Sucedió en navidad

Mientras tanto la música seguía amenizando la fiesta sin saber lo que en ese momento nosotros hacíamos.

Era la navidad, en la que todo mundo estaba en familia, mi amante y yo habíamos ido a una de esas posadas en la casa de su hermana. Estábamos tomando nuestro ponche con su respectivo piquete, ya estaba un poco entrado, se escuchaba una música que animaba a cualquiera, en eso ella me dijo que si no la acompañaba a la casa de su hermana, ya que se sentía un poco mal.

Dentro de la casa ella se dirigió a una recamara y se recostó. En ese momento yo también lo hice, la abrase acariciando su cuerpo tibio y sin menos preciar sus ricas nalgas que estaban exuberantes y apetecibles, la empecé a calentar, ella se dejaba llevar sin reprochar nada, llevaba una minifalda que dejaba ver todo desde cualquier ángulo.

Poco a poco le fui levantando su falda hasta tocarle su cochito que ya para ese momento estaba mojado y caliente; ella dejo soltar un quejido, abriendo por completo sus piernas, llevaba unas tangas pequeñas, que no me fue difícil introducirle un dedo, y nuevamente dejo salir otro quejido, le empese a tocar sus pechos y abesarselos con ese afan que tiene uno de desesperación.

Ella me dijo, - de esto me sentía mal, quiero que me cojas en este mismo preciso o no respondo-. Tarde ni perezoso le empecé a bajar la tanga y le hice sexo oral, sabia rico esa pachocha estaba chorreando por montón, estaba en su punto, mientras tanto ella me tocaba mi pene que ya estaba erguido y se diento, listo para entrar en acción, al igual que yo ella me empezó a mamar mi pene, lo hacia muy rico casi me lo arrancaba lo succionaba fuertemente, tratando de exprimirlo y dejarlo completamente seco.

Mientras tanto la música seguía amenizando la fiesta sin saber lo que en ese momento nosotros hacíamos.

De repente ella se irguió por completo se estaba viniendo había llegado a la cúspide, aventaba chorros de su liquido. Se había venido en mi boca, sentía ella morirse de felicidad. Inmediatamente le introduje mi pene y mas se retorcía, me pedía que la cogiera como un animal, acto seguido yo se la introducía con furia, ella me arañaba la espalda como una gata salvaje y sin piedad eso me calentó con mas furia.

Nuevamente me decía que quería con mas fuerza y eso hice, nunca me lo había pedido así y yo seguía con mas fuerza hasta que los dos nos quedamos quietos, estábamos explotando con una furia que un volcán nos quedaba chico.

Nos estábamos sintiendo en el paraíso, terminamos nuestra lujuria, y ella me dijo que ya se sentía mucho mejor, que con la medicina que le di mejoro. Regresamos a la fiesta, sin que nadien sospechara de lo que se había vivido en esos momentos.