Su última noche

Rescatada del harem de un perverso rey, resulta ser la única medicina capaz de sanar al caballero que, febril, la espera en la cama.

He aquí un nuevo relato que deseo dedicar a todos aquellos que, tan amablemente, se han tomado la molestia de dejar sus comentarios. Especialmente a Marthyn, a quien ya considero un amigo en este nuevo mundo en el que me he sumergido. Muchos de ellos me han animado a seguir escribiendo y espero no decepcionarles. Al resto Gracias por leerlos, ese es el mayor homenaje.

SU ÚLTIMA NOCHE

Su cuerpo ardía, la fiebre hacía mella en él como un mal veneno ingerido a regañadientes, sentía el cuerpo rígido y los músculos tensos, pero aún así no tenía fuerzas para moverse. Una suave brisa se colaba por el amplio ventanal abierto a medias, las cortinas blancas se agitaban hacia dentro como velas hinchadas de un bello navío. La luna brillaba en cuarto menguante, sobre un cielo oscuro salpicado de estrellas plateadas que, como una sonrisa perversa, le recordaba lo cerca que estaba el final de la batalla.

Pocos meses antes la había rescatado de una vida que no deseaba, la había puesto por delante de aquellos a quienes juró proteger, incapaz de ver el sufrimiento en sus intensos ojos oscuros. Sin embargo, esto le había granjeado un temible enemigo pues él era un simple caballero, y su contrario, rey de un gran reino. Durante aquellos meses había batallado iluminado por su belleza, por su agradecida sonrisa, poniendo en peligro su vida y la de sus hombres por un noble motivo y dando gracias al cielo que lo vio nacer, de que éstos no le abandonaran.

Ildhana sólo era una doncella arrastrada por la fuerza al harem de un anciano rey, un hombre despiadado que sólo era capaz de sentir placer con el dolor de los demás; sin embargo, a ella todavía no la había tocado, su bella y tersa piel morena no había sentido el látigo ni la cuchilla, ni siquiera un simple alfiler había rozado sus curvas y pliegues naturales. Al contrario, él la mantenía pura y hermosa para el día de su boda, hacía años que no poseía doncella tan virtuosa como aquella y quería disfrutarla al máximo. Ildhana encerró sus lágrimas entre paredes intraspasables, poco dispuesta a darle a él el placer de verla llorar. Su rostro de ojos oscuros y nariz pequeña y redondeada, marcos de labios carnosos y sonrojados, se mantenía siempre orgullosamente alzado demostrando coraje y fuerza. Sin embargo, en el fondo de su alma, era incapaz de soportar por más tiempo los sonidos que ascendían desde lo más profundo de la fortaleza, hiriendo su corazón.

Grey la había rescatado de todo aquello, le había devuelto la libertad y la había alejado del miedo. Él había acariciado sus cabellos y la arropó protector, puso su vida a su servicio, inmerecido según ella creía, y se encargó de devolverle la sonrisa con sencillas ofrendas amistosas. Flores silvestres, bellos pájaros cantores, deliciosos dulces de su cocina, incluso un pequeño gatito que Ildhana adoptó enseguida como su más preciado compañero.

Grey estaba enamorado de ella profundamente, pero ignoraba si ella sentía algo similar y, temiendo que la joven pudiera sufrir por su causa, no se atrevió a preguntar. La última batalla le había herido, dejándolo durante varios días incapaz de levantarse, aún no se había recuperado, pero Fargas quería su venganza y no estaba dispuesto a esperar más. A la mañana siguiente se verían las caras y se decidiría el destino de Grey y sus hombres, al igual que el de Ildhana.

La puerta de su aposento se abrió con un tenue susurro y una figura se arrastró entre las sombras, proyectadas por los candelabros de danzantes velas hasta los pies de su cama. Grey alzó la mirada. Ildhana.

¿Qué estás...

Shhh – le interrumpió ella con un dedo en sus bellos labios.

Grey la contemplaba estupefacto, tenía los cabellos oscuros perlados de gotas de agua y caían húmedos sobre sus hombros, cubiertos estos por un vaporoso traje de gasa blanca que se le pegaba al cuerpo debido a que ella estaba empapada. Su silueta se contorneaba bajo la tela sugerente y escasamente iluminada por las pocas velas que permanecían encendidas en la habitación. Grey admiró su delgado talle, las caderas pronunciadas, los esbeltos hombros y el pecho redondeado y no muy grande.

La mujer le dedicó una tierna sonrisa, divertida ante su confusión y, lentamente, se desprendió del vestido dejándolo caer alrededor de su cuerpo desde los hombros. Este apenas emitió sonido alguno al caer. Ahora ella estaba completamente desnuda y Grey podía apreciar las gotitas de agua que adornaban su piel tostada. Ildhana caminó hacia él y se sentó al borde de la cama para besarle con ternura. El hombre sintió la agradable fragancia a jazmín que la envolvía, le devolvió el beso y se dejó acariciar por sus cabellos que, húmedos, refrescaban su febril piel; por los dedos ágiles y delicados de ella que le recorrían el torso desnudo haciéndole cosquillas. Los labios de ella descendieron por su barbilla, posándose en su cuello, en sus hombros, en su pecho y su abdomen. Eran pequeños pedazos de paraíso que le calmaban la piel y relajaban sus doloridos músculos.

Aún no podía moverse, tanto por la sorpresa de tenerla allí con él, desnuda y entregándole tanto amor, como por su enfermedad. Se dejó llevar embargado por su perfume, por los jazmines y el olor a mujer doncella que tan agradablemente despedía la dama. Ella volvió a besarle en los labios, bebiendo de él y permitiéndole beber de ella, le mordisqueo el labio inferior con suavidad mientras sus manos aplicaban sensuales masajes sobre sus hombros y su torso calmándole, relajándole. Haciendo un esfuerzo él logró abrazarla y atraerla hacia sí, la pasión del beso les arrastró más allá de lo prudente y les dejó sin aliento. Se separaron sonrientes y Grey sintió que no había barrera alguna que le impidiera acercarse a ella, por muy profundo que se ocultara de él.

La mujer se recostó a su lado bajo las sábanas y lo halló desnudo también allí, le acarició la cintura bajando peligrosamente hasta el área más sensible de él, pero Grey la detuvo.

Primero quiero darte algo yo a ti – le susurró al oído. Ella negó con la cabeza.

Aún estás débil, recuéstate, voy a curarte.

Dicho esto se metió bajo la sábana con una mirada pícara y desapareció de su vista. Él sentía su cálido aliento en la entrepierna, sus caricias en los muslos y como ella soplaba sobre su miembro que, poco a poco, se iba elevando por sus hábiles roces. Las manos frías de ella tomaron el miembro y lo acariciaron con suavidad recorriéndolo desde la base hasta el capullo donde se detenía para dedicarle la atención que merecía. Él era incapaz de mover un músculo y cerró los ojos dejándose guiar por ella. De pronto halló su miembro rodeado de una caverna húmeda y cálida y de una lengua ávida que lo degustaba como el más exquisito manjar elevándolo hasta el mismísimo cielo. Llevaba tanto tiempo soñando con ella, deseándola, imaginando momentos similares que no pudo contenerse por mucho tiempo. Su excitación se hizo palpable en la boca de ella que la notaba hinchada y apunto. Se retiró a tiempo para verle liberar la tensión tanto tiempo acumulada y escuchar sus gemidos.

¿A que ahora te encuentras mucho mejor? – inquirió ella con sorna.

El hombre la miró tratando de recuperarse de la brutal explosión y no pudo evitar sonreír ante la lasciva mirada de ella.

Diablo de mujer – exclamó riendo – ¿seguro que aún eres doncella? – ella asintió con gesto inocente. – Dudo que eso te lo enseñaran las sacerdotisas.

Una muchacha aprende mucho viviendo en un harem – se justificó ella volviendo a recostarse sobre el pecho del hombre y dejándose abrazar por él.

Grey sintió que su corazón estallaba henchido de amor, ¿cómo era posible desear tanto a una criatura?¿Amarla de aquella manera? Sólo pensar en apartarse de ella le rompía el alma. Le acarició el pelo y los hombros, y su mano fue descendiendo en busca de sus turgentes pechos de oscuras aureolas y endurecidos pezones. Abarcó uno de ellos con su mano y lo abrazó con los dedos, lo acarició provocándole escalofríos y, finalmente, lo pellizco con suavidad. La erección volvió a hacerse patente, pero esta vez no tenía prisa, podía controlarse. Su cuerpo había recuperado la movilidad y esto le permitió deslizarse hasta que sus labios alcanzaron el pecho de ella, besándolo, surcándolo con la lengua y dejando pequeñas marcas de humedad a su paso. Sus dientes aprisionaron los pezones para que la lengua pudiera vengarse sobre ellos a su antojo. La mujer gimió débilmente y cerró los ojos, sus manos engarfiadas en el corto y oscuro cabello de él. Grey siguió descendiendo premiando su cuerpo con besos y lengüetazos que la iban recorriendo mientras su mano apartaba la sábana, que caía al suelo inerte con un susurro de pliegues.

La respiración de Ildhana se volvió cada vez más agitada y pegó un respingo, cuando la nariz de él le revolvió el crespo bello oscuro que adornaba su entrepierna.

¿Estás bien? – ella asintió pero él sintió como temblaba entre sus manos. – No te haré daño.

Lo sé – respondió la mujer con una sonrisa.

Tranquila.

Ella volvió a cerrar los ojos, jamás nadie la había tocado en zona tan íntima, había guardado su doncellez para quien se la mereciera y pasado mucho miedo cuando el rey la tomó para sí, con amenazas de hacerla formar parte de sus macabros juegos sexuales. Pero no era el rey quien había tenido el privilegio de convertirla en mujer, sino el hombre que la había rescatado y al que ella amaba con verdadera locura. Los besos de él tuvieron un efecto calmante que la permitió volver a disfrutar de sus caricias. La lengua recorrió el clítoris y los labios pequeños y carnosos con suavidad, alternándose con besos y caricias de su barba de varios días. Esta vez, cuando la sintió temblar, supo que estaba disfrutando, por si cabía lugar a dudas, sus gemidos las desecharon. Las piernas se abrían para dejarle pasar casi por inercia.

Cuando él comprobó que estaba bien lubricada y dispuesta, se arrodilló sobre ella y le colocó el miembro erguido en la entrada de su vagina, esta vez ella no se asustó. La fue penetrando lentamente con cuidado de no hacerle daño, rompiendo el sello que la había protegido tantos años. Ella hizo presión al sentir entrar al intruso, y no logró relajarse hasta que lo tuvo dentro por completo. Ahora estaban por fin unidos en el más íntimo enlace.

Criatura – susurró él y la tomó entre sus brazos estrechándola con pasión, sintiendo los pechos de ella sobre el suyo, redondos y firmes.

Te quiero – le dijo ella.

Te quiero – respondió él, su corazón apunto de salirse de su cuerpo.

Así abrazados, él comenzó a moverse en un suave vaivén entrando y saliendo de ella. Sus gemidos se entrelazaban con el danzar de la llama de las velas, la brisa se colaba por el ventanal enroscándose alrededor de los cuerpos unidos y llevándose el sonido de su placer con ella. Ildhana se aferraba a Grey como si fuera lo único que seguía existiendo en su mundo, la marca de sus uñas se inscribió con rojo en la espalda del hombre, cuando el placer creció hasta tal punto que ella sólo podía sentirle a él. Todo lo demás se había esfumado.

Ildhana.

Grey. Yo no....ahhhh .... no ....no puedo.....

Shhhhh.

Una descarga recorrió a la joven cuando el orgasmo la alcanzó, su cuerpo se tensó envolviendo el de su amante y sus gemidos llenaron la alcoba, mientras sus músculos se contraían y dilataban, latiendo con el sumo placer experimentado por primera vez. Él no tardó mucho en acompañarla y sus voces se juntaron como en un canto a la pasión, al amor y al sexo.

Cuando volvieron a ser dueños de su cuerpo, tras permanecer un rato más el uno dentro del otro, se separaron y volvieron a recostarse en la cama, abrazados, cómplices de su amor. A Grey no le importaba lo que le deparara el nuevo amanecer, ahora sabía que saldría victorioso, pues nada había en el mundo capaz de hacerle permanecer lejos de su amada. Absolutamente nada.

FIN

Si os ha gustado, como siempre, espero vuestros comentarios. Por favor, aquellos que decidan mandarme un correo no me pidáis el msn que no tengo, tampoco doy datos personales, ni busco "Cibersexo". Sólo hablar de literatura y hacer amigos. Gracias por vuestra comprensión.

Nocturna.