Su polla fue un imán para mi mujer
Relato real de cómo mi esposa vuelve a tener tres pollas para ella y conocemos la polla de J.
Era la cuarta vez que íbamos al club en cinco semanas (aquí podéis leer el primer relato, el segundo y el tercero). Habíamos pasado de más de diez años de monogamia y fidelidad a que en poco más de un mes cuatro hombres se hubiesen follado a mi mujer en mi presencia. Por cierto, no os he hablado de mi esposa pero hoy voy a hacerlo. Se llama R. Es de altura media, delgada, con cabello y ojos castaños, tetas medianas y un culo tremendo. Siempre va completamente depilada. Es muy bonita de cara, culta y muy inteligente, eso fue lo que más me atrajo de ella cuando la conocí. En su trabajo es seria y profesional mientras que en su vida privada... bueno, ya sabéis mucho de nuestra vida privada para que os hayáis hecho una idea.
Aquella noche R llevaba una falda corta, camiseta de tirantes y chaqueta. Para esta ocasión habíamos quedado en aprovechar más la noche alargándola. No nos entretuvimos demasiado, consumimos nuestra copa, nos desvestimos y pasamos directamente al jacuzzi. Al principio todo parecía bastante parado pero al poco apareció el primer hombre con el que habíamos estado la noche anterior. R aceptó su aproximación dejando que la acariciase y al poco ya nos dijo que subiésemos al reservado. Una vez allí ella se arrodilló en el suelo y mientras él se ponía detrás de ella acariciando uno de sus pechos y besando su cuello y espalda yo estaba delante besando sus labios, su pecho y lamiendo uno de sus pezones. Ella disfrutó un rato en esta postura siendo acariciada y besada por dos hombres a la vez, y a continuación hizo que nuestro invitado se echase boca arriba y tras ponerle un preservativo con la boca empezó a chuparle la polla en tanto yo me dedicaba a comerle el coño. Poco después R ya estaba montándolo momento que aproveché para acercarme y lamer el culo de mi mujer. Eso le excitó mucho y se movía más rápido, tanto que me resultaba difícil seguir hasta el punto que sin querer di un lametazo en aquella polla que no hacía más que entrar y salir a toda velocidad del coño de mi esposa. Me acabé apartando para disfrutar del espectáculo pero R me hizo señas para que me acercase y me dediqué a acariciarle las tetas. No duraron mucho más, mi mujer se corrió y aquel tío lo hizo poco después, marchándose a continuación y quedando los dos solos.
R me miró juguetona empezando a tocarme la polla y se la metió en la boca donde se me puso dura. Mientras me hacía una mamada espectacular el hombre volvió y preguntó que si podía participar en una segunda ronda, a lo que mi mujer le respondió que sí así que mientras ella me la chupaba a cuatro patas él la follaba por detrás. Eso volvió loca de placer a mi mujer, sobre todo porque yo cogía su cabeza para follarle la boca.
Te gusta que te folle la boca mientras otro tío te folla el coño, ¿eh, puta? – le dije.
¡Sí, me encanta! – me respondió con ojos vidriosos sacándose mi polla de la boca.
Mi esposa volvió a correrse, se incorporó apartándose de mí, y se volvió a colocar para que siguiera follándola a cuatro patas. De nuevo mi mujer alcanzó el orgasmo y cambiando de postura le echó en el suelo y volvió a follárselo poniéndose encima corriéndose él otra vez poco después.
Tras recuperarse de la follada mi esposa y yo fuimos a tomar una segunda copa y volvimos otra vez al jacuzzi. Allí una pareja parecía interesada en nosotros pero entonces llegó un tío de barba, delgado, con el pelo largo que le gustó a R. Empezaron a tocarse bajo el agua. Yo no me había fijado pero mi mujer me confesaría más tarde que le había visto entrar en el jacuzzi y tenía un pollón así que no desperdició la oportunidad cuando se aproximó a ella. Pronto él tenía metidos dos dedos en su coño mientras la besaba y le acariciaba un pecho y en tanto la masturbaba yo lamía uno de los pezones de mi esposa que subía y bajaba del agua con nuestras caricias. R gemía con los ojos cerrados disfrutando de las sensaciones que provocábamos en ella y se aferraba a la polla de aquel desconocido que cada vez estaba más dura bajo el agua. Así estuvimos un rato hasta que ella me preguntó si podíamos ir de nuevo al reservado. Allí fue donde pude ver que aquel hombre tenía la polla más grande y gorda que habíamos visto en directo, más de 20 centímetros de largo y ancha como un vaso de tubo. [Aquí un pequeño comentario, vuestras parejas podrán amaros mucho, disfrutar enormemente con vosotros en la cama y deciros que el tamaño no importa. Mentira. El tamaño no importa en cuanto que una polla más grande no las hace disfrutar más necesariamente, porque ahí entra la habilidad de cada uno. Pero creedme si os digo que una mujer si tiene que escoger prefiere una polla grande que una pequeña o mediana.]
R le puso un preservativo especial que él traía (los normales le apretaban demasiado) pero tuvo que hacerlo con las manos (su costumbre de ponerlos con la boca era impracticable con aquel pollón). Empezó a chupársela de rodillas pero rápidamente pasó a echarse en el suelo donde comencé a comerle el coño a la vez que ella le hacía una felación. De vez en cuando levantaba la vista hacia ella y a veces la veía comerse aquella polla enorme casi hasta el fondo (era la primera vez que delante de mí era incapaz de tragarse entera una polla), otras le veía lamer los huevos del tío mientras le masturbaba la polla y otras veía cómo se quedaba quieta mientras el tío le follaba la boca hasta la garganta gimiendo los dos de placer. Que le estuviese lamiendo los huevos me dejaba claro hasta qué punto le gustaba aquella polla a mi mujer porque no recordaba que lo hubiera hecho antes con ningún otro con esa gula que entonces le veía: era lo más cerca que podía estar de disfrutar de aquel pollón a pelo.
Pero para mi mujer no era suficiente, abandonó aquella polla, se apartó de mí y se echó en el suelo abriendo las piernas. Él se las levantó y le metió aquel pollón hasta el fondo. Comenzó a follarla muy fuerte, tanto que ella se golpeaba contra el acolchado de la pared, gimiendo y agarrándome la mano. Me miraba con unos ojos cargados de lujuria con aquel pollón abriéndose paso dentro de ella una y otra vez. Los dos la animamos a correrse y vaya si se corrió con un orgasmo largo y profundo. Él la dejó descansar pero ella se recuperó rápidamente, quería más. Se inclinó sobre mí en posición de perrito y empezó a chuparme la polla mientras él se la follaba por detrás. A ella le encantaba la postura. Gemía, con los ojos cerrados, incapaz de mantener mi mamada más que a ratos mientras él la empotraba y azotaba su trasero. Ella se corrió en esa postura varias veces hasta que decidió darse la vuelta, echarle al suelo y empezó a montarlo. A pesar del tiempo que estuvieron así y que se veía que él disfrutaba enormemente no terminaba de correrse. Mi mujer estaba agotada por la cabalgada que le estaba dando así que se salió, él se quitó el preservativo y empezó a masturbarse pero al poco era ella quien ocupaba su lugar. Aquella polla era como un imán para mi esposa. Él volvió a echarse de nuevo en el suelo y ella se dedicó a masturbar aquel pollón ya libre de cualquier preservativo. Pero ni así alcanzaba el orgasmo hasta que fue él mismo quien empezó su propia masturbación hasta correrse mirando hacia ella.
En tanto se limpiaba con unas toallitas que le entregó mi esposa, mi mujer aprovechó para cabalgarme bajo la mirada atenta de su amante. El espectáculo que le estábamos ofreciendo volvió a animarle, yo echado en el suelo, mi mujer encima de mí montándome y él de pie con aquella polla que había recuperado su erección.
¿Puedo follarte otra vez? – preguntó a mi mujer inclinándose sobre ella.
Espera tu turno – le contestó mi esposa mientras seguía botando sobre mi polla.
Allí se quedó, de pie a nuestro lado, con aquella polla apuntando como un misil a la cara de mi mujer a menos de dos palmos. Ella al principio pretendió ignorar aquel pollón fijando su mirada en mí pero de vez en cuando la veía mirar de reojo lo dura y grande que estaba. Poco después ya la miraba directamente con ojos de deseo. Pensé por su mirada cargada de lujuria que era capaz de comérsela a pelo a aquel desconocido, pero acabó cogiéndola con la mano y masturbándole mientras miraba hacia otro lado a la vez que me cabalgaba. Posteriormente me confesaría que, efectivamente, deseaba hacerle una mamada sin preservativo a aquel tío pero no se atrevía, y tuvo que mirar en otra dirección porque temía no ser capaz de controlarse si seguía viendo aquel pollón. Yo estaba disfrutando enormemente de aquella follada que se iba alargando, ella cabalgándome cada vez más echada encima de mí, gimiendo aferrada a esa polla que cada vez estaba más cerca de mi cara. Me di cuenta que si seguíamos así no iba a tardar en correrme.
Le cedo mi turno – dije a mi mujer que me seguía montando.
¿Qué? – me contestó.
Que le cedo mi turno. Fóllatelo.
¿Estás seguro? – me preguntó con ese brillo en los ojos que tan bien conocía ya,
Sí, fóllatelo.
R se salió de mí y volvió a la carga con aquel pollón. El hombre la puso a cuatro patas, se colocó otro preservativo y se la clavó de una embestida que hizo gritar a mi mujer de dolor y placer. Otra vez empezó a bombear con fuerza mientras le daba azotes en el culo. Eso le encantaba a mi mujer que berreaba de placer corriéndose una y otra vez. El volumen de los gemidos atrajo la atención de un hombre que se echó cerca de ellos para ver el espectáculo. Me fijé y a nuestro alrededor otros hombres también les miraban pero no se acercaron y se limitaron a contemplar el show de lejos.En otro cambio de posición mi esposa volvió a montarle otra vez estirándose hacia atrás, apoyando sus manos en las piernas de aquel desconocido y ofreciendo sus pechos. Yo me acerqué a besar y acariciar sus pezones y no fui el único. Otro hombre más que estaba mirando la follada se acercó y le tocó la espalda pero ella estaba en trance y ni se dio cuenta así que empezó a acariciar una de sus tetas. Durante un rato magreó a mi mujer a gusto hasta que ella abrió los ojos, vio al hombre y le rechazó porque no quería más participantes. Él se retiró, miró un rato más y se acabó marchando. En cambio mi esposa siguió follando a su semental en diferentes posiciones corriéndose varias veces. Sin embargo el tiempo pasaba y su amante no se acababa de correr, estaba demasiado próxima la última vez que había llegado al orgasmo así que lo acabaron dejando. Aunque yo no me había corrido había disfrutado muchísimo y ella estaba agotada después de una maratón de sexo de cuatro horas. Aunque animé a mi mujer para que diese nuestro email al desconocido para contactar con él en el futuro ella se negó. Decidimos despedirnos de su amante, darnos una ducha, vestirnos y marcharnos a casa. Al llegar a nuestra habitación la hice echarse en la cama, me la follé y me corrí en su boca. Había sido una noche increíble. Lo que no sabíamos es que el desconocido con cuya polla tanto había disfrutado mi mujer volvería a cruzarse en nuestras vidas y entonces sabríamos que se llamaba J.