegó hasta el pecho, cuello… Renzo al ver eso acabó en mi boca y me tragué con gusto su leche, Ricardo no se quedó atrás, y me acabó en el culo. Nos quedamos así un rato y luego nos fuimos a duchar los tres juntos. Para después meternos en la cama, conmigo en medio, y dormir…
En realidad, me sentí usado, humillado, violado, sucio… pero feliz de tener a estos dos machos conmigo..
Al día siguiente sonó el teléfono de Ricardo...