Su regalo de cumpleaños - una buena desvirgada (2)
Le llegó la hora a la niña, procedí a embestirla y comprobé que realmente era virgen y ella gozó al final como una fiera, terminando corriendome dentro de su desflorado coñito
De pronto me separé de ella y me puse encima, rozando mi pinga contra su coñito caliente y le dije:
- Te llegó la hora mi niña, tendrás tu regalo de cumpleaños – mientras ella me miraba con ojos entre tímidos y curiosos.
Me propuse metérsela, mi glande fue ingresando lentamente, y al estar a escasos centímetros de su flor a romper, me detuve y empecé a entrar y salir lentamente, midiendo siempre de no romper nada aún.
Ella gemía en cada movimiento, mientras sus caderas suplicaban más acción, dado que solita iba acercándose más para ser penetrada, mientras yo intentaba evitar aún romper su preciado tesoro.
Pues bien, en ese entrar y salir lento para evitar desvirgarla, ella hizo un movimiento brusco que al parecer le hizo doler su conchita virgen, dado que se separó de mí inclinándose con los codos hacia arriba de la cama, como queriendo escapar de su condena. Eso en lugar de frenarme para no seguir, me dio ánimos para perseguir a mi presa, por lo que me le acerqué de nuevo para intentar penetrarla, a lo que se dejó, para luego huir nuevamente hacia arriba de la cama hasta llegar al borde de la cabecera.
- Te pasa algo, ya no quieres continuar – le dije mirándola a los ojos.
- Tengo miedo profesor, me han dicho que duele mucho – me dijo con miedo.
- No te preocupes, deja de lado la tensión y disfruta, yo te ayudaré.
Y empecé a meterme nuevamente, mientras que con mi mano derecha acariciaba sus pechos y con la izquierda rozaba su clítoris para estimularla, esperando que se excite lo suficiente para facilitar la penetración.
Y vaya que lo logré, se sentía como allí adentro se mojaba de un líquido muy caliente, por lo que asumí que era la hora, procediendo a besarla intensamente como para que no se escape de nuevo. Al verla distraída en el beso, empujé con decisión mi verga sobre su virginal pero humedecida conchita, sintiendo inmediatamente como me clavaba sus uñas en la espalda y separándose de mis labios sus labios trataron de emitir un grito que quedó únicamente en un silencioso sonido agudo, mientras su carita hacía gestos de dolor.
Saqué mi verga de allí y comprobé realmente que la niña era virgen, mi cabeza con gotas de sangre indicaban que la niña, en su cumpleaños número 18, había sido desvirgada por alguien que le doblaba la edad.
Al verla aún en ese estado, metí nuevamente mi verga dentro de su desflorado coñito, emitiendo ella un gemido mezcla de dolor y placer, y me quedé allí durante unos segundos quieto, mientras la besaba suavemente. Mi pene la invadía totalmente, sentía como ella hacía latir su coñito a cada latido de mi miembro que, totalmente erecto, la llenaba por completo.
Al paso de unos minutos, ella empezó a mover las caderas suavemente, como queriendo acción, por lo que procedí a sacar y meter lentamente mi pinga, sintiendo como la niña se erizaba en toda la piel, mientras sus uñas seguían clavadas en mi espalda. La cogí de las caderas y empecé a embestirla con un poco más de intensidad, su boca ya no emitía gemidos de dolor sino de puro placer, estaba ya entregada a mi, sus pechos estaban endurecidos y sus pezones apuntaban al cielo, por lo que constantemente se los mordía de manera suave, mientras ella gritaba por más y más acción.
Entre entrada y salida sentí como se contorneaba entre mis brazos, mientras gemía como poseída, pidiendo que le dé más fuerte, no podía creer que una niña recién desvirgada gozara de esa manera, por lo que se la metía más y más al fondo cada vez, hasta que nuevamente su boquita emitió un sonido apagado y su cuerpo dejó de contornearse para erizarse por completo: estaba teniendo su primer orgasmo, por lo que no me detuve y moviéndome frenéticamente también me vine dentro de ella, llenándola por completo de mi leche caliente, mientras ella se soltaba sin fuerzas de mis brazos.
Así fue la primera vez de Sofía, en el día de su cumpleaños número 18, recibió su buena desvirgada.
Para el próximo capítulo, si es que así lo desean, relataré como en la segunda visita seguí desflorándola, esta vez por un agujerito más chiquito…