Sublime decisión

Un hetero casado descubre su homosexualidad.

Estaba yo en el bar de una sauna, con una copa de cerveza en la mano, y al fondo en un sofá estaba un tipo mayorcete él; levanté mi copa e hice como un brindis hacia el individuo mayor. Él respondió, sin palabras, a mi brindis, levantando su baso largo de cola. Decidí acercarme a él a ver si me daba algo de conversación, pues yo mucho lo necesitaba.

-Hola, me llamo Juan, ¿y tú?

-Rodolfo, - respondió, ofreciéndome afablemente su mano.

Iniciamos una conversación en la que yo llevaba la voz cantante; le dije que estaba casado con un hijo de siete años y otro en camino. Que mi edad era de 37 años y que tengo trabajo estable. Seguí hablando y le dije que llevaba tres días sin aparecer por casa, y que no sabía cómo le diría a mi mujer que me gustan los hombres, ya que he tenido relaciones con alguno.

Mi mujer tiene un genio de mil diablos, es decir que los tiene demasiado bien puestos. En una ocasión, sin más ni más, va y me pregunta:

-¿Qué harías si llegas a casa y me ves en la cama con otro tío?

  • Pues, a lo mejor me metería en la cama y me añadiría a la reunión.

Por toda respuesta, me arreó tal grandísimo bofetón que me ladeó la cabeza. Después de esta experiencia guardé un silencio sepulcral acerca de mis gustos sexuales. Nuestras relaciones tanto familiares como sexuales siguieron, digamos, la normalidad.

Pero en una de mis habituales salidas con amigos del trabajo, terminé algo borracho en casa de Juan, un buen compañero y amigo, soltero, y, que se supiera, heterosexual. Después de bebernos unas cuantas cervezas, estábamos más o menos distendidos y relajados, y particularmente yo distraído, cuando de repente noto una polla completamente dentro de mi boca. En el primer instante quedé sorprendido por la inesperada acción de Juan, pero en el segundo instante reconocí que la situación no me desagradaba, sino que me gustaba mucho. Con las premisas citadas, no es necesario seguir explicando lo que siguió hasta consumar lo que imaginas consumable.

-Y ahora, de verdad, Rodolfo, ¿cómo cojones le confieso a mi mujer que me van los tíos, y que me voy de casa? Porque con el mal genio que se gasta, va a armar tal escándalo que se san a enterar todos los vecinos de que soy maricón mucho peor de la realidad.

Y entonces aquel anónimo recién conocido – Rodolfo – me dio un consejo:

  • Llévatela a cenar a un restaurante, y a los postres le lees tu cartilla. Lo haces despacio, después de haberte hecho un buen guión y haberte preparado sus posibles salidas; le ruegas que no haga escándalo con lo que vaya a escuchar. Le declaras unas intenciones de seguridad financiera para ella y vuestros hijos. Seguro que estando en un lugar público, no se atreverá a levantarte la voz ni a lanzarte insultos. Luego os vais a casa y termináis de hablar y convenir como personas civilizadas.

No he vuelto a encontrarme con Rodolfo en la sauna, y seguir hablando de mi tema, entre otras cosas porque no he vuelto a ese lugar, pero una cosa tengo bien clara, además de gustarme las mujeres, me gustan los hombres y mucho. Me gusta mi mujer, la familia y me encanta hacerle el salto a mi esposa. Me encanta una buena polla en la mano y en la boca; en el culo todavía no he tenido ocasión, pero no dejo la puerta cerrada a la oportunidad.

No tengo relaciones sexuales con mi mujer, porque además ni me habla y no me puede ni ver. Yo le he dicho que me haré cargo de los gastos que ella decida. Pero, ni me mira.

¿Por qué serán tan rencorosas las esposas cuando se enteran que sus maridos son gay? ¿Por qué no quieren compartir la verga de sus maridos con otros amores, y además masculinos? ¿Porqué tanto afán de exclusividad? Todas esas preguntas y muchas más sobre el tema, de momento, nadie me las puede responder. Deberé ser yo quien tome decisiones, y decisiones lo más acertadas posibles, puesto que no quiero perjudicar a nadie de mi familia, pero al propio tiempo tampoco quiero salir yo perjudicado por su falta de escrúpulos, por su falta de tacto hacia mi nueva situación, ni por su egoísmo.

De momento no tengo ni amigo sexual, ni pareja estable, ni nada que se le parezca, pero dejo la puerta abierta a lo que pueda aparecer en mi vida, ahora que he descubierto que me gusta tanto la carne como el pescado. De ahí mi SUBLIME DECISIÓN.