Sucedió en un restaurante
Sexo Oral: De como una visita a un restaurante se convirtió en una cogida además de comida.
Este relato va acompañado de la foto que originó el mismo, sucedió ya hace tiempo y fue en un tiempo en que tenía una amante casada y que por lo mismo evitábamos cualquier lugar concurrido para aprovechar el tiempo que estaba libre.
En esa ocasión habíamos decidido solamente ir a comer, buscamos un lugar no muy conocido dentro de la zona metropolitana de nuestra ciudad y decidimos ir a un pequeño restaurante que tenía dos pisos, era un día entre semana por lo que, cuando llegamos al mismo, se encontraba prácticamente solo, en la planta baja había solo un par de mesas ocupadas y decidimos subir al segundo piso procurando tener una mejor vista del lugar.
Al subir vimos que ninguna mesa estaba ocupada, así es que teníamos todo el espacio para nosotros, escogimos una mesa amplia redonda, quizás para varios comensales, la cual estaba bellamente preparada con un mantel largo que casi la cubría, unas flores la adornaban y el arreglo de todos los platos y cubiertos listos para empezar a comer la hacían ver muy agradable.
Le pedimos al mesero algo de beber, lo cual lo trajo rápidamente y le dijiimos que posteriormente le hablaríamos para solicitar la comida, por lo que nos quedamos solos en ese espacio.
Vi que Imelda, me estaba mirando con ojos lujuriosos y me empezó a besar apasionadamente y a frotar por encima de mi pantalón mi miembro, el cual pronto se endureció y empezó a sobresalir por sobre el mismo.
Me dijo que por qué no salíamos al balcón para ver hacia la calle y así lo hicimos, mientras tanto no dejaba de frotarme por el pantalón y agarrar ya con la mano mi endurecido miembro, estuvimos admirando el paisaje y entonces me pidió que me la sacara para poder tomarle una foto, fue por la cámara y así lo hizo... tomó la foto del recuerdo, misma que acompaña a este relato.
Nos regresamos a la mesa, yo con la verga de fuera y entonces le dije que iba a lavarme las manos para comer.
Entre al baño, en realidad lo que quería además era lavarme la verga, pues pensé que ella lo que quería además, era darme una mamada y a mi me gusta que antes de hacerlo que esté bien limpia. Así lo hice pensando en el disfrute que iba a obtener enseguida.
Cuando salí vi que Imelda no estaba en la mesa, lo cual me decepcionó un poco, pero pensé que habría olvidado algo en el carro o que tal vez también habría ido al baño a lavarse sus manos, así que fui a la mesa y me senté a esperar que ella llegara.
Me senté en la mesa, por supuesto que todavía con la verga de fuera, sentía su largo y el peso de la cabeza engruesada por el deseo, como el pantalón era blanco no quería que se manchara con mis jugos, así es que me senté de manera que prácticamente estaba colgando entre mis piernas, además de parada y endurecida, estaba chorreando jugo el cual escurría por la cabeza, sentía su calor y su espesor que seguramente goteaba hasta el piso.
En ese momento volvió el mesero a preguntar si se ofrecía algo o si ya queríamos ordenar, no notó nada, de mi instrumento ya que el mantel cubría adecuadamente mi herramienta.
Le estaba diciendo que nos esperara un poco más para ordenar y que mientras nos trajera otras bebidas cuando empecé a sentir un aire cálido que soplaba sobre la cabeza de mi verga parada y casi enseguida el paso de algo suave, húmedo y caliente e inmediatamente supe que era una golosa lengua, y es que Imelda se había escondido debajo de la mesa para darme la sorpresa de una mamada inesperada.
Sentí en seguida no solo su lengua acariciando mi verga, sino que se la introducía casi toda en su boca. Mientras tanto yo trataba de ordenar y platicar con el mesero, queriendo que no se fuera a dar cuenta de lo que debajo de la mesa estaba pasando: que una caliente mujer estaba toda desbocada mamando como solo se puede dar en circunstancias inesperadas. Creo que no fui muy convincente y algo detecto el mesero que estaba fuera de lugar, sin embargo decentemente se retiró de la mesa a cumplir con lo ordenado.
Imelda continuó mamándome, la verga la cual estaba cada vez más grande y yo disfrutando el enorme placer que daba saber que me la estaba chupando prácticamente en un lugar público.
Esta vez el mesero regresó muy rápido con el encargo, y creo que algo comentó en la cocina, porque cerca de la escalera de acceso alcancé a ver que alguien, otra mesera, se quedó medio escondida tratando de ver que estaba pasando en el lugar donde estábamos.
Para entonces, ya eran muy obvios los movimientos que se daban debajo del mantel y pensé que el mesero nos iba a correr del lugar, sin embargo lo que quería yo en ese momento era llenarle la boca de leche a Imelda ya que estaba casi a punto de venirme.
-¿Esta disfrutando de su estancia en este lugar señor? me dijo el mesero.
-Muchísimo. le respondí. No se imagina cuanto y de que forma.
Vi que el mesero volteaba descaradamente hacia donde Imelda me estaba mamando y también ví que la mesera observaba con mayor atención lo que estaba pasando y que se acariciaba inconscientemente con sus manos sobre sus muslos y sus caderas.
También vi que la verga del mesero estaba sobresaliendo por encima de su pantalón y pensé que tal vez no pasaría nada si lo invitaba a que se sentara en nuestra mesa.
Le dije, -a lo mejor también a usted le gustaría disfrutar del lugar, ¿por qué no se sienta un rato a descansar?
Me miro con ojos libidinosos y al parecer su miembro creció cuando escucho la invitación y de inmediato retiró la silla que estaba cercana a la mía y se sentó en ella.
Mientras tanto, Imelda que había estado escuchando la conversación se dio cuenta de lo que pasaba y se preparó a recibir al visitante inesperado. En cuanto vió que unos pantalones se acomodaban en la silla dejo de mamarme, (con lo cual yo obtuve un respiro y ya no eyaculé, sabiendo que tendría rato más de placer) para inmediatamente irse sobre la bragueta del mesero y sacarle su verga, de lo cual me dí cuenta al verlo como cerraba sus ojos y dejaba escapar un especie de suspiro o resoplido cuando Imelda colocó su boca y empezó a succionar.
Entonces, sin darnos cuenta ya que estábamos muy emocionados por lo que estaba pasando, cuando menos pensamos, la mesera, compañera de nuestro invitado, estaba de pie, entre el mesero y yo, con gesto muy serio y como tratando de regañar a su compañero, diciéndole que el patrón lo iba a despedir si se daba cuenta de su actitud.
El mesero que se llamaba Luis, en respuesta a la llamada de atención de su compañera que se llamaba Gloria, empezó a meter su mano por debajo de su vestido y le acarició los muslos y las nalgas a Gloria su compañera. Ella no chisto para nada, lo que me hizo saber que al estarnos viendo se había empezado a calentar y que si ahí estaba no era para regañar, sino para ver que le tocaba, así es que, yo también empecé a acariciarle sus nalgas y entre Luis y yo le bajamos las panties, sin dejar de acariciarla lo más que podíamos. Mientras debajo de la mesa Imelda continuaba con su trabajo, imperturbable, chupando una y otra verga a su placer, mientras succionaba una, con la mano le pelaba la cabeza a la otra, el caso era estar en acción completa, y también muy atenta a lo que estaba pasando con la llegada de la nueva compañera.
Le dije a Gloria que si quería meterse debajo de la mesa para ver si lo que encontraba ahí era de su agrado, y ni tarda ni perezosa así lo hizo y se fue a acompañar a Imelda y así estábamos: por encima de la mesa aparentemente dos hombres estaban sentados, quizás conversando, mientras que debajo del largo mantel entre las piernas de cada uno dos mamadoras comedoras de verga se estaban dando un banquete de jugosas vergas.
No sabría decir quien o cual de las dos me mamaba en ese momento, solo cuando en una ocasión en lugar de una boca sentí las dos lenguas en mi miembro me dí cuenta que eran las dos mamadoras al mismo tiempo.
Le pedí a Imelda que se pusiera a gatas para quitarle las pantaletas porque le quería meter la verga en el coño o en el culo que a ella le encantaba muchísimo, me obedeció y cuando dirigí mis manos para hacerlo, me dí cuenta que ella por su parte ya lo había hecho, pues encontré sus nalgas duras ya encueradas y listar a recibir lo que fuera y por donde fuera,
Les pedí que ellas escogieran la verga que quisieran para coger, y que luego, enseguida cambiaran de hombre para que los cuatro nos pudiéramos disfrutar todos, así lo hicieron y yo sentí como una mano estaba dirigiendo mi verga hacia un lugar cálido y empapado, súper empapado de jugos, con un coño caliente y deseoso de verga, luego, oimos los besos y las caricias que ambas mujeres se estaban propinando mientras que nuestras vergas las perforaban, así estuvimos un buen rato hasta que escuchamos como Gloria estaba acabando, salió de debajo de la mesa y se hincó delante de Luis y le pidió que se hiciera una puñeta para recibirle la leche en su cara.
También Imelda, salió de su escondite y se colocó boca abajo encima de la mesa y me pidió que le llenara el culo de verga, lo cual hice con mucho agrado y así en aquel lugar solitario y sin clientes se seguía desarrollando aquella pequeña orgía que espontáneamente se había iniciado.
Finalmente, vi como la verga de Luis explotaba en la cara de Gloría, llenando de leche no solo la cara y boca de Gloria sino hasta su pelo y en su uniforme, y yo sentí que el culo de Imelda me estaba succionando toda mi verga, como si quisiera que tambien yo me introdujera por su ojete, sentí que se estaba viniendo cuando los músculos de su culo me oprimieron con más fuerza y entonces recargué todo mi peso sobre sus nalgas para introducir mi verga lo más posible y le dejé ir toda la leche que en ese momento tenía.
Era tanta la leche que le metí en el culo, que cuando saque mi verga, quedó escurriendo alrededor de su ano, el cual todavía estaba palpitando, abriéndose y cerrando con la fuerza del placer recibido, Al ver esto, Luis y Gloría no pudieron resistir la tentación, y juntos empezaron a besar sus nalgas, y poco a poco, con la lengua empezaron a recorrer y besar todo el espacio alrededor de su tembloroso culo, Luis se animó y metió la punta de su lengua por el hoyo todavía vibrante de su ano lo que hizo que Imelda suspirara y apretara el mantel con sus manos de placer, mientras tanto yo me dedique a lamer el coño de Gloria ya que lo vi tan jugoso que pensé que estaba bien que la dejara bien limpia de jugos.
Finalmente nos dedicamos a descansar del juego que habíamos hecho, y enseguida ordenamos nuestra comida y por supuesto que fuimos muy bien atendidos en nuestra solicitud, y hasta recibimos un trago gratis cortesía de la casa y con los deseos que en cualquier ocasión en que quisiéramos regresar seríamos muy bienvenidos.