Sucedió en italia
Viajando por la bella Italia conocimos a una pareja nativa con la que conocimos lo que es el amore y romanticismo de ese lindo país.
SUCEDIÓ EN ITALIA
Horacio me platicó emocionado que lo enviaban a visitar filiales de su empresa, ésta vez en Italia. Lo programaron para salir dentro de 30 días. Sus asuntos de trabajo allá le iban a ocupar unos 10 días, así que, a su estilo, él se programó minuciosamente, dejaba un espacio para ver que podría planear para viajar juntos.
Yo podría tomar 21 días de vacaciones y el inicio de mi ausencia lo podría programar con tiempo, lo cual lo discutí con mi marido y me apunté para acompañarlo, ésta oportunidad no quería perderla, pero nuestras finanzas andaban bajas y lo que yo consumiera lo tendríamos que pagar nosotros y nos advirtieron que Italia es un país muy caro. Estuve a punto de perderme ésta oportunidad.
En la compañía de Horacio le propusieron usara un camper de su propiedad, que tenían guardado en el Norte y con él nos ahorraríamos muchos gastos. Horacio hizo cuentas y planes, como les digo, él es superminucioso e inició con la recopilación de los datos de todos los lugares, restoranes, espectáculos y todo aquello en donde podríamos tener gastos. Y así nos decidimos.
Así fue, llegamos y nos trasladamos, primero, a recoger el Camper en un pueblito. Después de recogerlo empezaron las complicaciones. Tardamos casi 4 días en acomodarnos a ésta nueva experiencia del Camper, las carreteras, restoranes y así, pero los aprovechamos gozando de todo lo que pudimos ver. Llegamos a nuestro destino. A Horacio lo tuvieron muy ocupado durante 4 días en un pueblo cerca de Génova, al Oeste y de ahí tuvimos que viajar hacia el Este. Un placer recorrer ese trayecto por carretera. Tuvimos una gran oportunidad de turistear por ciudades y pueblos de esa parte.
Hicimos un viaje de ensueño, pero los detalles son para otro relato. Todo lo que cuento, y mucho más, es real. Ha sido uno de los viajes más lindos que hemos hecho, ojalá y lo poco que les narre les guste.
Cerca de Trieste, que era adonde Horacio tenía que ir, en la costa al Este, del otro lado de Italia, llegamos a un Camping que nos habían recomendado.
Horacio estaba ocupado en las terminales marítimas, unos días si regresaba a pasar la noche conmigo en el camper, otras no. Al anochecer me sentaba a ver jugar voleibol a los muchachos encargados del lugar y del pueblo.
La segunda noche me invitaron a jugar, vino una chiquita, aunque muy altita, se veía de más edad, y sin entendernos, me llevó a que jugara con ellos. Todo mundo estuvo de acuerdo, no nos entendíamos al 100 por ciento, pero sabíamos qué debía yo de hacer. Nos fue bien, jugamos y nunca supe si ganábamos o perdíamos.
Ya cansados y empapados en sudor nos metímos a una regadera que había al aire libre, ellos casi desnudos, yo mantuve mi brasier y pantis. Entre todos había 4 chicas, y yo. Las tres, sí traían puesto brasier, se lo quitaron y creo que los calzones no porque les dio pena que yo no lo hiciera. Los hombres, irrespetuosamente frente a una extraña, se bañaron desnudos, proporcionándome uno más de mis placeres, ¡admirar a esa juventud!
Nos vestimos, ya secos propusieron fuéramos a un lugar para comer algo y, si se podía, ir a bailar. Cada vez me preguntaban si deseaba acompañarlos, ¡claro que sí!
Bailamos y bebimos casi pura cerveza, que era lo más económico, El lugar quedaba bastante retirado del Camping, así que caminamos bastante, me acompañaban a mis lados Fazio, el mayor y encargado del Camping, y del otro lado Rinaldo, también altito y que noté que se desvivía por mí, junto con él la chiquita que me fue a invitar a jugar, se llama Bianca y los demás caminando detrás, como un séquito.
Desde un principio Fazio no me quitaba la vista de encima. Me revisó y de repente me dijo que se había dado cuenta de que yo estaba bellísima. Considerando que son italianos, me sentí halagada deseando, en el fondo, que realmente me deseara y yo le pareciera muy buena. Continuamos caminando, Fazio me detuvo de los hombros, me jaló hacia su pecho, me abrazó y me pidió un beso. Yo, cometí un error, en vez de un beso simple, pensé que a los italianos les gustaba besar fuerte, así que se lo devolví muy fuerte. Ese beso lo excitó demasiado, en el caminito, no muy iluminado, me abrazó y me jaló de una asentadera, metiendo la mano por debajo de la falda hasta sentir mi redondez. Le seguí sus obvias intenciones, yo también lo jalé de su trasero para hacerlo sentir más.
En eso estábamos, los demás decidieron proseguir su camino y después de una verdadera revolcada de manoseadero y besos que nos dimos, decidimos regresar al Camping y allá hacer lo que éste intentaba hacer.
Me llevó a un cobertizo en donde guardaban camastros, sillas y otros enseres de playa. Entramos, cerramos la puerta y él vino a mí. Yo llevaba una faldita corta, una blusa medio suelta, brasier y unos pantis medio grandes. Se me acercó, metió sus manos bajo mi blusa y empezó a sobarme muy suavemente los senos, yo me retiré el brasier. Lo observaba y gozaba su avidez, ¡quién sabe con cuantas turistas ya lo había hecho igual, pero a mí me estaba dando un placer inmenso, que bueno! ¡Y que me importaba! ¡Que siguiera! Yo me sentía de nuevo en las nubes, complacida.
Lo dejé me siguiera complaciendo, acariciándome todo el cuerpo. Después de que me acarició las nalgas y me las besó sentí que era el momento de guiarlo a que me complaciera en mi cosita, le terminé de bajar los pantalones, le iba a chupar su pene, hermoso, como el del David, solo que bien paradito, pero sospeché que estaba a punto de venirse.
Lo guie a mis labios vaginales que ya estaban empapados y en espera y lo dejé me la metiera como quisiera, en ese momento explotó, sí me la alcanzó a meter, pero ya dentro de mí se vino totalmente. Yo sentí como siempre, muy bonito, pero él se avergonzó, ni siquiera un condón logro ponerse.
Había estado muy bonito todo lo que me había hecho, pero me faltó saborear el amore y romanticismo italiano. Muy avergonzado y cabizbajo estaba dando por terminada la acción. Los dos merecíamos haber sentido placer, merecíamos darnos otra oportunidad, y él necesitaba solamente que le diera ánimos. Lo abracé y bese tiernamente. Le tomé su pene y se lo chupé con gusto. El semen que me había embarrado en mi pubis ahí estaba y le demostraba yo que era un placer tenerlo ahí, que yo quería más.
Se acurrucó en mi pecho y lo besé con mucho cariño. Él estaba impresionado del trato. Poco a poco logré que se le volviera a poner paradito su hermoso pene, se lo dije y eso le dio muchos ánimos.
Terminó de desvestirme a la carrera, él también y se dedicó a acariciarme mis pechos, mi vientre, mis caderas y amasarme las nalgas. Poco a poco lo tenía más paradito. Se lo acaricié con mi boca, se lo succioné y le sobaba sus huevitos.
“¿PUEDO?”
Sin más, abrí las piernas y, después de darle un poquito de cariño a mis entrepiernas al sobarme con su pene, me lo dirigí a mi deliciosa florecita con sus labios rojos y pensé en ese momento, que iba a tener la oportunidad de saborear lo que era en realidad un semen italiano, calientito y sabroso, repleto de ese amore característico.
Me sentí mejor de que en ese momento yo ya no estaba exageradamente excitada, como momentos antes. Pude ir analizando y gozando ésta nueva oportunidad de sentir un placer de ensueño con un italiano, paso a paso.
Fazio se esforzaba alocadamente, para hacerme sentir lo bonito.
“¡ESPEEEEE ... RA, ……… DESPASITO, ……. DESPASITO, QUIERO SENTIR MUCHO TIEMPO TU PENE DENTRO DE MÍ, ¡LARGO Y DURO!”
Al decirle esto, él disminuyó su ritmo, pero alocó sus embestidas, cada vez quería meterlo más y más fuerte. Él, con la ventaja de que como ya se había venido una vez, tenía para rato hasta lograr su segunda,
¡GRACIAS A MÍ! Que le enseñé y le di la oportunidad de ver y probar, cómo se logra.
Estaba tan alocado y contento como nunca había yo visto a un hombre, parecía un chiquillo quinceañero. Su juventud le ayudaba. ¡Qué lindo!
¡AHORA, A DARME BIEN FUERTE! ¡CARIÑO!
Y lo tomó a pecho.
“¡DURO! ….. ¡DURO! ….. ¡FUERTE! …. ¡FORTÍSIMO! … ¡MÁS!”
Y así. Tardó bastante en lograr ese segundo orgasmo, a mí, en el inter, me ayudó a tener uno de los más ricos que he tenido en mi vida,
¡Me lo comí, lo apretujé, LO EXPRIMÍIIII! Él me recordará el resto de su vida, ¿Habrá otra mujer que le dé lo que yo ahora le di?
Empezaba a conocer cómo son los italianos. Lindos, hermosos y amorosos, y tiernos.
Al día siguiente, ya anocheciendo, y ya después de haber jugado al voleibol, todos fuimos a la única regadera que había en el patio. Todos nos metimos vestidos, ya dentro nos fuimos quitando la ropa empapada, la exprimíamos y la dejábamos colgada, hombres y mujeres, todos desnudos, pero todos querían ir a cenar algo y después ir a bailar, como la noche anterior, así que nos vestimos como pudimos, con la ropa mojada, rebelde, que no se dejaba que nos quedara correctamente.
Fuimos a bailar, tomamos varias cervezas y regresamos. En el camino venían platicando Fazio y Rinaldo, claro, de mí. Me di cuenta a pesar de lo poco que entendía su plática. En algo estuvieron de acuerdo, llegamos, me llevó al mismo lugarcito. En el camino dejó su camisa y me quitó la mía y mi brasier, que en realidad era como a él le gustaba tenerme, mis pechos eran suficientemente firmes para mantenerse paraditos.
El camper lo había movido yo a un espacio con mejor acceso a la electricidad y cerca de las regaderas.
“Aquí está mejor, tiene más sombra, pero estas muy cerca de las regaderas y por ahora no les dejé puestas las puertas, se están pintando. No te verán, a lo mejor tú si estarás molesta al estar viendo a todos los que se duchan, casi siempre lo hacemos desnudos.”
“¡Oh, que bueno, me encanta ver desnudos, y parejitas!” le dije.
Estaba empezando a bajarme la falda y los pantis, que en esta ocasión escogí unos más apropiados para ir a hacer algún deporte, grandecitos pero muy eróticos.
Desde que llegamos a Italia me compré un diccionario, pequeño, que me servía a cada rato para irles entendiendo, pero iba yo tan lento que lograba que ellos mismos me tradujeran en alguna u otra palabra que ellos consideraban más entendible para mí, o que les convenía entendiera.
Rinaldo, el chico se había enamorado de mí y trataba de conocerme, así que hizo muchas preguntas indiscretas, entre ellas quería saber de mi marido, Horacio. En las pláticas anteriores con Fazio no le dejé claro si Horacio y yo estábamos casados, pero contestó ayudándome:
“Son buenos amigos y viajan juntos.”
“Difícil de aclarar, pero los dos nos amamos, hagamos lo que hagamos cada uno.” Todo lo que nos decíamos lo hacíamos hablando lentamente.
Mientras tanto, Fazio y yo, satisfechos y seguros de que no causamos ningún trastorno más, nos abrazamos y regresamos a nuestro nidito de amore. Recuerdo que me levantó una pierna, sin decir nada, se me acercó lentamente encajándome todo el largo de su pene. Al rato mis dos piernas estaban en sus hombros y seguía dándome empujones. Me apretaba el vientre y eso servía para que yo sintiera más y más su pene dentro de mí.
“¿Te gusto, o soy otra de esas turistas a las que complaces?” le pregunté cuando aún me tenía encajada en su sabroso pene, en el momento que más lo sentía apretadito con mis entrañas y sabía que él también lo estaba sintiendo.
“¡NUNCA TE OLVIDARÉ! No eres la primera, pero eres única.”
“Hoy es la última noche en que Horacio no está. Puede ser que en unos días más tenga que pasar la noche en el puerto y volveré a estar sola.”
“¿Qué vas a hacer con él?” me preguntó
“Lo que siempre he hecho desde que nos conocemos, nos contamos todo lo que he hecho en su ausencia.”
“¿También de que te acostaste conmigo le platicarás?”
“Sí, le va a gustar.”
“¿Estas segura, no será que es maricón? ¿O que le gusta ser cornuto?”
“¡Nada de eso, cuando nosotros hacemos algo nos lo platicamos y pasamos el rato y a veces hasta lo continuamos!”
“¿Dejará que tú y yo volvamos a tener otra sesión?” le importaba saber.
“Depende de cómo se presenten las cosas, no sé, no conozco aquí cómo es. ¿Cómo le podríamos hacer? ¿Se te ocurre algo?” le pregunté. “Vamos a esperar a ver cómo llega. Generalmente viene muy contento a verme y, además, muy deseoso de sexo. Él regresa después de haber estado en la compañía que trabaja, él es gerente de la división.”
“¿Y tú que eres, su esposa?”
“Yo trabajo en otra compañía y decidimos hacer vacaciones en Italia, juntos.”
“¿Entonces tú solo vienes de vacaciones, acompañándolo? ¿Qué es lo que te gusta ver de acá?”
“Para mí, la idea que tenia de Italia es que es muy bella y su gente hermosísima y son los autores del amore. ¡Me interesa ver el país y cómo se hace el amor acá!”
“¿Te gustó como te lo hice? ¿A pesar de que no he sido el mejor amante?”
“¡Sí has sido lo más dulce y amable, me diste amor!”
“¿Si cuando él llegue quiere hacer sexo, estarás con ganas si antes lo haces conmigo?”
“¡Claro, la mujer siempre tiene ganas, depende de cómo la tratan a uno! ¡Será muy bello sentirlo a él después de ti!”
“Si lo vacías ya no tendrás ánimos para ninguna otra cosa conmigo.” Afirmó Fazio
“¡Claro que sí, con muchos más deseos! ¡No me conoces, te lo voy a demostrar!” le dije.
“¡Deja ver cómo lo caliento o voy a ver qué le consigo! Al lugar que vamos a bailar ¿No crees que se le consiga algo ahí?” le pregunté.
Horacio llegó al medio día en un coche de la empresa. Le pregunté a Fazio si nos podía recomendar algún lugar para ir a comer.
“¡Que mejor que aquí, mi hermana Alessandra cocina exquisito!”
Horacio aceptó la propuesta, así que comimos en el Camping, verdaderamente sabroso y felicitamos a la cocinera con la que tratamos de hacer una larga plática. Una chica bastante alta, tipica italiana, con los pechos característicos de la Gina Lollobrígida, muy blanca y pelo claro rizado, muy atractiva. Tiene unos muslos largos, adorables, lisitos, muy bien formados. Nuestra plática de sobremesa se prolongó dando oportunidad de que entráramos en más confianza. Reíamos y comparábamos alturas, nos pusimos de pie y, claro, Alessandra nos ganó. Horacio, haciéndose el gracioso, le preguntó si llevaba zancos puestos o unos zapatos de tacones superaltos. Reímos y, a pesar de que ella llevaba puesta una falda que le quedaba arriba de las rodillas, Horacio le pidió le dejara ver si todavía arriba llevaba los zancos. La subió a una silla y le levantó la falda hasta la cintura. Ella se dejaba y hasta se contoneaba al sentir el manoseo que Horacio le hacía.
Estábamos en la comida y Horacio me dijo, en voz baja, que había algunas noticias, que a lo mejor me iban a interesar y que me las diría después.
“¡No seas así, dímelas de una vez!” le pedí, pero se hizo el distraído y me dejó con la curiosidad.
Después de comida fuimos a ver unas cosas de trabajo en el pueblo y regresamos a la hora del calor. Encontramos varias colchonetas en la sombra y en una de ellas estaba una pareja. Él parecía dormido y ella al lado de él, platicándole. Tuvimos que pasar varias veces frente a ellos, íbamos a ir a remojarnos al pedacito de mar. Regresé al camper mientras Horacio esperaba, pero ví, desde lejos que se hacía señas con la chica de la pareja, yo no la reconocía. En una de esas Horacio le hizo la señal internacional, la de ponerle cuernos y ella dijo que sí, se enderezó y fue por alguna toalla. Llamó a Horacio con señas y éste la alcanzó, yo le hice señas a él de que fuera tras ella.
Se metieron a un cuarto y no pude saber más hasta que Fazio se apareció y me dijo que su hermana Alessandra, la que cocinó, sí nos estaba ayudando, así que Horacio quedaba bajo control.
Como quien dice ¡Aceptó conquistarlo! Otra oportunidad preciosa se nos estaba dando.
“¿Cuánto tiempo planean van a quedarse con nosotros?” Preguntó Bianca.
“Unos cuatro días.” Le dije.
“¡NOOO! ¡quédense más, ya mis hermanos encontraron sus amores! Y yo también. Quiero que Silvia me enseñe cosas para estar como ella de bella, en Colombia saben muy bien.”
“¿Por qué crees que soy de Colombia?”
“¡Porque estás muy bella y me di cuenta!”
Me sentí muy halagada y feliz por su opinión, aunque el crédito real era para las colombianas.
Ya en calma pesqué a Horacio y empecé mi investigación.
“Dime que noticias tienes que me puedan gustar, ¡Ándale, no me tengas así de ansiosa!”
“Estamos en Italia por un programa que estableció nuestra casa matriz en Francia. Los ejecutivos de cada filial van a ser enviados a diferentes bases en el mundo. De lo único que puse atención es que de Canadá enviarán a alguien. El primer huésped que tendremos es el de Aruba, ¿lo recordarás? Habrá que atenderlo y pasearlo solo por partes interesantes, va a estar poco tiempo.”
“¿Uno alto, moreno, muy amable? ¿Me lo presentarás, y yo tendré que atenderlo? Se me hace que sí, lo problemático es que para todos ellos tú tienes dos esposas y si solo va una, a esa la identificarán como la fija, la que vale, pero no me importa, aunque siento feo que a Gloria también la presentaste y va a quedar como la relegada, o postiza.”
“Cuando sepamos la fecha le preguntas a Gloria que podemos hacer.”
Y en eso quedamos por lo pronto. Yo no me podía aguantar las ganas de emocionar a Gloria, sería una gran oportunidad para volver a estar juntas. Terminando la plática fui corriendo y le llamé a Gloria. Eran como las 2 o 3 de la mañana en su casa. ¡Emocionadísima y se puso a hacer planes y no le molestó la hora de mi llamada!
“¿Cómo hacerle para que yo esté también?”
“Espera, espera, que todavía han de faltar unos 6 meses hasta que se decida. ¡Además hay otro detalle, él es negro, no tanto, solo como mulato, para mí muy guapo, muy lindo, lo recuerdo, nos puso a las dos juntas, sus manos sobre nuestros hombros el día del congreso y nos echó piropos!”
Con nuestros amigos italianos estábamos pasando una velada muy bonita.
Fazio comentó, como disculpándose, que nos había dado la idea de mover nuestro Camper para que tuviéramos más sombra, pero esperaba que no nos molestara estar viendo gente irse a bañar, aunque un poco retirados.
“Aunque Silvia me dijo que le gustaba mucho ver gente desnuda, así que ahí tiene el mejor palco.”
“¡Sí, ella tiene desarrollado un voyerismo, que le es nato, le encanta estar viendo las pieles de todo mundo, en un campo nudista estaría feliz!”
“¡Porqué no vamos mañana a algún campo nudista, aquí cerca, cruzamos a Eslovenia, ahí hay varios cerca de nuestra frontera y tratándose de turistas, nos dejan entrar fácilmente!”
“¡Sí, vamos todos! ¡No tengo traje de baño, pero ahí no importa!” Dijo emocionada Bianca.
“No puedes ir, solo van adultos.” Le dijo Alessandra.
“¡No es verdad, todos los folletos enseñas a niños junto con sus padres, tú vas como mi mamá y Horacio como mi papá, así que ellos no nos entienden!”
“¡Yo también voy!” Se apuntó Rinaldo.