Sublime aquel abuelo con su arte y su falo
Parecía medir con exquisitez y sapiencia, cada centímetro que me iba introduciendo de aquel deseado y hermoso falo que brillaba con luz propia esa mañana.
La semana estaba siendo de un ritmo difícil de aguantar, pues a pesar de que soy una mujer que me cuido mucho, tanto con la alimentación como con el deporte, y aunque parezca presuntuosa, no aparento mis años, aunque estos últimos días parecía haber envejecido varios, ya que el lunes y martes José Manuel, Josema como a él le gusta le llamen, me había dado tal sesión de rico sexo, con ese misil balístico transoceánico que tiene de dotación, que apenas podía sentarme.
El simple roce de unas braguitas o tanga me hacía ver las estrellas, pues el ultimo polvo de la noche con el que había terminado la fiesta, fue de tal intensidad y virulencia por su parte que pensé de allí no salía viva, y no podría contar a nadie como ese hombre conseguía que una se trasladara a otra dimisión donde solo existía goce y placer.
Se marchó con el alba tras degustar el primer café de la mañana, cuando sonó el timbre, pensando una, que se había olvidado algo en casa, por lo que abrí con el portero automático sin preguntar, dejando la puerta entreabierta para que pasara; si bien me lleve la grata sorpresa de que el visitante, era mi amigo Manuel el zapatero, que me traía a casa el zapato ya reparado, alertándome por su parte, de mi fe al abrir sin preguntar.
Le conté que acababa de irse un amigo, y pensé regresaba, de ahí mi confianza.
Me miro picaronamente a la vez que me dijo—entonces estas, bien surtida por lo que veo, esta noche te han tenido ocupada… y yo que venía a calmar tu desespero por la ausencia de Mario.
Manuel le dije-- Para serte sincera y ya sabes que lo soy y muy clara, no creo que me puedan meter nada hoy, esta mi conejo tan dolorido y castigado que ve acercarse un rabo y aunque sea el tuyo que es precioso , creo se cierra en bandas y no se abre aunque lo empujen con maña.
Bueno, bueno, veo te dio rica candela, pero ya sabes soy un experto reparador y no solo de zapatos, así que invítame un café que veras como te trata aquí este viejo talabartero que va hacer un arreglo en esos bajos, que te va a dejar nueva.
Sin muchos ánimos la verdad, no fui capaz de rechazar esa mañana aquella cálida propuesta, y tras unas gratas caricias mientras tomábamos café, este viejo experto en el arte del sexo, haciendo uso de uno de los geles que allí tenía una a mano, comenzó a extender las caricias por mis doloridas y castigadas partes.
Estaba teniendo una sutileza esa mañana, con sus rudas manos y gruesos dedos embadurnados en el gel sabor frambuesa, que una se sentido trasladada ante el aroma y el arte de aquel viejo, a un bosque lleno de dichos frutos.
Mientras me besaba suavemente, libero mi blusa dejando mis pechos al aire para ser rápidamente atendidos por una de sus manos, mientras la otra, rozaba, como si de una pluma se tratase, los doloridos e hinchados labios vaginales que su predecesor había castigado en la noche pasada.
Su lengua parecía de seda esa mañana, cuando al dejar mi boca recorrió mi cuello, camino a mis pezones, recreándose en estos varios minutos con tal sutileza, que ambos apuntaban al frente, duros y erectos con una sensibilidad fuera de lo normal.
Sus dedos embardunados en el refrescante gel, hacían las delicias en la puerta de mi gazapo, que, medio asustado ya se abría para buscar quien era el que tan gratamente esa mañana lo estaba acariciando.
Había conseguido en pocos minutos aquel abuelo, abstraerme de mis pequeñas molestias vaginales ocasionadas por el tamaño de su anterior visitante, llevándome a retozar sobre la cama donde ya andaba tratándome.
Se desnudó mientras no cejaba de besarme, mostrándome que aquella mañana venía con la escopeta cargada y con balas en la recamara.
Cogí el bote del gel y con similar delicadeza deposite sobre aquella hermosa cabeza en la que finalizaba aquel rígido y venoso rabo, unas gotas de este, extendiéndolas por toda ella, a la vez que él agradecía con leves suspiros mis atenciones.
Continúe con más cantidad, por todo el grueso del tallo venoso, haciéndome estremeces ante el tacto de aquel rico mástil, que ya veneraba y deseaba me atendiera como era debido.
Pero él estaba por la labor de hacérmelo pausadamente y lo cierto es que estaba consiguiendo que una palpitara ante sus atenciones y más aun con el aroma a macho que ese hombre desprendía y que tanto me provocaba y me excitaba.
Su mano abierta y embadurnada acariciaba de arriba abajo todo mi sexo con una pausa y maestría, que sin previo aviso, comencé a temblar y palpitar, preludio de ese orgasmon tan intenso que me hizo levantar la cadera como si el alma se fuese en ello.
No se inmuto ni acelero, todo lo contrario, siguió con aquella rica parsimonia, que más que esto, era arte pudo y sensual en el campo del sexo.
Aprovechando le había embadurnado todo el miembro, este lo uso ahora como pincel, para pintar sobre mis pezones y la aureola que recubría estos, unas sutiles pinceladas, tan sumamente eróticas y placenteras, que me provocaba tal pasión hacia él, que pensé lanzarme como una loba hambrienta hacia su presa.
Los enormes y gordos depósitos que acompañaban a aquel dulce pincel, rozaban sobre mi cuerpo provocándome un cosquilleo que me hacía enloquecer.
Mientras una mano usaba aquel mágico pincel, la otra usurpaba ya con uno de sus apéndices, mi mojada gruta, olvidándose esta ya de cualquier molestia o secuela del dragón que la noche anterior había habitado en ella.
Le suplique con un tono de hembra sumisa y en celo, me cubriera ya y me montara.
Pero aquel dios del sexo estaba por la labor de hacerme pasar una mañana de las que dejan huella, y lo cierto es que llevaba el camino de ganarse el óscar como protagonista en aquella película erótica y sexual que esta mañana andábamos rodando.
Ya suspiraba y sollozando le pedí ser penetrada nuevamente, deslizando su robusto cuerpo por la cama junto al mío, como un delfín en su medio, para posar sus labios ahora en aquella agasajada abertura , que tan expertamente su mano había tratado.
La delicadeza ahora empleada, era sublime, y mi éxtasis era tal, que se hizo la oscuridad en mis pupilas, agudizándose más el sentido del tacto, llevándome en pocos segundos a otro impresionante orgasmos, con tan intensidad, que tuvo que emplear sus fuertes manos para placarme por la cadera y sujetarme en la cama, pues me sentí levitar sin ser dueña en ese momento de mi cuerpo.
Llore de placer ante esa sabia y placentera atención, dando por fin él por terminado los preliminares, pasando con la misma pausa y delicadeza a penetrarme lentamente.
Parecía medir con exquisitez y sapiencia, cada centímetro que me iba introduciendo de aquel deseado y hermoso falo que brillaba con luz propia esa mañana.
Iba deslizándose y abriendo mi sexo con un arte, que este parecía hace la ola al paso de su hermosa y rosada cabeza.
Mis piernas temblaban solas y una, no era capar de calmar aquellos ricos temblores, a la vez mi cuerpo parecía se había fundido contra el suyo, pues mis pezones retozaban entre aquel matorral espeso que ahora los envolvían y que tan bien y proporcionadamente tenia aquel semental sobre su torso masculino.
Sus medidos y lentos cincineos de cadera, hacían que cada segundo, fuesen un momento de inmenso e intenso placer, mientras sus labios se sellaban sobre los míos para dar paso a su lengua y acaparar todo el interior de mi boca.
La manejaba esta, con la misma maestría que su apéndice sexual, y durante unos largos minutos, fui dominio y pasto de aquel macho, convirtiendo todo mi cuerpo en una explosión de placer.
Sin noción del tiempo transcurrido, me llego otro apoteosis corporal, que parece ser contagio a mi experto y hábil jinete, pues su aceleración lenta pero intensa demostraba iba a explotar ya.
Sentí su aliento y sus gemidos a través de mi boca, mientras por su duro miembro, fluía un rico e intenso mana que embadurno y rego mis entrañas.
Fue un momento sublime donde aquellos dos cuerpos eran solo uno, ralentizando su armonioso ritmo a la vez que cejaba en su agitada respiración.
Paro y me miro con dulzura, correspondiéndole yo con un beso y lágrimas en mis ojos ante aquella rica atención.
No dijimos ni una palabra en los minutos posteriores que duró su cuerpo sobre el mío, con su semirrígido miembro aun en mi interior.
Muy a mi pesar, se desengancho de una y me pareció perder parte de mí, si bien aquel macho, que es como una lo sentía, había conseguido esa mañana hacerme pasar una hora inolvidable, que quedaría grabada en mi mente, como uno de esos momentos que marcan y dejan huella.
Tras recupéranos ambos y asearnos, me invito a desayunar en un restaurante junto a la playa, haciendo continuo aquel idílico momento al que me había llevado.
Posteriormente paseamos descalzos por la playa cogidos por la mano como dos adolescentes.
Pase el día junto a él, pidiéndole cuando me llevo a mi casa, que esa noche no se marchara, que lo necesitaba en mi cama, quería dormir junto a él y estar impregnada en aquel aroma viril que desprendía y tanto me excitaba.
Gustosamente se quedó, y así lo hizo, repitiendo las atenciones matinales, llevándonos tras finalizar las mismas a un sueño de una intensidad, que hacia una tiempo no tenía.