Subiendo nota

"Se lo que necesitas y creeme que, de entrada, me parece un buen acuerdo… pero no voy a dar un paso que me puede joder la vida. Vístete y vete. Si dentro de dos días piensas lo mismo nos vemos aquí"

“Soy Cris. Tengo 18 años y me gusta sentir como cae la leche por mis piernas cuando estoy yendo a clase… ¿Me la pones tú?”

Yo soy Armando. Arman o Armand me suelen llamar, me da igual. Profesor de Instituto.

Y Cris es una de mis alumnas. Excelente en matemáticas, filosofía, bueno, en la mayoría de asignaturas, pero física y química, mi asignatura, se le atraganta… como mi polla.

Ese anuncio del principio está en Milanuncios, lo puso por indicación mía. Una manera de evitarme líos… y asegurarme un delicioso depósito de semen, al menos hasta acabar el curso.

  • Necesito subir nota

En un colegio privado raro sería que no hubiese alguna “teen” que despierte sensaciones, digamos, “indecorosas” en la mente de un profesor cuarentón como yo. Esa falda tableada a medio muslo de algunas alumnas no negaré haberlas homenajeado en la intimidad de mi habitación, pero con ella jamás me lo había planteado… hasta entonces.

  • No me explico que falla, Cris. Te lías de mala manera en temas tan simples. Le pones ganas, eres muy aplicada pero…

  • Repítame el exámen.

Ahí estaba, de pie frente a mi mesa de tutoría. No. Evidentemente no podía formar parte de mi líbido con esa falda por las rodillas y el Lacost tan ancho que no sugería las excelentes formas que luego pude descubrir.

  • Sabes que no puedo, Cris. Habéis suspendido 9. Sería injusto hacer una excepción contigo. Esmérate más la próxima.

  • Pero… la media será ya un desastre. Necesito una mejora.

  • El trabajo que presentaste también era malo. Una burda copia sacada de internet ¿cómo se te ocurrió pensar que no me enteraría?

  • Perdón, perdón… lo repetiré.

¿Cómo le niegas un apoyo a una buena alumna? Esa cara y manos gesticulando, implorando perdón, una nueva oportunidad. Casi sin convencimiento, espeté mi última negativa antes de acabar claudicando, pero…

  • En serio, Cris, ni puedo ni debo.

  • Se la chupo.

Si todo el edificio hubiese sido sacudido por un terremoto juro que en ese momento no me habría enterado. Me quedé mirándola fijamente, ella bajó su mirada al suelo, las mejillas tomaron un carmesí intenso. Me costó hablar de nuevo

  • ¿Qué has dicho?

  • Ne… necesito subir la nota. Si quiere se la chupo…

Los párpados caídos no pudieron ocultar la bolsa de lágrimas que se estaba formando, ni aquella primera que cayó hasta sus labios.

¿Qué profesor no ha tenido nunca esa fantasía? La adolescente de rodillas, bajo la mesa de su despacho, engulléndole la polla. Esa misma polla que acababa de ponerse como el mármol dentro del pantalón… por suerte quedaba fuera de su visión y de cualquiera que entrase en ese momento.

Silencio. Silencio en el despacho porque mi mente era un batiburrillo infernal. Calma, calma… ante todo mucha calma, como la de un diabético ante ese pastel que supone puro azúcar, caramelo… como caramelo debían saber esos labios que mantenían la delicada lágrima, viéndolos rodear mi capullo.

Calma. Serenidad… y control de la situación. Un mal paso puede significar el fin de mi trabajo, de mi carrera o cosas peores…

  • ¿Eres consciente de lo que has dicho?

Siquiera respondió. Se limitó a afirmar con la cabeza.

  • Levanta la cabeza y dímelo mirandome a los ojos… ¿que estás dispuesta a hacer para que te apruebe?

Los ojos llorosos pero altivos, intentando una seguridad que no tenía… y esos labios que. al moverse, comenzaba a considerar como perfecta funda para mi polla.

  • Yo… Le chuparé la polla si quiere para que me ponga una buena nota.

  • Ok. A ver que tan sinceras son tus palabras. Levántate el polo y enséñame las tetas.

¿Susto? ¿Sorpresa? Sin duda no esperaba esa respuesta. Que hubiese aceptado o la hubiese echado del despacho, pero eso… Siguió inmóvil hasta que volví a hablar.

  • Ya suponía. Anda lárgate y procura estudiar más para el próximo examen que falta te…

Levantó el Lacost dejándome ver un sujetador rosa con puntillas… y un cuerpo acorde a lo que se espera de una jovencita así.

  • Las tetas.

Ahora sí, bajó el sujetador mostrando unas delicias dignas de ser degustadas con paciencia, como me la que empleé mientras tomaba mi móvil para enfocarla.

  • Fotos no

Ni sonó a orden, más bien a queja, súplica. Pero debía dejar claro que…

  • Mira niña, tu eres la que quiere algo de mí, así que soy yo el que pone las condiciones. Si no estás de acuerdo déjame en paz de una puta vez.

Agachó la cabeza. Lo entendí como un asentimiento

  • ¿Seguimos?

Afirmó con la cabeza.

  • Pues vale. Levanta la cara y no la apartes, quiero que se vea bien.

Una, dos, tres fotos.

  • Ven

Soltó el polo que cayó sobre sus tetas tapándolas.

  • ¿Ha dicho que te puedas tapar? Sácate la chaqueta, el polo y ven aquí

La indecisión duró un instante y la situación comenzaba a resultar peligrosa y morbosa al tiempo: una hermosa adolescente desnudándose de cintura arriba en mi despacho, dejando lenta y cuidadosamente cada prenda sobre el respaldo de una silla, hasta el sujetador, aunque no se la había pedido.

Tampoco podía levantarme a cerrar la puerta por dentro. El bulto de mi pantalón era tan descarado que, incluso, podía haber dado pie a que un grito suyo hubiese atraido a alguien y… mejor no pensar en ello sino en como seguir.

  • Acércate. Aquí, junto a la mesa. Arrodíllate.

Cuando se suponía que iba a pedirle que comenzara con lo que me había propuesto volví a desconcertarla. Una nueva foto con el móvil. Y nueva orden.

  • Ahora te voy a grabar. Vas a decir tu nombre y apellidos, que eres una putita que le encanta mamar pollas y que, por favor, te deje comérmela…

“Me llamo Cristina Martos…”

Por suerte mi corazón va perfecto porque aquello lo puso a mil revoluciones, pero yo aún quería tensar más la cuerda. Debía asegurarme. Y protegerme.

  • No me ha gustado. Repítelo. Pero con más convencimiento, más sensual. Seguro que has visto alguna peli porno. Convénceme. Convence a la cámara.

Tres veces más le hice repetirlo. Una puta aficionada pero le puso empeño. Sacaba la lengua, se relamía los labios. La última ya daba sensación de cansancio. Era el momento de parar.

  • Vale. Vístete.

  • ¿Qué?

Era tiempo de sorpresas. 18 años no dan para aglutinar tantas alternativas como las que pasaban por mi cabeza.

  • Que te vistas y te vayas

  • Pe-pero… yo… creía… la nota…

  • Mira niña, comprende que he de pensarme…

  • Pero las fotos…¡el video!

  • Tss-tsss, tranquila. Esto era solo para asegurarme que no hagas ninguna tontería.

  • Yo… yo…

  • Tú calla. A ver, te explico: Ante todo he de proteger mi puesto y mi reputación. La tuya, con ésto, podría irse a la mierda si se la muestro a la directora o tus padres… ¿Entiendes? Bien.

Ahora te vas a casita a meditar lo que me has dicho. Yo también lo haré.

Pasado mañana no tengo tutoría pero te esperaré aquí a la misma hora. Si vienes te confirmaré si acepto tu, digamos, "oferta" para salvarte del marrón.

  • Yo… pero… necesito…

Su carita temerosa enfureció más a mi polla que luchaba por salir… mente fría, Armando, mejor saborear al momento que dar un mal paso.

  • Se lo que necesitas y creeme que, de entrada, me parece un buen acuerdo… pero no voy a dar un paso que me puede joder la vida. Vístete y vete. Si dentro de dos días piensas lo mismo nos vemos aquí.

Resignada se levantó y fue vistiéndose cabizbaja. Alguna mirada furtiva esperando una reacción mía que no llegó… aunque sí otra sorpresa.

  • Ah! Y ven sin bragas…

Me miró. Inmóvil. ¿Aguantará la presión?

  • O mejor, dejamelas en el segundo cajón de mi mesa del laboratorio.

El riesgo aumenta el morbo. Esa mesa la comparto con otra profesora, pero sería mucha casualidad, solo contiene viejos papeles y polvo.

Mientras Cristina salía del despacho dos pensamientos se sucedieron, que debería usar faldas más cortas y que debía levantarme a cerrar la puerta para pajearme a gusto antes de que llegara alguien más.

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Siempre he sido muy metódico. Eso me supuso varias pajas mientras iba diseñando el plan. Que se te ofrezca de manera tan descarada un caramelito así no es para desaprovecharlo o saborearlo solo una vez como espera ella. Quedan dos trimestres, mucho tiempo para disfrutarlo, sin prisas pero a tope.

Claro que ese “plan” tiene un condicionante: ella. Mi intención es presionar al máximo pero si supero su límite me podría quedar incluso sin esa mamada tan ansiada por mi polla.

Y ese límite parecía haber llegado demasiado pronto. Menos mal que la clase fue una balsa de aceite, el tema se iba desarrollando solo, no hubo dudas ni preguntas… y menos mal porque mi mente estaba en otro sitio; en ese cajón que no quise abrir al llegar. Los alumnos ya estaban en el laboratorio, evité también mirar hacia Cristina, quería ponerla nerviosa… pero el que estaba a punto de la taquicardia era yo.

En cuanto salieron, mientras entraba el otro grupo abrí el cajón. Nada, Aparté los papeles polvorientos por si los hubiera colado debajo… Nada

¿Decepción? ¿Enfado? No estaba para clases, mi atención no estaba para soltar otro rollo como el de la primera hora.

Por suerte los profes veteranos tenemos recursos, un juego que siempre me funciona, una competición de conocimientos entre mesas. Es muy entretenido y acaban picándose entre ellos con lo que pasan de mi. Estupendo.

Solo me quedaba una baza. Lamenté no haberla jugado antes, en clase de Cristina, pero ya la repetiría el lunes en su clase a ver si retomaba el juego.

  • Muy bien. Veo que le ponéis ganas. Alguno ha sido un poco borde con las preguntas (risas, miraba al “empollón” de la clase) pero bien.

Algunos de vosotros me habeis pedido revisar los exámenes. Es inútil, soy muy meticuloso, no hay error. Pero este año quiero daros otra oportunidad, soy consciente que aquí son muy estrictos con las notas y alguno podría perder la plaza para el próximo año.

Era la primera vez que les veía tan atentos… lo más habitual es que están en babia o maldiciendome entre dientes. Soy un “hueso” como dicen… bueno, lo de “hueso” es lo menos malsonante que me dicen, claro. Así que su sorpresa era comprensible.

  • Este año vais a tener una “repesca”. Un cuarto examen final que borrará el que peor os haya salido de los trimestres anteriores, así que incluso los suspensos pueden desaparecer si aprobais los otros tres.

El murmullo que se originó se mezclaba con el timbre del recreo. El follón de su salida fue más sonoro de lo habitual

Quedé desolado. Volví a abrir el cajón albergando alguna estupida esperanza. También el primero, por si acaso… nada.

Mi mente iba disparada, mi líbido desahuciada, solo pensaba en repetir el lunes lo que había anunciado hacia un momento. También una fugaz idea de usar el video que tenía de ella para chantajearla, pero era una insensatez. Faltaba poco para que llegara otra tanda de monstruos, debería salir para hacerme un café… no me apetecía. Nada.

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Seguía desganado, pero con los de segundo no podía emplear el mismo método. Tocaba experimentos, fui deambulando entre las mesas. Ni siquiera los escotes o las estupendas piernas colgando de los taburetes de las alumnas conseguían llamar hoy mi atención.

Me sentí aliviado cuando acabó la clase. No me tocaba auditoría pero iría al despacho, manteniendo la vana esperanza de que apareciese Cris y pudiese hacerse realidad lo que mi calenturienta imaginación había repetido tantas veces desde hacía muchas horas.

Me agaché para tomar mi cartera junto la mesa y maldiciendo al estúpido cajón lo abrí antes de incorporarme y… Unas hermosas bragas rosa de encaje aceleraron el pulso de mi pecho… y la entrepierna.

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