Sube a la grupa
Mis brazos que lo rodean, van descendiendo por su cuerpo, primero acarician su espalda, después su pecho, sus tetillas, su estómago, después su vientre y por fin alcanzan su maravilloso y secreto lugar, donde se inicia su virilidad.
SUBE A LA GRUPA
Llevo en este pueblo del sur mexicano cinco días pues llegué invitado por mi amigo Iván el pasado lunes. Hoy domingo hace el sexto y último de mi estancia en este bello lugar. Mañana tomaré un avión que me devolverá a España.
Mi amistad con Iván se inició hace ya mucho tiempo en internet ese etéreo lugar donde se llegan a forjar multitud de buenas, sabrosas y largas amistades.
A pesar de conocernos de antiguo solamente habíamos comentado, aunque sí muy amistosa, sincera y libremente de esa multitud de cosas que son afines a todos los jóvenes de la tierra vivan donde vivan; costumbres de los lugares donde vivimos, aficiones deportivas, música que nos gusta oír o cantar, estudios que realizamos y esperanzas de futuro, pero hasta hace muy poco nunca habíamos hablado de los sentimientos sexuales íntimos que sentimos, diferentes tipos de amor que el ser humano puede notar o deseos físicos que nos enervan, conmueven o arrastran sexualmente hacia un lado masculino o femenino.
Al decirme al principio de nuestro conocimiento que tenía novia, pensé era heterosexual y por respetarle no quise comunicarle lo que me hacía sentir y soñar ver su esbelto cuerpo en las fotografías que ponía en la pantalla, porque aunque yo soy gay y así se lo comenté desde un principio, me parecía no hacía bien manifestarle los deseos lúbricos que al contemplarle, mientras hablábamos, me hacía notar preferentemente en los genitales.
Mas al conocer hace pocas fechas, por confidencia suya, que su afectividad sentimental había cambiado rompimos nuestro silencio sobre esos sentimientos íntimos que habían sido excluidos hasta entonces de nuestras charlas y dejándonos llevar de nuestra vieja amistad hacia la nueva forma de entender su libido se desbordaron las palabras sobre nuestra manera de sentir el amor.
No intenté indagar sobre su nueva afectividad sexual tampoco me lo explicó él simplemente me lo comunicó.
- Quisiera informarte que desde hoy ya sé con certeza que no soy heterosexual.
Desde entonces hubo invitaciones a contemplarnos desnudos y a efectuar varias masturbaciones comunes a través de las cámaras y nos mostramos muy anhelantes y deseosos de poder encontrarnos físicamente para gozar sobradamente de los mutuos deseos que expresábamos a través de la red, por lo que acepté encantado la invitación que Iván me hizo de visitarlo en el pueblo del sur mexicano, donde pensaba disfrutar, con su familia, de sus vacaciones de verano.
Es el lugar donde me encuentro ahora. Se trata de un pueblecito muy similar a los que existen en nuestra zona central de España, pequeño, acogedor, frío en invierno y sofocante durante el estío, de tierras con agricultura de secano en las zonas altas y feraces huertas hasta donde llega el regadío del pequeño riachuelo que le atraviesa.
He preferido ubicarme, a pesar del enfado de mi amigo que deseaba fuese a vivir a la casa de su familia, en una pequeña posada que hay en el centro del pueblo, junto a la iglesia, en una diminuta y enlosada plaza, para no ser molesto pues la casa donde se aloja Iván está llena de parientes que también se han acercado hasta allí a disfrutar de las vacaciones.
La misma tarde de mi llegada, cuando el sol terminaba su recorrido y el ambiente comenzaba a ser agradable, porque durante las horas del día el calor era excesivo, apareció Iván por una estrecha callejuela ante la posada donde yo esperaba sentado en una de las sillas de mimbre que había en la entrada,
Venía muy tieso y orgulloso montando sobre un caballo alazán, cuyos cascos resonaban sobre el empedrado y con una amable sonrisa, me invitó a subir tras de él a la grupa del animal.
¡¡ Sube a la grupa !! - le oí decir.
Aposentado sobre el caballo pegué mi cuerpo lo más posible contra el suyo, no solo por seguridad pues no sé montar, sino porque así le hacía notar mi cercanía y al sentir mi verga ya parada contra su culo, conocería deseaba iniciar rápidamente los calientes encuentros sexuales que habíamos programado durante nuestras conversaciones en la red.
Hizo trotar un rato al caballo separándonos del pueblo y después de desviarse por un estrecho caminito lleno de azaleas, flores y moras silvestres, llegamos a una escondida fuente de aguas frescas, limpias y cristalinas.
Tras de ésta y oculto por las ramas de los arbustos que la daban sombra, me señaló la existencia de un escondido rincón de verde y suave hierba, donde después de amarrar el caballo a un árbol, permitiéndole ramonear, me preguntó.
¿Te gusta este rincón?
Era un sitio especialmente delicioso, fresco, liso, cubierto de corto y suave pasto, donde apetecía tumbarse y oír el piar de los pájaros y el rumoroso caer del agua de la cercana fuente.
Al oír el canto de un cu-cu lejano, llamando a su pareja, los gorjeos de escondidos pájaros entre la arboleda y los arrullos de los palomos a sus hembras, pensé que la naturaleza nos preparaba su mejor acompañamiento musical para el primer encuentro que íbamos a disfrutar.
Era el sitio ideal para que tuviéramos conocimiento completo de nuestros cuerpos y desfogásemos la lujuria contenida, por lo que contesté, algo nervioso, ante lo que pensaba y deseaba ocurriese.
- Has elegido el lugar perfecto.
Extendió en el suelo la manta con que había engalanado al caballo y las ropas de los dos, medio quitadas y arrancadas por la gran premura que el deseo daba a nuestras manos, comenzaron a desaparecer de los cuerpos, de manera que en pocos segundos quedamos desnudos, jadeantes, balbucientes y casi enfermos de deseo, para seguidamente tumbarnos sobre el césped, dispuestos a realizar el acto que más ardientemente anhelaban realizar nuestros cuerpos en aquel instante.
Posé mi vista primero sobre su cara para volver a recrearme de la armonía de sus rasgos. Era más lindo en persona que lo que me había parecido, con ser mucho, durante mi contemplación por la web-cam de mi ordenador. La descendí luego por el cuello hasta el nacimiento de las manchas redondas de sus tetillas, unos pezoncitos que me recordaron las maduras cerecitas silvestres que suelo degustar en el otoño al recorrer los rurales campos cercanos a mi casa española.
Mientras mis dientes imaginaban morder sus morenas puntitas, deslicé mi mirada por el liso vientre, donde el hoyuelo de su ombligo atrajo mi atención, siguió después hasta donde se iniciaba una carrera de abundante, negro y rizado vello púbico, para quedar finalmente parada, absorta y quieta, observando, loco de excitación, donde se juntaban sus piernas y aparecía un duro e inhiesto trozo de viviente carne que prontamente acariciaría.
- Lo que le cuelga y acompaña, es una de las mejores muestras de belleza genital que nunca contemplé me dije extasiado
Su pene era largo, quizá veintidós o veintitrés centímetros, grueso y derecho y al contemplarle en toda su longitud, gordura y belleza sentí un ardiente rayo recorrer toda mi espalda y como si hubiesen abierto de pronto un resorte comprimido bajo mis genitales, mi verga se endureció tanto y tan rápidamente que llegué a sentir algo de dolor, obligándome a decirle mientras la empuñaba.
¡¡ Qué bello eres !!
Cerré mis ojos a una orden suya mientras sentía sus suaves manos sobre mi cara, después sobre mi pecho para ir bajando, recorriendo mi vientre hasta el escondido rincón entre mis muslos donde mis atributos mostraban, mediante su dureza y excitación, mi loco deseo de sexo compartido.
Unos labios abiertos y ardientes me besan el cuello y las orejas y una lengua, que se coloca en el empiece de mi espalda y efectúa con su punta, en toda su longitud, una maravillosa lamida por ese canalito por donde se inicia la extrasensible columna vertebral, ese sitio donde si cae fortuita una gota de fría agua te escalofría todo el cuerpo. mientras siento interiormente un inigualable éxtasis de placer.
Nos espera en aquel bello y fresco rincón la culminación de nuestras palabras y de todos los ofrecimientos hechos durante nuestras calientes conversaciones.
Estamos de frente, mis manos amasan sus nalgas con suavidad, con mimo, rozando apenas sus recias carnes, me voy acercando y pego toda mi delantera a la suya, poniendo en contacto los extremos de nuestros húmedos sexos. mientras las suyas siguen su exploración por mi cuerpo y sexo, lo tocan todo, lo soban, lo aprietan y lo atraen hacia sí de manera que los dos cuerpos se llegan a fundir en uno solo, abrazados por cuatro extremidades que se aprietan.
Nuestros pechos, nuestros vientres y al fin nuestros penes ya están en contacto y se aprietan formando una sola unidad y un solo cuerpo que al contacto tiembla de gozo y placer.
La dureza de nuestros penes era tal que parecía no era la sangre, la que en su interior, había llenado las vacuolas y los endureciese, sino que poseían huesos propios que les hacían ponerse como si fuesen duras piedras de pedernal.
Aprovecho que nuestras caras están cercanas para posar mi frente a la suya y que también mis ardientes pensamientos pasasen a él y compartir así, entregándonos mutuamente en cuerpo y alma, no solo nuestro contacto físico, sino todo nuestro ser, nuestros anhelos, nuestro hálito, todo el amor carnal que me inunda.
Mientras permanecemos fuertemente abrazados mis labios buscan los suyos carnosos y sensuales a los que se unen. Por el calor que despiden y el sabor de su apasionado beso, me recuerdan unos versos que escribí hace tiempo dedicado a esa especial y sensual parte del rostro.
Son tus labios
Cerrados, sensuales, turgentes.
Gordezuelos, húmedos, quemantes.
Ensalivados, dulces, besantes.
Cariñosos, receptores, ardientes.
Sexuales, rojos, esperantes.
Entreabiertos, ansiosos y chupantes
Mis brazos que lo rodean, van descendiendo por su cuerpo, primero acarician su espalda, después su pecho, sus tetillas, su estómago, después su vientre y por fin alcanzan su maravilloso y secreto lugar, donde se inicia su virilidad.
Me arrodillé después y lamí sus muslos morenos, sedosos como terciopelo, dulces como caramelos y refrescantes como los helados de vainilla y al mismo tiempo agrios y salados y noté el almizcle de su olor de joven macho y por el sudor y la cercanía de su sexo su enorme ansia animal por darse y poseerme.
Nuestros tallos, endurecidos al máximo posible, se restregaban como cuando dos leños son frotados por los campesinos para hacer fuego en el campo. Ellos también al frotarse, estaban haciendo fuego en nuestro interior, un fuego sexual imposible de apagar que buscábamos nos condujese a ese sublime éxtasis que solo es posible alcanzar entre dos cuerpos que se gustan y desean como los nuestros en aquel momento.
Las células sensoriales responden a la vez y a la misma orden cuando iniciamos una serie de abrazos, besos y frotamientos con nuestros pegados cuerpos, nuestras manos recorriendo y tocando nuestra piel, nuestras bocas y lenguas buscándose locamente, como si fuéramos posesos que hubiéramos perdido el juicio.
El terciopelo de su morena y suave epidermis, al rozar con la mía, produce una electricidad estática que hace que ambas se peguen formando una sola, como cuando niños frotábamos nuestros brazos al que se adherían pequeños papelitos que habíamos antes cortado.
Deslicé mi cuerpo, sin dejar de estar en contacto con el suyo, mientras fui soltando mis brazos de su espalda y según lo realizaba, mi cara, mis labios y mi lengua fueron pasando por su pecho, estómago y vientre, recorriendo el maravilloso y moreno camino que llega hasta el tesoro escondido entre sus muslos.
Cuando mi cabeza llega a su bosque encantado, ensortijado y oloroso entre sus dos piernas, se mete dentro y huelo con fruición y lamo locamente con mis golosos labios las laderas de sus montañas e intento impregnarme de todo lo que sea suyo, como los perros se frotan en el meado suelo, para oler igual que el orín de su hembra.
- No deseo separarme nunca de ti le murmuré rendido a sus encantos.
Mis dedos acarician el sedoso y rizado vello que comienza a nacer alrededor de su palpitante tallo, que se enerva desafiante, entre el misterioso hueco de sus piernas.
Las yemas de mi dedo índice hacen pequeños círculos por todo su entorno y después, mi mano, formando un hueco, va elevándose por el duro pene, al que acoge, acaricia y aprieta suavemente.
¡¡ Nunca he estado tan excitado !! Siento un deleite indescriptible, tiemblo de gozo, estoy como en un éxtasis, me siento en el paraíso terrenal.
Mis neuronas, que están desde hace rato trabajando incesantemente, han llenado tanto mis depósitos de semen, que casi sin poderlo evitar van expulsando al exterior unas gotitas de lo que será, dentro de un momento, un río interminable de lefa.
El árbol rey, con su cabeza descubierta, sonrosada, sangrante y húmeda estaba ya listo para penetrar en mi boca, entre mis carrillos y ser lamido con un movimiento rítmico de mi lengua y de mis labios.
Mi boca aloja su enhiesto y palpitante falo y comienza a ensalivarle, lamerle, acariciarle, morderle un poquito, como un niño pequeñín hace con un chupete.
Utilicé una táctica que me enseñó un amigo cubano, Consiste en apretar fuertemente la polla con los labios, lo que origina un gran frotamiento sobre ella cuando entra y sale de la cavidad bucal, como si se la pajease, a la vez que en cada entrada debe de llegar el capullo hasta el final y pegar sobre la campañilla.
Cuando se calcula está ya a punto, aspirar por el agujerito del prepucio llamando a que la lefa inicie su subida desde los testículos y soplando a continuación volviéndola a bajar.
Repetí varias veces la operación con lo que produje a mi amigo un extraordinario placer, como si se hubiese corrido en cada aspiración-soplado sin salir su semen al exterior.
Mientras realicé esta acción gritó, gimió e incluso me clavó sus uñas en la espalda durante uno de los momentos más álgidos de su delirio gozoso.
Al mismo tiempo mi amante, con su dedo corazón, recorre incesantemente mis escondidos testículos, primero por arriba, después por abajo de la verga, las ingles calientes, mis internos muslos de piel sedosa y suave y el culo redondo de carnes duras de juventud y adolescencia y finalmente el canal de éste, algo húmedo de sudor, para terminar en la entrada de la cueva de mi tesoro, que en su recorrido, acaricia y trata de abrir un poquito, introduciendo su dedo con sumo cuidado en él. Sé que busca el sitio por donde meterá posteriormente su polla.
Lo encuentra después de recorrer suavemente las cercanías y cuando dejo de hacerle la mamada acerca suavemente la punta de su pene en la hallada apertura que instintivamente se dilata.
La coloca encima y empuja hasta penetrar en mi agujero, que se ha lubrificado al sentir el toque de su estilete y realizando un efecto de mete-saca, que repercute sobre mis depósitos seminales que están a punto de derramarse, noto como penetra en mi recto ayudado por el deseo que su calor, presencia y placer me producen.
Mientras me folla masajea mi pene. Siento que el placer me inunda y desborda. El clímax va ascendiendo a medida que la rapidez de sus movimientos sobre mi culo y polla alcanzan mayor velocidad, hasta que no pudiendo más, cuando llega la culminación de resistencia, mi pene lanza al exterior a borbotones, cual lava de un cráter, entre los dedos de la mano que lo sostiene, un chorro de leche blanca y ardiente mientras muero de placer al sentir al mismo tiempo su derrame en mis entrañas pues también él ha llegado a su clímax y se corre a la vez en el interior de mi cuerpo.
Después de unos minutos de descanso siento que ahora debo continuar actuando yo.
No rechaza mi llamada y accede a que le voltee.
El maravilloso olor que despide su juvenil cuerpo rivaliza con el aroma de las abiertas y olorosas flores próximas y siento dilatar mi sentido del olfato que me embriaga, atonta, enloquece y enardece mi sexualidad y deseo.
Inicio mi acción acariciando sus muslos, sus testículos y su sexo que mis manos masturba un poco para que no decaiga su dureza y busco después la entrada circular que abre su gruta, su cueva de Alí Babá, su más sublime tesoro, que se encuentra en el centro del canalillo que divide en dos su hermoso culo y que una vez hallado, me presenta un movimiento de abre-cierra invitándome a ser penetrado.
Después de unas cuantas pasadas con la punta de mi lengua intento que ésta penetre por ese hueco para abrirme camino, mientras mis manos separan esas pequeñas montañitas, de carne sonrosada y caliente.
La lengua ensalivada penetra un poquito, lo suficiente para que se abra y ocasione gemidos de placer en mi amor, y mientras mi jugo salivar lubrifica la entrada de su gruta de las maravillas, la prepara para que mi tallo, duro, joven, cimbreante, húmedo y tieso, pueda iniciar el camino hacia las profundidades de su ser.
Mi florete inicia la andadura, pasa el primer esfínter, el que dicen que no duele, y sigue avanzando despacio hasta el segundo obstáculo, donde se inicia el dolor y el placer. No quiero que mi cariño sienta ningún dolor y si placer, por lo que retrocedo, para avanzar de nuevo suavemente y parar y avanzar, tantas veces como sea necesario.
Como el bañista que se adentra en el mar y ante la resaca va aprovechando el impulso del avanzar y retroceder de las olas para poder acercarse a la orilla, así mi pene avanza y retrocede, despacio mientras va acercándose al premio final.
Una sacudidas eléctricas hacen reaccionar mis músculos que quedan rígidos y duros para dar fuerza a la zona de mi vientre, que una y otra vez se arquea y se estira e impulsa mi polla, ya enterrada en las entrañas de su cuerpo, hacia delante y atrás.
Mis nalgas golpean sobre sus muslos y mi verga penetra una y otra vez en su cuevecita. Mi pene frota y refrota el interior de su ano mientras trabajan mis neuronas, mis músculos, mis nervios y todo mi cuerpo para follarle
Mi pollita penetra hasta el fondo de sus entrañas y sale después para iniciar una nueva ida hacia delante, como el cilindro de un motor de un coche de carreras.
Mis sienes laten al compás de mis movimientos y mi cabeza parece estallar por momentos ante la excitación que inunda mi cerebro.
Los suspiros, los gemidos, las palabras entrecortadas y los gritos que lanzamos llenan el espacio de aquel verde y fresco rincón donde solamente el caballo, asustado ante nuestra loca actitud, vuelve de vez en cuando su cabeza.
El deseo que me había llevado hasta allí, estaba siendo satisfecho, mi sed sexual se estaba apagando, mi hambre de su cuerpo saciando.
Nuestros miles de millones de neuronas trabajan sin descanso para satisfacernos cumplidamente. Cuando la mente deja de gobernar y es el instinto el que dicta las órdenes, las neuronas y todos nuestros receptores sexuales alcanzan una actividad que se desborda incontrolable a la vez que transmiten al centro del placer del cerebro todo el gozo que la sensibilidad de la piel, las yemas de nuestros dedos, la lengua, el recto o el pene producen.
El placer nos inunda por igual, los gemidos por ambos lados se suceden y el sudor de nuestros cuerpos se entremezcla. La vista se me nubla, como cuando te levantas de repente estando agachado. Los suspiros, después gemidos y al final casi alaridos, indican que se acerca el momento crucial del derrame, de la entrega total.
No sabría decir cual me producía más placer, gozo o satisfacción, cuando mi endurecido pene estaba dentro de sus entrañas y mis muslos pegaban y golpeaban sobre aquel tierno y a la vez duro culo de mi acompañante o anteriormente cuando su verga hurgaba, frotando sus paredes, en mi recto.
Solo sé que mi excitación llega al máximo, mi bombeo a alcanzar velocidad de vértigo, mis tendones a punto de romperse y mi placer al cenit.
De pronto el mundo parece derrumbarse, una descarga eléctrica sacude mi cabeza y mi pene, siguiendo las pulsaciones del corazón, derrama, expulsa, arroja, toda la tensión en forma de chorro de semen que rebosa el recto y moja toda la cercanía.
Mis brazos alrededor hacen que su cuerpo vibre al unísono de mi derrame y mis manos frenéticas en los últimos momentos hacen que su semen salga al exterior, entre gritos de placer, a la par que el mío.
Los escalofríos que siente mi amigo son paralelos a los que yo siento, sus convulsiones iguales y así abrazados nos desmadejamos sobre la hierba agotados, convulsos, sudorosos y muy felices.
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Los siguientes días todas las tardes esperaba, sentado en el mismo lugar, la aparición de Iván a lomos del caballo para oír su orden.
- Sube a la grupa.
Y montados ambos en el noble cuadrúpedo, nos dirigíamos al bello, exuberante y fresco rincón, tras la rumorosa fuente, para repetir lo que pusimos en práctica durante nuestro primer encuentro sexual.
No fue hasta ayer sábado cuando Iván, después de que nuestra ración de sexo terminó, aun desnudo, echado sobre la hierba y apoyada su cabeza sobre sus brazos cruzados, comenzó a contarme.
- Yo nací en este pueblo y fue aquí donde he pasado mi niñez y primera juventud. Después cuando mis padres por razón de trabajo fueron a vivir a otro lugar, he seguido viniendo y pasando una parte de mis vacaciones en él.
Durante una de esas estancias veraniegas tuvo lugar un gran descubrimiento interno, me enamoré totalmente de una chica de este pueblo. Siempre dentro de mí había existido una duda sobre mi inclinación sexual, pero ese enamoramiento hizo que me creyese totalmente heterosexual.
Además de que en estos lugares los noviazgos son muy vigilados por la familia y es imposible llegar a realizar ninguna clase de sexo, quizá también contribuyó el que ella viviera aquí y yo en otro lugar, lo que limitaba nuestros contactos físicos a unas simples caricias o robados besos durante las ocasionales escapadas que mi trabajo me permitía o a los días vacacionales veraniegos,
Pero ocurrió que en el principio del mes de diciembre pasado, a instancias de mis parientes, vine muy contento al pueblo a festejar las fiestas de la patrona, la Virgen de las Candelas y de paso a visitar a mi novia.
No te he dicho que mi novia tenía un hermano, le conocía, pero siempre vi en él un chavito que corría por el pueblo junto a otros sucios chamacos. También él había venido, desde el colegio donde estudiaba, a celebrar con su familia las fiestas patronales.
Al verle sonriente mirándome con aquellos brillantes y maravillosos ojos negros a la puerta de su casa, cuando fui a saludar a mi novia, pasó algo muy especial, emocionante y a la vez terrorífico dentro de mí. ¡¡ A quien de verdad deseba saludar, besar, abrazar y poner su cuerpo junto al mío, no era al de ella, sino el de su hermano !!.
Me di cuenta que el amor y deseo sexual que había sentido por aquella chica se me borraba al instante y en su lugar surgía en mi corazón un enorme volcán, que me ahogaba, que me atraía y arrastraba hacia aquel chico y que no me permitía siquiera hablar.
Toda mi heterosexualidad desapareció al instante y una nuevo y escondida ansia sexual, que había permanecido medio oculto siempre dentro de mí, apareció de pronto con tanta intensidad que me disculpé diciendo me sentía mal y me volví casi corriendo para que no notasen mi turbación y enojosa erección que había tenido lugar al contemplar aquel sublime y espigado chiquillo.
Durante los breves días que permanecí en el pueblo me mostré muy frío con la que había sido mi amor hasta ese instante y después, desde la ciudad donde habito, la escribí diciéndole que creía mejor para los dos diéramos fin a nuestro noviazgo.
En cuanto al chico, en los breves días que estuve en el pueblo, le seguí, espié, deseé y amé en silencio.
Cuando volví a mi ciudad y trabajo mi mente estaba parada en el instante en que le había contemplado delante de su puerta y en los pequeños momentos que pude verle durante mi agonía de aquellos días. Permanecía ensimismado, recreando aquellas instantáneas vividas. Había quedado tan rendidamente enamorado que soñaba despierto e imaginaba cosas que no nunca ocurrirían, que le paraba y declaraba mi amor y él me aceptaba gustoso mostrándome también la pasión que sentía por mí.
Fue cuando te conté me sentía diferente sexualmente. Nunca te di las gracias por lo que tu fuiste durante aquellos meses. Tu amistad, tu comprensión, el poder deshogarme y sacar al exterior sin temor el nuevo y ardiente deseo sexual que había surgido en mi cuerpo y ayudarme a calmar mis genitales que reclamaban constantemente el cuerpo de aquel chaval. Tu amistad fue vital para que no me volviera loco.
Contesté a sus confesiones
Gracias por tus confidencias. No hice nada que no desease hacer, tú eres joven, ardiente y bello y cualquiera que piense y sienta como yo, te desearía. Llevo en mi interior, no solo en el cuerpo, sino también en el alma tu recuerdo indeleble. Cuando hablemos en el futuro por la red todos estos momentos sublimes que he pasado junto a ti volverán a mi mente y me harán nuevamente feliz como lo he sido en este lugar.
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El domingo en estos pueblos es costumbre asistir a la misa solemne que se celebra a media mañana, tanto Iván como yo, endomingados, nos acercamos a la pequeña iglesia que había en el centro de la plaza del pueblo donde mi amigo saludó a varios conocidos y me presentó a los que consideró oportuno hacerlo.
Habían tocado ya las tres campanadas que significaban que la misa iba a comenzar, cuando por su mirada e inquietud, me di cuenta que los que acababan de llegar hasta la puerta del templo, una muchacha y un bello y lindo joven, eran las personas que me había hablado el día anterior, es decir su antigua novia y su jovencito y lindo hermano.
De la chica casi no hice caso porque mi mirada se dirigió principalmente al chaval.
Era bastante alto para su edad, me había dicho tenía quince años, y estaba delgado, pero mantenía una proporción entre su cimbreante y ágil cuerpo y su altura, de manera que sería sin duda aceptado, a primera vista, por el más exigente buscador de modelos de adolescentes.
Era moreno, pelo ensortijado y tez bastante oscura, pero lo que más atraía de él, eran unos ojos negrísimos, escondidos entre una pestañas de una longitud inusitada, dos carbones encendidos, dos endrinas maduras en su cara, dos fuegos fatuos en la noche, dos chispas que saltaban, dos soles brillando en su rostro, como me los había descrito Iván, cuando me habló de él.
Eso y una reluciente y abierta sonrisa, que dejaba entrever unos blanquísimos e iguales dientes, era lo primero que resaltaba de él.
El resto de sus atributos, principalmente los que mantenía ocultos tras su ropa pensaba estarían a la misma altura del resto que contemplaba.
Entramos a la iglesia detrás de ellos y cuando se sentaron mi amigo siguió hacia los bancos delanteros. Yo, que iba tras de él, aproveché la ocasión para sentarme junto al chico. Noté que Iván miró hacia atrás y hacía un gesto de contrariedad al ver donde me había ubicado, pero no hizo ningún comentario ni entonces ni cuando terminada la misa, nos reunimos de charla en la posada con varios de sus amigos del pueblo a tomar un aperitivo.
Agradecí su silencio para no tener que contar a mi amigo lo que yo sabía, ni el plan que había forjado que podría devolverle parte del gozo y placer que me había proporcionado durante nuestros encuentros y sobre todo responder a la amistad y confianza que en todo momento me había mostrado invitándome a su casa y pueblo.
Durante nuestro encuentro del sábado en el rincón de la fuente, un rato antes de que me hiciera Iván sus confidencias, había yo entrevisto a alguien escondido entre el follaje que cubría el escondite, escuchando y mirando nuestro follar y que desapareció rápidamente cuando terminamos. No pude vislumbrar nada más que su rostro medio cubierto por el ramaje pero estaba seguro lo reconocería si le viese de nuevo.
Mientras mi amigo me transmitía el amor que sentía por el joven hermano de su antigua novia, imaginé era éste quien nos había estado vigilando. No quise decir nada por si me equivocaba y se trataba de algún otro chico que satisfacía su curiosidad sexual contemplando nuestro caliente encuentro sexual.
Al verle entrar a la iglesia comprobé que había acertado en mi estimación pues era aquel rostro el que había visto asomado entre los ramajes. Aun me faltaba saber que le había movido a esconderse entre las hojas de los arbustos y vigilarnos de aquella manera.
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A la hora que solíamos quedar a las tardes para nuestro diario paseo a caballo, eran pocas las personas que solían contemplar nuestro encuentro y salida del pueblo, pero aquel día, al ser domingo, varias estaban sentadas en las sillas de la posada y muchas más permanecían ociosas por los alrededores cuando Iván, más vistoso y lindo que las otras ocasiones, además de su endomingada ropa había engalanado al caballo con una nueva y bella manta multicolor, apareció por la estrecha callejuela por donde solía acercarse todos los días a la posada.
Cabalgaba muy tieso con la mirada al frente como ajeno a la admiración que su figura ofrecía y ya cuando estaba junto a la silla donde yo me sentaba y se preparaba a pronunciar la frase de invitación que todos las tardes me dirigía, me adelanté y ordené yo esta vez, antes de que las conocidas palabras salieran de su boca.
- ¡¡ Sube a la grupa, Chamaco !!
El que las obedeció al instante fue el hermano de su antigua novia que al oír mis palabras, a pesar que las esperaba pues así había quedado conmigo hacerlo durante nuestra breve charla que mantuvimos en la iglesia, se le agrandaron sus ojos como platos mientras se le cubría el rostro de un vergonzoso coloreado.
Se puso después de pie sobre el poyo en el que había estado sentado semiescondido entre los mirones, para poder elevarse más fácilmente al caballo que permanecía parado a su lado y de un limpio y ágil salto se sentó a horcajadas en la parte trasera del animal.
Yo permanecí de espaldas disimulando, mientras acariciaba los mojados y temblorosos belfos del inquieto rucio, aunque alcancé a notar en mi amigo como si una corriente eléctrica le recorriera por completo el cuerpo cuando el del chaval se puso en contacto con el suyo y en el chico, que permanecía muy agarradito a su espalda, un ansioso, fuerte y enorme nerviosismo, que le hacía brillar de una forma muy especial aquellos negros y bellos ojos, a la espera finalizase el paseo, en el escondido rincón de la fuente, quizá de la misma manera que había vigilado y visto ocurría entre Iván y yo.
Miró mi amigo después hacia mí como pidiéndome ayuda o una explicación ante lo que estaba sucediendo y ante mi abierta sonrisa y movimiento de cabeza afirmativo, dio con el tacón de su bota de montar un golpe sobre los ijares del caballo y desapareció de la plaza al trote suave agarrado a su cuerpo el del chamaco de quien estaba locamente enamorado.
Lo que sucedió aquel domingo en el oculto rincón tras la fuente quizá no debiera saberlo, pero para cumplir con el deseo de mi amigo Iván, que conociendo me gusta escribir historias reales como ésta para colgarlas en esta página y deseando quedara constancia escrita de la suya, me había pedido encarecidamente escribiese la que ahora ustedes están leyendo por lo que tuve la necesidad de ocupar el mismo lugar desde donde el chavo nos estuvo contemplando follar.
Cuando pude ocupar el escondite desde donde les vigilaría me asaltó una cierta duda de si lo que estaba realizando era ético o una traición a mi amigo. Pero como no me dijo, cuando me solicitó escribiese el relato, si solo debiera contar la parte de la que éramos los dos intérpretes o todo lo que sucediese durante mi estancia en el pueblo, quise entender se trataba de narrar toda la historia y como yo me moría por presenciar el encuentro, que había yo propiciado, entre Iván y el hermano de su novia, decidí acercarme hasta ellos y ver lo que sucedía.
El caballo había sido amarrado donde todas las tardes. El rumor del chorro del agua cayendo en la taza de la fuente llegaba hasta ellos, se oían gorjeos y cantos de pájaros y la hierba donde debieran descansar sus cuerpos estaba como las tardes anteriores, verde, fresca y húmeda.
Se encontraban de pie uno frente al otro, mirándose como extrañados de encontrarse por vez primera, cercanos y creyéndose solos, en aquel escondido lugar. Mi amigo, que cuando estaba conmigo iniciaba rápidamente su desvestir e iniciación de los prolegómenos que nos llevaran a follar enseguida, se manifestaba cohibido y parecía esperar alguna señal del chiquillo mientras le miraba y permanecía sonriendo como un idiotizado.
Pensé.
¡¡ Que tímido se muestra hoy Iván!! ¡¡ Cómo se nota que es el amor el que le mueve y no el simple deseo de sexo !! ¡¡ Conmigo nunca fue así !!
Fue el chiquillo quien primero se acercó y puso su mano abierta tras el cuello de Iván para acercarle después su rostro al suyo y mientras le abrazaba y besaba le oí decir.
- Esperaba este momento con tanta intensidad que aun me parece irreal lo que está ocurriendo.
Iván reaccionó tan nerviosamente a esta iniciativa del muchacho que parecía no saber si responder al beso, acariciar su cuerpo o comenzar a desvestirle. Noté que su rostro enrojecía, sus brazos permanecían abiertos sin atrever a cerrarse sobre el chaval y su cuerpo temblaba terriblemente azorado.
Fue de nuevo el chavo quien tuvo que iniciar las caricias, los abrazos y los largos y amorosos besos y cuando la mente de Iván comprendió que era real lo que sucedía, qué era el gran amor de su vida quien estaba allí delante de él a la espera de poder demostrarle que también sentía un enorme amor por él, respondió a su llamada.
- Ya está rota la timidez inicial me dije contento.
Pero no era aun así porque cuando Iván lentamente, entre muestras de enorme cariño, consiguió despojar, a la vez de la suya, toda la ropa del chavo, éste dada su juventud, mostró cierta prevención en quedarse en cueros y al abandonar la última prenda su cuerpo, en un movimiento instintivo, se tapó la zona genital con ambas manos extendidas, al sentir la vergüenza de mostrarse de esta forma ante su amor.
Esta vez fue mi amigo quien dulcemente se las apartó sin dejar de sonreírle, mirarle y decirle palabras dulces y amorosas.
¡¡ Qué maravilla de cuerpo adolescente tuve entonces ante mis ojos !! ¡¡ Qué belleza contemplaba mi mirada !! ¡¡ Qué suave y aterciopelada aparecía la tostada piel de su cuerpo, casi sin vello, excepto el que iba apareciendo en las partes imprescindibles !! ¡¡ Qué testículos colocados por la naturaleza tan en su sitio !! ¡¡ Qué verga tan hermosa, larga y bien formada tenía ya aquel lindo chiquillo !!
Iván, tomada ya la iniciativa, tumbó delicadamente al mancebo sobre el lecho de fresca hierba e inició los verdaderos prolegómenos del encuentro sexual que iban a realizar.
No podía conocer los pensamientos de mi amigo en estos instantes pero creo estar oyéndolos.
Seguro que este chavo ha soñado en muchas ocasiones con su primera follada y probablemente desea poder meter su polla en mi cuerpo lo más rápidamente posible o la mía en el suyo. Pero debo ir despacio y que recuerde este día como el más placentero de su vida.
Y dirigiéndose al chavito le oí decir.
Cierra los ojos y deja a tu mente soñar con el paraíso.
Mientras el chico permanecía con los ojos cerrados, despacio, lentamente, sus manos fueron recorriendo todos los lugares del chiquillo que supuso erógenos, sus pezones, su cuello, espalda, vientre, sus nalgas, el interior de los muslos y cuando llegó al pene, que aparecía inhiesto, duro, tieso, cual bandera al aire, lo frotó, al principio tardando en recorrer toda su longitud, después aumentando su velocidad y posteriormente intercalando momentos de rapidez con otros excesivamente lentos, para dejarlo descansar y no soltase aún su jugo al exterior.
El chico, se estremecía de vez en cuando y gemía levemente cada vez que el placer le inundaba y cuando creyó Iván que estaba a punto, metió su verga en la boca y solo tuvo que chupar un breve espacio de tiempo para que, aquel celeste e infantil cuerpo, no pudiendo resistir más, se derramase en su garganta.
El chiquillo, novato en estas lides amorosas, demostró sin embargo ser un aventajado alumno, porque pidió seguidamente a Iván poder realizar lo mismo con él.
Inició su repertorio acercando su boca a los gruesos, húmedos, dulces y sabrosos labios de Iván. Nunca vi ofrecer un beso tan tierno, entregado, amoroso y total como el que depositó el chico sobre ellos.
Se colocó después a su lado. La piel se pegó contra la piel, el sexo contra el sexo y tumbados uno sobre el otro, se lamieron, frotaron y acariciaron, mientras, entre susurros entrecortados, se decían apasionadas palabras de amor.
- Nunca pensé que acariciar el cuerpo y los atributos de alguien dieran tanto placer le oí decir.
Repitió seguidamente los mismos actos, uno por uno que Iván había hecho con él, con idéntico resultado y cuando terminó de tragar le leche que su amado derramó en su boca, exclamó.
- Mi amor, es como si te estuviera comiendo.
El iniciador de la parte siguiente fue el propio chamaco que bajando sus manos hasta los genitales de Iván los dejó nuevamente en condiciones de seguir actuando. Lo volteó seguidamente y dio comienzo a acariciar su trasero. Noté como Iván tensándose de placer se puso en la mejor posición para que el chiquillo buscase su agujero que enseñó a lubricarlo con saliva y la manera de introducir su juvenil polla para que no le ocasionase dolor.
No voy a enseñarte lo que debes hacer después - se rió mientras notaba que la espada del joven penetraba en su interior.
Pero comprobé que sí tuvo que hacerlo.
- No lo hagas tan rápidamente, ni con tanto recorrido, porque tu virilidad se saldrá de mi recto. Sigue mis movimientos.
Cuando las entradas y salidas del pene del nervioso chavito se acompasaron con los movimientos del cuerpo de Iván, que acompañaba su acción con gruñidos de satisfacción y ayes de gozo, el chiquillo, enloquecido de placer, gritó al correrse.
¡¡ Esto es el paraíso !!
Estás aun en las puertas, entrarás cuando yo te folle - le fue prometido por un agradecido Iván.
Volteó al chiquillo, le buscó el agujero, se lo masajeó con los dedos, lo lubrificó con mucha suavidad lo suficiente para preparar la entrada de su dura polla. No debía hacerle ningún daño para que el disfrute fuese total.
- Posees el mejor cuerpo que nunca tuve ante mí, quiero que mi espada te atraviese y haga tan feliz como tu me has hecho a mí.
Cuando la verga comenzó a penetrar por el orifico que se había abierto para recibirla volvió atrás su falo varias veces e inició su entrada de nuevo, avanzando poco a poco por el recto del muchacho y cuando supo que estaba ya su interior, a la vez que sus manos acariciaban los oscuros genitales del chaval, inicio un lento bamboleo de su pelvis.
Sentir las duras y fuertes nalgas contra sus muslos y notar la dureza extrema de su trozo de carne que le hacía permanecer unido al cuerpo de quien estaba totalmente enamorado, era algo que nunca había podido disfrutar hasta entonces y se le notaba en todos sus actos. Existía una gran diferencia en todos sus movimientos con el folleteo que habíamos realizado entre nosotros durante toda la semana. Aquello era solamente sexo, lo que realizaba ahora con aquel chamaquito era la culminación carnal del amor.
El chico no decía nada en un principio, su cuerpo tenso en el inicio fue ablandándose según notaba, que sin dolor, la polla de Iván entraba en sus entrañas y cuando notó los primeros rozamientos de aquella cosa dura y caliente y las dulces sensaciones que producían en él, se relajó totalmente y se dispuso a gozar de lo que había soñado durante sus buscadas poluciones.
Iván siguió trabajando en el atravesado culo y a la vez, con su mano, en la oscura polla del chico, buscando derramarse juntos.
- Aprieta, dámelo todo, no pares nunca, te amo Iván - fueron las frases que de manera entrecortada, mientras su cuerpo se retorcía de placer, le oí decir.
Cuando recibió todo el ser y la vida de su amor en el chorro de esperma que salió de su verga e inundó todo su cuerpo, gritó el chamaco.
- Ahora sí estoy en ese paraíso que me prometiste, amor mío.