Subterráneo Línea D

Matías no llevaba puesta ropa interior y sentía con más sensibilidad sus glúteos y ella, seguramente lo sentiría con más sensibilidad a él.

Matías despertó una mañana de otoño en el barrio de Colegiales. Las persianas de la habitación cerradas y la cama, que era demasiado grande para una persona sola. Algo de ropa arrugada sobre una silla. Matías dormía desnudo. Las sábanas envueltas y la pava hirviendo, preparaba el café instantáneo y su humor, quizás como el humor de toda persona que se despierta temprano, estaba condicionado a si le salía bien el batido o no.

Pensaba en medialunas pero nunca tuvo ganas de vestirse para ir hasta la panadería ni tampoco ajustaba el reloj con tanto margen de tiempo entre su mañana y su trabajo. Algunos minutos para afeitarse, darse un baño, vestirse y salir. Se dió cuenta que hacía dos días que no iba al lavadero, que por más que se lo recordara un papel pegado en la puerta de la heladera no. Y que el bolso de ropa sucia pesaba demasiado. Sin preocuparse tanto, plancho su uniforme (una camisa blanca con el logo de la empresa y un pantalón negro), eligió las medias menos sucias y le pareció sensual no usar slip

Matías camino a prisa esa mañana de otoño hasta la boca del subte de la estación Olleros. Hizo cola para sacar el pasaje, hizo cola para pasar los molinetes, hizo cola para bajar por la escalera mecánica y esperó entre medio de la gente a que la puerta se abriera para entrar a los empujones y no tener que esperar el próximo tren. Manoteó y se sacó de encima tipos con trajes, personas con olor a sucio, viejas insoportables...y de donde pudo y como pudo, se aferró a un caño plateado que sale de uno de los asientos hasta el techo y que es más cómodo que los pasamanos.

No tenía mucho sentido porque el poco espacio y ese mundo apretado lo arrinconaba contra la puerta que no se usa. Que no se abre. En la siguiente estación, pareció descongestionarse un poco porque algo de gente bajaba pero fue mucha más la que subió por lo que terminó más apretado y más arrinconado. Sobre todo por el tipo alto que parecía empujarlo hasta el fondo de los fondos, que quizás lo tiraría del tren si pudiera...y si pudiera, le gustaría estar frente a la rubia que también sufría el amontonamiento a su lado. Por eso fue que aprovechó el cambio en la siguiente estación para inclinar levemente su cuerpo y quedar detrás de ella, que no era tanto, no era una mujer por la cual el se fijaría pero mejor que el tipo alto sí. Y quizás más excitante.

La rubia, de unos treinta y pico de años, bajita, algo rellenita pero con pechos grandes. Llevaba puesto un pantalón negro de vestir algo ajustado, una camisa desabrochada lo suficiente como para marcar sus pechos apretados y un saquito de lana. Por el movimiento del tren, comenzaron a rozarse. La rubia suavemente apoyaba sus nalgas sobre él o era él quien se apoyaba sobre ella, o quizás ninguno de los dos quería pero estaba pasando.

Matías no llevaba puesta ropa interior y sentía con más sensibilidad sus glúteos y ella, seguramente lo sentiría con más sensibilidad a él. Empezó a excitarse fuertemente cuando la rubia se movió suave, de un lado a otro. Sintió su erección y notó que ella no tenía el mínimo fastidio que por el contrario, seguramente disfrutaba sentir el crecimiento de su pija que estaba tan dura sobre la cola de ella y seguramente disfrutaba del movimiento. Ambos se apretaron, se apretaron para sentirse más. Pronto cambiaron la suavidad e intensamente buscaban la mejor posición para disfrutarse. Ella levantaba la punta de los pies y el se agachaba tratando que su erección quede trabada en la entrepierna. Tratando de penetrarse con la ropa puesta..

La excitación les aceleró la respiración y los suspiros sobre el cuello desnudo de ella. Sintió deseos de gemir y gimió levemente, cerca de su oído intentando calentarla más. Ella se movió mas intensa, más fuerte, apretó, buscó y hasta se desabrochó otro botón de la camisa.

El tiempo pasó entre latidos y gemidos, las estaciones también. No hubo miradas fijas, nunca se tocaron. Aunque tuvo ganas de agarrarle los senos, apretarlos furtemente y empujarla hacia él mientras sus labios besaran su cuello, que su lengua recorriera su piel, mientras la penetraba de espaldas, que ella lo tomara de las nalgas y le pida viólame hijo de puta. – Sí puta te estoy violando en el subte en frente de todos- Que apoye sus piernas sobre la puerta dejándole lugar para entrar en ella y que lo sienta tan adentro como fuera posible, jadeen, gozen, giman, griten, que no les importe la gente, que no les importe el trabajo que los está esperando. Cojan! Cojánse fuerte.

Hasta llegar a los momentos más impensados, hasta tener uno o dos, o tres orgasmos intensos, hasta gritar tanto de tanto placer que ya no les quede garganta...el tiempo pasó con las estaciones. Se apoyaron y se calentaron muchísimo, se desearon. Y pasó que el tren se fue vaciando, que la gente se fue bajando, que se separaron con el corazón acelerado, y que Matías tuvo que bajar también; la miró esperando algo, pero ella no respondió la mirada.

Caminó por la Avenida 9 de Julio una mañana de Otoño, a paso lento, fumando un cigarrillo, esperando que pase la excitación y poder entrar a la oficina. - Que puta!-pensó