Su tio, yo y nuestro infierno
Tensé mi cuerpo, esta vez su latigazo dio directo sobre mi pubis, mil veces más fuerte que sobre mis muslos, apreté con fuerza al sentir el escozor y dolor sobre esa zona y no pude frenar el orgasmo que se apodero de mí
Es insoportable soportar el calor en mi apartamento, se había estropeado el aire acondicionado. Eso fue un punto más a favor de mi chico, iba a darle una sorpresa y de paso podría quedarme allí a dormir fresquita.
Lo hacía muchas veces, compraba algo de cena y le esperaba en casa dispuesta a saciar toda el hambre que tuviera.
Llevábamos casi un año, juntos y nos iba bien. Éramos muy parecidos, los dos súper independientes, poco románticos, muy prácticos y demasiado volcados en nuestros respectivos trabajos como para dedicarle demasiado tiempo a nadie.
Solo nos veíamos un par de noches a la semana y pasábamos juntos casi todos los domingos, el resto del tiempo solo alguna que otra llamada nos mantenía en contacto. Ninguno de los dos llevaba ninguna historia paralela, simplemente estábamos saturados intentando establecernos en la vida y ser alguien; demasiado egoístas los dos para nada que no fuera esa especie de relación interruptus.
Llegué a su casa con dos bolsas, las dejé en la cocina que conocía a la perfección y me quité toda la ropa excepto las braguitas y el sujetador. Tenía dos horas para preparar la cena y ducharme como hacia siempre.
A veces él también me sorprendía con alguna visita extra, solo que él era más de mediodía. Llegaba a casa y allí estaba el desnudo con una bolsa del chino o cualquier otro restaurante, entonces comíamos y luego almorzábamos.
Me puse los cascos, encendí mi Mp3 y me sumergí en la cocina, saqué la harina, los cuencos…
La piza estaba ya en horno, la ensalada cortada, el vino enfrió… era el momento de recoger y darme esa ducha pensaba mientras meneaba las caderas al ritmo de mi canción favorita. Esta acabó y tiré del cable de los cascos y mientras levantaba la mirada me quedé helada.
En la puerta había un hombre al que no conocía, me sobresalté y el miedo me hizo gritarle:
-¿Quién eres?
-Iba a pedirte lo mismo cuando empezaste a menear ese precioso culo y entonces tuve claro que eras la mujer de mis fantasías eróticas.
Se me escapó una risotada mezcla de su frase y mis nervios que acabo enseguida.
-Soy el tío de Luis, ¿supongo que tú eres Carla? Él me dijo que un día de estos nos presentaría –hablaba acercándose-
Entonces fui consciente de que solo llevaba mis braguitas y el sujetador. Crucé los brazos intentando tapar al menos mis pechos, perfectamente visibles bajo el encaje del sujetador.
-Preciosa ya es tarde para eso, nada borrara la imagen de mi mente, allí estará en ese rincón oscuro de la memoria.
Su voz rasposa se me antojó de lo más sexi y mi cuerpo reaccionó con un escalofrió a mis pensamientos.
Pasé por su lado rechazando la mano que me tendía y fui al salón a vestirme, él se reunió conmigo y solo después de ponerme el pantalón corto de deporte y la camiseta estreché su mano al tiempo que se abría la puerta.
-Hola chicos, veo que ya os habéis conocido
Me quejé diciéndole que hubiera podido avisar y entonces soltó:
-Cierto, menos mal que no te ha dado por esperarme como otras veces –dijo con una risotada por el pasillo-
No se dio cuenta de nuestras miradas cómplices. Supimos que ninguno de los dos diría nada sobre nuestro erótico encuentro, sellando con una sonrisa nuestro pacto de silencio.
Esa noche tras la cena con ambos me quedé a dormir como siempre; hicimos el amor como siempre, solo que esta vez Luis me besó para que no gimiera al notar mi inminente orgasmo.
Me levanté temprano y le vi leyendo un libro en el balcón.
-¿Quiere un café? –no podía ser descortés con el tío de mi chico porque este me pusiera nerviosa-
-Claro
-No hace falta ahora lo saco –dije echando dos tazas y saliendo al balcón-
Era muy temprano y aun se estaba fresquito. Hablamos sobre mi trabajo y me contó que el escribía, me quedé helada al conocer dos de sus tres novelas al menos de oídas ya que no era muy dada a la novela histórica. Me sorprendió que Luis no hubiera comentado nada, es más ni sabía que existía ese tío, aunque a decir verdad el poco tiempo que teníamos no hablábamos demasiado de nuestras respectivas familias.
Esa noche fue la primera vez que soñé el perturbador sueño que se repetiría más veces; unas grandes manos recorrían mi cuerpo, encendían mi piel y me despertaban ardiendo en mitad de noche con el sobresalto de conocer esas manos, vistas agarrando un libro en el balcón de mi chico. Las manos del hombre que incendiaba mi cuerpo en sueños no eran otras que las del tío de mi novio.
Nos cruzamos alguna que otra vez mas desde ese día en el balcón pero los dos nos evitamos desde entonces. Yo por vergüenza y el supongo que porque no le caía bien.
Había pasado casi un mes cuando volvimos a cenar los tres y tuvimos que alternar por no demostrar ante Luis nuestras desavenencias. Ambos sabíamos perfectamente que el otro no rehuía.
Luis estaba feliz charlando con su tío, a medida que pasaba la noche él se relajaba y yo me encabronaba esperando que él quisiera estar conmigo después de casi una semana sin vernos por trabajo.
Me acosté temprano y no solo vino tarde a dormir, sino que no me despertó. Lo hice solita sobresaltada de nuevo por mi sueño. Mi cuerpo ardía y Luis dormía plácidamente; intenté despertarle acariciándole, pero solo un pequeño quejido me dejo claro que las pastillas que tomaba desde hacía unas semanas habían hecho mella ya, había tenido que ir al médico estresado y este le había dado unas pastillas para descansar.
Caminaba a oscuras por el pasillo abrochándome la camisa de un viejo pijama de Luis cuando un profundo dolor me dobló, maldije mirando mi dolorido pie que había chocado con una silla en medio del comedor.
Solo con la luz que entraba desde la calle le vi aparecer por la puerta de la cocina
-Perdona dejé la silla en medio –dijo Ernesto (el tío) acercándose- ¿te duele mucho?
Se sentó en la silla y se agachó, subió mi pie y siguió masajeándolo. Miré hacia abajo y solo ver sus manos me recordó el sueño, el calor de estas hizo el resto y un minuto después apenas me tenía en pie. Para colmo el agarrándome de la cintura me apoyó en la mesa donde escribía.
-Cuidado casi te caes, ¿se te pasa?
-Ya estas, solo quiero beber un poco de agua
Me pasó el vaso que traía antes en la mano, en este se habían derretido los hielos y no pude rechazarlo, apoyé un poco el culo en la mesa y bebí.
-Deliciosa
-Eso mismo pensaba yo –dijo y supe que no hablaba del agua-
-Me voy
-No te vayas aun
-¿Porque quieres que me quede si no haces más que evitarme en todo momento?
-Porque ahora no soy capaz de encontrar una razón de peso para no disfrutar de la visión de tus braguitas húmedas
Miré y me di cuenta que con la pierna levantada y al subir el culo a la mesa mientras bebía le daba desde su posición más baja una panorámica de lo que había entre mis piernas.
Su mirada era oscura, sus manos tiernas y sus labios curvados delataban su mal humor. Estaba enfadado.
-¿Porque siempre te noto como enfadado conmigo y luego me dices esas cosas?
-Precisamente por eso niña, me cabrea no ser capaz de abstraerme a tus muchos encantos, ¿eso querías saber? –dijo más rabioso aun que antes-
De nuevo sus ojos dejaron los míos, su mirada se posó de nuevo entre mis piernas y haciendo oídos sordos a mi conciencia, separé más las piernas, subí el otro pie a su otro muslo y dejé que sus ojos se abrieran como platos en la penumbra a la que ya nos habíamos acostumbrado y miraran con deseo mis braguitas.
-¿Porque haces esto Carla?
-No lo sé, no quiero pensar solo quiero seguir sintiendo el calor que hace en este infierno que se ha creado entre nosotros.
Él se puso en pie, entre mis piernas y agarrando mi camisa por los bajos dio un fuerte tirón y los tres botones abrochados salieron disparados. Agarró mis pechos con sus manos sin dejar de mirarme con fiereza, los estrujó dejándome claro la intensidad con la que deseaba y yo en silenciosa aprobación arqueé la espalda y le ofrecí mis pechos, con una sonrisa ronca bajo la cabeza para devorarlos.
No podía evitar ronronear cada vez que succionaba, lamia y hasta mordisqueaba mis sensibles pezones. Sus manos alentadas por mi respuesta bajaron por mi torso, mis costillas y mi estómago y tras sus manos su boca.
Estaba a punto de tener una combustión espontánea, temblaba de placer ante sus caricias, su boca, su lengua, su saliva humedeciendo mi piel ardiendo.
-Nena que suave eres, que bien sabes… me tienes loco
Agarró con ambas manos el encaje lateral de mis braguitas y dio dos fuertes tirones.
-Sí, rómpelas –jadee excitadísima al leer en sus caricias el mismo deseo que me inflamaba a mí-
Al tercero el encaje cedió, apartó el resto de tela que cubría mi pubis y sonrió al ver que estaba depilado.
-Precioso –jadeó separando mi carne con sus dedos tras jugar con la franjita de vello arriba de mi rajita-
Bajó la cabeza y sentí su lengua recorrer mi sexo hambriento, sus labios atraparon mi hinchado clítoris y succionó con ganas hasta que me corrí como una posesa en su boca. Lamió hasta la última gota, luego se apoyó en el respaldo y liberó su polla.
Me incorporé hipnotizada viendo cómo se masturbaba dándome la opción de que esto quedara así. Pero no podía parar, mi cuerpo gritaba el deseo de sentirle en mi interior y entonces bajé de la mesa, separé mis piernas y bajé un poco y fui clavándome en su polla, sus manos me impedían bajar por completo y mis caderas pedían más.
-Despacio chiquilla, quiero sentirte –dijo bajando sus manos unos milímetros para que pudiera penetrarme más y más pero a su ritmo-
Yo jadeé entregada por completo a esa pasión prohibida y quizás por eso más ardiente que nada de lo vivido me había preparado para los latigazos de placer que recorrían mi cuerpo cada vez que sus manos me alzaban o mis caderas rotaban.
Me abracé a su cuello y el soltó mi culo para abrazar mi cintura pegándome con fuerza a su pecho, justo cuando el orgasmo estallaba en mi interior, mi vagina estrujó su polla y él subiendo las caderas se vacío en mi interior ahogando su grito en mi piel, mientras yo hacía lo mismo en su hombro.
Una vez saciados los dos nos miramos con culpabilidad y ahí empezó nuestro infierno. Me levanté sintiendo su semen escurrir por mis muslos y mientras me ponía la camisa él se colocó el pantalón, buscó los botones por el suelo y me los dio.
Volví a la cama de Luis y verle dormir plácidamente me partió el alma, encontrando una ruta de escape, culpé a Ernesto de lo sucedido porque así era más fácil y menos duro.
Por la mañana estaba desayunando con Luis cuando apareció él, los dos evitamos mirarnos.
-Que callados estáis. ¿Te vienes Carla?
-Sí, voy a vestirme
-No me da tiempo cielo, vas a tenerte que irte por tu cuenta –dijo poniéndose la chaqueta-
Los dos no quedamos sentados a la mesa, y así nos quedamos unos minutos. Luego me levanté y empecé a recoger los cacharros.
-Vete si tienes que irte, ya lo haré yo –dijo levantándose-
-No hace falta puedo hacerlo yo –casi grité al rozarme-
-Niña no te enfades conmigo
-Lo de ayer no debió pasar –le espeté, escupiendo con rabia cada palabra-
Salí de la cocina como un vendaval, no me di cuenta que me seguía hasta que a mitad del pasillo le oí decir:
-Niña siento recordarte que yo no te violé, no te forcé a nada, es más recuerdo que respondiste gustosa en todo momento aunque quede poco caballeroso decirlo.
Me paré y girándome fui a darle un bofetón, el que me vio venir agarró mi mano antes que le diera.
-Aunque te joda, disfrutaste de cada caricia Carlita –dijo empujándome y pegando mi espalda a la pared-
-Déjame en paz
-¿Estas segura que es lo que quieres? -subió mis brazos por encima de mi cabeza pegándolos también a la pared-
Bajó la cabeza y lamió mis labios, mientras metía la rodilla entre mis piernas y su muslo rozaba mi sexo.
-Esto te gusta tanto como a mi nenita –hablaba sobre mi boca-
Mi cuerpo volvía a arder, mi mente ya no podía pensar con claridad y sin ser consciente mi sexo se frotaba contra su muslo.
-Puedo notar la humedad y el calor de ese coñito hambriento –juntó mis manos aun arriba y cogió ambas con una sola mano-
La mano libre bajó por mis costillas y subió mi falda a tirones hasta mi cintura, luego metió la mano bajo mis bragas y jadeo cuando sus dedos confirmaron mi excitación.
-Tampoco es fácil para mí, pero como dijiste anoche este es nuestro infierno y necesito quemarme en el por duro que sea luego volver a la tierra.
Mis barreras bajaron más deprisa que mis bragas, mi cuerpo ya había decidido que también quería quemarse en ese infierno sin remisión.
A empujones me metió en su habitación, llevaba la falda arremangada, las bragas a medio muslo y sus dedos volvieron a recorrer con destreza mi sexo, mi clítoris reclamaba unas caricias que él no le negó y agradecida tiré del pantalón de su pijama, liberé su sexo y le masturbé al ritmo de sus dedos en mi sexo. Estaba al borde, ambos jadeábamos y aceleró sus dedos y mordió mis labios mientras me corría.
Mi cuerpo se convulsionaba tras el orgasmo que lejos de calmarlo lo excitó aún más y enfebrecida me arrodillé ante él, llevé mi boca a su polla y sacando la lengua lamí el capullo, ahora él se apoyó contra la puerta y yo animada por sus gemidos fui tragándome toda esa polla. Lamí y chupé cada milímetro de su carne caliente hasta que sus gemidos fueron intensificándose con cada lametón. Intentó apartarme empujándome de los hombros, pero sin dejar de mirarle negué con la cabeza.
-Pequeña si sigues voy a correrme
Saqué la polla de mi boca sin dejar de mirarle, moví mi mano un par de veces y la punta se humedeció, saqué la lengua y con una sonrisa lamí esas gotitas antes de dejarla resbalar por mis labios hasta el fondo de mi garganta, al llegar al final su cuerpo se tensó, apreté sus testículos con mi mano libre y con un aullido se corrió en mi garganta, eché la cabeza hacia atrás y dejé que siguiera descargando en mi boca, el jadeaba mientras yo tragué su semen y con mi lengua lamí hasta la última gota.
Mirándole me levanté, me subí las bragas, bajé mi falda y salí de la habitación, recogí mi bolso y me fui mientras él no me perdía de vista sin decir una sola palabra.
Los siguientes dos días no vi a ninguno de los dos, trabajé a tope y Luis estaba de viaje.
Estuve todo el día trabajando, solo había parado media hora para comer un bocata. Cuando por fin acabé me alegré de salir a la calle.
-Niña que carita de felicidad, ¿cuánto llevabas ahí dentro?-era Ernesto-
-Desde las ocho de la mañana
-Habrás salido a comer
-No
-Joder niña son las ocho de la noche, ¿vienes conmigo?
-¿A dónde? -pregunté sin fuerzas-
-Al infierno –dijo abriéndome la puerta de su coche-
Tenía dos opciones, subir o subir tras hacer que insistiera. Nunca me gustaron los rodeos y subí y me gané una sonrisa de satanás.
En mitad del camino paró y volvió con dos bolsas, yo estaba de lo más relajada en el coche. Unos minutos después llegamos y aparcó ante un edificio antiguo, entramos y subimos al ático.
-El infierno ya tiene dirección, al fin he encontrado lo que buscaba –dijo mirándome de arriba abajo dejándome claro que su frase no solo se refería a la casa-
Era un ático precioso; sin paredes. En una esquina del mismo sobre una enorme tarima, tipo casi escenario había una cama muy grande y dos mesitas de noche. Al otro extremo una cocina americana y el resto era salón con varios ambientes. Solo una puerta que supuse era el baño.
Abrió una puerta doble francesa, de esas todas de cristal y salimos a una terraza, había un solo banco fijo que rodeaba la terraza, a trozos había plantas y a trozos almohadones para sentarse, en medio una mesa de madera. Me arrodillé en los almohadones para disfrutar de las vistas que eran tan espectaculares como la terraza.
-¿Te gusta?
-El infierno no se parece en nada a lo que yo imaginaba
-Nenita no juegues, deberíamos cenar primero –dijo soltando las bolsas- saca las cosas yo traigo el vino.
Estaba entusiasmada cuando sacaba lo que había comprado, la boca se me hacía agua. Regreso y abrió la botella, sirvió el vino en dos enormes copas, trajo una jarra de agua helada y se sentó frente a mí.
-Tiene todo una pinta, me lo comería todito
-Yo también me lo comería todito –dijo mirándome fijamente-
En contra de lo que pensaba comimos muy a gusto, charlamos, hicimos bromas y poco a poco fui relajándome, me quité los zapatos y me acomodé entre los cómodos almohadones con el mundo a mi espalda y el fresquito natural que daba vida.
-Estas preciosa, me muero por poseerte. He sido buena persona, te he pedido que vinieras voluntariamente cuando quería secuestrarte sin más, te he dado de cenar en vez de arrancarte las bragas y follarte como he deseado cuando te has puesto de rodillas a mirar la calle… o sea que merezco un premio ¿no?
-¿Qué premio quieres? -le dije juguetonamente-
-Quiero tu entrega
Asentí con la cabeza y sonrió como un lobo ante la presa.
-¡Quítate el pantalón!
Me puse en pie, nadie podía verme desde donde estábamos, me quité el pantalón.
-Ahora las bragas –dijo sentándose donde yo estaba-
También me las quité ante su intensa mirada.
-Ven
Me senté a su lado y luego hizo que me tumbara boca arriba sobre los almohadones, las piernas flexionadas y los pies a su lado, la cabeza en el otro extremo del banco.
Separó mis piernas y mientras miraba el cielo sus dedos exploraron mi sexo.
-Quiero que bajes a ese infierno nuestro viendo el cielo princesa.
Dios esa voz me enloquecían y sus dedos aún más. Tras rozar cada rincón con las yemas junto dos y empujó penetrándome, subí las caderas y me dijo:
-Así nena búscalo, muévete
Dejó la mano quieta y yo subí y bajé metiéndome y sacando sus dedos, mientras el pulgar rozaba mi clítoris, ya estaba en el infierno y dos minutos después ardí en el a modo de orgasmo. Sacó los dedos, me giró, me sentó y levantándose se deshizo de su pantalón junto con la ropa interior. Flexionó mis rodillas pegándolas a mi pecho y de un solo golpe me penetró hasta el fondo, ambos aullamos.
-No podía más cielo, casi había olvidado el placer de follarte
Entró y salió varias veces resbalando por mi vagina mientras esta apretaba su sexo, luego separó mis rodillas, apoyó mis pies en la mesa con él entre mis piernas para que tuviera un punto de apoyo y siguió follándome cada vez más fuerte, cada vez con más furia.
Todo mi cuerpo vibraba y en cada empujón sentía llegar mi orgasmo, su dedo de nuevo pulsó el botón que disparó un nuevo orgasmo que grité como una posesa sin importarme quien me oyera.
Justo cuando acabó salió de golpe y pude ver su polla palpitar al borde del orgasmo.
-Ponte como antes, te quiero de rodillas –ordeno con voz de mando-
Con las piernas temblando me arrodillé en los almohadones dándole la espalda, me agarré a la barandilla y me giré para verle flexionar un poco las rodillas y acercar su polla, me agarré fuerte y de nuevo la tuve del todo dentro, una, dos… diez… ambos jadeábamos, de nuevo estaba al borde del precipicio, apreté su polla con fuerza y el dando un alarido se corrió, no dejaba de gemir mientras llenaba mi vagina de semen caliente, un último empujón me lanzó de nuevo a esa hoguera en la que me quemaba, me derretía y moría de placer.
Pero pasado ese placer venia la culpabilidad no solo de engañar a mi chico sino que además era su tío.
Me fui de aquella casa repitiéndome mil veces que no volvería y durante los siguientes días me negué todo lo que sentía y necesitaba.
Una noche cinco días después de aquello daba vueltas sola en mi cama en mitad de la noche, las imágenes y sensaciones me atraparon hasta hacerme insoportable hasta respirar con normalidad, entonces me di cuenta que no podía renunciar a ese particular infierno.
Todo ello me llevo de nuevo allí en mitad de la noche, el me abrió la puerta.
Sin mediar palabra volvió a la cama y yo me acerqué, me paré a los pies de la cama mirándole.
-Ponte de rodillas a mi lado, dándome la espalda e inclínate hacia adelante-dijo dando unas palmaditas al colchón-
Me quedé a cuatro patas a su lado, mientras el sentado en la cama apoyado en el cabecero tenía todo mi sexo a su merced.
-Voy a tener que castigarte por tenerme tantos días sin poder follarte-dijo justo antes del primer azote en mi culo-
Di un respingo pero no me aparté, ni siquiera me moví cuando el segundo fue más fuerte, aunque menos que el tercero. Siguió azotando mi culito, ya empezaba a notar como este ardía bajo la palma de su mano en cada descarga.
De repente paso un dedo por mi húmeda rajita y yo jadeé.
-Estas chorreando, voy a tener que quitarte esa calentura. Túmbate a mi lado y no te muevas –dijo levantándose de la cama-
Al momento volvió con… un pepino algo curvado y bastante más gordo y largo que su polla, separó mis muslos arrodillándose a los pies de la cama y sin previo aviso empezó a meter esa cosa enorme en mi sexo mojado pero sin dilatar, lo giraba levemente cada vez que ganaba unos milímetros, notaba como mi vagina se dilataba para poder abarcarlo en su interior.
Una vez dentro se quedó quieto y mirándome lo sacó un poco y volvió a meterlo hasta el fondo, la curvatura del pepino hacia que rozara partes de mi vagina que normalmente no se estimulaban y estaba volviéndome loca. Hasta que estalló mi orgasmo, el dejó que este subiera y bajara de intensidad moviéndolo en mi interior, pero justo cuando bajó de intensidad sacó el pepino.
-No tenías permiso para correrte, ahora tendré que volver a castigarte
Se levantó y vi que sacaba el cinturón de sus pantalones, me encogí de miedo al pensar que iba a darme con él.
Volvió a mi lado, se arrodilló en la cama y pude ver unas gotitas brillantes que escapaban de su prepucio.
Agarró de nuevo el pepino y de un solo golpe volvió a penetrarme con él, yo di un grito de placer y dolor por la dura invasión.
-Cierra las piernas y procura dos cosas, la primera es que no salga ni un milímetro y la segunda es no correrte hasta que te lo ordené.
Apenas podía juntar los muslos por la intromisión, estaba excitadísima y a la espera mirando su polla, deseando lamer la humedad que escapaba de la punta.
-No la mires, aun no te la has ganado. ¿Quieres tu castigo?
-Si
Agarró el cinturón y se enrolló la hebilla en su mano, levantó esta y noté el primer latigazo suave sobre mis muslos.
La sorpresa y el dolor me hicieron apretar los músculos y eso hizo que sintiera mi vagina ocupada eso me produjo un coletazo de placer.
El siguiente fue algo más arriba que el anterior y de nuevo el dolor me llevo a un raro placer del que me sentí esclava desde el primer instante, esperando sus latigazos para sentir de nuevo ese placer en mi estómago.
-Veo que no te desagrada demasiado, recuerda que no puedes correrte. ¿Quieres que siga?
-Si, por favor –supliqué desesperada-
Cada golpe era un poco más fuerte, estos marcaban y calentaban mi piel, mientras cada vez el placer era mayor. Repitió nueve veces y cada una de ellas sentí lo mismo multiplicándose las sensaciones a cada latigazo.
-Mira que polla me has puesto, apenas puedo controlar mi eyaculación –dijo pasándose un dedo por el glande-
Blandió el cinturón y llevando ese otro dedo a mi boca dejó que lamiera y saboreara su excitación mientras decía:
-Ahora va el ultimo, quiero que te corras, sino lo haces volverás a tener que esperar a que te deje.
Succioné su dedo y tensé mi cuerpo, esta vez su latigazo dio directo sobre mi pubis, mil veces más fuerte que sobre mis muslos, apreté con fuerza al sentir el escozor y dolor sobre esa zona y no pude frenar el orgasmo que se apodero de mí. Mientras me corría el separó mis piernas y empezó a meter y sacar el pepino hasta que casi me desmayé de placer.
-Dios, estas chorreando –lo acercó a mis labios-
Paladeé el sabor de mi sexo en el pepino mientras él se colocó entre mis piernas de rodillas, subió mi culo sobre sus muslos y acariciando estos me dijo:
-Ni te imaginas lo cachondo que me has puesto y ahora verte chupar ese pepino mientras miro tus muslos rojos… -dijo acariciando suavemente mi piel dolorida-
Empujó con dos dedos su polla hacia abajo y esta se paseó por toda mi húmeda rajita hasta encontrar la entrada, metió las manos bajo mi culo y me ensartó.
Subí las caderas y el empujó más adentro, la apreté con mis músculos vaginales y mirándole metí el pepino en mi boca.
El dio un alarido y apoyándose en la cama con las manos empezó a bombear con fuerza y rabia dentro de mí, enrosqué mis piernas a su cintura y en una fuerte arremetida sentí su semen llenar mi vagina, mientras volvía a correrme.
Al momento cayó a mi lado jadeando aun, mi sexo rezumaba una mezcla de semen y mis propios jugos.
-Puedo con nuestro infierno, los dos podemos, pero no puedo con tu ausencia
¿Quién puede asegurarme que se está mejor en el cielo?