Suave es tu piel (1)

Sandra, una joven orgullosa se ve sometida al fin de semana sexual más intenso, violento y excitante de toda su vida.

Suave es tu piel 1

Sandra, una joven orgullosa se ve sometida al fin de semana sexual más intenso, violento y excitante de toda su vida. Torturas, humillaciones, abusos, vejaciones y todo tipo de orgías.

No era Sandra de aquellas chicas que se dejasen impresionar fácilmente. Por eso cuando sus amigos de la Universidad le dijeron que no sería capaz de aguantar un fin de semana con ellos, acepto encantada el reto de hacerlo. Cuando llego a la casa, aislada en el campo, todo estaba preparado. Sus dos amigos y sus dos amigas la recibieron cada uno calurosamente con un beso en la boca. Sandra no podía ni imaginar lo que iba a suceder. En cuanto entro en la casa vio que aquella no era una casa cualquiera. Por de pronto tenia todas las persianas bajadas y muy pocos muebles. En el centro había una gran mesa de roble.

-Muy bien. ¿Estas preparada?.

-Sí, claro. ¿Qué vamos a hacer?.

-De momento desnúdate.

Sandra se desnudo y dejo ver su hermoso cuerpo. Sus amigos ya la habían visto antes desnuda pero, si bien ya les habían subyugado sus hermosas formas, no había sido lo que habían visto nada comparado con como estaba aquel ida. Había estado semanas preparándose para aquel fin de semana y su cuerpo lo dejaba notar. Sus pechos erectos apuntaban a los presentes desafinares. Su vientre dejaba ver el trabajo de las abdominales sin hacerle perderr acaso aumentando, su enorme sensualidad. Sus piernas se veían musculadas y resistentes. Lo que no había cambiado era su cara de niña buena que al entornar los ojos convertía en la pura imagen de la lujuriosidad.

-Esta impresionante. Si supiera como la vamos a dejar no habría venido -susurro Pedro al oído de Susana. -Tardara meses en volver a estar así.

-Bueno. ¿A que esperáis? -dijo Sandra.

-Sandra, es tu ultima oportunidad para echarte atrás. No creemos que vayas a poder soportarlo.

-¿Te crees que con lo caliente que estoy me voy a echar atrás?. Ni lo sueñes.

-Esta bien. Túmbate en la mesa.

Sandra se tumbo y se estiro. Entre cuatro la ataron a las patas de la mesa y dejaron todo su cuerpo expuesto y las piernas bien abiertas.

-¿Qué hacéis? -dijo. -Creía que habíamos venido a foliar.

-Eso haremos, pero antes de que una sola de nuestras pollas te penetre tendrás que merecerlo.

Entonces Mónica dejo ver lo que empezó a hacer pensar a Sandra que se había equivocado llendo a aquel lugar: dos pinzas metálicas.

-¿Qué vais a hacer con eso?.

-Amordázala -dijo Juan.

Casi sin darse cuenta Sandra tenia la boca ocupada por una bola de plástico ajustada fuertemente por una correa. Casi no podía respirar.

Juan empezó a juguetear con sus pezones, a lamerlos y a estirarlos. Cogió las pinzas y se las ajusto en uno de los pezones. El dolor se apodero de Sandra.

-¡Mmmm¡

Cogió la otra pinza y se la puso en el otro pezón.

-Vete acostumbrando a ellas. No te las quitaremos en todo el fin de semana. Y cada vez duelen mas, créeme. Pero dentro de poco te olvidaras incluso de que las llevas puestas. Cuando Juan acababa de decir estas palabras, Susana y Mónica ya se habían desnudado. Sin decir nada, Susana se introdujo entre sus piernas. Primero aparto sus labios vaginales con cuidado. Vio su clítoris y se lanzo a lamerlo. Su lengua húmeda rozaba y rozaba contra sus paredes. Estuvo así cerca de cinco minutos, y cuando pensaba que ya iba a correrse, Susana se fue tal y como había venido. Entonces Mónica empezó a trabajar sus pechos. Aun estaban doloridos por el efecto de las pinzas. Mónica jugueteo con ellas arrancado gemidos de dolor y vio como la aureola de sus pezones estaba ya totalmente enrojecida. Llamo a Pedro y este trajo dos anillas metálicas.

-Ya esta caliente -dijo Mónica.

-Bien.

Le habían engañado cuando le dijeron que iba a pasar el fin de semana con las pinzas. Pedro se las quito, pero lo que la esperaba era mucho peor. Pedro palpo sus pechos con suavidad y los acaricio. En los ojos de Sandra se podía ver como le rogaba que no lo hiciera, que no atravesase sus hermosos pezones. Pedro abrió el anillo y la punta afilada brillo en el aire. Mordisqueo el pezón izquierdo y empezó a atravesarlo con el anillo. Sandra sintió el pinchazo y empezó a llorar a causa del dolor y la humillación. No esperaba esto de sus amigos. Lo mismo hizo con el derecho. A continuación limpio sendos hilillos de sangre con alcohol. Mónica traía dos pesas en las manos. Juan le aclaro lo que iba a suceder.

-Aplicaremos estas pesas en tus pechos. Irán aumentando de peso hasta que causen los efectos que queremos, estirar tus pezones hasta que seas capaz de alcanzar el orgasmo con solo el roce de una de tus preciosas blusas de seda.

Sandra no podía creer lo que oía. Y aquello solo acababa de empezar. Cuando Pedro aplico y descolgó las pesas, encontró otro motivo por el que gritar, aunque la bola en la boca la apretaba tanto que no podía hacerlo.

Susana se acercaba con un látigo y un bote con crema en la otra mano. Mónica echo crema en el vientre de Sandra y se subió a la mesa. Empezó a masajearla con su vientre y a extender la crema. Sus pechos contactaban lascivamente. Mónica saco su lengua y la restregó por su cuello y sus labios. A pesar del dolor, cada vez que las pesas estiraban de sus pechos, Sandra se calentó rápidamente ante el suave roce de su compañera. Antes se había quedado al borde del orgasmo, y no deseaba mas en el mundo que correrse, p ro nadie aprecia estar pendiente de sus necesidades. Cuando la crema quedo repartida por todo su vientre Mónica se retiro. Juan cogio el látigo y lo alzo al aire.

-La crema sirve para no dejarte marcas, pero te va a doler como si lo hiciéramos en carne viva, no lo dudes.

Pedro hizo caer el látigo y Sandra cerro los ojos. El cuero negro restallo contra su piel y la dejo enrojecida, aunque ciertamente la crema evito que la sangre manara. El dolor era insoportable. Pedro continuo martirizándola. Dos, tres, cuatro, cinco latigazos. Sandra lloraba y respiraba como podía. Las marcas se veían en su piel como zarpazos libidinosos. Juan estaba tan caliente que ya había empezado a masturbarse. Sus manos corrían por su enorme polla con violencia. Parecía que se fueses a arrancar su miembro viril. Le calentó tanto la forma como torturaban a Sandra que tras el décimo latigazo grito -¡espera¡- y se corrió sobre su cara. El semen salto desde su pene con fuerza y mano y mano sobre su cara como si nunca fuese a acabar de brotar de u estremecido pene.

-Aaaaahhhh -gemio Juan.-No podía resistir más. Esta putita me esta calentando.

-Tendrás muchas ocasiones de correrte en ella -dijo Mónica, y se dispuso a limpiarle el semen con la lengua.

Mientras, Susana le quitaba la bola de la boca y Sandra podía, por fin, respirar. Tomo aire y entre sollozos se lamento como una niña.

-No... no... no pod... no pod..eis hacerme esto... Nop..

-escúchame bien. Si te portas bien todo será mas fácil para ti. Cada vez que lo decida te daré tres latigazos como castigo. Mas te vale hacer lo que digamos.

Sandra seguía llorando. Mientras, Mónica seguía lamiendo por toda la cara de Sandra.

Mónica recogió parte del semen que había recogido en su boca y se acerco a la boca de Sandra.

-Abre la boca- dijo Pedro.

Sandra lo hizo y Mónica dejo resbalar el semen desde su boca. Entro suavemente en la de Sandra.

-Ahora trágatelo.

Sandra se negó con la cabeza. El látigo volvió a restallar contra sus carnes y Sandra tuvo que tragarse todo el semen.

-Así me gusta.

Mónica empezó entonces a lamerle su sexo. Le metió tres dedos y los saco y metió mientras Sandra gemía. Fue entonces cuando entro en escena Susana, que le dio un beso en la boca, compartiendo los restos del semen que quedaban en ella. Sandra no podía mas, iba a correrse sin remedio, y como antes había pasado, Susana dejo de lamer.

Entonces llego Mónica. Tenia las manos llenas de la crema y empezó a masajear la vagina de Sandra, sus labios y su clítoris. Introducía sus dedos, la exploraba. Llego a meter la mano entera en su sexo. Sandra gemía y gemía...

-aaaaahhhh....

-Disfruta, disfruta. ¡Eh, mirad como le gusta a la zorrita¡ -le dijo a los demás que veían la escena con una sonrisa en los labios.

Cuando la crema recubrió todo su sexo, Mónica se aparto. Pedro volvió a coger el látigo. Sandra le miraba aterrorizaba, pero sin decir nada, pues sabia que seria peor. El primer latigazo le hizo gritar salvajemente. ¡Zwisssssss¡...

-¡Aaaaaahhh¡.

Otro mas. Y otro. Y otro.

Hasta diez veces le quemaron su sexo con el látigo. Sandra yacía semidesmayada sobre la mesa. Mónica introdujo la lengua entre sus piernas y lamió con fuerza. Esta vez la húmeda lengua le sirvió de alivio y Sandra sintió como el dolor dejaba paso al placer. Su clítoris irritado estaba erecto y Mónica aprovecho para moderlo. Sandra gritaba de placer...

-¡Ahhh¡ ¡Sigue, sigueee¡

También Susana metió la lengua y se entablo una curiosa lucha entre las lenguas de Mónica y Susana por ver cual podría dar mas placer a Sandra. Todo su sexo era relamido con fiereza. Mientras, Mónica y Susana se masturbaban mutuamente. Sandra había llegado ya a su limite. Entre gemidos empezó a correrse...

-Me corro. ¡Ah, ah¡ Me corrooooo...

Un hilillo de flujo empezó a gotear desde el chorreante chochito de Sandra. Mónica y Susana peleaban por hacerse con la mayor cantidad posible del precioso liquido. Sandra estaba exhausta, tan cansada que no vio como Pedro se acercaba con otros dos anillos y le separaba los labios vaginales. Cuando se los clavo en la dolorida carne grito de nuevo. Después de hacerlo cogió un pequeño candado y se lo puso entre los dos anillos cerrando su precioso sexo.

-esto es para asegurarnos que no te tocarás.

La desataron y Juan cogió una correa de perro y se la puso entorno al cuello. Sandra estaba exhausta y empezó a gatear. Tirando de la correa le llevaron a una habitación en la que solo había una jaula de un metro de altura. La hicieron entrar y le ataron las manos a la espalda. Le hicieron tomar un extraño liquido y pudo descansar un momento dentro de la jaula.

-Lo que acabas de beber es un potenciador sexual. En unos minutos desearas correrte como una loca, pero no podrás hacerlo hasta que nosotros queramos.

Todos salieron de la habitación y la dejaron sola mientras sentía como algo le empezaba a arder en su interior. Poco a poco sentía el calor subir por todo su cuerpo. Tenia las manos atadas y no podía hacer lo que más deseaba: introducirse, no solo unos dedos, sino la mano entera dentro de su vagina. Con los talones empezó a empujar el candado, intentando hacer que rozara contra su clítoris, pero estiraba de sus labios vaginales y el dolor era horroroso. Aun así ya no podía controlar su propio cuerpo y solo tenia en la cabeza un pensamiento: satisfacer sus ardientes deseos sexuales. Aunque para ello tuviera que mutilarse parte de su cuerpo.

-no crees que deberíamos sacarla ya?. Podría hacerse daño.

-Esperemos un poco más.

Sandra se empezó a agitar, a convulsionarse. La jaula entera temblaba. No le importaban ya las pesas en sus pechos, que se tambaleaban furiosamente. Sus movimientos eran los de un animal. Casi ya no era humana. ya tan solo gritaba:

-¡Por favor, por favor, tengo que correrme, por favor, sacadme de aquí¡

Pedro hizo un gesto y Juan abrió la jaula y la saco. Sandra se movía como un perro ansioso por salir a la calle y colmar sus necesidades fisiológicas. Juan le quito el candado e introdujo sin contemplaciones la mano dentro de ella. Sandra se retorcía en el suelo, gritando de placer. Juan metía y sacaba la mano bombeando en su interior. Al poco tiempo se corrió como nunca penso antes que se podría correr.

-Ah, ah, aaaaaaahhhhhhh¡¡¡¡¡

Sus fluidos empezaron a gotear hasta dejar un gran charco en el suelo. Sandra estaba exhausta, pero sus ansias de sexo aun no la habían abandonado. Juan la condujo a una barra situada a un metro de altura y la esposo a ella. Separo sus piernas de modo que su culo quedara totalmente expuesto. Pedro se agacho y lo observo con detenimiento. Metió un dedo dentro y sintió como el esfínter reaccionaba contrayéndose.

-Que estas haciendo. No me dirás que nunca has usado tu ano para darte placer.

Sandra no contesto. Tenia miedo. Pedro se ensalivo dos dedos y los metió en su ano. Sandra se estremecía, pero aguantaba. Había pasado ya por cosas mucho peores.

-Lo tiene muy estrecho. Vamos a disfrutar mas de lo que pensábamos. Mónica entraba en escena con una pequeña pesa. Pedro comenzó a sacar y meter los dedos en su ano. Primero dos, luego tres. Sandra agitaba su cabeza y se veía en su rostro enrojecido que aquello empezaba a hacerlo daño. Cuando metio cuatro dedos Sandra grito:

-¡Para, me estas haciendo daño¡.

-¿En serio?. ¿En serio esto te parece doloroso?.

Entonces de un empujón metió su mano entera. Sandra dio un chillido y sus lagrimas cayeron al suelo. Con su mano metida dentro de su culito Sandra se sentía humillada, empalada. De hecho, Pedro podía manejarla a su antojo en aquella posición. Con la otra mano le abrió los labios vaginales y le pellizco el clítoris. Sandra seguía gritando.

-¡¡Ahhh¡¡ ¡¡No, nooo¡¡.

Su clítoris enrojecido respondía a la estimulación de forma sorprendente. En pocos segundos se estaba corriendo de nuevo. Pedro se río.

-Eso no ha estado bien. Deberías saber controlarte mejor y no correrte como una zorra sin mi permiso. ¡Mónica¡.

Mónica se acerco y le dio la pequeña pesa. Pedro ato un cordel a su clítoris. Lo cerro con tal fuerza que Sandra vio las estrellas y creyó que le amputaría su preciado órgano. Pedro ato el cordel a la pesa y la soltó. Sandra grito desesperada por el dolor. Su ano estaba siendo horrorosamente deformado por un enorme puño y su clítoris estirado colgaba hacia el suelo. Sandra hacía esfuerzos por no derrumbarse, porque pensaba que seguramente cualquier movimiento demasiado brusco la podría mutilar el clítoris. Pedro saco el puño de su ano. En su salida arranco nuevos gritos de dolor de Sandra. Exploro con sus dedos el enorme boquete que había dejado y sonrío satisfecho.

-Tiene un precioso culito.

Mónica, Susana y Juan rieron. Sandra estaba siendo totalmente humillada, y aquello aprecia no tener fin. Todos juntos se fueron a otra estancia dejando a Sandra atada y haciendo esfuerzos por no moverse bruscamente temiendo perder su más querido órgano, aquel que tantas veces había acariciado, aquel que había sido lamido, besado y manipulado con tanto cariño, y que aquel día estaba siendo tratado de una forma tan horrorosa. Así estuvo casi una hora que se le hizo interminable. Y sin embargo, cuando oyó los pasos de sus torturadores, volvió a estremecerse pensando que podrían hacer con ella.

Sin embargo, en aquel momento un extraño pensamiento le invadió la mente. Tenia miedo, si, pero también estaba deseando continuar con aquello. Es posible que se estuviera volviendo loca, pero cada vez mas sentía como el dolor se convertía en placer, y escucho aquellos pasos deseando que su tortura siguieses adelante, aunque tuviera miedo de lo que sus perversas mentes prepararan para su dolorido cuerpo...

CONTINUARA...

AUTOR: MASTER ZERO

ESCRIBANME AL zero_h20@hotmail.com